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Capitulo 7

Equipos eliminados... equipos terminando el recorrido antes de terminar el tiempo... Cada palabra era un golpe, un mazazo que se estrellaba contra las esperanzas de los jugadores.

El ambiente, ya cargado de tensión, se volvió irrespirable, agravado por el lento y metódico avance de las máquinas de carga, sus plataformas metálicas transportando los ataúdes que recogerían los cuerpos de los eliminados.  El sonido de sus ruedas sobre el terreno, un chirrido metálico y constante, se sumaba al silencio sepulcral que se impuso, roto solo por el jadeo de los supervivientes, la respiración entrecortada que delataba el esfuerzo físico y el agotamiento emocional.

Algunos rostros reflejaban la euforia de la victoria, la alegría efímera de haber escapado a la muerte, pero eran pocos, una isla de felicidad en un océano de desesperación. La mayoría, sin embargo, eran un mar de rostros pálidos, desencajados, donde el miedo y la desesperación se mezclaban con la incredulidad.

El alivio de los que habían ganado era efímero, eclipsado por la visión de los cuerpos inertes, la brutal realidad de la eliminación, y el constante recordatorio de la mortalidad que representaban las máquinas de carga, acercándose inexorablemente para recoger a los caídos.

La muerte se había cobrado su cuota, y el miedo, como una fría serpiente, se deslizaba por las venas de los que quedaban, recordándoles su propia fragilidad, la precariedad de su existencia, acentuada por la presencia de las máquinas, símbolos silenciosos de la muerte inminente.

La esperanza, aunque débil, aún palpitaba en algunos corazones, una chispa que luchaba por no extinguirse ante la abrumadora sensación de vulnerabilidad. Cada uno de los supervivientes se aferraba a ella con desesperación, consciente de que el siguiente juego podría ser el último, y de que las máquinas de carga, implacables, seguían esperando. El deseo de vivir, de escapar de ese infierno, se entrelazaba con el terror paralizante de lo desconocido, un cóctel explosivo que los empujaba a seguir adelante, aunque cada paso fuera un paso hacia la incertidumbre, hacia la muerte, hacia las máquinas de carga que esperaban pacientemente.

El anuncio del siguiente juego llegó como un susurro, apenas perceptible sobre el murmullo de la multitud.  Gyeong-seok sintió una punzada de nerviosismo, pero respiró hondo, intentando calmar el latido acelerado de su corazón.  No había tiempo para el pánico.  Necesitaba concentrarse. Cerró los ojos, intentando visualizar el juego, recordar las reglas, las estrategias.

El gong-gi, un juego de habilidad y precisión, requería calma, concentración absoluta.  Cada movimiento debía ser preciso, cada lanzamiento calculado.  La imagen del juego, de las piezas, de los movimientos, flotaba en su mente, una y otra vez, hasta que se convirtió en una especie de danza, una coreografía que debía ejecutar a la perfección.

Cuando su equipo fue llamado, un silencio expectante se apoderó de él.  Se colocaron en hilera, él en el tercer lugar, la tensión palpable en el aire.  Sintió las frías manos de los guardias sujetándole las piernas, asegurándolo a su posición.  El juego estaba a punto de comenzar, y en ese instante, el mundo se redujo a la pequeña pieza de gong-gi en su mano, a la necesidad de mantener la calma, a la urgencia de sobrevivir.

—Vamos equipo, podemos hacerlo— La voz de la jugadora 009, aunque llena de ánimo, temblaba ligeramente, reflejando la tensión que todos compartían.  El aliento de los espectadores, una mezcla de esperanza y expectación, los envolvía como una ola.

—Sí, podemos hacerlo— La jugadora 140 asintió, su voz apenas un susurro, pero sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y miedo.  El disparo que marcaba el inicio de la prueba resonó como un trueno, amplificando la presión.

—¡Uno, dos! ¡Uno, dos! —Su paso era cuidadoso, acompasado, sus manos entrelazadas, buscando apoyo mutuo en medio del creciente nerviosismo.  La sincronización de sus movimientos era una danza tensa, un intento de mantener el control frente a la amenaza inminente del fracaso.

En el primer juego, el ddakji, la jugadora 140 intentó voltear la ficha con manos temblorosas.  El fracaso resonó como un golpe, un silencio tenso se apoderó del equipo.  El guardia, impasible, formó una X con los brazos, sellando su destino.

Gyeong-seok, con una sonrisa tranquilizadora, le ofreció una mirada de apoyo.

—Tranquila— susurró, intentando calmarla con su propia serenidad.  Con un profundo suspiro, ella volvió a intentarlo, y esta vez, con un movimiento preciso, volteó la ficha.

—¡Pasan! —El alivio fue inmediato, una explosión de euforia que los inundó.

—¡Siii! —gritaron, la tensión se liberó en un torrente de alegría.  —¡Uno, dos! ¡Uno, dos! —

El ritmo de sus pasos se aceleró, impulsados por la adrenalina de la victoria.

El segundo juego, un lanzamiento de piedra, fue un milagro.  009, con un movimiento casi instintivo, lanzó la piedra con precisión, superando las expectativas.  El festejo fue frenético, un momento de júbilo efímero antes de la siguiente prueba.

En el tercer juego, el gong-gi, Gyeong-seok demostró su habilidad con una precisión asombrosa.  Cada lanzamiento, cada captura, era un acto de equilibrio entre la concentración y la velocidad.  La tensión era palpable, cada movimiento era observado con atención, cada fallo podría significar la eliminación.  El éxito en su primer intento fue un respiro, un momento de triunfo en medio de la lucha.

—¡Uno, dos! ¡Uno, dos!

El ritmo de sus pasos, aunque acelerado, era firme, decidido.

El cuarto juego, el trompo, fue un desafío de destreza.  343, con una respiración profunda, lanzó el trompo con precisión, y este giró con una estabilidad sorprendente.

—¡Pasan! —La voz del guardia, al formar la O con los brazos, fue un bálsamo para sus nervios.

—¡Uno, dos! ¡Uno, dos! —La alegría se mezclaba con el cansancio, el alivio con la tensión creciente del tiempo que se agotaba.

En el juego final, el jegi, la tensión era palpable.  El temporizador mostraba un minuto y cincuenta y siete segundos.

—No te presiones, tenemos tiempo, solo hazlo con cuidado—Gyeong-seok intentó animar a 197, que sostenía el jegi con manos temblorosas.

—Okey, sí— 197 asintió, visiblemente nervioso. —Hagámoslo— Cerró los ojos, respiró hondo, y lanzó el jegi.  Cada golpe era un latido de su corazón, cada patada una lucha contra el tiempo y la presión.  Cuando la pieza se alejó, el equipo se movió como uno solo para recuperarla, ayudándose mutuamente a completar los cinco golpes necesarios.

El guardia, tras un momento de indecisión, formó la O con sus manos.

—¡Pasan! —El grito de alegría fue ensordecedor, una liberación de la tensión acumulada.  Con una rapidez sorprendente, entrelazaron sus brazos y corrieron hacia la meta, la felicidad los abrazaba con fuerza.

—¡Uno, dos! ¡Uno, dos! —El ritmo frenético de sus pasos se intensificó; la meta estaba a la vista. Con cinco segundos en el reloj, cruzaron la línea de meta, la victoria sellada, la supervivencia asegurada, al menos por ahora.

—¡Siii! —exclamaron, la euforia desbordante. Lágrimas de alegría brotaron en sus ojos; todos se abrazaron, festejando con pequeños saltos, la tensión se desvaneció en un torrente de alivio.  Habían sobrevivido.

—Gracias por aceptarnos en su equipo— comenzó 009, la voz aún temblorosa por la emoción. —Gracias en verdad—Hizo una pequeña reverencia, una vez que los habían desatado, y la jugadora 140 copió su acción.

—Gracias—dijeron las otras dos, sus voces llenas de gratitud.

—Fue un placer, además, sin ustedes no hubiéramos pasado— Gyeong-seok les sonrió, sintiendo una profunda satisfacción.

El regreso al dormitorio fue una experiencia en sí misma.  Bajar las inmensas escaleras, cada escalón un símbolo de la lucha superada, fue un proceso lento, donde la euforia inicial daba paso a un cansancio profundo, pero reconfortante.  El peso de la tensión acumulada se desvanecía con cada paso, reemplazado por la dulce sensación de la victoria.  El silencio que los acompañaba en la bajada era un silencio pesado, pero cargado de un significado profundo: el silencio de la supervivencia.

Al llegar al dormitorio, la sorpresa lo invadió.  Hyun-ju lo recibió con un fuerte abrazo, un abrazo tan repentino e inesperado que lo dejó sin aliento por un instante.  La fuerza de ese abrazo, la intensidad de su preocupación, lo tomó por completo desprevenido.  Pero al sentir la calidez de su cuerpo contra el suyo, una sonrisa se dibujó en sus labios.  Ella lo revisó de pies a cabeza, buscando cualquier señal de daño, su preocupación palpable en cada toque.

—Gyeong-seok...— Hyun-ju susurró, su voz llena de alivio y culpa. —Lo siento tanto... te dejé solo...—Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Perdóname

El abrazo se intensificó, un abrazo que expresaba más que palabras, un abrazo que decía: "Estoy aquí, estás a salvo".  Gyeong-seok, correspondió al abrazo, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el suyo, un consuelo en medio de la adrenalina y el agotamiento.  La culpa de Hyun-ju era palpable, pero en ese abrazo, Gyeong-seok encontró un consuelo mayor que cualquier victoria.

—Hyun-ju, ya te dije que no fue tu culpa, además estamos bien, ambos lo estamos

Se separan levemente, pero solo lo suficiente para que Gyeong-seok pueda tomarla suavemente de las mejillas, sus dedos rozando su piel con una delicadeza que transmite toda la ternura contenida en su mirada.  La observa a los ojos,  encontrando en su profundidad un reflejo de la propia emoción que lo embarga.  En esos ojos, ve el alivio, la culpa, el amor que comparten, un amor forjado en la tensión y la incertidumbre, pero que ahora florece con la fuerza de la supervivencia compartida.

Un silencio se instala entre ellos, un silencio cómodo, lleno de la comprensión tácita que solo dos personas que han vivido una experiencia tan extrema pueden compartir.  Es un silencio que habla más que cualquier palabra, un silencio que transmite la seguridad, el consuelo y la profunda conexión que los une.  El contacto de sus manos es ligero, pero intenso, una corriente eléctrica que recorre sus cuerpos, un recordatorio silencioso de la vulnerabilidad y la fuerza que han experimentado juntos.

Ella asiente con la cabeza pero aun tiene ese remordimiento.

—Perdón, pero me preocupe por ti —confiesa en un titubeo

—No debiste preocuparte tanto— susurra Gyeong-seok, su voz baja y suave, como una caricia.  Sus pulgares rozan suavemente sus mejillas, un gesto casi imperceptible, pero que transmite una profunda ternura. —Estoy aquí— añade, su mirada fija en la suya, sus ojos brillando con un afecto profundo y sincero.  En ese momento, las palabras son superfluas; la cercanía, la conexión, lo dicen todo.

Es un momento de quietud, un oasis de paz en medio de la tormenta que han vivido, un instante donde el amor y la gratitud se entrelazan, creando una atmósfera de íntima complicidad y profunda satisfacción.  El alivio de estar juntos, a salvo, es una sensación tan intensa como la tensión que habían vivido momentos antes.

Es en ese silencio, en esa cercanía, donde solo existen ellos dos y nadie más, donde, en lugar de estar ahí, en medio de los juegos de la muerte, se encuentran en una playa bañada por la luz dorada del atardecer.  Las olas susurran suavemente contra la orilla, creando una melodía relajante que acompaña el latir de sus corazones.  Hyun-ju ríe, una risa ligera y melodiosa, mientras Gyeong-seok le tiende una mano, ayudándola a levantarse de la arena tibia.  Sus dedos se rozan, una chispa invisible que conecta sus almas.  No es la arena fría y dura del campo de batalla, sino la arena suave y cálida de una playa paradisíaca.

O quizás están en un hotel elegante, con una vista panorámica de una ciudad iluminada.  La luz tenue de las velas crea un ambiente íntimo y romántico en su habitación.  Hyun-ju se inclina para recoger una flor caída de un jarrón cercano, su cabello cayendo en cascada sobre sus hombros.  Gyeong-seok la observa, embelesado por su belleza, por la serenidad que irradia.  No es el hedor a sangre y sudor de la arena, sino el aroma sutil y elegante de las flores frescas.  Sus miradas se cruzan, y en ese instante, el tiempo parece detenerse.  No es la tensión mortal de los juegos, sino la tensión dulce y electrizante del primer encuentro, del descubrimiento mutuo.

En cualquiera de esos escenarios, el "qué pasaría si..." los envuelve en una burbuja de romanticismo, donde el peligro y la muerte son solo un mal sueño.  Es un mundo donde su conexión florece sin las presiones de la supervivencia, donde su amor puede crecer sin las sombras de la amenaza constante.  Es un mundo donde se conocieron por primera vez, donde su historia de amor comenzó, un amor que, a pesar de las circunstancias, ha sobrevivido a la prueba más dura, un amor que ha florecido en medio del caos y la muerte, un amor que ahora, en la calma posterior a la tormenta, se revela en toda su belleza y fuerza.



Where did you go?
I should know, but it's cold
And I don't wanna be lonely
So show me the way home
I can't lose another life

Traducción

( ¿A dónde fuiste?
Debería saberlo, pero hace frío
Y no quiero estar sola
Así que muéstrame el camino a casa
No puedo perder otra vida )


NOTA DE LA AUTORA: Dejo este cap, aquí y me retiro, chao...❤️

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