1989
Septiembre 1989
―Nos vi a todos ―confesó Bev en medio del prado con todos sentados a su alrededor ―. Estábamos juntos; parados en la cisterna, pero éramos adultos... de la edad de nuestros padres.
Milán recostó su cabeza en el hombro de Bill mientras una horrible sensación le erizaba los vellos de los brazos.
― ¿Sigo siendo guapo de adulto? ―soltó Richie aligerando el ambiente, Milán y Eddie rieron al verlo acunar su rostro entre sus manos con una extraña mueca en la boca.
―Se acentúan tus rasgos ―Bev sonrió.
― ¿Qué demonios significa eso?
―Significa que sigues igual de tarado ―contestó Milán haciendo reír a todos.
― ¿Qué hay de mí? ―quiso saber Stan.
―Eras igual... pero alto.
― ¿Y yo? ―susurró indecisa.
No quería saberlo, no del todo. Tenía miedo del futuro, a decir verdad, tenía miedo de perderlo todo. No quería, pero deseaba saber que tenía esperanza de algo mejor.
Bevery sonrió al ver a su amiga.
―Eras muy bonita... tu cabello era largo y contrastaba con tus ojos azules llenos de valentía.
Bill sonrió al imaginarla, deseoso de poder formar de ese futuro.
Nadie dijo nada y todos empezaron a charlar nuevamente; del futuro, de la esperanza y sobre que, aunque estaban rotos podían seguir adelante, pero juntos. Lo lograrían.
Bill observó pensativo el piso a sus pies antes de suspirar. Cada poro de su cuerpo necesitaba una confirmación. Una promesa. Necesitaba que ese juramento fuera real y así fue...
Así fue como todos sellaron su destino.
Pero a veces, y solo a veces, somos lo que deseamos olvidar...
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