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029


Narrador omnisciente

Un año ha pasado. La vida sigue, pero el dolor sigue dentro. Alex ha aprendido a adaptarse a su nueva realidad, a vivir con lo que ya no está, a caminar sola sin perder el rumbo. Ha dejado de esperar que las piezas se encajen de nuevo, entendiendo que algunas cosas ya no volverán a ser como antes.

Pero, aunque los días siguen su curso, hay algo que nunca se borra del todo: el vacío que quedó después de la ruptura con Carlos. Las heridas se han cerrado, pero la cicatriz permanece, oculta, casi imperceptible para los ojos ajenos, pero profundamente marcada en su corazón.

Cada día se enfrenta a un nuevo reto, a nuevas emociones, pero las lecciones de ese año de cambios la han convertido en alguien más fuerte.

La equitación, la conexión con Hazel, y el apoyo de quienes están a su lado la han ayudado a mantenerse firme. Y Christian, su novio actual, ha sido una parte fundamental en ese proceso de recuperación, el pilar que le ha dado el espacio y la tranquilidad para crecer y sanar.

Alex sabe que no siempre será fácil, pero tiene la sensación de que ha encontrado un camino que puede recorrer.

Hazel es más que una simple yegua para Alex; es su compañera, su amiga, el ser que la ayuda a encontrar paz cuando el mundo parece abrumarla. Cuando monta, todo lo demás desaparece. Es solo ella y Hazel, y esa conexión le da el consuelo que necesita para no pensar en el pasado.

De alguna manera, montar le da un sentimiento de control, de equilibrio en su vida caótica. Aunque la ruptura con Carlos fue devastadora, poco a poco se da cuenta de que el amor por la equitación y por su yegua le está dando algo nuevo que abrazar, algo que nunca imaginó que encontraría en medio del dolor.

Pero no es solo su yegua quien la ha acompañado en este proceso. Christian, el hombre que ahora comparte su vida, ha sido fundamental en su viaje hacia la estabilidad.

A veces, Alex se sorprende de lo rápido que Christian se ha convertido en su apoyo más cercano después de que él causara su ruptura con Carlos.

No es que haya reemplazado a Carlos; eso nunca podría hacerlo. Pero Christian ha sido el refugio seguro que tanto necesitaba después de la tormenta. Con él, todo es más sencillo, más tranquilo. No hay presiones, no hay expectativas desmedidas, solo un respeto mutuo que se ha ido construyendo día a día.

Por otro lado, su círculo de amigos ha cambiado. La ruptura con Carlos no solo afectó a Alex, sino también a los demás que compartían una estrecha relación con ella.

Max, sigue siendo su mejor amigo, ha estado allí, inquebrantable, siempre dispuesto a escucharla sin juicio.

Charlotte, también sigue siendo su mejor amiga, también ha estado a su lado, una presencia constante que nunca la ha dejado sola.

Toto, su padre, siempre ha sido su mayor protector, y aunque la distancia emocional entre ellos no ha desaparecido, sigue siendo el apoyo que Alex necesita cuando el peso de la vida se vuelve demasiado grande.

Pero, mientras esos pilares siguen siendo firmes en su vida, la relación con algunos amigos se ha enfriado.

Lando, Charles y George, quienes antes formaban parte de su círculo cercano, ya no son los mismos. Desde la ruptura con Carlos, las interacciones con ellos han sido más distantes.

Antes, podían hablar de cualquier cosa, compartir risas, secretos y planes. Ahora, las conversaciones se hacen más forzadas, como si intentaran volver a ser lo que alguna vez fueron sin saber cómo.

No es que Alex los haya perdido, pero algo ha cambiado. No puede dejar de preguntarse si, por ser tan cercanos a Carlos, sienten que deben mantenerse al margen. Quizás su relación con Carlos les hizo sentir incómodos o quizás no supieron cómo manejar la situación.

Lo cierto es que las invitaciones a salir son menos frecuentes, las charlas se hacen más cortas y las sonrisas menos espontáneas.

Es una mañana fresca en el centro ecuestre donde Alex pasa la mayor parte de su tiempo. El sol brilla tenuemente sobre el paisaje, las sombras se alargan y las hojas de los árboles se mueven suavemente al ritmo del viento.

Mientras camina hacia el establo de Hazel, su mente vaga. La rutina diaria le ofrece consuelo, pero, al mismo tiempo, no puede evitar que los recuerdos de lo que fue con Carlos vuelvan a su mente.

La yegua está allí, en su establo, tranquila y serena, como siempre, lista para ser montada. En esos momentos, cuando se acerca a ella, Alex siente una conexión profunda, una paz que no encuentra en ningún otro lugar.

Christian la espera en el establo. Cuando llega, le dedica una sonrisa cálida. La manera en que lo mira, cómo se acerca sin prisas, cómo siempre está dispuesto a brindarle su espacio, la hace sentir agradecida.

Christian ahora es el tipo de persona que sabe cuándo hablar y cuándo callar, cuándo acercarse y cuándo darle su espacio. No ha intentado forzar nada entre ellos, y eso es algo que Alex valora profundamente. No necesita palabras ruidosas o gestos exagerados; basta con su presencia tranquila y constante.

—Buenos días, preciosa —dice Christian con una sonrisa que refleja lo cómodo que se siente a su lado.

Alex lo mira y, a pesar de todo lo que ha vivido, no puede evitar sentir una oleada de cariño por él. Ha estado allí para ella cuando más lo necesitaba. Aunque no tiene la misma chispa que su relación con Carlos, con Christian ha aprendido a ser feliz de una manera diferente.

—Buenos días, cielo—responde con una sonrisa suave, mientras acaricia a Hazel, que está calmada y tranquila.

Christian la observa durante un momento, luego se acerca a ella y la toma de la mano con una suavidad que contrasta con la fuerza con la que siempre la apoya.

—¿Lista para montar hoy? —pregunta, como siempre, con una calma que la reconforta.

—Sí, hoy quiero probar algo nuevo —responde Alex, tomando una respiración profunda. El entrenamiento con Hazel siempre le da fuerzas para avanzar, y hoy no será la excepción.

Antes de que puedan comenzar, el sonido de los cascos de otros caballos llega hasta sus oídos. Alex levanta la vista, y ve que Max está llegando.

Su mejor amigo, siempre puntual y lleno de energía, se aproxima con una sonrisa. Ambos han estado de acuerdo en que a Max le iría bien pasar un rato en un deporte que no es el suyo.

Aunque no lo dice, Alex sabe que Max siempre se preocupa por ella. Ha sido su amigo desde hace meses, el que siempre estuvo para ella, tanto en las buenas como en las malas.

—¿Qué tal, chica? —dice Max, dándole un abrazo breve pero firme. La calidez de su amistad siempre la reconforta.

—Todo bien, Max —responde Alex, sonriendo. Aunque las cosas han cambiado, su amistad sigue siendo la misma, y eso le da una sensación de estabilidad que no tiene precio.

Christian asiente con una sonrisa tranquila.

—Vamos a comenzar entonces. Alex, ¿quieres que Max nos ayude hoy? —pregunta mientras se prepara para montar.

Max observa a Christian y luego a Alex. Sabe que ella está en un proceso de recuperación emocional, y no necesita que se lo diga, pero le gusta ayudarla en todo lo que pueda.

—Claro, estoy dispuesto —responde Max, con una sonrisa abierta. Está feliz de verla de nuevo en su elemento, montando y disfrutando de la equitación.

Después de varias horas de entrenamiento, Alex se siente agotada pero satisfecha. La conexión con Hazel ha mejorado, y eso le da la sensación de que todo está yendo bien.

Mientras cuida a su yegua, siente una satisfacción profunda, como si su vida comenzara a encontrar el ritmo adecuado de nuevo.

Christian se acerca, luego de haber ayudado a uno de los otros caballos en el centro. Aunque está cansado, su presencia siempre es reconfortante para Alex.

—Has estado increíble hoy —le dice con una sonrisa.

Alex lo mira y sonríe.

—Hazel está mejorando, eso es lo importante.

Max se acerca mientras les lanza una mirada cómplice.

—Hoy he visto algo especial entre vosotras dos —dice Max, sabiendo que lo que ha presenciado en el entrenamiento es una muestra clara de la conexión que tienen.

Alex sonríe, ligeramente avergonzada, pero agradecida por las palabras de Max.

—Es todo Hazel, yo solo estoy aquí para dirigirla —responde con humildad.

Max se ríe, mientras Christian observa la escena con calma. Su relación con Alex es sencilla, sin complicaciones. Se apoyan mutuamente sin presionar, sin forzar nada.

Sin embargo, algo parece faltar en su relación, aunque Alex aún no lo sabe. Mientras tanto, se siente agradecida por la estabilidad que Christian le ha brindado.

Esa noche, Alex se encuentra sola en su habitación, reflexionando sobre el día. Aunque está feliz con Christian y su vida parece estar en orden, no puede evitar pensar en lo que pasó con Carlos.

¿Por qué su relación tuvo que terminar? ¿Por qué todo terminó de la manera en que lo hizo?

El teléfono de Alex vibra sobre la mesa. Un mensaje de Charlotte.

"¿Todo bien, cariño?"

Es lo que dice. Charlotte siempre ha sabido cuándo algo no va bien, incluso si Alex no dice una palabra. Aunque la ruptura con Carlos fue dolorosa, Charlotte estuvo allí, apoyándola, dándole el espacio que necesitaba.

Alex sonríe al leer el mensaje y responde:

"Todo bien, amiga. Gracias por estar siempre".

No necesita decir más, Charlotte sabe que ella está bien, aunque no pueda olvidar por completo lo que vivió.

Después de un momento de reflexión, Alex se tumba en la cama, cerrando los ojos. Si bien el pasado sigue siendo parte de ella, está aprendiendo a vivir con él.

No puede cambiar lo que pasó, pero sí puede decidir cómo avanzar. Y avanzar con Christian y con el apoyo de sus amigos es lo que, por ahora, parece lo mejor.

El sol brilla sobre el circuito de la Ciudad de México, y la emoción en los boxes es palpable. Los coches rugen en sus posiciones de salida, los mecánicos ultiman los detalles, y la multitud en las gradas comienza a rugir con la expectación del momento.

Carlos está en su monoplaza, ajustando su casco, sumido en sus pensamientos. El sonido de los motores a su alrededor es una melodía ensordecedora, pero no logra apagar el ruido en su mente.

Aunque su rostro permanece sereno, sus ojos reflejan la tormenta interna que lo acompaña. No es solo la presión de la carrera lo que lo consume, sino el constante recordatorio de que no tiene a Alex a su lado.

La última vez que estuvo en este circuito, ella estaba allí, apoyándolo con su mirada cálida, su presencia inquebrantable. Sus palabras de aliento, sus risas después de cada vuelta, incluso sus pequeños gestos de cariño. Todo eso ya no está.

Ahora, Rebecca lo observa desde la zona de boxes, animándolo con una energía que, a pesar de ser genuina, no logra llenar el vacío que Carlos siente.

Es una mujer buena, sin duda, pero en su interior Carlos sabe que no es ella quien tiene el poder de calmar esa parte de él que aún guarda la imagen de Alex.

Cada vez que ve a Rebecca sonreírle, se siente agradecido, pero también frustrado. Ella no tiene la culpa de lo que pasó, pero su compañía le recuerda lo que ha perdido.

En los boxes, Rebecca observa a Carlos mientras se prepara para la carrera.

Rebecca está nerviosa. Aunque intenta mantener una fachada de tranquilidad, la tensión en su rostro delata sus sentimientos. Ha notado que algo no está bien, que Carlos no está completamente presente, aunque lo intente disimular.

Durante estos meses, ella ha intentado ser la compañera perfecta, la que lo apoya incondicionalmente, la que está a su lado en los momentos difíciles. Pero no puede dejar de notar que, a pesar de todos sus esfuerzos, siempre hay algo que lo distancia.

Cuando lo mira, nota que su mirada está perdida, como si estuviera mirando más allá del circuito, más allá de la multitud.

Rebecca ha sentido esa ausencia, esa desconexión, aunque Carlos nunca le haya dicho nada directamente. Sabe que está luchando con algo que no quiere compartir, pero su instinto le dice que esa lucha tiene que ver con alguien del pasado, con una relación que, aunque rota, sigue ocupando un lugar importante en la vida de Carlos.

Se siente impotente. No sabe si debería hablar con él sobre lo que está sucediendo o si debería darle su espacio. Pero, por más que lo intente, algo en su corazón le dice que su amor por él no es suficiente para llenar el vacío de Alex.

Rebecca no tiene la culpa de esta situación, pero sabe que, al final, la sombra de Alex está presente, como un espectro que nunca se aleja.

Mientras tanto, Carlos sigue en su coche, con la mente dividida.

Las luces se apagan, la carrera comienza. El rugido de los motores llena el aire mientras los autos se lanzan a la pista.

Carlos se concentra en la carrera, en el camino que tiene por delante, pero incluso aquí, entre las vueltas y los adelantamientos, su mente sigue divagando.

Recuerda las veces en las que Alex estaba allí, al borde de la pista, aplaudiendo, gritándole su nombre, y cómo, en esos momentos, todo parecía tener sentido. La velocidad, la competencia, las presiones; todo era más llevadero cuando sabía que ella estaba allí para verlo, para compartir esos momentos.

Pero ahora, en su lugar, está Rebecca, quien le sonríe con entusiasmo cada vez que pasa por los boxes, pero es un consuelo que no logra llenar el vacío.

La comparación es inevitable, aunque no quiera hacerla. La diferencia es que Rebecca está tratando de ser lo que él necesita, mientras que Alex era simplemente quien era, sin pretensiones.

Carlos sabe que no puede seguir con este sentimiento de vacío por siempre. El problema es que no sabe cómo solucionarlo.

Ya no tiene claro si el dolor de perder a Alex es algo que pueda superar alguna vez o si es simplemente parte de su historia, una huella que nunca podrá borrar.

En los boxes, Rebecca sigue observando con atención.

El tiempo avanza, las vueltas siguen pasando, pero el silencio entre ellos es palpable. Rebecca nota que Carlos ya no está concentrado de la misma manera.

Se pregunta si alguna vez lo estuvo realmente, si alguna vez estuvo completamente presente con ella. De alguna manera, sabe que la ruptura con Alex lo marcó de una forma que ni él mismo parece comprender del todo.

Mientras la carrera avanza, Rebecca se queda mirando la pista con el corazón acelerado. Aunque su amor por Carlos es sincero, la inseguridad crece dentro de ella.

¿Está él realmente listo para seguir adelante? ¿O está solo esperando que algo cambie, que el tiempo se encargue de sanar las heridas que no parece querer enfrentar?

Se da cuenta de que, en algún rincón de su corazón, siempre ha sentido que Carlos aún está atrapado en el pasado.

En un momento de la carrera, cuando Carlos realiza un adelantamiento especialmente arriesgado, Rebecca se tensa, esperando su reacción.

Aunque su corazón late fuerte por él, una parte de ella está deseando que, en algún momento, él finalmente pueda liberarse de esa sombra del pasado y comenzar a vivir por completo en el presente.

Carlos y Rebecca finalmente se encuentran al final de la carrera.

Cuando la bandera a cuadros ondea, Carlos no ha logrado un podio, pero la carrera ha sido un desafío intenso. Con la cara cubierta de sudor y el casco en la mano, se acerca a los boxes.

Rebecca está allí, esperando con una sonrisa alentadora, pero sus ojos muestran algo más: preocupación, inseguridad, la necesidad de saber qué sigue.

Carlos se detiene frente a ella y la mira por un momento, como si intentara encontrar las palabras adecuadas.

—Lo hice... pero no lo siento como antes —dice, y su voz está llena de una franqueza inesperada.

Rebecca se queda en silencio por un momento, sin saber cómo responder. Sus sentimientos están a flor de piel, pero no sabe si debe pedirle explicaciones o simplemente dejar que él se exprese a su propio ritmo.

Sabe que la respuesta está en sus acciones, pero también sabe que las palabras no siempre son suficientes.

—Carlos... ¿estás bien? —pregunta finalmente, con suavidad, sin forzar nada.

Él asiente, pero la falta de emoción en su respuesta le dice que no lo está. No de verdad.

—No sé... —responde, mirando hacia el suelo, sin poder mirar sus ojos.

Rebecca lo observa en silencio, sin palabras para consolarlo. El dolor de la ruptura con Alex está claramente ahí, un peso que Carlos no ha dejado atrás, que arrastra consigo, incluso en momentos que debería ser felices, como hoy.

Y en ese instante, Rebecca sabe que, aunque lo quiere, y aunque lo está intentando todo, el espacio vacío en el corazón de Carlos sigue siendo demasiado grande para llenarlo con sus esfuerzos.

El eco de Alex está ahí, tan presente como siempre. Y Carlos, aunque lo intente, aún no ha encontrado la manera de dejarla ir...

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