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Mini maratón
por falta de
actualización (1)
Capitulo 9
La fila para la comida era larga, interminable. El estómago de Gyeong-seok rugía, pero el hambre física era insignificante comparada con la vorágine de emociones que lo consumían. La derrota, una vez más, lo había alcanzado. No había escapatoria. La esperanza de libertad, fugaz como un espejismo en el desierto, se desvanecía con cada minuto que pasaba. La caja de leche y el pan que le entregaron los guardias eran un recordatorio cruel de su cautiverio, un símbolo de su impotencia. Los recibió mecánicamente, su mirada perdida en algún punto distante.
La cabeza gacha, hundida en el peso de la desesperación. Pensó en su pequeña, en su sonrisa, en su risa... un dolor punzante lo atravesó. Si tan sólo pudiera verla de nuevo... La incertidumbre lo carcomía, una ansiedad profunda que le apretaba el pecho. ¿Estará bien? ¿Seguirá con vida? El simple pensamiento lo hacía temblar.
Quería alejarse, encontrar un rincón solitario donde poder llorar sin ser visto, sin ser juzgado. Pero antes de que pudiera moverse, sintió una mano en su brazo. Era Young-mi, su mirada llena de comprensión. Con un gesto suave pero firme, lo guio hacia las escaleras de las literas, donde Hyun-ju estaba sentada, inmóvil, con la mirada perdida en el vacío.
Sus manos estaban entrelazadas, sus dedos blancos, apretados con fuerza. No miraba a nadie, inmersa en su propio mundo de silencio y soledad. Su expresión era impasible, una máscara que ocultaba una tormenta de emociones. Gyeong-seok se sentó junto a ella, el pan y la leche olvidados en sus manos, el peso de su propia tristeza y la silenciosa angustia de Hyun-ju creando una atmósfera opresiva, un silencio que hablaba más que mil palabras.
—Espero para la siguiente votación podamos irnos —suspiro Young-mi, mirando solamente su pan, no queriendo comerlo aunque muera por hacerlo, pero la decepción de seguir ahí provoca un dolor oprimente en el estomagó
—Lo haremos, ten confianza —tranquiliza, Gyeong-seok,
—No comprendo porque no quieren irse —insiste observando al rededor
—Entramos con un propósito y no es culpa de nadie que estemos aquí —da una sonrisa ladina —, si no nuestra
—Tienes razón —limpia una lagrima que rueda tan solitaria en su mejilla y da un asentimiento, volviendo su atención al pan y sin más sacarlo de su envoltura para darle un gran mordisco
Los tres comienzan a comer aunque la incertidumbre y el dolor les revolviera el estomagó y agitara la cabeza, en silencio nuevamente solo escuchando los murmullos ajenos y las discusiones cercanas, al levantar la mirada ahí esta Yong-sik y Geum-ji, acercándose a ellos sin medir el tono en el que se hablan.
—No fui el único que presionó el círculo— se queja Yong-sik, la frustración evidente en su voz. Con un gesto brusco, señala a Hyun-ju, quien se encoge ligeramente, avergonzada por su segunda traición en el juego. El pan que sostiene en su mano tiembla ligeramente.
Yong-sik mantiene su mirada fija en su madre, quien lo observa con una mezcla de enojo y decepción. Recibe un golpe ligero, pero firme, en el estómago. Su madre se sienta entre Hyun-ju y Gyeong-seok, quien, sintiendo la incomodidad del momento, evita el contacto visual con Hyun-ju. Gyeong-seok, con una mano acaricia suavemente el brazo de Young-mi, buscando consuelo en su presencia.
Geum-ji toma una respiración profunda, su molestia palpable.
—Hyun-ju, ¿por qué hiciste eso?— pregunta, su voz cargada de decepción. Se inclina levemente hacia Hyun-ju, su mirada directa, pero con un dejo de preocupación. —Mm,— menea la cabeza, suspirando. —Habíamos prometido ir a comer todos juntos a mi casa—Recuerda el plan con un tono suave, buscando comprender la situación. —¿Por qué cambiaste de opinión? ¿Mm?— Finalmente, mira a Hyun-ju a los ojos, su expresión una mezcla de confusión y tristeza. —No creo que tengas deudas de apuestas como mi estúpido hijo—Su mirada se desvía hacia Yong-sik, quien aparta la vista, avergonzado. —¿El dinero es para tus operaciones? ¿En serio vas a necesitar tanto?— Su voz se suaviza, mostrando una comprensión que no se había visto antes. —¡Ohm! Pero, si es un tema incómodo, no tienes que decírmelo. Si ni siquiera logro controlar a mi propio hijo, ¿Qué derecho tengo a darte un sermón?— Un suspiro profundo escapa de sus labios, agotada por la situación.
Un silencio pesado cae sobre el grupo. Todos parecen comprender la amargura de la situación, la culpa que cada uno carga por sus propias decisiones. Gyeong-seok, con un gesto sutil, coloca una mano sobre la de Hyun-ju, un gesto de apoyo silencioso, un reconocimiento de su dolor compartido. Young-mi, a su lado, aprieta ligeramente la mano de Gyeong-seok, ofreciendo su apoyo tácito.
Hyun-ju, con la mirada baja, observa a sus compañeros. Una fila de rostros cansados, tristes y apagados, reflejan la derrota que todos comparten. La culpa y el arrepentimiento se reflejan en sus ojos. Gyeong-seok, observando su expresión, le ofrece una pequeña sonrisa de apoyo, un gesto que dice: "No estás sola".
—Todo...— Hyun-ju rompe el silencio, su voz apenas un susurro que llama la atención. Aunque las miradas permanecen bajas, ella siente que la escuchan. Su cuerpo tiembla ligeramente. —Estaba bien antes de decir quién soy realmente. Aunque la gente pensaba que era un poco rara, no hubo ningún problema. Pero— Sus ojos se humedecen, brillando con la amenaza de lágrimas. Gyeong-seok, con un movimiento lento y delicado, gira su rostro hacia ella. Su mano encuentra la rodilla de Hyun-ju, un ligero apretón que transmite apoyo y comprensión sin necesidad de palabras. Es un gesto suave, cariñoso, que la tranquiliza. —Cuando confesé que quería convertirme en una mujer y comencé mi transición, todo mi mundo cambió— Sus manos tiemblan sobre su regazo, el miedo y la vulnerabilidad palpitan en su voz. —Mi madre lloró mucho, y mi padre ya no me habla—" Un profundo suspiro escapa de sus labios, cargado de dolor. —Me despidieron del trabajo, mis amigos se alejaron, necesitaba más tratamiento y cirugías, pero sin ingresos, mis deudas crecían. Al final, me sentí liberada, pero todo...— Sus labios se humedecen, la tristeza y la frustración se reflejan en su rostro. —Se volvió más difícil— Sus hombros se encorvan bajo el peso de sus palabras, su voz quebrada por la emoción.
—¡Oh, Dios!— exclama Geum-ji, observando como las manos de Hyun-ju y Gyeong-seok se rozan brevemente, un gesto de consuelo silencioso. —¿Y dónde trabajabas antes de ser despedida?—
—Era soldado— responde Hyun-ju, su confesión sorprendiendo a todos.
—¡Oh!— expresa Geum-ji, mirando a su hijo, quien también se muestra sorprendido, cubriéndose la boca con la mano.
—Dime, ¿Cuál es tu plan para cuando salgas de aquí con el premio?—
Hyun-ju sonríe levemente, sin soltar la mano de Gyeong-seok, aunque su sonrisa no llega a sus ojos. Los mira a todos.
—Quiero vivir en Tailandia—
—¿En serio?—
—Solo quiero jugar un juego más y con el dinero me haré las operaciones que me faltan. Voy a comprar una linda casa y voy a continuar con mi vida—
—También he estado en Tailandia, Ma— interrumpe Yong-sik. —Y hay mucha gente como Hyun-ju allá. De verdad— dice con emoción. —No te estoy mintiendo. En Tailandia, están las mujeres más delgadas y ¡más hermosas que he visto!— Lo último lo dice en tono coqueto, haciendo que su madre eleve una ceja. —Es algo increíble, ¿o no?—
—Sí— responde Geum-ji, sonriente. —Escuché que hay muchas personas guapas por allá—
—¡Ahh!— asiente Geum-ji, impresionada.
—También eres guapa— susurra Young-mi, su mirada llena de afecto. —¿Verdad, Gyeong-seok?— Le da un ligero golpe en el hombro. Gyeong-seok, sin dudarlo, responde con un movimiento lento y elegante, acercándose a Hyun-ju. Su mirada se posa en ella, llena de admiración y ternura.
—Demasiado, eres la más hermosa de aquí— Su mirada recorre a los demás, pero se detiene en Hyun-ju, notando la tristeza en sus ojos, el esfuerzo por contener las lágrimas. El gesto romántico, la declaración sincera, en lugar de animarla, la entristece aún más. El peso de su transformación, de sus sacrificios, se hace más evidente. Antes de que pueda decir algo más, Geum-ji interrumpe.
—Bueno, yo no puedo decir exactamente lo mismo, pero eres muy linda, demasiado linda— Le sonríe, logrando una sonrisa tímida de Hyun-ju.
—Pero tú no dijiste eso al principio— murmura Yong-sik, tomando un sorbo de su leche.
—¡Cállate!— Geum-ji lo reprende, golpeando la caja de leche, haciendo que se derrame.
—¡Mamá!— exclama Yong-sik, tratando de limpiarse con la ayuda de su madre, quien sonríe.
Gyeong-seok se encuentra intranquilo en su litera. Da vueltas y vueltas, incapaz de conciliar el sueño. La oscuridad de la habitación lo envuelve, pero no le trae descanso. Sus ojos recorren la estancia, observando las sombras que se mueven con cada suspiro. Hyun-ju, Geum-ji y la jugadora 222 han ido al baño juntas, un grupo inusual, pero que en su situación, le genera una extraña calma. Sin embargo, esa calma se desvanece rápidamente, reemplazada por una creciente ansiedad. ¿Qué pasaría si los guardias las atacaran mientras están desprotegidas? La imagen de las tres mujeres, vulnerables e indefensas, lo atormenta.
El recuerdo de las barricadas que 456 y su grupo habían construido en el juego anterior lo golpea con fuerza. Esa imagen, antes un símbolo de resistencia, ahora se convierte en una premonición ominosa. ¿Será que algo malo va a pasar? ¿Serán atacadas? La idea lo llena de un miedo profundo, una sensación de impotencia que lo paraliza. El silencio de la habitación se vuelve ensordecedor, cada tic-tac del reloj se convierte en un latido de su propio corazón acelerado. Se levanta de la litera, la inquietud lo consume. Necesita saber que están bien, necesita verlas, necesita asegurar que estén a salvo. La preocupación por Hyun-ju y Geum-ji, sus amigas, es abrumadora, una pesada losa que le impide dormir. La imagen de sus rostros, preocupados y cansados, lo persigue, mientras el mal presentimiento se instala en su mente.
Se asomó por la escalera de su litera, buscando cualquier señal de sus amigas. En ese momento, Hyun-ju, quien también estaba preocupada por él y regresaba del baño, comenzó a subir las escaleras de su propia litera. Sus cabezas chocaron con un suave golpe, en un encuentro fortuito y ligeramente doloroso. Ambos se quedaron paralizados por un instante, sorprendidos por el impacto.
Luego, avergonzados, se tocaron la frente, donde el golpe había dejado una leve marca. Un silencio incómodo se instaló entre ellos, roto solo por el suave sonido de sus manos frotando el lugar del impacto. El encuentro, inicialmente doloroso, se transformó en un momento de inesperada cercanía.
—¿Estás bien?— preguntó Gyeong-seok, su voz llena de preocupación. Su mirada se suavizó al ver el rostro adolorido de Hyun-ju. En ese instante, Geum-ji apareció detrás de Hyun-ju, sonriendo levemente. Gyeong-seok, corrigiendo su pregunta, dijo: —¿Están bien ambas?— Su mirada se posó en ambas mujeres, buscando en sus rostros alguna señal de dolor o incomodidad.
Geum-ji sonrió con ternura, un gesto cálido que les transmitió tranquilidad. Luego, sin decir nada más, se alejó, dejándolos a solas. Un silencio cómodo se instaló entre Gyeong-seok y Hyun-ju. Se miraron a los ojos, una sonrisa tímida se dibujó en los labios de ambos. La preocupación inicial se disipó, reemplazada por una sensación de cercanía, de complicidad. La luz tenue de la habitación proyectaba sombras largas en las paredes, creando un ambiente íntimo y romántico. El ligero toque de sus frentes, el roce accidental, se convirtió en un momento de conexión profunda, un instante suspendido en el tiempo, lleno de ternura y esperanza.
—Sí, lo estoy— respondió Hyun-ju, una sonrisa nerviosa adornando sus labios mientras se frotaba la frente adolorida. Gyeong-seok, con un gesto suave, se hizo a un lado en la litera, invitándola a recostarse. Ella aceptó, acomodándose a su lado. Sus cuerpos se rozaron ligeramente, un contacto cálido que transmitió una sensación de consuelo y seguridad. El silencio se instaló entre ellos, un silencio cómodo, lleno de una tensión dulce y expectante. Ambos miraban hacia el techo, sus codos se rozaban ligeramente, una proximidad que hablaba de una complicidad silenciosa.
La imagen de las barricadas construidas por 456 y su grupo, la vulnerabilidad de las mujeres en el baño, la ansiedad compartida, todo había contribuido a una decisión tácita: dormir juntos, cuidarse mutuamente. Esa decisión, no dicha en voz alta, flotaba en el aire, tangible como la cercanía de sus cuerpos. La luz tenue de la habitación proyectaba sombras largas en las paredes, creando un ambiente íntimo y protector. La atmósfera era cargada de una energía especial, una mezcla de vulnerabilidad y confianza, de miedo y consuelo.
Un largo periodo de silencio se extendió entre ellos, un silencio que no era incómodo, sino más bien una pausa necesaria, un espacio para que la tranquilidad se asentara. Finalmente, Hyun-ju rompió el silencio, su voz apenas un susurro.
—¿Qué harás cuando salgamos de aquí?
La pregunta, simple en su formulación, resonó con una profundidad que iba más allá de las palabras. Era una pregunta sobre el futuro, sobre sus sueños, sobre la vida que ambos esperaban construir después de la pesadilla que estaban viviendo. La pregunta colgaba en el aire, entre ellos, cargada de una promesa tácita de un futuro compartido. El silencio regresó, pero ahora era un silencio diferente, un silencio impregnado de una promesa, de un futuro incierto pero lleno de esperanza, un silencio que resonaba con la promesa latente de un amor naciente.
—Oh, bueno— murmura Gyeong-seok, su voz apenas un susurro, la tristeza y el nerviosismo evidentes en su tono. —Pagaré el tratamiento de Na-yeon...—Sus palabras cuelgan en el aire, cargadas de una pesada responsabilidad.
Hyun-ju, lo observa con confusión, apartándose ligeramente de él. La imagen de su rostro, iluminado por la tenue luz, la hace dudar. Un pensamiento fugaz la asalta, una punzada de inquietud.
—¿Es tu novia? —pregunta con cautela, su voz apenas audible, el nerviosismo palpable en su tono.
Gyeong-seok la mira, sorprendido por la pregunta. Niega con la cabeza, un gesto rápido y casi imperceptible, pero la confusión en sus ojos es evidente.
—No... es mi hija, —aclara, su voz temblorosa. El alivio se refleja en el rostro de Hyun-ju, pero la tensión no se disipa por completo. Un silencio incómodo se instala entre ellos, antes de que Hyun-ju, todavía un poco nerviosa por su malentendido, pregunte con más suavidad:
—¿Qué es lo que tiene?
Gyeong-seok respira hondo, la tristeza y la angustia se reflejan en sus ojos.
—Na-yeon... le diagnosticaron leucemia. El tratamiento... es inmensamente caro. Tengo deudas... muchas deudas. Trabajaba como artista, pero... no era suficiente. Las facturas se acumulaban, cada una era una sentencia de muerte. No tenía otra opción. El juego... era mi única esperanza.
Sus palabras fluyen lentamente, cargadas de una profunda tristeza y una desesperación contenida. La confesión, aunque dolorosa, crea una conexión más profunda entre ellos, un vínculo forjado en la vulnerabilidad compartida. El silencio que sigue es un espacio de comprensión mutua, un puente tendido entre dos almas que comparten la carga del sufrimiento y la esperanza de un futuro mejor.
—Perdón, estoy hablando de más— agita la cabeza Gyeong-seok, un poco apenado, la tristeza aún latente en sus ojos.
—No, tranquilo, me gusta escucharte— responde Hyun-ju con una dulzura inesperada, su voz suave como una caricia. Se acerca un poco más a él, y con un gesto delicado, le toma la mano. El contacto es cálido, reconfortante. Es un gesto simple, pero cargado de significado, un puente tendido entre sus dos mundos, sus dos dolores.
Un silencio se instala entre ellos, un silencio lleno de una ternura inesperada. Se sienten como niños pequeños, nerviosos e inseguros, pero también llenos de una fragilidad que los une. Lentamente, casi imperceptiblemente, Gyeong-seok gira la cabeza, sus ojos encontrándose con los de Hyun-ju. En esos ojos, ella ve reflejada la tristeza, la desesperación, pero también una chispa de esperanza, una llama que se niega a extinguirse.
Se quedan así, mirándose a los ojos, perdidos en un mar de emociones. El tiempo parece detenerse, los minutos se convierten en eternidades. La tensión entre ellos es palpable, pero no es una tensión incómoda, sino una tensión llena de una belleza conmovedora, un vínculo que se teje con delicadeza, hilo a hilo, en el silencio compartido.
***NOTA DE LA AUTORA: Por fin un cap nuevo.
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