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028


Narrador omnisciente

Carlos está sentado a la mesa de la cocina en la casa familiar, rodeado por su familia, pero su mente está lejos.

La mesa, normalmente llena de risas y charlas animadas, ahora parece un lugar sombrío. El sonido del café que su madre prepara en la cocina y las conversaciones de sus hermanas se mezclan con el pesado silencio que él mismo ha traído a su hogar.

Desde la ruptura con Alex, ha sido difícil mantener las apariencias, y ahora, mientras su familia intenta seguir con la rutina como si nada hubiera pasado, él no puede evitar pensar en el abismo que hay entre él y ella. En todo lo que se ha roto.

Reyes, está en la cocina, moviendo las tazas con cuidado, como si el sonido pudiera quebrarse en mil pedazos. Carlos la observa, pero no la ve. Está perdido en sus pensamientos, su mente atrapada en lo que ocurrió, en las palabras que no debió decir, en el dolor que causó.

Cada vez que cierra los ojos, ve a Alex: su risa, su mirada brillante, su forma de ser. Pero esas imágenes ahora se mezclan con la dureza de la última conversación, con las acusaciones, los reproches, el desgarro en sus voces.

Blanca y Ana, siguen conversando entre ellas, pero Carlos puede notar la tensión en el aire. Nadie dice nada, pero todos saben lo que ha pasado. Todos lo sienten. No solo él ha perdido a Alex; su familia también ha perdido a alguien que amaban, alguien que había sido parte de sus vidas. Y ahora hay un vacío que nadie puede llenar, ni siquiera él, aunque lo desee con toda su alma.

Finalmente, su madre rompe el silencio con una voz suave, como si temiera romper algo más que el silencio de la casa.

—Carlos —dice, sin apartar la vista de las tazas que está colocando en la mesa—, ¿has pensado en hablar con ella? Sé que las cosas han sido difíciles, pero no dejes que el miedo te paralice. A veces, dar el paso es lo más difícil, pero si realmente te importa, debes intentarlo.

Carlos levanta la cabeza y la mira. Siempre había sabido que su madre sería su apoyo incondicional, pero hoy, esa certeza lo golpea con más fuerza. Ella, que ha visto todas sus caídas, que ha escuchado todas sus luchas, sabe que está atrapado entre el dolor y el arrepentimiento.

—No sé, mamá —responde, su voz rasgada, quebrada—. Creo que ya es tarde para pedir perdón. Ya no hay nada que hacer. Las palabras que le dije, lo que pasó... No sé si hay forma de arreglarlo.

Reyes suspira, y Carlos puede ver el dolor en su rostro. Nadie podía negar que la ruptura no solo había afectado a él, sino a toda su familia. Alex no solo fue su pareja, fue parte de ellos, y su ausencia pesa de una forma que nada parece aliviar.

—Carlos —responde su madre con firmeza—, a veces el daño es grande, pero si sigues encerrado en tu dolor, no lograrás nada. No hables de "es tarde". Si hay algo que sabes, es que la vida no se detiene, y si no das ese paso ahora, quizás te arrepientas para siempre.

Carlos cierra los ojos, como si quisiera bloquear la realidad. Pero las palabras de su madre siguen resonando en su mente. ¿Y si tiene razón? Si no lo intenta, si se queda en su tristeza y en sus dudas, ¿qué le quedará?

Blanca, que está sentada al otro lado de la mesa, lo observa con una expresión que mezcla preocupación y cariño. Él lo sabe. Ella también adora a Alex, y ha sufrido con la ruptura. La pérdida no solo es suya, sino de todos.

—Carlos —dice Blanca, su voz suave pero llena de determinación—, yo también la quiero, y sé lo que significaba para ti. Pero no te olvides de que no todo está perdido solo porque no haya salido bien en el pasado. Si realmente te importa, ve a buscarla. Habla con ella. No dejes que el miedo al rechazo te detenga.

Carlos traga saliva, sintiendo el nudo en la garganta. Las palabras de su hermana lo tocan, pero también le duelen. El miedo a lo irreversible, el miedo a que lo que haga no sirva de nada, lo paraliza. ¿Y si ya no hay vuelta atrás?

Ana, la hermana que siempre va directo al grano, se levanta de la mesa y se acerca a él. No dice nada, pero su presencia lo dice todo.

Está allí, apoyándolo. Como siempre, como solo ella sabe hacerlo, empujándolo a hacer lo que debe hacer, aunque no siempre haya palabras dulces para acompañarlo.

—Carlos —dice Ana, sin rodeos, como es ella—, no te quedes aquí. No te quedes atrapado en lo que "podría haber sido" o en lo que hiciste mal. Ve a hablar con ella, aunque sea solo para darle una disculpa. No dejes que el arrepentimiento te carcoma sin intentarlo. No te lo perdonarás.

El tono de Ana es tan firme y claro que, aunque sus palabras son duras, son lo que Carlos necesita escuchar. La verdad. Si no lo intenta, si no da el paso ahora, siempre se quedará con la duda. Nunca se perdonará a sí mismo.

Su padre, que ha permanecido en silencio hasta ese momento, deja el periódico que estaba leyendo y lo mira, con los ojos llenos de comprensión y seriedad. Esas miradas de su padre siempre lo han inquietado. Él no se anda con rodeos. Y, cuando habla, es como si las palabras fueran la única opción.

—Carlos —dice, su voz grave, como si cada palabra fuera una sentencia—, a veces la vida no se pone fácil. No todo es como esperamos, y no todo se puede arreglar con palabras. Pero si tú y Alex se han llegado a querer como se querían, entonces no dejes que el orgullo te aleje de lo que más te importa. Ve a hablar con ella, haz lo que tienes que hacer. Y si no te lo perdona, al menos lo sabrás. Pero si no lo intentas, te vas a quedar con la duda.

Carlos siente el peso de las palabras de su padre. Sabía que lo había estado mirando, que no lo había perdido de vista. No solo se refería a Alex, sino a la vida en general.

"La vida es incierta", piensa. Pero hay que arriesgarse a luchar por lo que se quiere.

Carlos cierra los ojos por un momento, el peso de las palabras de todos aplastando su pecho. ¿Qué le quedaba si no intentaba?

Se levanta de la mesa, la cabeza llena de pensamientos y emociones. El miedo sigue ahí, pero la determinación de hacer lo correcto es más fuerte. Se siente abrumado, pero no puede quedarse en el mismo lugar. No puede quedarse atrapado en la culpa.

—Gracias —dice, su voz un susurro—. Sé que todos la queríais, y sé que esto nos afecta a todos. Pero voy a intentarlo. No puedo quedarme con la sensación de que no hice todo lo posible.

Reyes le sonríe, pero en sus ojos hay tristeza. Blanca asiente, mientras que Ana lo mira, con esa expresión que le da fuerzas para continuar, como si ya no quedara más opción que ir hacia adelante.

Carlos sale de la casa sin mirar atrás. La incertidumbre lo invade, pero también una chispa de esperanza. Sabe que lo que está a punto de hacer no será fácil. Sabe que no tendrá garantizado el perdón de Alex. Pero al menos, si no lo intenta, nunca sabrá lo que podría haber sido.

Con el corazón en un puño, toma su abrigo y se dirige hacia la puerta, listo para dar el paso que sabe que debe dar. Sabía que no tendría las palabras perfectas. Sabía que las cicatrices que había dejado no desaparecerían con un simple "lo siento". Pero tenía que intentarlo.

Con el paso firme y la mente llena de dudas, Carlos Sainz sale al mundo, listo para enfrentar las consecuencias de su arrepentimiento y hacer todo lo que esté a su alcance para recuperar lo que había perdido. Porque, si hay algo que es cierto, es que al menos tiene que intentarlo.

El sol comienza a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados. El aire fresco de la tarde acaricia la piel de Alex mientras monta a su caballo, sintiendo el ritmo del animal bajo ella.

La brisa se mezcla con sus pensamientos y, aunque intenta concentrarse en lo que está haciendo, su mente no puede dejar de ir a Carlos. No es el tipo de día que había imaginado, no con todo lo que ha pasado. La ruptura, el dolor, las palabras no dichas, las discusiones. Nada parece tener sentido ya.

Alex observa a su alrededor, tratando de calmar la tormenta interna que la atormenta, pero la paz parece tan lejana. Las semanas transcurren y todo lo que ha dejado atrás sigue presente, como una sombra que no se va.

Las imágenes de los momentos felices que compartió con Carlos ahora parecen difusas, rotas. El vacío que dejó su partida es demasiado grande para ignorarlo, pero Alex también sabe que no puede quedarse atrapada en el pasado.

Está allí, montando con Christian, su compañero de equitación, pero su mente está lejos de él. No es que no lo aprecie, pero su presencia no ocupa el espacio que antes llenaba Carlos.

El hecho de que Christian esté cerca no cambia nada, porque lo único que necesita en ese momento es a alguien que la escuche, que la comprenda, pero Christian no es esa persona. Y no lo pretende ser.

"Si tan solo Carlos estuviera aquí..."
Piensa, aunque rápidamente se corrige, "no, no debe estar aquí. No después de todo lo que pasó." Sin embargo, la idea persiste en su mente.

Si tan solo las cosas hubieran sido diferentes. Si tan solo él le hubiera pedido perdón, si tan solo hubieran hablado como antes, con esa cercanía, sin máscaras, sin que todo se desbordara.

Christian, al notar su silencio, le sonríe levemente, como si intentara hacerla sentir mejor, pero Alex no puede evitar sentirse distante, aunque no quiera.

Está montando, está presente, pero su mente sigue atrapada en las imágenes de Carlos. La figura de él, sus ojos, la forma en que todo parecía tan seguro. Hasta que no lo fue. Se pregunta si alguna vez realmente lo fue.

El sonido del trote de los caballos resuena en la pista de equitación, y por un momento, Alex cierra los ojos, dejándose llevar por el ritmo, intentando calmarse. Pero el viento cambia de dirección y, cuando los ojos de Alex se abren de nuevo, una figura en el borde de la pista capta su atención. De pronto, siente una presencia.

No es una presencia física, pero la energía cambia. Es como si el aire alrededor de ella se volviera más denso. Alex, al principio, no sabe qué es. No se da cuenta de lo que está sucediendo, ni de lo que está a punto de ocurrir. La sensación de que algo está ahí, de que algo está por cambiar, se apodera de ella, pero la confusión también la consume.

Lo que no sabe es que, a unos metros de distancia, Carlos está observando todo desde lejos. No quiere acercarse, no sabe si debería hacerlo. Pero ha llegado allí, a la equitación, impulsado por algo que ni él mismo comprende del todo.

La tristeza en su pecho lo ha traído hasta aquí, y aunque sabe que lo mejor sería dejarlo ir, algo dentro de él no puede evitar sentirse atraído por la idea de intentar hablar con Alex, de buscar una forma de que las palabras que nunca dijo finalmente salgan.

Pero algo se detiene en su camino. ¿Debería acercarse? Lo duda por un instante. Observa desde la distancia. Ve a Alex montar junto a Christian, y algo dentro de él se rompe. ¿Es demasiado tarde? Lo sabe. El dolor lo ahoga, pero no puede dejar de mirar.

Alex no lo ve, no sabe que él está allí. Todo lo que está haciendo es intentar lidiar con su propia tormenta interna, con el peso de la ruptura que la ha golpeado con fuerza. Está demasiado absorta en lo que siente como para darse cuenta de que Carlos está tan cerca, observándola desde la distancia.

La distancia entre ellos es más que física. Es emocional, es algo que se ha creado con las palabras no dichas, con los gestos ausentes. Carlos, al ver a Alex montar tan cerca de Christian, siente algo dentro de sí que no sabe cómo procesar.

La incertidumbre, la rabia, el dolor de perderla lo consume. Lo que tenía con ella, lo que pudieron haber sido... todo parece irreparable.

Christian, al ver que Alex está distraída, decide decir algo, no porque quiera interrumpir, sino porque nota que algo no está bien. Pero no sabe qué está pasando exactamente. No sabe si Alex está pensando en lo mismo que él, o si está completamente sumida en su propio dolor.

—¿Te encuentras bien? —le pregunta, con una ligera sonrisa, intentando hacerla reaccionar.

Alex lo mira brevemente y asiente, pero sus pensamientos siguen siendo los mismos.

Ella no lo ve, ni se da cuenta de lo que está pasando a su alrededor. El sol sigue poniéndose, y la oscuridad comienza a envolverlos, pero todo se siente lejano para Alex. La paz que tanto busca está fuera de su alcance.

Mientras tanto, Carlos se queda allí, a lo lejos, con el corazón apesadumbrado. No sabe cómo acercarse a ella sin que todo lo que ha hecho quede expuesto de una manera que no sabe si Alex pueda perdonar. Es demasiado tarde, lo sabe. No hay manera de volver atrás.

Finalmente, Carlos da un paso atrás, incapaz de avanzar. La figura de Alex, tan cerca pero tan lejana al mismo tiempo, lo hace sentirse pequeño. Lo que había sido suyo, lo que creía que era su lugar en su vida, ya no está. Ella está con Christian, y él está demasiado lejos para poder hacer algo.

Es tarde. Esa es la única conclusión que puede sacar. La oportunidad se ha ido. El perdón que tanto deseaba nunca llegará.

Con el corazón pesado, Carlos da media vuelta y se aleja, sin hacer ruido. No sabe si Alex lo está mirando, si la sensación de que él se aleja llegará a su corazón. Solo sabe que ha llegado al final de este camino, y no hay nada que hacer para cambiarlo.

Alex sigue montando en silencio, sin saber lo que acaba de suceder. No ve a Carlos. No ve su partida. Pero algo dentro de ella siente que la oportunidad de hacer las paces, de que las cosas volvieran a ser lo que eran, ya no existe.

Y, aunque todavía queda una pequeña chispa de esperanza, esa chispa se está apagando rápidamente...

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