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˗ˏˋ✩ Luz verde, Luz roja✩ˎˊ˗

Capitulo 2

'Primer Juego:

Luz verde, luz roja'

El eco de sus pasos resonaba en el silencio opresivo del edificio, un sonido metálico que se amplificaba en la inmensidad del lugar. A su alrededor, los guardias, inmóviles como estatuas, custodiaban cada piso. Era un laberinto gigantesco, mucho más grande de lo que habían imaginado. Avanzaban como autómatas, sombras en un pasillo interminable.

—Los juegos comenzarán en breve. Sigan las instrucciones del personal y diríjanse al salón de juego...— la voz, fría y mecánica, resonaba por los altavoces, un anuncio que se tragaba el silencio.

Una foto. Eso era todo lo que debían hacer. 246, confundido, seguía la fila que se formaba lentamente, cada paso pesado como una losa.

Un suspiro cansado escapó de sus labios. Entonces, la vio. Ella, la chica de antes, se acercaba a la cámara. Un ligero movimiento de cabeza, un gesto casi imperceptible para acomodar su cabello, pero que a 246 le pareció una coreografía de una belleza etérea. Sus ojos, llenos de una admiración silenciosa, la seguían con una intensidad que no podía disimular. La curva de su cuello, la delicadeza de sus manos... cada detalle se grababa en su memoria con una precisión casi dolorosa. Solo cuando escuchó la conversación entre los jugadores 007 y 149, su atención se desvió momentáneamente.

El sonido de sus voces, áspero y discordante, rompía el silencio. Eran los mismos que habían protagonizado la escena anterior. La jugadora 149, la madre de 007, parecía furiosa.

—¿Ella es una chica o un chico?—, preguntó 149, su voz llena de confusión.

—Es un chico que quiere ser chica, ya sabes...— 007 señaló su propio cuerpo con un gesto despectivo.

—¿Por qué querría ser una chica?—, preguntó 149, frunciendo el ceño.

—Mamá...— 007 susurró, intentando calmarla.

—Cada uno es del sexo que es— 149 respondió con firmeza, su voz cargada de indignación.

—Ya no se dicen esas cosas, mamá— 007 la empujó suavemente para que avanzara.

—¡Por Dios, qué espantoso!—, exclamó 149, con un gesto de disgusto.

¿Un hombre? Se cuestionó 246 en voz baja, casi sin aliento. Pero su mirada no se despegaba de ella. Su belleza, radiante e innegable, lo había cautivado. Era una belleza que trascendía cualquier género, cualquier etiqueta.

Sacude su cabeza y se concentra en observar la cámara dando una disimulada sonrisa. Conforme las personas se toman las fotos avanzan en una larga fila, donde los 456 participantes suben el laberinto de escaleras, hasta una amplia puerta que se abre delante de ellos, revelando un patio de arena con el techo abierto mostrando el cielo celeste, pero eso no es lo que llama la atención, si no también una enorme muñeca de coletas que esta de pie frente a un árbol y a cada lado un guardia.

—El primer juego es luz verde, luz roja —rompió el silencio nuevamente la voz, acompañada del cierre de las puertas, una vez que todos entraron

—¿Jugaremos luz verde, luz roja? —cuestiona la jugadora 149

—¿Lo ves? Solo jugaremos. No apostaremos —calma el jugador 007 a su madre

—Tienes razón, solo es un juego de niños —suelta una risa corta 

La voz sigue dando las instrucciones por lo que todos comienzan a acomodarse, 246 camina un poco, quedando a la par de 120 quien le da una sonrisa que con guasto responde.

—Para ganar deben cruzar la línea blanca durante los cinco minutos, quien no lo haga será eliminado —

La tranquilidad del ambiente de pronto se ve interrumpida por los gritos de un hombre, del jugador 456 para ser exactos, quien paso entre las personas, para colocarse frente a ellos.

—¡Oigan a todos! —comenzó mirándolos y moviendo las manos en el aire —¡Presten atención! —vuelve a decir ya que nadie parece escucharlo —Presten atención este no es un simple juego —tanto el jugador 246 y la jugadora 120 se dieron una rápida mirada —. Si llegan a perder los asesinaran

Esa declaración en lugar de alertarlos los hizo reír y a algunos los molesto, 246 abrió sus ojos asombrado ante lo dicho, pues parece que el hombre lo dice en verdad.

—¡Oye! ¿De que estas hablando? —cuestiona una mujer molesta —¿Estas diciendo que por jugar luz verde, luz roja moriremos? —

—Sera fácil —menciono el jugador 100

—¡Exactamente! —responde el jugador 456 —Si los atrapan moviéndose, los matarán , les van a disparar —sigue gritando, pero nadie parece creerle

120 y 246 se vieron entre si, como si buscaran la respuesta en el otro, pero solo pudieron encoger sus hombros, parece una estupidez, pero también el estar en un juego donde ganaras dinero, lo era, así que pudiera ser real.

—Ese tipo tiene que estar muy borracho para decir semejante tontería —se burla la jugadora 196

—Se parece a mi viejo —comentó el jugador 230 a su lado —cuando llega borracho a casa, dice cualquier cosa. Hasta dice que le pusieron un chip —señala su cien izquierda —en la cabeza —ambos ríen

—Los ojos de esa muñeca son sensores de movimiento —sigue exclamando, queriendo queriendo que todos lo entiendan, pero es todo lo contrario, solo ríen de sus comentarios

—¿Ves? Chip, sensores —señala el jugador 230 a la chica

—Quizás hoy nos reunamos con papá —bromea el jugador 007, ganándose un pequeño golpe por parte de su madre y una risilla

—¿De que carajos hablas? —pregunta 444

—Creo que intenta asustarnos para quedarse con el dinero del premio —se queja 066 ya fastidiado de los gritos que resuenan en el campo

—¡Claro! —comienzan todos en sintonía

—¡No intentes engañarnos! —replica 444

—¡Tienen que creerme! —insiste 456 ya al borde del desespero que le crean, pero no hay tiempo el juego ya inicio pues la muñeca se ha dado vuelta al árbol y colocado su brazo a la altura de sus ojos, para cubrirlos —¡No se alteren, ni entren en pánico! Pase lo que pase, no salgan corriendo del susto

120 y 246 intercambiaron una mirada, un breve asentimiento tácito, una promesa silenciosa de obediencia a la estrategia de 456. No hacía falta decir nada más. La tensión entre ellos era palpable, una cuerda floja que podía romperse en cualquier momento. El miedo y la incertidumbre se mezclaban con una creciente admiración por la frialdad calculadora de 456.

El cronómetro marcó cinco minutos. La música comenzó, una melodía infantil que contrastaba brutalmente con la situación.

—Jugaremos a 'Luz verde, luz roja'.— La voz del presentador resonó, fría y amenazante. Todos avanzaron cautelosamente, sus pasos medidos, tensos. El silencio que siguió a la canción fue ensordecedor, roto solo por el leve crujir de los zapatos sobre el suelo. La muñeca giró lentamente, sus ojos recorriendo cada rostro, buscando el más mínimo movimiento.

—¡Buen trabajo! ¡Manténganse así, en calma!—, dijo el presentador, su voz apenas conteniendo una sonrisa cruel. "—Deben moverse y detenerse en el momento justo...—

Los murmullos de duda y miedo se intensificaron, un coro de ansiedad contenida. Todos permanecieron inmóviles, esperando la siguiente orden.

—Luz verde, luz roja...—

—¡Quietos!—, gritó alguien, su voz cortando la tensión.

La carrera comenzó. El grito desesperado del hombre resonaba, un intento inútil de controlar el caos que se avecinaba. Y entonces, el desastre. Una abeja, un movimiento imperceptible, la jugadora 196 se movió. El disparo fue instantáneo, brutal. Un cuerpo sin vida se desplomó, un recordatorio brutal de las reglas del juego.

Las miradas de incredulidad se cruzaron, un silencio atónito que precedía a la carnicería. Una mujer, horrorizada, se giró hacia la jugadora caída, un grito ahogado en su garganta. Otro disparo. Era como un efecto dominó, una cadena de muertes que se extendía inexorablemente. Caían una tras otra, víctimas de su propio miedo.

—¡Qué no se muevan! ¡Quédense quietos!—, gritaba alguien, su voz rota por el terror.

Algunos intentaron huir, retroceder hacia las puertas, pero fueron abatidos antes de llegar. 246 tragó saliva, su garganta seca como el desierto. Quería mirar a 120, asegurarse de que estaba bien, pero el miedo lo paralizaba. Su supervivencia dependía de su propia inmovilidad. El terror y la preocupación por ella luchaban en su interior.

—Pueden avanzar mientras ella canta: 'Luz roja, luz verde'. Si detecta movimiento, serán eliminados...— La voz del presentador resuena fría y despiadada, resonaba en el aire.

—Luz roja, luz verde...— La canción infantil resonaba, una letanía macabra que se clavaba en los oídos. Esta vez, el silencio era aún más pesado, más denso, cargado de una tensión palpable. El miedo se cernía sobre ellos como una nube tóxica.

Entonces, el jugador 456, con una mirada fría y calculadora, tomó la iniciativa.

—Detrás de alguien alto... la muñeca no ve más allá...— susurró, su voz apenas audible sobre el latido frenético de los corazones.

246 se quedó estático, su cuerpo tenso como un arco a punto de romperse. Una oración muda brotaba de su alma: Que esté bien, que esté bien. El viento le revolvía el cabello, un susurro helado en su nuca, un presagio de la muerte que se acercaba. Vio al jugador 230, una figura grotesca que bailaba con la muerte, mientras los demás caían como fichas de dominó. Los segundos se convertían en siglos.

Luz verde. Un instante de esperanza, un rayo en la oscuridad. Allí estaba ella, corriendo, su figura frágil contra el fondo de la muerte. Un impulso, una fuerza irrefrenable lo impulsó hacia adelante. Se interpuso entre ella y la línea, un escudo improvisado contra la muerte. Tomó su mano, sus dedos entrelazándose con los de ella, una conexión fugaz, pero profunda. Corrieron, un instante suspendido en el tiempo, sus pies se cruzaron, un tropiezo fatal que los hizo caer juntos. Ella sobre él, sus cuerpos entrelazados, un abrazo involuntario en el umbral de la muerte.

—¿Estás bien?—, susurró 246, sus ojos clavados en los de ella, un torbellino de emociones reflejado en su mirada. Era una mirada que traspasaba la barrera de la muerte, una mirada que prometía un futuro que quizás nunca tendrían.

—Sí, gracias...— su voz era un susurro, pero su mirada, llena de gratitud, lo decía todo.

Se levantaron, sus manos aún rozándose, una sonrisa tímida en sus labios. Pero antes de que 246 pudiera decir algo, ella ya corría, hacia el jugador 456, que se acercaba al jugador 444, caído en el suelo. Confundido, 246 la siguió, deteniéndose justo antes de la línea roja. Los vio, a ella y a 456, ayudando a 444 a cruzar la línea. Una sonrisa brotó de sus labios, una sonrisa llena de admiración por su valentía, por su bondad. Pero la alegría duró solo un instante. Un disparo certero en la cabeza de 444 los dejó mudos, petrificados por el horror.

El cronómetro llegó a cero. Las puertas se cerraron con un golpe sordo, sumiéndolos en una oscuridad absoluta.

El silencio, sepulcral. 120, con la sangre de 444 manchando su rostro, sintió el peso de la culpa. Habían intentado salvarlo, pero habían llegado demasiado tarde. Cada gota de sangre en su cara era una acusación muda, un recordatorio de su fracaso. El juego había terminado, pero la pesadilla apenas comenzaba. El sabor amargo de la supervivencia se mezclaba con el dolor de la pérdida.

NOTA DE LA AUTORA; Como pueden ver he cambiado y agregado cositas para hacer más notorio el encuentro entre mis papás, jaja. Sin más nada, nos vemos en otro cap.

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