Fotografía, modelos y sonrojos
Mi siguiente clase era de Fotografía, y creo que todos entendemos a qué me refiero con eso. No hace falta explicar lo que haremos en esta clase, sería ridículo hacerlo.
Sé que muchos me consideran antipático, no es necesario repetir lo obvio una vez más.
Personalmente, la fotografía es una materia que me encanta. Después de todo, mi vida gira en torno a ella: la fotografía y el arte.
Desde que era niño, fui un gran admirador de artistas como Lee Jeffries o Joey Lawrence. Me fascina cómo ambos logran transmitir una amplia gama de emociones en una sola fotografía, ya sea miedo, amor, enojo o cualquier otro sentimiento. Su habilidad para combinar personajes y sentimientos de manera perfecta, sin exagerar demasiado pero sin ser demasiado simple, es algo que me cautiva.
La historia de mis padres era hermosa: mi padre como fotógrafo y mi madre como su musa. Aunque no fue mi principal fuente de inspiración, no podía negar lo bello de su historia.
No estoy seguro si fue por la influencia de mi padre, la cámara que me regaló cuando era solo un niño, o el momento en que tomé mi primera fotografía a un compañero mío a la edad de ocho años, lo que realmente me inspiró a seguir este camino. Pero me encantaba. Anhelaba descubrir lo que venía después de unas simples poses y decorados. La edición y el perfeccionamiento eran las partes que me motivaban y disfrutaba hacer.
Simplemente, amaba esto.
Exploré el aula con la mirada. Nuestra clase no superaba los treinta alumnos, la mayoría hombres de primer y segundo año. Hoy, por alguna razón, todos estaban presentes. Algunos conversaban entre sí, otros miraban sus teléfonos y las chicas susurraban, lanzándome miradas de vez en cuando.
«No son precisamente discretas, ¿verdad?»
— ¿Has escuchado a quién llamaron hoy? — preguntaban, con los ojos bien abiertos.
— ¿Estará aquí por Jungkook?
«¿Qué habré hecho ahora?»
— Seguro son pareja, por eso lo llamaron — afirmaban algunos, dándolo por hecho.
— ¿Crees que también vendrá su hermano?
Los murmullos continuaban, llenos de sorpresa en sus expresiones. No entendí a qué se referían exactamente. Y, francamente, no me importaba averiguarlo.
Mis ojos rodaron en su órbita mientras me mantenía en silencio, absorto en la pantalla de mi celular. Me había acomodado en uno de los asientos menos concurridos, buscando la tranquilidad que sentía cuando no era objeto de atención innecesaria.
Pronto, el bullicio de la sala se transformó en un silencio expectante con la llegada del profesor, acompañado por un grupo de alumnos desconocidos para mí. Sus caras nuevas y desconocidas rompieron la monotonía de la rutina, despertando mi curiosidad.
El profesor, un hombre calvo y regordete de unos cuarenta y tantos años, capturó la atención de todos al comenzar su discurso.
— Les presento a sus próximos modelos — anunció con entusiasmo, señalando a las chicas y chicos que habían ingresado recientemente al salón —. A partir de hoy, trabajarán con nosotros como modelos durante el resto del semestre — informó, examinando detenidamente a cada uno de los alumnos presentes —. Su tarea es sencilla: fotografiarlos. Durante las clases, su objetivo principal será desarrollar la imagen perfecta, tanto acorde a sus propios gustos como a los gustos de sus respectivos modelos.
» Como ya saben, primero exploraremos el lugar, las poses, el vestuario y así sucesivamente. La nota final consistirá en una imagen de su modelo posando frente a la cámara en un estilo libre — los murmullos y comentarios inundaron el aula, y yo no pude evitar rodar los ojos en respuesta —. Sí, es la primera vez que permito a los alumnos decidir el estilo a utilizar, precisamente porque tengo grandes expectativas sobre sus trabajos. Tienen un plazo de tres semanas para completar esta tarea.
El profesor continuó hablando un par de cosas más, pero mi atención ya se había desviado por completo. Le dio paso al grupo de nuevos modelos y les permitió que cada uno eligiera a su fotógrafo.
Yo simplemente esperaba que quedara alguien sin compañero, alguien que siempre fuera rechazado. Sería fácil trabajar con una persona así, por lo que no me molesté en buscar un compañero y seguí sentado, con la mirada fija en mi celular, sin prestar atención al alboroto que causaba la elección de parejas.
De repente, escuché mi nombre pronunciado. Quise creer que no era la voz de la chica que todos adoraban. Suspiré profundamente.
«Por favor, que no sea ella...»
— Rosé — respondí con decisión, alzando mi mirada y tratando de mostrarme imponente —. ¿Y tu fotógrafo? — El silencio se apoderó del lugar mientras ella juntaba los labios —. ¿Te quedaste sin compañero?
«¿Era siquiera posible que alguien como ella se quedara sola?»
— Sí — respondió con sencillez, apartando un mechón de cabello detrás de su oreja.
Me enderecé en mi silla y miré a mi alrededor, buscando alguna señal de que estaba mintiendo. Todos los alumnos tenían su pareja, algunos charlaban animadamente con sus elegidos, y otros, debido a su curiosidad, seguían observando mis acciones. Efectivamente, Rosé había quedado sola.
«Quiero llorar. Estoy al borde de las lágrimas.»
— Bien — mi tono de voz seguramente sonó irritante.
Tendríamos que trabajar juntos. Y, maldición, eso no era lo que deseaba. La idea de tener que soportar a esta chica y enfrentar los nuevos rumores que surgirían al vernos juntos ya me estaba causando dolor de cabeza.
— ¿Cuándo te viene bien? — me preguntó, colocando ambas manos detrás de su espalda.
La miré con seriedad, sin decir una palabra.
— Mañana — respondí sin rodeos. Era viernes y los fines de semana eran los únicos días que tenía libres. No podía permitirme perder tiempo, sin importar cuántas semanas tuviéramos para completar el trabajo.
«Entre más rápido, mejor», repetía en mi cabeza una y otra vez.
— ¿Nos encontramos en mi casa? — preguntó emocionada, esbozando una sonrisa poco atractiva —. Así podemos...
— No — la interrumpí frunciendo el ceño —. Lo haremos en un lugar concurrido, al aire libre.
— Sí, pero...
— Eso es todo — la interrumpí, bajando la mirada hacia mi celular sobre la mesa.
Los alumnos que aún permanecían en el aula, después de que el profesor se retirara hace un tiempo, me miraron sorprendidos y comenzaron a chismorrear de inmediato.
— ¿Escuchaste cómo le habló? — dijo la chica que estaba unas mesas más allá, con los ojos fuera de sus órbitas. Me señalaba con el dedo mientras hablaba con su amiga.
— ¿A Rosé? — preguntó su amiga, en una pregunta obvia considerando que no hablaba, ni hablaría, con nadie más que ella.
— Sí, ¿será que están tratando de ocultar su relación?
«Qué nivel de imaginación tienen...»
— No seas tonta, si no hubiera sido por nosotros, quizás la habrían tirado por la ventana. ¿No viste cómo la miró?
«Tiene un punto»
— Pero también viste cómo Rosé lo eligió a él. Debe estar nervioso, por eso le habló de esa manera.
— Te inventas demasiadas historias en esa cabeza tuya.
«Tiene razón»
— ¡Pero los hechos están ahí! Rosé lo eligió, Jungkook está nervioso y por eso le habló así.
«¿Qué?»
— Además, Jungkook parece el tipo de chico que aparenta ser duro por fuera, pero es tierno por dentro, como un tsundere o como se llame.
«Doble, ¿qué?»
— Lo vi sonrojarse, Dae — continuó, como si estuviera segura de sí misma —. Estoy segura de que cuando la miró, se puso rojo como un tomate.
«Definitivamente no me puse rojo»
— ¿Jungkook? — lamentablemente, Rosé volvió a llamar mi atención, permaneciendo frente a mí con una expresión tímida.
«Ugh»
— Dime.
— ¿Estás seguro de que no deberíamos ir a mi casa? — volvió a preguntar, haciendo un puchero.
Un. Asqueroso. Puchero.
Sentí ganas de vomitar.
— ¿Por qué deberíamos hacer eso? — cuestioné, levantando una ceja.
Por supuesto que quería explicaciones. No iba a adentrarme en la casa de alguien que podría ser una jodida asesina en serie.
— Tengo varios trajes y vestidos que podrían servirnos para la foto — dijo pensativa —, además de algunos adornos que podrían ayudarnos.
«Ella tiene un punto, pero aún no me convence por completo»
— ¿De verdad? — Incliné ligeramente la cabeza.
Era para el trabajo y mi calificación. Me interesaba. Pero aún no me convencía por completo.
«Querida Rosé, debes saber que tus caras de oveja estreñida no me cautivan»
— Está bien — afirmó —. Además, debes saber que he participado en diferentes academias como protagonista y cantante en algunas obras, gracias a eso me han regalado muchas cosas — sonrió orgullosa, tomando confianza y se sentó a mi lado —. Además, podríamos aprovechar para hablar sobre tus gustos y los míos, recuerda que es esencial conocernos mejor — se acercó un poco más.
Quise alejarme, pero ya estaba demasiado cerca de la maldita pared a mi costado.
— De esa manera nos aseguraremos de que no haya errores ni malas caras durante las sesiones — continuó.
— Entiendo.
— Entonces, ¿estás de acuerdo? — preguntó de nuevo, haciendo una cara de perro mojado que solo me provocaba asco. Asentí — ¡Perfecto! — se levantó de nuevo —. Ah, y algo más... — susurró, fingiendo inocencia —, no les prestes atención a los comentarios maliciosos que hacen, no saben nada.
— Sí, está claro que no saben nada.
Ella me miró con curiosidad por mi actitud.
¿Qué podía decir? No me caía bien.
Mientras caminaba de regreso a casa, mi mente volvió a centrarse en ella, lo cual me hizo fruncir el ceño y hacer una mueca desagradable mientras intentaba descifrar la razón detrás de mis pensamientos extraños. Por alguna razón, sentía que había algo que se me escapaba.
«¿Era algo importante?» me pregunté a mí mismo, levantando la mirada hacia el cielo.
La verdad es que Rosé no me importaba en lo más mínimo. Su mera presencia me resultaba molesta, y su apariencia de niña buena no me convencía en absoluto.
«Entonces, ¿por qué sigue rondando mis pensamientos?»
Y entonces lo recordé.
« — Jimin, el hermano de Rosé...»
El eco de esas voces recordándome ese hecho hizo que abriera los ojos sorprendido.
Me detuve en seco, y mi mirada se dirigió hacia el suelo. En ese instante, sentí cómo el rubor se apoderaba de mis mejillas.
¿Veré a Jimin mañana? ¿Me reconocerá? ¿Recordará nuestro encuentro anterior? ¿Se acercará a mí con la misma calidez que lo hizo la primera vez que lo vi? ¿Me regalará una sonrisa como aquella que compartió con aquel chico? ¿Me permitirá abrazarlo? ¿Cómo será nuestro saludo? ¿Me mostrará el colgante que me hizo ponerle? ¿Podré contemplar su rostro radiante de felicidad? ¿Podré admirar su mirada llena de curiosidad?
¿Será posible verlo otra vez?
La ansiedad inundaba cada fibra de mi ser, y humedecí mis labios con inquietud.
«Maldición...»
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