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002


EL PADDOCK ESTÁ LLENO DE ACTIVIDAD, una mezcla de adrenalina y caos, como siempre. Los coches rugen, los equipos trabajan a toda velocidad, y la multitud se agolpa detrás de las vallas, esperando ver algo impresionante.

Camino entre ellos, siguiendo a Jade, que corre adelante, haciendo piruetas y saltos sin preocupaciones. Christian va detrás, charlando con algunos miembros del equipo, mientras yo intento seguirles el ritmo.

Hoy me encuentro en una posición extraña, como siempre que vengo aquí, en medio del ajetreo, con mi corazón dividido entre el pasado y el presente.

Jade corre y salta, riendo con una energía que parece inagotable. La niña ha sido mi pequeña compañera desde un inicio. Al principio, cuidar de ella me pareció una tarea difícil, pero con el tiempo, me di cuenta de lo que significa tener a alguien como Jade cerca. Ella ha sido mi refugio, mi escape de la vida llena de tensiones y conflictos.

Aunque ahora, al caminar por el paddock con ella, me doy cuenta de cuán absorta estoy en mis propios pensamientos. Mi mirada se va hacia un lado, y veo a Carlos a lo lejos.

Él está con Rebecca, y aunque no quiero admitirlo, una ola de nostalgia me invade. Mi corazón da un pequeño salto, como si quisiera retroceder en el tiempo y recordar aquellos momentos en los que él estaba a mi lado.

Pero ya no, ya no somos los mismos. Él tiene a Rebecca y yo... estoy aquí, con Christian, con Jade, intentando seguir adelante.

De repente, un grupo de fans se acerca a mí, ansiosos por hacerme preguntas. Uno de ellos me grita desde la valla:

—¡Alex! ¿A qué equipo vas a apoyar este año?

No puedo evitar sonreír, sabiendo que es la pregunta del millón en estos momentos.

—Red Bull. A Max —respondo sin pensarlo. Mi lealtad está con Max, claro, aunque también se ha convertido en algo personal, en algo que va más allá de la competición.

Christian sigue caminando al frente, aparentemente inmune al caos que nos rodea. Jade corre hacia Max, quien la recoge en el aire con una facilidad que me hace sonreír.

La niña lo adora, y Max parece disfrutar de cada momento con ella. No puedo evitar pensar que si hubiera tenido algo así de pequeño, las cosas habrían sido diferentes. Pero ahora lo que importa es el presente, y el presente está aquí, con Jade y Christian, con este caos que intento asimilar.

Cuando llegamos al garaje de Red Bull, veo a Max hablando con Lando y Charles. Los tres parecen estar concentrados en algo, pero al notar nuestra presencia, levantan la vista. Max sonríe al vernos, y Jade, como si lo conociera de toda la vida, corre hacia él, saltando de alegría.

—¡Tito Max! —dice Jade, con la misma emoción con la que saludaría a un familiar querido. Max la levanta con facilidad, la abraza y le da un beso en la mejilla.

Charles y Lando, que han estado observando todo desde un rincón, no pueden evitar comentar sobre Jade. Se acercan y se detienen frente a nosotros.

—¿Jade es... vuestra hija? —pregunta Charles, mirando a la niña con curiosidad.

Lando también la observa, pero no dice nada de inmediato. La mirada entre los dos es bastante elocuente: están intentando comprender la situación.

Yo me detengo un momento antes de responder, sin saber bien cómo enfocar la conversación. No quiero complicarlo todo, pero tampoco quiero ser evasiva.

Trato de no revelar demasiado, sin ser despectiva ni fría, pero en el fondo no sé si debo hablar de Jade ahora mismo.

Christian, que se ha acercado mientras hablábamos, interviene rápidamente con una sonrisa.

—Es la hija de William, nuestro entrenador... Está de luna de miel con su esposa y nos pidió que la cuidaramos—responde Christian con una naturalidad que me sorprende.

Lo dice con un tono tan relajado que no parece haber ningún misterio en ello. Sin embargo, noto cómo tanto Lando como Charles se quedan mirando a la niña, evidentemente sorprendidos.

—Vaya —dice Lando, rascándose la cabeza. Su cara muestra una mezcla de confusión y curiosidad, pero también algo de admiración por la niña.

—Pensé que... —comienza Charles, pero no termina la frase. Está claro que sus pensamientos giran en torno a una sola cosa: Jade. ¿De quién es hija?

Yo no digo nada. He aprendido a callar cuando las cosas no son necesarias de explicar. Pero, por alguna razón, la situación me hace sentir incómoda.

No quiero que la gente piense que hay algo raro en esto. Jade es simplemente Jade, y no necesito justificar nuestra relación.

—Ah, ya entiendo —dice Charles finalmente, sonriendo de manera comprensiva, aunque con una pizca de confusión en sus ojos. —Entonces, no es... —comienza, pero se detiene antes de dar por hecho algo que no sabe.

Mi rostro se pone ligeramente rojo, pero antes de que pueda dar más detalles, Christian cambia el tema con una pregunta que logra romper la tensión.

—¿Cómo están, chicos? —pregunta Christian, dirigiéndose a Lando y Charles.

Los chicos lo miran, y la atmósfera cambia un poco. Los tres comparten una pequeña sonrisa, la cual se siente algo forzada, pero la conversación fluye con mayor naturalidad ahora.

—Muy bien, Christian —responde Lando, dándole un apretón de manos. —Y felicidades, ¿eh? Es genial verlos tan felices.

Charles asiente.

—Sí, felicidades a ambos. Lo merecen.

Es una felicitación genuina, aunque siento que hay algo que no se puede ocultar en el aire. Algo que no está dicho, pero que todos sienten.

En ese momento, Carlos, con Rebecca a su lado, llega al garaje de Red Bull. Sus ojos recorren rápidamente el lugar, y es inevitable que mi mirada se cruce con la suya.

Por un segundo, todo parece detenerse. La nostalgia, los recuerdos, el amor no correspondido... todo lo que alguna vez significó Carlos para mí se refleja en su mirada. Pero entonces, su rostro se endereza y vuelve a ser el de siempre.

No sé si es tristeza o indiferencia lo que veo en sus ojos, pero me cuesta sostener su mirada.

Rebecca, que va a su lado, sonríe hacia todos, pero su sonrisa es vacía. No sé cómo explicarlo, pero no hay nada auténtico en ella.

Por un instante, me siento como si estuviera mirando desde fuera. ¿Cómo puede él estar con ella después de todo lo que compartimos?

—Hola, Alex —dice Carlos en un tono suave, casi como si quisiera darme espacio para que me acerque o para que hablemos. Pero yo no estoy segura de querer hablar ahora.

—Hola, Carlos —respondo, manteniendo la compostura. La tensión está ahí, palpable, flotando entre nosotros.

Rebecca mira a ambos con curiosidad, pero no dice nada. Su silencio habla más que mil palabras. No sabe lo que ha pasado entre Carlos y yo, ni lo que fue nuestra relación.

La brecha que se ha abierto entre nosotros es demasiado grande para explicarla en palabras simples.

Es en ese momento cuando Christian, al notar la incomodidad en el aire, coloca su mano en mi espalda con un gesto protector.

Su toque es suave, pero firme, como si me estuviera diciendo que no tengo que preocuparme por nada. La verdad es que me siento un poco perdida, pero me esfuerzo por sonreír.

—Todo bien, preciosa —dice Christian, mirándome con ternura. Sus palabras, tan naturales, me golpean como un mazazo, y no puedo evitar recordar cómo Carlos solía llamarme de la misma manera.

Carlos, al escuchar "preciosa", se queda congelado. Su mirada se fija en mí, y por un segundo, la conexión entre nosotros parece romperse, al igual que el pasado.

Todo lo que fue y que intenté dejar atrás regresa con fuerza. Pero no puedo quedarme anclada al pasado. Ya no somos esa pareja. Él está con Rebecca y yo con Christian.

Los chicos, al ver la incomodidad que se ha creado, cambian de tema rápidamente, intentando suavizar el ambiente.

—Felicidades, Alex —dice Lando, rompiendo el silencio. —Christian, os deseo lo mejor, en serio.

Charles asiente, aunque parece que hay algo más en su mente.

—Sí, felicidades. Es genial ver a alguien tan feliz después de todo —dice él, mirando a ambos, pero su mirada se detiene brevemente en Carlos, quien parece estar luchando por mantener una expresión neutral.

El momento de tensión se disuelve rápidamente, y aunque el aire sigue cargado de emociones no resueltas, los chicos se alejan un poco, dándonos espacio.

Mientras Jade corre hacia Penélope, que está jugando a lo lejos con otros niños, siento que, aunque el día sigue su curso, algo ha cambiado.

Las piezas de este rompecabezas que estamos armando se siguen moviendo, pero, a veces, el futuro parece más incierto de lo que esperaba.

Con una sonrisa forzada, me giro hacia Christian y le susurro.

—Gracias por estar aquí.

Él me sonríe, esa sonrisa que solo él sabe dar, y me abraza, dándome el apoyo que nunca supe que necesitaba.

El ambiente es eléctrico, cargado de tensión y emoción, como siempre antes de una gran carrera. Pero en ese momento, todo se desvanece cuando lo veo: Carlos está allí, parado al final del pasillo, observándome como si fuera la última persona en este lugar que quiere ver.

Me detengo en seco. Mi corazón late con fuerza, no por la carrera, sino por el encuentro que está por ocurrir. Sabía que este momento tarde o temprano iba a llegar, y ahora, aquí estamos, cara a cara.

Christian no está cerca. Ha ido a hablar con algunos miembros del equipo, dejándome a solas para enfrentar a Carlos.

Me noto el pulso acelerado. Intento prepararme mentalmente para este encuentro, pero sé que nada de lo que haya hecho hasta ahora podrá prepararme para lo que está por desatarse. No hoy, no aquí.

—¿Qué quieres, Carlos? —mi voz suena más fría de lo que esperaba. Intento mantener la calma, pero sé que no será fácil. La herida entre nosotros sigue abierta, y su presencia solo la hace sangrar más.

Carlos me mira fijamente. Hay una mezcla de rabia y tristeza en sus ojos. Puedo ver la lucha interna, el dolor que todavía arrastra de todo lo que compartimos, de lo que perdimos.

Las palabras están formándose en su cabeza, listas para salir con la misma furia con la que lo hizo la última vez.

—Lo que quiero… —comienza, sus palabras están impregnadas de veneno—, es que dejes de fingir, Alex. Dejes de pretender que todo está bien, cuando sé muy bien que no lo está.

Me sorprendo, aunque no debería. Ya debería saber cómo funciona esto. En este punto, todo lo que dice proviene del dolor. Y a veces las palabras son la única forma en que sabe lidiar con ese dolor.

Pero escucharle hablar de esa manera me atraviesa como un cuchillo afilado.

—¿De qué estás hablando? —pregunto, con un tono que intento que suene firme, pero que no puede ocultar el nerviosismo que siento. No quiero que me vea debilitada. No hoy. No ahora.

Carlos da un paso hacia mí, y siento cómo la distancia entre nosotros se estrecha, cómo el aire se vuelve más denso. Sus ojos no se apartan de los míos, y su mandíbula se tensa, como si cada palabra que va a pronunciar fuera una sentencia.

—Estoy hablando de cómo él, tu "futuro esposo", me quitó lo que era mío —dice, señalando hacia donde Christian está a lo lejos. Yo lo sigo con la mirada, viendo cómo se aleja aún sin saber lo que está ocurriendo entre nosotros. Carlos me observa, y en su mirada hay tanta frustración que casi me cuesta respirar—. Todo esto —y me mira— no sería necesario si él no te hubiera besado aquella noche. Si no se hubiera interpuesto en lo que teníamos, en lo que éramos.

Me quedo en silencio, sin saber qué responder. Las palabras de Carlos son duras, y aunque sé que no debo dejar que me afecten, no puedo evitar que cada una de ellas me calen hondo.

¿Realmente piensa eso? ¿Que todo esto ha sido culpa de Christian?

—No me hagas esto, Carlos —respondo finalmente, la voz más quebrada de lo que me gustaría—. Ya no podemos seguir haciendo esto. Ya no somos los mismos. Todo cambió, y no importa cuántas veces lo repitamos, no hay vuelta atrás.

Carlos niega con la cabeza, y puedo ver cómo su dolor se transforma en rabia. Sus ojos se clavan en los míos con tal intensidad que siento que el aire entre nosotros se vuelve pesado, espeso, casi imposible de respirar.

—Claro que hay vuelta atrás, Alex. ¿Acaso crees que yo no sé lo que está pasando? —su voz se eleva, y la rabia es palpable—. Solo lo disimulas, pero sé que tú sabes que lo que él hizo fue una traición, no solo a mí, sino a nosotros. A todo lo que compartimos.

Siento que me atrapan sus palabras. Cada una de ellas se clava en mi pecho como una daga. Pero lo que más me duele es que, de alguna manera, tiene razón.

Christian ha irrumpido en nuestras vidas, en nuestra relación, y yo he permitido que eso sucediera.

—Yo no te debo explicaciones, Carlos —digo, mi voz temblando a pesar de los esfuerzos por mantenerme firme—. Estoy comprometida con él. Y estoy feliz. No voy a pedir perdón por eso. Tú te fuiste, sin dejar que me explicara.

Carlos da un paso más, acercándose aún más. Su mirada es tan intensa que siento que me atraviesa, como si quisiera ver dentro de mí.

Puedo ver cómo su frustración se intensifica, y las palabras que salen de su boca son las más crueles de todas.

—No tienes idea de lo que estás diciendo, ¿verdad? —dice, con un tono lleno de desprecio—. No te das cuenta de lo que has hecho. Lo que él ha hecho. ¿De verdad amas a ese tipo, Alex? ¿O solo estás intentando olvidar lo que tenías conmigo? Porque lo que yo veo aquí no es amor, es solo una forma de seguir adelante para dejar atrás todo lo que alguna vez significó algo para ti.

Cada palabra es un golpe directo en mi pecho. Las emociones que he guardado dentro, las que he intentado olvidar, ahora resurgen con fuerza.

Mi garganta se cierra y siento como si mi corazón se rompiera una vez más. Estoy perdiendo a Carlos, y aunque sé que es lo mejor, no puedo evitar preguntarme si realmente era la única opción.

—Carlos, por favor… —susurro, mi voz quebrada, pero él no me deja continuar.

—No, no más —interrumpe, levantando la mano como si me pidiera silencio—. Estoy cansado de escuchar excusas. Estás eligiendo a alguien más. Y sé que no soy perfecto, pero me duele ver cómo te entregas a él tan fácilmente, como si todo lo que compartimos no significara nada.

Me quedo allí, sin palabras. Mi boca se abre, pero no sé qué decir. Lo que más quiero es gritar, llorar, pero me quedo en silencio, luchando por mantener el control. No quiero mostrarle que me está afectando.

Finalmente, Carlos da un paso atrás. Su rostro está frío, como una máscara impenetrable. Mira a Christian, que sigue a lo lejos, y luego se gira hacia mí una última vez.

—Que seas feliz, Alex —dice, su tono helado, casi como una despedida—. Pero sabes que esto no se olvida. Y que todo lo que estás haciendo, todo esto, no me hace sentir nada más que traición.

Antes de que pueda decir algo más, Carlos se da la vuelta y se aleja, dejándome con un dolor tan intenso que me cuesta respirar.

Sé que lo que dice no es solo por rabia, sino porque realmente lo siente. La herida que le causé no tiene cura, y todo lo que alguna vez fue entre nosotros ahora parece una fantasía lejana.

Estoy sola. Más sola que nunca. Y lo peor de todo es que yo misma me alejé de lo que una vez amé.

Sin saber qué hacer, me giro hacia el garaje, buscando algún rincón donde pueda encontrar consuelo. Pero sé que no hay consuelo en ningún lado.

La puerta se cierra detrás de mí, pero las palabras de Carlos siguen resonando en mi mente. ¿Realmente amo a Christian? ¿O solo estoy tratando de seguir adelante, por miedo?

En ese momento, me doy cuenta de que tal vez nunca tendré las respuestas que busco.

Cada paso que doy me cuesta más, como si la tierra bajo mis pies estuviera a punto de abrirse y tragármelo todo. Las palabras de Carlos siguen retumbando en mi cabeza.

A pesar de todo, de lo que había hecho, de lo que había causado, no puedo dejar de pensar en lo que me dijo:

"No me haces sentir nada más que traición."

De alguna manera, me siento como si la culpa me estuviera consumiendo, como si de alguna forma mi corazón estuviera dividido, y aunque lo intente, no puedo sacarme de la cabeza que tal vez tomé decisiones equivocadas.

Sin embargo, mi vida sigue adelante, ya no hay vuelta atrás, pero lo que siento es real. Lo que siento por Carlos, por Christian, por mí misma… todo se ha complicado de una manera que no había anticipado.

Y ahora, con la tristeza y la confusión empujándome en direcciones opuestas, solo quedo buscando un lugar donde pueda respirar sin las presiones del mundo que me rodea.

De repente, me acuerdo de Max.

Max es esa persona en la que puedo confiar sin tener que explicar demasiado. Siempre ha estado a mi lado, a pesar de las tormentas que hemos atravesado.

Es como un hermano para mí, y en momentos como estos, me doy cuenta de lo mucho que lo necesito. Sé que puedo contar con él para escucharme, para brindarme su apoyo incondicional.

No quiero preocupar a Christian, no quiero hacerlo más difícil de lo que ya es. Así que decido ir con Max, con la esperanza de encontrar algo de paz en medio del caos.

Camino por todo el garaje de Red Bull, buscando donde estará Max. Lo encuentro hablando con algunos miembros del equipo, pero al verme, su rostro se ilumina al instante.

—¡Alex! —exclama al verme llegar. Sonríe, pero inmediatamente ve el peso que llevo sobre mis hombros. Max me conoce demasiado bien. Su sonrisa se desvanece y su expresión se torna seria—. ¿Todo bien? Pareces… distante.

Me quedo en silencio por un momento, sin saber por dónde empezar. La tristeza y la confusión me envuelven, y no quiero parecer débil, pero sé que necesito su ayuda.

—Carlos… —susurro, mirando hacia el suelo, tratando de evitar su mirada—. Acabo de hablar con él. Y no sé qué hacer, Max. No sé si lo que hice fue lo correcto, si elegí el camino correcto. Él… me dijo cosas que no sé si podré olvidar.

Max me observa con una mirada comprensiva y cálida. Sabe que algo ha pasado entre Carlos y yo, aunque nunca me ha presionado para que le contara.

Sin embargo, esta vez no hace falta que le explique todo. En cuanto menciono a Carlos, Max entiende.

—No te preocupes, Alex —dice con suavidad, poniéndome una mano en el hombro—. Sé que esto es difícil, y entiendo lo que estás sintiendo. Carlos siempre va a ser una parte importante de tu vida, y lo que sucedió entre ustedes no es algo que se pueda borrar tan fácilmente. Pero lo que has hecho ahora, el elegir a Christian, a pesar de todo, es tu decisión. Nadie puede juzgarte por eso.

Intento decir algo, pero las palabras no salen. Solo una leve exhalación escapa de mis labios. Max me mira fijamente, como si leyera mis pensamientos.

—Lo que te dijo Carlos no tiene que definir lo que sientes —continúa Max, con firmeza en su voz—. Sabes que te apoyo en todo lo que elijas, pero no puedes dejar que el miedo a hacerle daño a alguien más te frene. Tienes derecho a ser feliz, a tomar tus propias decisiones. Y si elegir a Christian es lo que sientes que debes hacer, entonces hazlo. Nadie más puede decidir por ti.

Intento contener las lágrimas, pero una se escapa de mis ojos. Max es tan paciente, tan comprensivo, y esa es una de las cosas que más aprecio de él. Siempre está allí para escuchar, sin juzgar, sin presionar.

—Es solo que… —digo, mi voz quebrándose ligeramente—. A veces siento que estoy traicionando lo que tuvimos, lo que compartí con Carlos. Como si mi corazón estuviera dividido entre dos mundos que no puedo juntar.

Max me mira con calma y da un paso hacia mí.

—Alex, no estás traicionando nada —dice, apretando suavemente mi brazo—. Lo que tuviste con Carlos fue real, y siempre lo será. Pero las cosas cambian. Las personas cambian. Y aunque no siempre es fácil, eso no significa que lo que tienes ahora con Christian no sea importante. Es solo… diferente. Y es tu derecho darle una oportunidad.

No puedo evitar que una pequeña lágrima resbale por mi mejilla. Max es un refugio, alguien que nunca ha dudado de mí, y en estos momentos tan difíciles, me doy cuenta de que lo necesito más que nunca. Su apoyo es todo lo que tengo para mantenerme firme.

—No te preocupes, Max —digo, limpiándome la lágrima rápidamente, aunque sé que mi voz todavía temblaba. Max no necesita que le diga nada más. Ya lo entiende—. Gracias por estar siempre ahí.

Max me sonríe suavemente, su expresión llena de afecto.

—Lo que sea que decidas, sabes que siempre estaré a tu lado —responde, sus ojos brillando con una sinceridad que me reconforta. Luego, da un paso atrás y mira a lo lejos, donde Christian está hablando con algunos miembros de su equipo—. Pero Alex… nunca olvides que la persona más importante en tu vida eres tú. Nadie más puede tomar decisiones por ti. Así que, si el amor por Christian es real para ti, hazlo por ti, no por los demás.

Asiento lentamente, dándome cuenta de que tiene razón. Ya no puedo seguir mirando hacia atrás, cuestionando cada decisión.

Debo tomar mis propias decisiones, basadas en lo que yo siento, no en lo que los demás piensan o en el miedo de herir a alguien más.

Max me da un abrazo cálido, el abrazo de alguien que siempre estará allí sin importar lo que pase, y aunque siento que mi corazón aún está pesado, por primera vez en mucho tiempo, siento que la paz comienza a asentarse en mi pecho.

—Gracias, Max —susurro contra su hombro. Sé que es lo que necesitaba escuchar, aunque no lo entienda completamente. A veces, todo lo que necesitamos es un poco de comprensión.

Después de unos segundos, Max me suelta suavemente, y sonríe con esa expresión traviesa que siempre tiene cuando está a punto de bromear.

—Ahora, ve a Christian antes de que se enoje, ¿vale? —bromea—. No quiero que mi amigo se me quede sin novia.

Reí levemente, secándome los ojos, y sentí por primera vez en mucho tiempo que no estaba sola en esto.

Gracias a Max, sé que puedo seguir adelante.

Y tal vez, solo tal vez, puedo comenzar a encontrar paz en las decisiones que tome.

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