Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

💔𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭𝟴💔

Octubre 1985

Risas y más risas inundaban el lugar que la familia Miller había escogido desde el nacimiento de su primer hijo para ser el área de descanso familiar cada domingo.

Elizabeth Miller, observaba, desde el pasto con una sonrisa dibujada en su rostro como su esposo jugaba con sus hijos a la orilla del lago. Su sonrisa se ensanchó y una carcajada brotó de sus labios al ver la pequeña mata de cabello pelirrojo de su hija correr en busca de un refugio en vano al ser tomada en brazos por su padre.

Joel la miró y ella no pudo evitar sentir su corazón volcarse de amor por él.

Amor por la familia que habían formado; por el gran padre y esposo que era. Estiró su mano para tomar un pequeño abanico de papel con el cual hacerse viento sin despegar la mirada del frente.

Ahora era Daniel quien correteaba a la pequeña Milán alrededor del muelle de madera mientras su padre los miraba con una sonrisa. Según Joel le había comentado unas noches atrás pronto Milán aprendería a nadar a la perfección al igual que Daniel lo había hecho años atrás.

―Eli ―escuchó la gruesa voz de Joel llamándola―. ¿No vienes?

―Hoy no, cielo ―gritó negando al mismo tiempo―. El otro domingo, lo prometo.

Al escuchar la voz de su madre, Milán dejó de jugar para mirarla. La mirada de ambas se encontró y, como si estuvieran sincronizadas ambas sonrieron a la vez.

― ¡Te amo mami!

Y, de nuevo, el corazón de Elizabeth dio un vuelco al ver a su pequeña bebé arcoíris correr hacía ella. No le importo que Milán mojara sus prendas, simplemente la estrechó en sus brazos sin importar qué.

Luego de tres dolorosas pérdidas, aun después de diez años no podía creer lo buena que había sido la vida al permitirle que su pequeña naciera con bien. Desde que la tuvo en sus brazos, supo que ella estaba destinada a algo grande.

―Mami, ¿harás galletas al volver a casa?

― ¿De chispas de chocolate o pasas?

Milán se alejó un poco de ella, llevó su mano a su barbilla pensativa.

―Ambas ―susurró volviéndose a lanzar a sus brazos―, papi ama las de pasas, pero Daniel y yo las de chispas. ¿Puedes hacer de ambas?

Aunque Elizabeth deseara negarse, no podía. El puchero y la forma con la que Milán solía pedirle las cosas le hacía imposible negarse y, tampoco, es que deseara hacerlo.

Su maravillosa familia merecía lo mejor.

Milán abrió los ojos con pesadez, vagos recuerdos venían una y otra vez a su mente junto al malestar en su estómago. Su cuerpo se sentía pesado al igual que adolorido.

Miró desconcertada alrededor recordando por fin dónde estaba. Sus ojos ardieron al sentir las lágrimas acumularse de golpe en sus ojos. Bajó la mirada al grillete en su pie y se cubrió la boca para evitar gritar.

Respiro hondo varias veces seguidas al sentirse asfixiar por el collar de metal alrededor de su cuello. Cerró los ojos y contó hasta tres.

Atrajo sus rodillas a su pecho y escondió su rostro entre sus piernas, cerrando los ojos en busca de algún recuerdo feliz que le permitiera esconderse en él. No quería mirar a su alrededor la lúgubre habitación llena de miles de hojas de periódicos con noticias de su padre o suyas.

No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que Joel Miller había irrumpido en su casa, recordaba muy poco de lo ocurrido ese día. Solo tenía vagos recuerdos de un forcejeo y la sensación de pesadez que le recorrió el cuerpo luego de eso. Para ella el tiempo transcurría de forma diferente dentro de esa habitación en donde la luz del sol no se filtraba.

La mayoría del tiempo dormía como una ruta de escape o simplemente solía disociarse. Solo esperaba que fuera del infierno en el que se encontraba ahora, Daniel y Bill estuvieran buscándola.

Quería regresar con ellos.

Quería despertar y ver a Bill a su lado.

Quería que todo esto que estaba viviendo fuera una pesadilla. Lo quería y añoraba todo el día.

Pero no era así, su padre había vuelto de entre los muertos para atormentarla de una forma cruel.

Parecía que la vida no quería verla nunca feliz, ¿acaso no había sufrido lo suficiente cuando su madre había muerto?

Daniel le había mentido por más de diez años... Su padre no había muerto, había estado en prisión contando los días para poder hacerle pagar lo ocurrido años atrás. Y, ahora, lo hacía.

―Veo que ya despertaste ―la voz del monstruo al que alguna vez llamó papá la sobresaltó, elevó el rostro para mirarlo recostado al viejo marco de madera―. ¿Soñaste algo?

― ¿Por qué? ―susurró con las lágrimas escurriendo por sus mejillas.

― ¿Qué?

― ¡¿Por qué me haces esto?! ―gritó poniéndose de pie―. ¿Por qué no pudiste dejarme ser feliz? ¿Acaso no fue suficiente el dolor que me causaste de pequeña? Tenía una vida feliz después de todo; un esposo que me ama y no le importa las cicatrices que tú me causaste... tengo... tenía una vida y... y ahora... ¿por qué? ―sollozó ―. ¿Por qué me haces es...esto?

Joel suspiró, dio dos pasos dentro de la habitación queriendo acercarse a Milán que retrocedió asustada, la molestia le recorrió el cuerpo, apretó los puños, sin embargo, no se acercó a ella al visualizar el moretón de diferentes tonalidades en su mejilla derecha.

―Tú también me causaste dolor... por tu culpa perdí al amor de mi vida, me traicionaste ―la miró―, eras mi hija y aún así lo hiciste...

― ¡Tú la mataste! Ella so...solo que...quería huir del mon...monstruo que era su marido ―llevó sus manos temblorosas a su cabeza en el desesperado intento de detener los recuerdos que la golpeaban una y otra vez ―. Tú me la arrebataste... tú...

Joel cerró los ojos antes de empezar a negar con su cabeza una y otra vez.

―Vamos, Elizabeth ―Milán sollozo al escuchar la voz de su padre en el marco de la puerta, miró a su madre que con disimuló limpiaba las lágrimas que se escapaban de sus ojos ―, vamos si no quieres que...

―Voy ―lo cortó poniéndose de pie.

―Mami ―Milán corrió detrás de ella, los brazos de su madre la rodearon con fuerza en un abrazo que para aquel entonces Milán desconocía del todo sería de despedida.

―Quédate aquí, mi niña y por nada del mundo abras la puerta del baño ―susurró en su oído―. Recuerda que mami te ama... Daniel vendrá pronto por ti.

―Llévame contigo, mami ―sollozó Milán rompiendo en miles de fragmentos el corazón de la mujer que le había dado la vida ―. No me dejes aquí con papi, él es malo, por favor, te prometo que no te pediré galletas y me portaré bien.

―No, no, no ―Elizabeth negó tomando el rostro de su hija entre sus manos, la miró detenidamente por unos largos segundos cerciorándose de jamás olvidar su rostro ―. Escúchame, eres una niña maravillosa y te he amado desde antes que llegaras a mi vida, pero ahora necesito que te quedes aquí y no molestes a tu padre. Todo estará bien, lo prometo.

Pero nada estaría bien y eso era algo que Elizabeth sabía, ese miércoles dieciséis de octubre de 1985 era el día en que su vida llegaría a su fin.

Milán cubrió con sus manos su boca reprimiendo el sollozo que quería escapar de sus labios, se dejó caer de rodillas al suelo y sin importarle lo satisfactorio que resultará para su padre verla llorar, lo hizo.

―Fu...fue mi cul...culpa ―sollozó―, por...por mi culpa... mi mamá... mi... mamá murió por mi... culpa.

Un golpe seco retumbó por toda la casa, Milán cerró sus ojos y cubrió con sus manos sus oídos. Su mamá se había marchado minutos atrás dejando una sensación de vacío en el aire que le calaba el corazón.

Era su culpa.

Era su culpa que ella se fuera.

Tenía que haber callado mejor el secreto de su padre, lo había intentado más las pesadillas y los fantasmas de los rostros dentro del cobertizo no querían dejarla en paz. No sirvió de nada callarse por días ni mentir. No pudo guardar el secreto y la promesa de su padre de que su madre se marcharía al enterarse se hizo realidad.

Todo era su culpa.

Daniel la odiaría por hacer que su mami se fuera, él ya no querría ser su hermano nunca más ni le leería cuentos al dormir.

―Perdón ―sollozó escondiendo su rostro entre sus piernas ―, perdón.

―Sí, fue tu culpa ―pronunció su padre trayéndola de nuevo a la realidad―. Ahora tengo que hacerte sentir lo mismo, sentirás que es vivir toda tu vida sin la persona que amas.

Antes de que Milán pudiera decir algo la puerta se cerró, gritó hasta que su garganta dolió a sabiendas de que nadie podría ayudarla. Nadie podría salvarla del mismo infierno que ella había desatado. 

Hola, como les dije en tiktok lamento haberme desaparecido por aquí ya que he estado con actividades en la universidad, por otro lado si desean ver videos relacionados a mis historias mi usuario es miishi370.

Este capítulo ha acabado con mi poca estabilidad emocional...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro