💔𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟵💔
Abrió los ojos sobresaltada en el momento en que una fría gota de agua impacto sobre su mejilla. Observó en todas las direcciones con el miedo recorriendo su cuerpo. No quería verlo, no quería volver a escucharlo. Se sentía muy cansada tanto física como psicológicamente para volver a tener que tratar con él.
Ya no deseaba seguir viviendo. Se sentía culpable por desear morir, se sentía egoísta porque sabía que ahí afuera tenía personas que la amaban y que estaba segura se encontraban desesperados buscándola, pero, ya estaba cansada. Los días pasaban y eso era algo que tenía más que presente.
Abrir los ojos cada día era una tortura al igual que cerrarlos, no dejaba de soñar con su madre y el día en que la perdió. Todo el esfuerzo que había hecho por olvidar y poder seguir adelante se había desvanecido como la nieve. La culpa volvía a carcomerla por dentro más rápido de lo que lo hizo años atrás.
Elevó la mirada al escuchar el chirrido de la puerta al abrirse.
―Hoy es un gran día ―la dura voz de su padre hizo eco en la vacía habitación―. ¿Sabes por qué?
― ¿Me vas a matar? ―contestó sin ninguna emoción.
―Yo te amo, hija ―la bolsa de papel en manos de su padre atrajo su atención.
― ¿Me amas?, ¿en serio, papá? ―sin levantarse del suelo elevó el rostro para mirarlo de nuevo ―. Sí me amas como dices, acaba con esto de una vez. No te voy a suplicar ni a rogar que me dejes ir porque sé que no lo harás, pero por lo menos acaba con esto. No me importa si será doloroso, solo quiero que este estúpido juego termine ya.
― ¿Tanto me odias?
Los ojos de Milán se llenaron de lágrimas al recordar por un instante todo el amor que le tuvo.
―Te ame ―confesó ―. Tú lo eras todo para mí. Muchas noches desee nunca haber entrado a ese lugar, desee haber seguido viviendo en la mentira. Lo juro. En serio que desee que todos fuéramos felices, pero no fue así. Tú te llevaste a la mujer que más he amado en mi vida. Me dejaste un vacío inmenso.
―Tú me hiciste hacerlo y, a pesar de todo, te amo ―Milán quiso retroceder al verlo arrodillarse frente a ella, pero su cuerpo se congeló―. Hoy es tu cumpleaños, hija. Es un día especial.
Abrió los ojos, asustada.
No, no, no, pensó con dolor.
Abrió la boca deseando poder decir algo, aunque tal parecía las palabras la habían abandonado. Había pasado un mes... había olvidado sumar los primeros días que se encontró intentando escapar.
―Te traje esto ―la mano de Joel sobre su mejilla la hizo volver a aterrizar en su pesadilla―. Iré a resolver unos asuntos, volveré en unas horas con una sorpresa. Ponte linda, hija ―se alejó haciendo que su respiración volviera a la normalidad―. Ponte bonita.
Sin esperar una respuesta, abandonó la habitación, no sin antes dejar la bolsa de papel a sus pies. Indecisa, Milán, estiró su mano hacía la bolsa. La tomó segundos después de comprobar no tuviera nada vivo dentro.
Con cuidado sacó un vestido blanco con algunas flores en tonos pastel, ropa interior y un paquete de toallas húmedas que supuso era para deshacerse de la suciedad en su cuerpo.
Cerró los ojos reprimiendo las ganas de llorar, para luego abrirlos, decidida. Tal vez este sería su momento de escapar, tal vez su padre se descuidaría lo suficiente para poder salir corriendo. Solo necesitaba quitara el collar alrededor de su cuerpo y el grillete en su tobillo.
Tal vez aún tenía esperanza.
Bill entró en la casa de Daniel con pesadez, las ojeras debajo de sus ojos con cada día que pasaba se hacían más pronunciadas. Su bastón hizo eco en la sala de estar atrayendo la atención de sus amigos, policía y familia.
Todos lucían horribles.
Ally fue la primera en acercarse a él para ofrecerle algo de comer, pero se negó como todos los días anteriores. Había perdido más peso en un mes que durante su coma. Sabía que no debía dejarse morir, tenía que ser fuerte si quería encontrar a su esposa, sin embargo, era tan difícil cuando al regresar a casa todo lucía vacío.
Milán se había llevado con ella la armonía y felicidad.
Su vida se vino abajo desde el momento que recibió la llamada de Daniel en medio de su junta. Giró el rostro en busca de su cuñado que se encontraba igual o peor que él.
Daniel se había derrumbado más veces de las que podían contar, por orden médica, pasaba la mayor parte del tiempo con calmantes. Él se sentía culpable de haberle mentido a Milán, más no era su culpa. Él solo quiso que el dolor cesará y la tranquilidad volviera a la vida de su pequeña hermana.
Nunca pensó y tampoco fue notificado que la sentencia de Joel Miller había sido reducida.
― ¿Estás bien? ―la voz apagada de Richie, lo hizo elevar la mirada.
El comediante se encontraba junto con Eddie frente a él.
―Estoy... bien ―pronunció bajando la mirada a la sortija en su dedo.
― ¿Has dormido algo? ―Eddie se alejó de su esposo para tomar asiento al lado de su amigo.
―No mucho, salgo a cada hora en busca de algo, pero no hay nada. Enciendo la televisión, aumentó la suma de dinero por información, nada. Me estoy volviendo loco. Estoy deseando el teléfono suene, pero a la vez no quiero lo haga, porque temo que ese hijo de perra le haya hecho algo y ya sea demasiado tarde ―cerró los ojos y suspiró, las lágrimas deseosas de salir ardieron en sus ojos.
―Bil... ―la mano de Eddie se posicionó en señal de apoyo sobre el hombro de Bill ―. ¿No quieres que te dé un calmante o algo que te ayude?
William negó y se puso de pie con ayuda de su bastón.
―Iré a tomar aire.
Los observó una última vez y se marchó.
Al salir de la casa, el frío aire junto con la nieve acumulada en diferentes direcciones lo recibió. La alarma en su reloj sonó indicándole que era momento de recorrer las calles. Camino hasta la camioneta en donde con sorpresa tomó un papel anclado entre el parabrisas y una de las escobillas.
Ve al viejo residencial abandonado si deseas obtener respuestas. ¡No le digas a nadie!
Con sorpresa, miró en todas las direcciones al posible causante de la nota. No había nadie. Con presura se subió al auto y arrancó con destino a aquel lugar.
―No pensé fueras tan estúpido ―la voz proveniente de los asientos traseros no lo sobresaltó.
― ¿En serio cree que no lo vi? ―preguntó sin dejar de manejar―. Usted es demasiado grande para esconderse.
― ¿Sabes quién soy? ¿no?
―Mi suegro ―susurró girando a la derecha.
― ¿Por qué no avisaste a la policía? Todos estaban ahí dentro.
―Porque usted jamás hubiera revelado el paradero de Milán ―contestó mirándolo durante unos instantes por uno de los espejos―. ¿Me equivoco?
―No.
― ¿Por qué no me ha matado aún?
―Hoy es un día muy especial, ¿no crees? ―el tono de voz de Joel, lo hizo dudar por breves instantes―. Gira a la derecha y estaciónate cerca de aquel basurero.
Bill obedeció.
―Le ofrezco mi vida a cambio de la de ella o lo que...
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire mientras la oscuridad lo arropó. Joel bajó del auto, limpió la sangre del mango de su navaja en su pantalón y prosiguió a bajar el cuerpo de Bill para arrastrarlo con él, perdiéndose ambos en la oscuridad de la noche.
El final me está respirando en la nuca...
Si desean el final pronto, ya saben voten y comenten.
Los quiero.
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