❀˖°「 Ꮯa̤̮℘ḭtʊʆꪮ 15 」°˖❀
[Narrador/a POV]
El sol brillaba con suavidad sobre el claro donde todos parecían estar disfrutando del día, cada uno inmerso en su propia pequeña burbuja de tranquilidad y diversión. Las risas de Red y Yellow resonaban mientras intentaban —con poco éxito— montar unas llamas rebeldes que se negaban a cooperar, saltando y sacudiéndose de un lado a otro.
—¡Sujétala bien, Red! —gritó Yellow entre risas, mientras Red casi salía volando del lomo del animal—. ¡No es un toro mecánico!
—¡Esta cosa tiene más fuerza que Dark enojado! —exclamó Red, luchando por mantener el equilibrio.
Un poco más allá, Green sostenía las manos de Blue con delicadeza, guiándolo en un ritmo lento mientras le enseñaba unos pasos de baile.
—Así, solo relájate —susurró Green, moviendo sus pies de forma fluida.
Blue, aunque torpe al principio, sonreía tímidamente, dejando que Green lo guiara.
Por otro lado, Dark, con su típico aire serio, lanzaba golpes certeros contra un viejo saco de boxeo que había colgado de una rama gruesa. Cada impacto resonaba con fuerza, marcando el ritmo de su entrenamiento.
Y luego estaba Purple.
A diferencia de los demás, él no participaba en nada. Estaba sentado bajo un árbol, sus rodillas dobladas y sus brazos cruzados sobre ellas, apoyando su cabeza mientras sus ojos se fijaban en una escena específica: Second jugando con Misty.
El conejo gris oscuro saltaba alegremente alrededor de Second, moviendo sus largas orejitas mientras él reía y corría tras ella, agachándose a veces para acariciarla o jugar al escondite entre los arbustos.
Purple observaba en silencio. Había algo reconfortante en ver a Second tan feliz, pero al mismo tiempo, sentía esa punzada en el pecho, esa incómoda sensación que le hacía pensar que… quizás sobraba.
¿Por qué me uniría? —se preguntaba una y otra vez—. Second está feliz con Misty… No necesita que yo lo arruine.
Bajó la mirada, sintiendo que cada vez que intentaba acercarse, terminaba alejándose más.
Pero su soledad no pasó desapercibida.
—¿Sabes? Si miras a mi hermano por tanto tiempo, podrías hacer un agujero en él —dijo una voz tranquila, pero firme.
Purple levantó la vista sobresaltado. Chosen estaba allí, de pie a su lado, con los brazos cruzados y una expresión neutral, aunque sus ojos delataban curiosidad.
—N-no estaba mirando… —murmuró Purple, desviando la vista de nuevo.
—Claro, claro —respondió Chosen con un tono que mostraba claramente que no le creía—. Solo vigilabas las nubes que casualmente están justo donde está Second.
Purple sintió cómo su rostro se calentaba, y su incomodidad solo creció cuando Chosen se sentó a su lado, manteniendo la mirada fija en él.
—¿Por qué no vas a jugar con ellos? —preguntó Chosen después de un breve silencio—. No creo que Second te eche si te acercas.
Purple se encogió de hombros.
—Está ocupado con Misty… No quiero molestar.
Chosen levantó una ceja, como si las palabras de Purple no tuvieran sentido.
—¿Molestar? ¿A Second? —dijo—. Es mi hermano, sé cómo es. Si algo le encantaría más que jugar con Misty… sería jugar contigo también.
Purple sintió un nudo en la garganta. No sabía cómo responder, así que solo apartó la mirada, fijándola en un punto indefinido del suelo.
Hubo otro momento de silencio, hasta que Chosen soltó un suspiro suave.
—Sabes, todos tenemos nuestras historias —dijo, con un tono más suave esta vez—. Incluso yo. No es tan malo hablar de ellas, aunque duelan.
Purple giró lentamente la cabeza para mirarlo, sus ojos reflejaban duda… y quizás un poco de miedo.
—¿Por qué me dices eso? —susurró Purple.
—Porque veo cómo lo miras —respondió Chosen—. No es solo admiración, es… algo más. Y eso me dice que hay algo dentro de ti que no estás diciendo.
Purple tragó saliva, sintiéndose atrapado.
—Yo… no sé de qué hablas.
Chosen no presionó más. En cambio, se levantó, sacudiéndose el polvo de la ropa, y le tendió una mano a Purple.
—Vamos, acompáñame al bosque —dijo, con una ligera sonrisa—. No voy a hacer nada raro, lo prometo. Solo quiero charlar.
Purple dudó. Miró a Second una última vez, quien ahora estaba acostado en el suelo mientras Misty le saltaba encima juguetonamente.
Sin saber exactamente por qué, aceptó la mano de Chosen y se puso de pie.
—Está bien… pero solo un rato.
—Claro, claro —respondió Chosen con una leve risa—. Como si tuvieras opción.
Los dos comenzaron a caminar hacia el bosque cercano, las sombras de los árboles envolviéndolos poco a poco.
Mientras se alejaban, Purple echó una última mirada atrás. Second no se había dado cuenta de que se iba… y eso le pesó más de lo que le gustaría admitir.
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El bosque se volvió cada vez más denso mientras Purple seguía a Chosen, sus pasos lentos y vacilantes. Las ramas crujían bajo sus pies, y las sombras alargadas de los árboles parecían moverse con cada soplo de viento.
—¿De verdad tenemos que ir más lejos? —murmuró Purple, su mirada fija en el suelo cubierto de hojas secas.
Chosen, que caminaba un par de pasos adelante, no dejó de avanzar.
—¿Tienes miedo? —preguntó con un tono calmado, aunque su sonrisa de lado delataba cierta diversión.
—No… —respondió Purple, aunque su voz no sonó nada convincente.
El ambiente era inquietante, como si el bosque entero respirara a su alrededor. Las ramas desnudas parecían garras que intentaban atraparlos, y el silencio solo se rompía con el sonido distante de un cuervo.
Purple se detuvo.
—Creo que ya es suficiente —dijo, dando un paso atrás—. No sé a dónde me estás llevando, pero esto parece más una trampa que otra cosa.
Chosen se giró lentamente hacia él, su expresión seguía serena, pero había algo suave en sus ojos.
—Confía en mí solo un poco más —susurró—. Prometo que no hay nada malo esperándote.
Purple dudó. Todo dentro de él le decía que diera media vuelta y corriera, pero había algo en Chosen… algo en su voz tranquila y en su forma de mirarlo que lo hizo quedarse.
Así que, tragando sus miedos, volvió a caminar.
El aire parecía volverse más ligero con cada paso. El bosque oscuro comenzó a abrirse, y de pronto, la espesura cedió ante una pequeña y mágica abertura.
Ante ellos, un estanque cristalino brillaba con la luz filtrada entre las copas de los árboles, su superficie era como un espejo suave que reflejaba el cielo. Alrededor del agua, flores rosas de distintas formas y tamaños crecían en racimos, algunas flotando delicadamente sobre el agua.
El contraste era impactante.
Purple se quedó inmóvil.
—¿Qué… es esto? —susurró, con los ojos muy abiertos.
El aire aquí olía distinto, más fresco, con un leve aroma floral que contrastaba con la humedad y la oscuridad del bosque que acababan de atravesar.
Chosen metió las manos en sus bolsillos y miró el estanque con una expresión nostálgica.
—Un recordatorio —dijo con suavidad—. De que incluso en los lugares más oscuros… hay algo hermoso adentro.
Purple lo miró de reojo, sintiendo que esas palabras cargaban más peso del que Chosen dejaba ver.
—¿Por qué me trajiste aquí?
Chosen sonrió levemente.
—Porque creo que tú eres como este lugar —sus ojos se encontraron con los de Purple—. Guardas mucho dentro, cosas que otros no ven… pero eso no significa que no haya belleza allí.
Purple sintió que algo le apretaba el pecho. Las palabras de Chosen lo habían golpeado más fuerte de lo esperado.
El silencio que siguió no fue incómodo. Fue… suave, casi reconfortante.
Finalmente, Purple desvió la mirada hacia las flores y el agua brillante, y por primera vez en lo que parecía mucho tiempo, permitió que una pequeña, casi imperceptible sonrisa se dibujara en sus labios.
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Chosen se dejó caer suavemente sobre una roca plana cubierta de musgo junto al estanque, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras sus dedos jugaban distraídamente con una flor que había arrancado. El silencio entre él y Purple no era incómodo, sino pesado, cargado de palabras no dichas.
—Siéntate —dijo Chosen, señalando un espacio libre junto a él.
Purple dudó por un momento, pero al final se sentó, manteniendo cierta distancia. Observó el agua cristalina frente a ellos, cada tanto una brisa suave hacía que las flores flotantes se balancearan, como si el estanque respirara.
Después de un largo silencio, Chosen habló.
—Vengo aquí cuando mi mente sale de control —su voz era tranquila, pero había un trasfondo de agotamiento—. Es el único lugar donde puedo… pensar, sin que todo se sienta como una bomba a punto de estallar.
Purple no dijo nada, solo lo miró de reojo, dándole espacio para continuar.
—No sé si lo has notado, pero Dark y yo… —Chosen rió amargamente—, somos un desastre.
Purple parpadeó, algo sorprendido por la honestidad repentina.
—¿Un desastre? —repitió, más para sí mismo que para Chosen.
—Sí —Chosen tiró la flor que tenía entre los dedos al agua, viéndola flotar lejos—. Peleamos… mucho. A veces por cosas estúpidas, otras veces por cosas que realmente importan. He hecho cosas horribles, Purple. Cosas que aún me persiguen cuando cierro los ojos.
Purple lo observó con atención. Chosen hablaba con una calma que no encajaba con el peso de sus palabras.
—Pero, ¿sabes qué es lo peor? —Chosen giró la cabeza para mirar a Purple directamente—. A pesar de todo… lo sigo amando.
El corazón de Purple dio un vuelco.
—Dark es lo único que tengo —susurró Chosen—. Y aunque hemos llegado al borde más de una vez… prefiero quedarme con él.
Purple bajó la mirada, sintiendo que cada palabra se le clavaba en el pecho.
—No quiero perderlo —Chosen continuó—. Y sé que muchas veces nuestras peleas parecen un punto final… pero siempre hay una coma después. Porque al final del día, él también me elige a mí.
El estanque pareció más silencioso que antes.
—¿Y no te cansas? —preguntó Purple en voz baja.
—Sí —Chosen sonrió débilmente—. Pero no quiero encerrarme en mi propia burbuja de culpa o miedo. Quiero seguir viviendo libre… incluso si eso significa seguir peleando por lo que amo.
Purple sintió una punzada. Era como si las palabras de Chosen hubieran abierto una puerta que había mantenido cerrada durante mucho tiempo.
Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez… solo tal vez, podía hablar.
—Yo… —Purple tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta—. También tengo una historia… una que me cuesta soltar.
Chosen no dijo nada, solo lo miró con paciencia.
Purple fijó sus ojos en el agua, evitando la mirada de Chosen.
—No siempre fui parte del grupo —susurró—. De hecho, alguna vez fui… un enemigo.
El viento sopló suavemente, como si el bosque mismo contuviera el aliento.
—¿Qué pasó? —preguntó Chosen, su voz suave pero firme.
Purple cerró los ojos por un momento, recogiendo los pedazos rotos de sus recuerdos.
—Second y yo… no siempre fuimos como ahora. Hubo un tiempo en el que… yo no era bienvenido. Ni por él, ni por sus amigos.
La voz de Purple tembló, pero siguió.
—Y parte de mí… sigue sintiendo que no pertenezco.
Chosen lo observó en silencio, permitiéndole hablar sin interrumpir.
—Veo a Second jugar con Misty… y lo veo reírse con los demás… y pienso… ¿realmente me quiere aquí? ¿O solo está siendo amable? —Purple soltó una risa sin humor—. A veces… siento que aún soy ese enemigo que alguna vez fui.
Chosen suspiró.
—Purple… no eres el único que se siente así.
Purple lo miró, sorprendido.
—Yo también me he sentido como un intruso… incluso con Dark —Chosen apretó sus manos sobre sus rodillas—. Pero si hay algo que he aprendido… es que los lazos reales sobreviven, incluso si comienzan en el peor lugar posible.
Purple sintió que su corazón latía más rápido.
—Second te eligió para que estés aquí —susurró Chosen—. Igual que Dark me sigue eligiendo a mí… aunque todo se sienta como un caos.
El silencio volvió a envolverlos.
Pero esta vez… no pesaba tanto.
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El silencio que envolvía el estanque parecía más espeso ahora, como si cada palabra dicha antes flotara todavía entre las flores rosadas y las aguas tranquilas. Purple seguía con la mirada perdida, sus dedos jugando nerviosamente con el borde de su camisa.
—¿Sabes algo? —murmuró de pronto—. Hablas… como ella.
Chosen ladeó la cabeza.
—¿Ella?
Purple tragó saliva, sintiendo cómo sus recuerdos se arremolinaban como una tormenta al fondo de su mente.
—Mi mamá —susurró.
El nombre resonó entre los árboles, y por un momento, todo pareció detenerse.
—Ella hablaba como tú… con esa calma… esa forma de querer encontrar luz incluso cuando todo se sentía oscuro.
Chosen no dijo nada. Solo lo dejó continuar.
—Pero… ya no está.
La voz de Purple se quebró, y sus uñas se clavaron en sus palmas, tratando de contener las emociones que pugnaban por salir.
—Se enfermó… —continuó, con un tono más apagado—. No físicamente… sino por dentro.
Chosen frunció el ceño con suavidad.
—¿Cómo…?
Purple respiró hondo, como si cada palabra le arrancara un pedazo del alma.
—Mi padre nos abandonó —dijo, las palabras saliendo con un amargo peso—. Justo cuando más lo necesitábamos.
El viento sopló suavemente, haciendo que las flores alrededor del estanque se balancearan, como si también lloraran en silencio.
—Vivíamos en la ciudad… pero no teníamos nada. Apenas podíamos pagar un lugar donde dormir, y la comida… —Purple hizo una pausa, su voz temblorosa—… era un lujo.
El rostro de Chosen se endureció, pero su mirada seguía siendo comprensiva.
—Mi mamá intentó ser fuerte… para mí —Purple apretó los dientes—. Pero cada día… podía ver cómo la tristeza la consumía.
El estanque reflejaba las lágrimas que ahora comenzaban a acumularse en los ojos de Purple, aunque él se negaba a dejarlas caer.
—El abandono la mató lentamente… —susurró—. Hasta que un día… simplemente ya no despertó.
El silencio fue brutal.
Chosen cerró los ojos un momento, como si sintiera el peso de esas palabras directamente en su pecho.
—Perdí… a la única persona que me amaba de verdad —la voz de Purple apenas era audible—. Lo que más amaba en el mundo… se fue.
Hubo un largo silencio, solo roto por el leve sonido del agua y las hojas susurrando con el viento.
Chosen finalmente habló, su tono suave pero firme:
—Purple… lo que viviste… es algo que nadie debería pasar.
Purple siguió mirando el agua, evitando la mirada de Chosen.
—Y entiendo por qué te sientes así —continuó Chosen—. La pérdida… deja una marca que nunca desaparece.
Purple cerró los ojos, dejando que una lágrima silenciosa resbalara por su mejilla.
—Pero también sé —agregó Chosen, con un tono decidido—, que ella estaría orgullosa de ti.
Purple apretó los labios, su cuerpo temblando apenas.
—Estaría orgullosa… porque a pesar de todo… sigues aquí. Sigues luchando.
Purple dejó escapar un suspiro tembloroso, como si finalmente liberara una parte del peso que llevaba dentro.
—No estoy seguro de eso —susurró—. A veces… siento que solo estoy sobreviviendo… no viviendo.
Chosen puso una mano suave en el hombro de Purple.
—Pero estás aquí… —dijo—. Y eso significa más de lo que crees.
El estanque, las flores, el viento… todo parecía acompañarlos en ese momento.
Y por primera vez, Purple sintió que alguien realmente entendía el dolor que había cargado durante tanto tiempo.
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El viento volvió a mecer las flores, y el reflejo del agua pareció vibrar, como si hasta el estanque sintiera el peso de las palabras no dichas. Purple seguía con la mirada clavada en el agua, su mente enredada entre el dolor del pasado y el silencio incómodo que acababa de instalarse entre él y Chosen.
Entonces, Chosen rompió esa calma tensa con una voz suave, pero directa.
—Sabes… —empezó—. No eres el único que carga con cosas que prefiere no decir.
Purple giró apenas la cabeza, lo suficiente para ver la expresión seria de Chosen, pero sin enfrentarlo del todo.
—¿A qué te refieres? —murmuró, aunque una parte de él ya intuía la respuesta.
—Second —dijo Chosen sin rodeos—.
Purple sintió cómo su corazón dio un pequeño brinco, como si el simple nombre hubiera pulsado un nervio.
—Él… parece siempre alegre, ¿no? —continuó Chosen—. Sonriendo, jugando, actuando como si nada en el mundo lo afectara.
Purple frunció el ceño.
—¿Y eso qué tiene que ver?
Chosen esbozó una media sonrisa amarga.
—Todo.
Purple lo miró al fin, buscando respuestas.
—La gente así —explicó Chosen—… a veces lleva las cargas más pesadas. Ocultan su dolor detrás de una sonrisa porque es más fácil hacer reír a los demás que enfrentar lo que llevan dentro.
Purple sintió un nudo en el pecho. Sabía que Second no era perfecto, pero nunca había pensado en lo que realmente escondía detrás de cada gesto despreocupado.
—Second es feliz cuando está contigo —soltó Chosen de repente.
El impacto de esas palabras cayó como un rayo.
—¿Qué? —Purple parpadeó, la confusión tiñendo su voz.
Chosen lo miró con una mezcla de comprensión y diversión.
—Se nota. Es diferente cuando está a tu lado. No sé si tú lo notas… pero él sí.
Purple sintió el calor subirle a las mejillas, como si esas palabras hubieran removido algo que había intentado enterrar.
—Eso no significa nada —dijo rápidamente, desviando la mirada.
Chosen dejó escapar una pequeña risa.
—¿Seguro?
Purple cerró los ojos por un momento, tratando de mantener el control.
—Él solo… —se interrumpió, buscando las palabras correctas—. No quiero pensar en eso.
Chosen levantó una ceja.
—¿Por qué no?
Purple apretó las manos sobre sus rodillas, su mente regresando al recuerdo que había tratado de olvidar desde aquel día.
—Porque… —tragó saliva—… el beso de la otra vez…
El ambiente pareció más denso al mencionarlo.
—Me puso nervioso —confesó, su voz apenas un susurro—. No quiero caer en eso… en el amor.
Chosen no dijo nada por un momento, simplemente observó cómo Purple se debatía entre sus pensamientos.
—¿Por qué te asusta tanto? —preguntó finalmente.
Purple no respondió de inmediato. Sabía que la respuesta estaba allí, en algún rincón oscuro de su corazón, pero ponerla en palabras… era otra historia.
—No quiero… terminar como mi mamá —murmuró—. Amando a alguien… y perdiéndolo después.
El silencio que siguió fue casi insoportable.
Chosen asintió lentamente, como si comprendiera más de lo que Purple esperaba.
—El miedo a perder… es más fuerte que el deseo de amar —dijo con suavidad—. Lo entiendo.
Purple siguió mirando el agua, sintiendo que cada palabra que salía de su boca lo dejaba más expuesto.
—Pero Second… —Chosen continuó—… parece estar dispuesto a esperarte, aunque no lo quieras ver.
El corazón de Purple latía fuerte en su pecho, pero se negó a dejar que esa idea lo dominara.
—No quiero pensar en eso —repitió, más para convencerse a sí mismo que a Chosen.
La conversación quedó suspendida en el aire, mientras las flores rosadas seguían balanceándose con el viento y el estanque reflejaba dos figuras, cada una lidiando con sus propios miedos.
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El silencio entre ambos se estiró, solo interrumpido por el suave murmullo del agua y el susurro del viento entre las flores. Purple seguía mirando el estanque, como si en su reflejo pudiera encontrar las respuestas que no quería admitir. Chosen, sin embargo, mantenía su atención en él, con una expresión serena pero curiosa.
—Sabes… —murmuró Chosen, rompiendo la calma—, Second parece un sol.
Purple parpadeó, volviendo lentamente la mirada hacia él.
—¿Un sol? —repitió, con una mezcla de confusión y cautela.
Chosen sonrió apenas.
—Sí —afirmó—. Es brillante, cálido… siempre iluminando a los que tiene cerca, incluso si él mismo se está quemando por dentro.
Purple sintió un nudo en el pecho. Era una verdad que nunca había puesto en palabras, pero que ahora, al escucharla de boca de Chosen, dolía más de lo que esperaba.
—Y tú… —Chosen hizo una pausa, eligiendo sus palabras con cuidado—… eres como una flor.
Purple se tensó.
—¿Una flor? —bufó, intentando sonar incrédulo, pero su voz tembló levemente.
—Sí —repitió Chosen, con un tono suave pero firme—. Una flor que oculta su belleza tras sus pétalos.
Purple desvió la mirada, sintiendo que algo dentro de él temblaba.
—No soy una flor —murmuró, como si negar esa comparación pudiera protegerlo.
Pero Chosen no se inmutó.
—Eres alguien que ha crecido en la sombra, que ha aprendido a protegerse de todo y todos —dijo—. Pero eso no significa que no tengas algo hermoso dentro.
Purple apretó las manos sobre sus rodillas, sintiendo cómo las palabras de Chosen perforaban cada una de sus barreras.
—Second es como el sol —prosiguió Chosen—… y parece estar tratando de ayudarte a florecer, aunque tú sigas cerrando tus pétalos.
Purple sintió un peso insoportable sobre el pecho. ¿Por qué tenía que ser tan obvio para los demás, cuando él mismo luchaba cada día por no pensar en ello?
—No quiero florecer —susurró, su voz apenas un hilo.
Chosen lo miró con calma.
—No se trata de querer —dijo—. A veces, el sol sigue brillando, aunque la flor no lo pida.
Purple cerró los ojos, las palabras resonando en su mente como un eco doloroso.
—¿Y si me marchito? —preguntó de repente, más para sí mismo que para Chosen.
Chosen lo observó con una tristeza comprensiva.
—Entonces… —dijo en voz baja—… Second seguirá ahí. Porque los verdaderos soles no se apagan, Purple.
El viento sopló con más fuerza, agitando las flores rosadas a su alrededor. Purple no dijo nada más, solo dejó que esas palabras calaran hondo, mientras el reflejo del agua seguía danzando entre sombras y luces, como él mismo… atrapado entre el miedo y la esperanza.
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El silencio volvió a envolverlos, solo roto por el suave susurro del viento y el chapoteo leve del estanque. Purple no podía dejar de pensar en las palabras de Chosen, cada una golpeando las paredes que había construido alrededor de sí mismo. Era incómodo, como si alguien hubiera visto más allá de lo que él estaba dispuesto a mostrar.
Después de un rato, con la mirada aún perdida entre las flores rosadas, Purple murmuró:
—Gracias… por hablar conmigo.
Su voz fue suave, casi inaudible, pero Chosen lo escuchó claramente.
—No tienes que agradecer —respondió Chosen, con una ligera sonrisa—. A veces solo necesitamos a alguien que nos recuerde lo que no queremos ver.
Purple tragó saliva. No estaba acostumbrado a ese tipo de conversaciones, a que alguien le hablara con tanta sinceridad sin esperar nada a cambio. Por un momento, pensó en Second… en cómo siempre parecía intentar derribar sus barreras con una sonrisa radiante y una paciencia infinita.
—Second… es demasiado bueno conmigo —susurró Purple—. No entiendo por qué sigue ahí.
Chosen lo miró con calma, apoyando los brazos sobre sus rodillas.
—Porque él ve algo en ti —dijo—. Algo que tal vez tú mismo aún no puedes ver.
Purple apretó los labios.
—¿Y si nunca lo veo?
—Entonces él seguirá brillando para ti —contestó Chosen, como si fuera la cosa más simple del mundo—. Porque eso hacen los soles.
Purple no respondió. Solo bajó la mirada, sus dedos jugando con la manga de su sudadera, mientras las palabras de Chosen seguían haciendo eco en su mente.
Después de un rato, Chosen se puso de pie y le tendió una mano.
—Vamos —dijo—. Antes de que Second piense que me robé a su florecita para siempre.
Purple le lanzó una mirada molesta, pero su rostro estaba suavemente sonrojado.
—No soy una florecita —gruñó, pero tomó la mano de Chosen y se puso de pie.
—Claro que no —respondió Chosen, con una sonrisa traviesa—, pero eso no detendrá a Second de pensarlo.
El camino de regreso fue más ligero, aunque el peso en el pecho de Purple aún estaba ahí. Pero, por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien entendía. Que alguien había mirado dentro de su caparazón y no había retrocedido.
Y aunque no quería admitirlo, una pequeña parte de él… una parte muy pequeña… empezó a preguntarse si, tal vez, solo tal vez, había algo dentro de él que valiera la pena florecer.
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El sol estaba más bajo cuando finalmente salieron del bosque. El grupo seguía disperso en el claro: Red aún forcejeaba con una llama mientras Yellow, divertido, intentaba ayudarlo; Green sostenía las manos de Blue, guiándolo con un suave balanceo mientras bailaban juntos; y Dark, por otro lado, golpeaba su saco de boxeo con la misma intensidad de siempre, aunque sus ojos vigilaban discretamente a Chosen.
Pero antes de que Purple pudiera dar un paso más, una figura familiar apareció corriendo hacia él.
—¡Purple! —La voz radiante de Second lo envolvió justo antes de que los brazos del chico lo levantaran del suelo.
—¿Q-qué estás haciendo? —protestó Purple, su rostro ardiendo mientras Second lo giraba como si fuera el final de una película romántica.
—Estabas desaparecido —dijo Second, sin soltarlo—. ¿Y si algo te pasaba?
Purple estaba tan avergonzado que sus palabras se atascaban en su garganta. Las risas de Chosen detrás de ellos no ayudaban.
—Relájate, hermano —dijo Chosen con una sonrisa divertida—. Solo me robé a tu pequeña flor para dar un paseo.
Second se detuvo en seco. Siguió sosteniendo a Purple, pero su expresión pasó de preocupación a algo más juguetón.
—¿Mi flor fue secuestrada? —exclamó, fingiendo indignación—. ¡Eso no lo puedo permitir!
Purple forcejeó, queriendo escapar de sus brazos, pero Second lo sostenía con firmeza, como si lo protegiera de un enemigo invisible.
—¡Déjame en el suelo! —dijo Purple, claramente avergonzado.
—No hasta que me asegure de que no te han hecho daño —bromeó Second.
Chosen cruzó los brazos, disfrutando del espectáculo.
—Deberías cuidar mejor a tu florecita, Second —añadió Chosen con un tono burlón—. Casi se me queda en el bosque.
—¡No soy una flor! —estalló Purple, su cara ahora más roja que la de Dark.
Second finalmente lo dejó en el suelo, aunque mantuvo una mano suavemente en su espalda, como si temiera que Purple desapareciera de nuevo.
—A mí me parece una flor muy bonita —susurró Second, con una sonrisa ladeada.
Purple se quedó en blanco. Su corazón latía con fuerza, y aunque quería decir algo, ninguna palabra parecía lo suficientemente fuerte para romper el momento.
—Ya basta —murmuró Purple, bajando la mirada.
Pero Second seguía mirándolo, sus ojos cálidos brillando con esa mezcla de ternura y diversión.
Mientras tanto, Chosen solo negó con la cabeza, sonriendo.
—De nada, Second —susurró para sí mismo.
Y aunque Purple no lo quería admitir, algo dentro de él —muy en el fondo— empezó a florecer.
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Purple, aún algo sonrojado, miró a Second, que parecía estar demasiado distraído por el momento y la broma de Chosen.
—¿Y Misty? —preguntó de repente, un nudo formándose en su garganta.
Second se quedó congelado por un momento. La sonrisa que tenía en su rostro se desvaneció, y una sombra de preocupación apareció en sus ojos.
—¡Oh no! —exclamó, su tono de voz cambiando instantáneamente a pánico. Su mirada se desplazó rápidamente hacia todos lados—. ¡Dejé a Misty suelta! ¿Qué hice?
Purple frunció el ceño. No sabía si en verdad estaba tan preocupado por la pequeña conejita o si su preocupación provenía del hecho de que había estado tan distraído con él.
—¿La dejaste sola? —preguntó Purple, algo incrédulo.
Second ya estaba corriendo en la dirección en la que había visto a Misty por última vez, y Purple, sin pensarlo, lo siguió.
—¡Misty! —gritó Second, su voz llena de angustia. El bosque que los rodeaba parecía haber perdido su magia y ahora todo se sentía sombrío y silencioso, como si también estuviera esperando a escuchar la respuesta de la pequeña conejita.
—¡Misty, ven aquí! —llamó Purple, pero no obtenía respuesta.
Ambos corrieron por el claro, mirando entre los árboles, levantando hojas, y revisando cada rincón del lugar. El pánico comenzó a aumentar con cada minuto que pasaba sin ver a Misty.
—¡Misty! —volvió a gritar Second, un poco más desesperado.
Purple sintió que su pecho se tensaba. Tenía que encontrarla. No podía dejar que algo le pasara a la conejita. Sin embargo, por más que miraban, no encontraban rastro de ella.
—No puede ser —dijo Second, tomando un respiro profundo mientras intentaba calmarse—. ¿Dónde está?
El aire comenzó a volverse denso, y el pánico de Second parecía contagiarse. Purple, preocupado, se acercó a él.
—La encontraremos —le dijo, más para calmarse a sí mismo que a Second—. Misty debe estar cerca.
—Es mi culpa —respondió Second, con un susurro de culpabilidad—. Yo le prometí que la cuidaría y... —se detuvo, agachándose mientras pasaba la mano por su cara—. No puedo permitir que le pase algo.
Purple lo miró, un poco sorprendido por su sinceridad. A veces parecía que Second tenía tantas responsabilidades y una fachada de fuerza, pero en momentos como este, mostraba un lado vulnerable que no era fácil de ver.
—¡Ahí está! —gritó Purple de repente.
Miró hacia un arbusto cerca de un árbol grande, donde vio una pequeña mancha de pelaje gris oscuro moverse entre las ramas. Second se giró rápidamente al escuchar el grito de Purple y, al ver la conejita, su rostro se iluminó de alivio.
—¡Misty! —exclamó Second mientras corría hacia ella. La conejita estaba allí, escondida entre las hojas, sus ojos grandes y asustados.
Second se agachó y, con mucho cuidado, la tomó en sus brazos.
—No me asustes así —murmuró, abrazándola con suavidad.
Purple observó a Misty, aliviado, pero también comenzó a sentirse un poco culpable por haber estado tan preocupado por otras cosas.
—¿Estás bien? —preguntó Purple, acercándose también para ver a Misty.
La conejita lo miró con esos ojos llenos de confianza y, como si entendiera todo, se acurrucó más cerca de Second, reconociéndolo como su protector.
—Creo que lo está —dijo Second, sus ojos brillando con ternura.
Purple no pudo evitar sonreír al ver la escena. La conejita estaba bien, y ahora Second podía relajarse. Ambos se quedaron en silencio, observando a Misty disfrutar de la seguridad de los brazos de su dueño.
—Vamos, volvamos a casa —dijo Second, levantándose con Misty en brazos.
Purple asintió, caminando a su lado. Aunque el miedo inicial había pasado, una sensación extraña permanecía en su interior. Algo había cambiado entre ellos, algo que ni siquiera ellos podían identificar todavía.
Mientras caminaban de vuelta, Purple no pudo evitar mirar una vez más a Second. Sabía que tenía que enfrentarse a sus propios sentimientos, tarde o temprano. Pero por ahora, sólo quería disfrutar de la calma que finalmente había llegado.
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El camino de vuelta fue tranquilo, pero algo en Second parecía haber cambiado. A pesar de tener a Misty segura entre sus brazos, sus pasos comenzaron a volverse más lentos, hasta que finalmente se detuvo cerca de un árbol grande, con las hojas temblando suavemente al ritmo del viento.
—¿Qué pasa? —preguntó Purple, frunciendo el ceño al notar la repentina pausa.
Second no respondió de inmediato. En lugar de seguir caminando, se dejó caer al suelo con un suspiro, recargando la espalda contra el tronco del árbol. Acomodó a Misty en su regazo y miró hacia el cielo, donde las ramas dejaban pasar pequeños rayos de sol.
—¿Sabes? —dijo al fin, con una sonrisa que parecía más cansada que alegre—. Creo que prefiero quedarme aquí un rato.
Purple parpadeó, confuso.
—¿No íbamos a regresar con los demás? —inquirió, aunque por dentro agradecía esa pausa inesperada.
Second simplemente se encogió de hombros.
—Pueden sobrevivir sin nosotros un rato —respondió—. Además, Misty parece más tranquila aquí… y yo también.
Purple no supo qué decir. Hubo un largo silencio entre ambos, solo interrumpido por el suave sonido del viento y el susurro de las hojas. Al final, Purple terminó sentándose junto a Second, manteniendo algo de distancia, aunque sus ojos no podían evitar posarse de vez en cuando sobre él.
—¿Estás bien? —preguntó finalmente, su voz más suave de lo habitual.
Second soltó una risa baja, aunque no hubo mucha diversión en ella.
—Sí… bueno, creo que sí —contestó, acariciando distraídamente las orejas de Misty—. Es solo que… a veces me canso. De ser siempre el que está bien, el que tiene que sonreír, el que nunca se puede permitir… —hizo una pausa, como si las palabras fueran demasiado pesadas—... sentirse mal.
Purple sintió un nudo formarse en su garganta. Era la primera vez que veía a Second así, tan... humano.
—No tienes que ser fuerte todo el tiempo —murmuró, casi sin pensarlo.
Second lo miró, sus ojos dorados brillando con algo que Purple no supo descifrar.
—Lo sé —susurró—, pero si dejo de ser fuerte, ¿qué pasará con los demás? ¿Con mis amigos? ¿Con… contigo?
Purple sintió que su pecho se apretaba. No esperaba esa última parte.
—No soy tu responsabilidad —dijo, aunque su voz sonó más débil de lo que quería—. No tienes que cargar con todos.
Second negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro.
—No lo hago porque tenga que hacerlo… lo hago porque quiero —confesó—. Porque me importan… porque tú… —se detuvo de golpe, mordiendo su labio, como si estuviera a punto de decir algo que no debía.
Purple sintió su corazón latir con fuerza. ¿Qué iba a decir?
El silencio volvió a caer entre ellos. Misty, ajena a la tensión, jugueteaba suavemente con una hoja en el regazo de Second.
—Creo que deberíamos volver —dijo Purple, rompiendo el momento.
Second asintió, pero no se levantó de inmediato. En cambio, cerró los ojos por un momento, como si necesitara unos segundos más de calma.
—Sí… en un minuto —susurró.
Purple lo miró, y sin darse cuenta, su mano rozó levemente la de Second al apoyarse para levantarse. Fue un contacto breve, casi accidental… pero ambos lo sintieron.
Y aunque ninguno dijo nada, el peso de esa caricia invisible quedó flotando entre ellos, más fuerte que cualquier palabra.
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Al regresar a casa, la atmósfera era mucho más animada que en el bosque. El aroma de algo cocinándose llenaba el aire, y todos parecían reunidos alrededor de la pequeña cocina improvisada, donde Blue removía una olla con una concentración casi cómica, la lengua ligeramente afuera mientras intentaba que nada se quemara.
Green estaba a su lado, observándolo con una mezcla de orgullo y preocupación. Red y Yellow discutían por quién iba a poner la mesa, mientras Dark simplemente se mantenía apoyado contra una pared, jugueteando con una piedra, claramente sin intención de ayudar.
En cuanto Second y Purple cruzaron la puerta, todas las miradas se posaron en ellos.
—Vaya, miren quiénes volvieron del bosque encantado —bromeó Red, cruzándose de brazos—. ¿Algo interesante pasó o solo fueron a mirar el atardecer juntitos?
Purple puso los ojos en blanco, pero Second, como siempre, decidió jugar con las palabras.
—Solo tuvimos un paseo romántico, nada más —dijo con una sonrisa traviesa, guiñándole un ojo a Purple, que se sonrojó instantáneamente—. ¿Verdad, flor?
Chosen, que estaba sentado en el sofá, soltó una risa baja, y Dark le dio un leve codazo como diciéndole "¿Ves lo que provocaste?".
Antes de que Purple pudiera replicar, Blue alzó la voz desde la cocina.
—Second, préstame a tu novio un momento, necesito ayuda aquí.
El silencio fue inmediato. Purple sintió que su cara se calentaba al instante.
Second, por supuesto, no perdió la oportunidad de añadir más leña al fuego.
—Claro, pero cuídalo bien —dijo, adoptando un tono protector exagerado mientras ponía una mano en el hombro de Purple—. Ya sabes, estamos planeando tener una linda noche juntos, así que lo necesito entero.
Hubo un momento de silencio, y luego…
—¡¿QUÉ?! —exclamó Purple, más rojo que un tomate—. ¡No digas esas cosas!
Red estaba ahogándose de la risa, literalmente inclinado sobre la mesa mientras Yellow solo suspiraba, claramente acostumbrado a las tonterías de su amigo.
Green escondió una sonrisa detrás de su mano, mientras Blue giraba los ojos, murmurando algo sobre “idiotas enamorados”.
Chosen miró a Second con una ceja arqueada.
—¿Linda noche, eh? —susurró lo suficientemente alto para que Purple lo oyera, lo que solo empeoró las cosas.
—¡No es lo que parece! —insistió Purple, apartándose bruscamente de Second—. ¡Solo está bromeando!
Pero Second, con esa maldita sonrisa juguetona, simplemente se encogió de hombros.
—¿O no? —añadió, disfrutando cada segundo del caos que había desatado.
Al final, Blue, perdiendo la paciencia, jaló a Purple del brazo.
—Ven de una vez, antes de que quememos la cena —dijo, ignorando las risitas de fondo—. Y tú, Second, deja de torturar a tu “florecita”.
Purple se dejó arrastrar, todavía con la cara encendida, mientras los demás seguían riéndose.
Y mientras Second se dejaba caer en el sofá junto a Chosen, no pudo evitar mirarlo con una sonrisa satisfecha.
—¿No es adorable cuando se enoja?
Chosen negó con la cabeza, pero incluso él tenía una pequeña sonrisa.
—Solo no lo hagas explotar —murmuró—. Aunque… tal vez ya lo estás haciendo.
Y Second, apoyando la cabeza contra el respaldo del sofá, solo suspiró, aún sonriendo.
Porque, a pesar de las burlas, del caos y de las protestas de Purple… había algo muy cálido en todo eso.
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Dark se acercó a Second, cruzando los brazos mientras observaba la puerta por donde Blue había arrastrado a Purple. Su expresión era tan seria como siempre, con ese toque de amargura que parecía grabado en su rostro.
—Te advierto, Second —dijo, su voz baja pero firme—. Las relaciones no son más que dolor y miseria.
El silencio que siguió fue breve, interrumpido de inmediato por un golpe seco: el puño de Chosen estrellándose contra el brazo de Dark.
—¿Qué demonios? —bufó Dark, sobándose el brazo mientras miraba a Chosen con una mezcla de molestia y sorpresa.
Chosen, sin embargo, solo lo miró con esos ojos duros, los mismos que siempre aparecían cuando Dark hablaba desde sus heridas y no desde su corazón.
—Deja de decir estupideces —gruñó Chosen—. No proyectes tus problemas en los demás.
Second observó la escena, incómodo, pero sin perder su expresión tranquila, aunque su mente iba a mil por hora.
Dark rodó los ojos, pero su mirada volvió a posarse en Second, como si la intervención de Chosen no hubiera sucedido.
—Es lo que acabo de decir —repitió, como si reafirmarlo fuera necesario—. Al principio todo parece bonito, como un sueño… hasta que un día, sin darte cuenta, esa misma persona que te hacía sentir feliz termina siendo la razón por la que no puedes respirar.
Second parpadeó, procesando esas palabras. No era la primera vez que Dark soltaba algo así, pero seguía siendo igual de crudo escucharlo.
—No todos terminan así, Dark —respondió Second, su voz suave, pero firme—. No todas las relaciones están destinadas a romperte.
Dark soltó una risa amarga.
—Solo porque todavía estás en la fase bonita, Second —dijo, con una media sonrisa que no mostraba nada de felicidad—. Ya verás…
Chosen apretó los puños, y Second notó el modo en que sus hombros temblaban apenas.
—Dark —advirtió Chosen, con esa voz peligrosa que usaba solo cuando de verdad estaba llegando a su límite—. Ya basta.
Pero Dark simplemente negó con la cabeza, retrocediendo un poco, como si quisiera marcar una distancia entre ellos.
—Solo estoy diciendo la verdad —susurró, más para sí mismo que para ellos.
El silencio se instaló por un momento.
Finalmente, Second suspiró, pasando una mano por su cabello.
—Yo no soy tú, Dark —dijo con calma—. Y Purple tampoco es… quien sea que te haya hecho pensar así.
Dark tensó la mandíbula, y por un momento, pareció que iba a replicar. Pero, en lugar de eso, simplemente giró sobre sus talones y salió al patio trasero, dejando un aire pesado tras él.
Chosen lo siguió con la mirada, sus ojos apagados por algo parecido a la tristeza… o quizás el cansancio.
—¿Siempre es así? —preguntó Second en voz baja.
Chosen tardó un momento en responder.
—No siempre —susurró—. Pero… cada vez más seguido.
Second asintió lentamente, su mente dividida entre la preocupación por Dark y el impulso de volver a ver a Purple, asegurarse de que estaba bien, de que seguía allí… con él.
Porque, a pesar de todo lo que Dark había dicho, Second sabía algo con certeza: no quería que Purple fuera solo una fase bonita en su vida.
Quería que fuera mucho más que eso.
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[Continuará...♡]
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