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En alguna parte de Inglaterra...

12:48.AM.

—Hyung, ¿Crees en la reencarnación?

—¿A qué viene la pregunta?

—No sé, a veces me pregunto si en verdad mis recuerdos son sólo míos, —suspiré pesadamente y tiré mi cuerpo hacia atrás cayendo de espaldas en el césped. —O tal vez... Son también de alguien más que ya vivió ésta vida. O si recordaré esta después de morir o si...

Callé mis palabras dejándolas en el aire pues pensar en la muerte sin recordar esta efímera vida no es algo en lo quiera pensar ahora.

El cielo nocturno resplandecía inmensamente, lleno de puntos mondos y espléndidos donde la luz de la luna las acompañaba en su baile astral, pequeñas fugaces estrellas se atrevían a pasearse por el manto galáctico que ahora mis ojos apreciaban. El viento soplaba en un suave vaivén acariciando mis mejillas y, ante lo maravilloso del roce sonreí. YoonGi, quien se encontraba sentado a mi costado suspiró mirándome y guiando su mirada al cielo habló en un tono apacible.

—Deja de pensar tanto o arruinarás tu cabello —acarició mis hebras doradas dejándose caer a mi lado en la misma posición, estiró sus brazos viéndome y dejó caer su mano en mi mejilla. Sentí mi cara arder por lo que tratando de no ser evidente refuté.

—¡Hyung! Mi cabello no se arruinará.

—Pero puede que se te caiga —achiqué mis ojos dándole un golpe suave en el hombro, él solo soltó un risa nasal bastante dulce para mis oídos.

Sonreí también.

—¿YoonGi?

—¿Si, pequeño?

Respiré profundo sentándome y acunando su rostro entre mis manos.

—¿Prometes buscarme en cualquiera de las miles de vidas que tengamos? Después de ésta y las que siguen, ¿Así renazca en una ballena y tú en un pequeño pez?

Sonrió leve acercándose a mi rostro. Miró al cielo una vez más y relamió sus labios antes de hablar. 

—Prometo enamorarme de ti justo como lo hago en cada una de nuestras vidas pero también tienes que prometer que jamás lo olvidarás y si el destino así no lo quiere lo cambiaré para nosotros y así enamorarte millones de veces más, JiMin.

Me besó. Un beso tan suave y lento con parsimonía, lleno de sentimientos. Se sentía bien, estar a su lado se sentía como volar sin alas, como si con él la gravedad no existiera, como si... Fuéramos los hermosos matices de una paleta degradada. Sus orbes grises me veían mientras acunaba mi rostro, susurró entre mis labios un "Lo prometo, solo espérame" y con eso bastó para saber que si la perdición era él amaría perderme en un sinfín de tentaciones creadas por nosotros mismos. Por su mirada grisácea, porque; se sentía correcto besarle, se sentía perfecto abrazarle, se sentía natural tomarle de la mano y saltar al vacío solo con él.

Las pequeñas hojas caen al compás del viento desprendiéndose suavemente de las ramas. Las copas de los árboles se menean y bailan al ritmo de un refrescante otoño. El césped de un vivo color verde llama mi atención como cada mañana desde que despierto girando mi cabeza hacia el gran balcón de blanco jade. Los rayos del sol hacen su jugada despertándome por no cerrar completamente las cortinas en las noches. Pues observar la circunferencia de la luna es por ahora mi único escape. Mientras más observo lo innata que puede ser la naturaleza y lo impredecible de su mundo más pienso en las palabras dichas por mi padre hace más de una semana.

"—Tienes que entenderlo, hijo. Cuando cumplas la mayoría de edad lo entenderás. Entenderás lo que es y no es lo correcto; la naturaleza te dirá durante tu crecimiento como debes actuar, crecer y proyectarte ante tu reino. Recuerda, Jimin tienes que hacer lo que tú corazón dicte pero tu mente también juega un papel muy importante aquí, dirigirás este reino, ese será tu roll. Soy viejo y estoy cansado, cuando ya no esté para protegerte tendrás que tomar responsabilidad y tomar tu papel como el futuro rey de este reino.

"—Pero padre..."

"—No te preocupes hijo, tus cargas serán menos pues junto a ti, una bella esposa acompañará tus aposentos y ayudará a profesar lo que es Correcto."

Suspiré pasando mis manos por mi rostro nada contento. ¿Realmente es lo natural?

—Príncipe Park, vengo a limpiar ¿Se encuentra despierto? —el sonido de una voz femenina al otro lado de la puerta hizo cesar mis preocupantes pensamientos.

—Si, adelante.

—Disculpeme jóven príncipe. ¿Quiere que traiga su desayuno ahora o después de la limpieza? – Tsuyu, quien todas las mañanas se encargaba de limpiar mis aposentos y velar por mi bienestar desde muy pequeño. Algo así como mi nana, ha estado allí desde siempre. Ella limpia animadamente mientras termina por abrir completamente las cortinas.

—Está bien así, Nana. Comeré algo más tarde. No tengo apetito.

Asintió y minutos después terminó de limpiar todo, salió por la puerta no si antes decir:

—Jóven JiMin, debería alistarse temprano hoy es el baile real y recuerde que tiene que recibir a sus invitados. Su traje está listo allá en el fondo. —señaló la esquina de la gran habitación, le seguí con la mirada donde un elegante y azulado traje de gala se encontraba, su banda cruzaba el pecho en un limpio dorado.

Asentí, suspiré y si más salió con el chirrido de la puerta siendo cerrada.

El baile real.

"—Puede que conozcas a tu futura prometida, hijo. Prepárate —" había dicho mi padre hace dos días.

Sacudí mi cabeza y me incorporé para salir de la cama. No quiero pensar en ello, y menos si él piensa que una esposa será lo mejor para mí.

4 de octubre, 1948.

10:48.PM

La noche había llegado en menos de lo que pensé y a paso rápido me vestí sacando a las sirvientas puesto que no necesitaba ayuda. Después de recibir a los invitados de mi padre y a los príncipes de otras tierras decidí relajarme bebiendo una copa de vino tinto o eso pensé antes de girar mi cabeza y encontrarme una silueta entrando por las dos enormes puertas abiertas de par en par. Lo primero que vi me dejó sin aire.

Gris.

Sin duda alguna, despampanante. No había palabra similar para describirlo. En su cabeza la diadema de brillante oro con pequeños diamantes rojos hacia lucir un lacio y hermoso cabello gris con mechones del mismo color en tonalidades más claras. Su vestimenta era casi en su totalidad gris; su pantalón cayendo desde su cintura hasta los tobillos, la camisa, ésta última llevando una pequeña joya en el cuello haciendo llamar la atención, su saco, de un azul oscuro con detalles en blanco y rojo quedaba a la perfección con la banda que atravesaba su pecho; un suave blanco y rojo lo adornaba. Donde lo veas hay pequeñas joyas, desde sus orejas hasta sus manos cubiertas por unos finos guantes grises, sus anillos resaltaban y en sus muñecas y por encima de éstas también relucían pequeñas pulseras.

Inédito. Es... Magníficamente irreal.

Son grises.

Aquellos penetrantes orbes que invaden la privacidad y tranquilidad de mi mente también son de un gris cautivador y profundo.

Es gris.

Como el reflejo de un mar silencioso, como los rayados matices de un día lluvioso. Sus rasgos felinos fueron sin duda lo más llamativo de su persona desde que, hace dos horas llegase y se atreviera alterar mis hormonas como el adolescente que soy. Lo he observado por más de una hora en lo que llevamos sentados en una de las salas de fiestas del palacio real. Él que está sentado sobre una de las cómodas sillas con una mano en su mentón y una de sus piernas cruzadas por sobre la otra, habla suave y pausadamente. Su voz con aquel tono aterciopelado le dan aquel aire de elegancia y educación digna de admirar.

Las personas están esparcidas por el Gran Salón del palacio real. Es un gran espacio de paredes pintadas en blanco-coral con acabados en oro, tiene plasmada en ellas rosas rojas con espinas en verdes y matices rayados, largos lazos dorados cubren gran parte de la estructura del salón formando así elegantes terminaciones de más rosas en oro. Una enorme lámpara de papel con docenas de velas encendidas se encuentra colgando en el centro del Salón. Pocas personas; mujeres y hombres en pequeños grupos se encuentran con sus largos trajes de cola y llamativos vestuarios de gala por el baile real. El resto están sentados, otros más caminan y los demás simplemente hablan animadamente cada uno en su burbuja.

Yo que sigo admirando a la persona a escasos metros de mí tomo una copa de vino blanco en mis manos de uno de los tantos meseros que por allí se pasea tranquilamente haciendo su trabajo, bebo de ella de a poco, relamiendo el dulce sabor entre mis belfos.

Puede que no tenga la edad para beber pero tampoco es como si me lo prohibiesen. Solo serán pocas. Nunca demasiado.

—Señorito Park, su padre ha solicitado su presencia de inmediato.—asentí mientras terminaba el contenido de mi copa de un solo tiro

—Enseguida, gracias.

Él que ahora me mira fijamente mientras más me acerco me dedica una mirada tan fugaz como la de una estrella, y siento mi cuerpo desfallecer. Sonrío mientras intento no tropezar caminando con elegancia los escasos metros que me separan con uno de los invitados más importantes de la noche, había dicho mi padre. 

—Hijo mío, ven. Quiero presentarte a alguien —mi padre sonrió y me hizo un ademán para que saludara. —Príncipe Min —mi padre aplaudió dos veces. —He aquí a mi más grande orgullo, mi hijo el príncipe y futuro Rey de estas tierras, Park Jimin.

Sonrió y me tendió la mano esperando a que hiciera lo mismo. Le imité desconcertado.

—Él es el príncipe Min Yoongi de las islas del norte, hijo de la familia real Min tercera generación.

Pestañeé.

—U-un placer conocerlo al fin príncipe Min. —mi cuerpo entero se paralizó justo en el momento exacto en que nuestras miradas chocaron.

—El placer es todo mío, príncipe Park. –soltó mi mano sonriendo suavemente, posterior a eso haciendo ahora una reverencia. Correspondí escuchando aún el sonido lejano de mi nombre en su voz.

Si en algún momento dudé que era demasiado impresionante para ser real, me equivoqué. Pues el solo conectar miradas me bastó lo suficiente para saber y concretar que no debería ser real. Es más, no debería serlo y de ser así, ser apreciado y atesorado en un trono de cristal solo por una persona. Mi persona. Era demasiado para mi corto sistema.

Mi padre quien seguía hablando y alabando cada significativo detalle de mi persona comentó alegremente que pronto encontraría una "linda mujer" a la cual desposar posiblemente ésta noche. Mi estómago se revolvió con solo pensarlo. Hacía que quisiera salir corriendo y saltar por el gran ventanal que a mí derecha se encontraba. El príncipe Min bebía de su copa en mano mientras relataba anécdotas de sus viajes fuera del país, las pocas personas que a su alrededor se encontraban reían de uno de sus chistes y las miradas coquetas por parte de muchas de las mujeres que caían en él no pasaban desapercibidas.

Bufé.

Quería salir de aquí y el que mi padre ahora me mantuviera cerca de él solo hacia más intenso mi deseo de encerrarme en mis aposentos y leer un buen libro.

¿El porqué aún no escapaba?

La voz aterciopelada del ahora presente príncipe hacen de mi tortura menos dolorosa. Sus hebras grises bailan por sobre su frente mientras ríe mostrando sus encías y con la palma de una de sus manos trata de ocultar su sonrisa. El sonido de la música clásica tocada por la orquesta en la cima de la tarima central acompañan el baile aleteando suavemente en ésta no muy pequeña velada, el ritmo que resuena en mis tímpanos  relajando mi cuerpo hacen que por tercera vez desde que estoy aquí mi mano se desvíe hacia una de las tantas copas que por allí se encuentran. Paso el suave sabor una vez más por mi garganta y he decidido salir de aquí.

—Iré por algo de beber, padre. —aviso. Desvío mi mirada como acto de reflejo hacia el príncipe quien me la regresa y pasando por su lado retengo el aire en mis pulmones. —En un momento regreso.

—Hijo, para eso están los sirvientes. ¿Qué quieres? De inmediato hago que lo traigan para ti. —hizo ademán de que viniera uno de ellos. Lo detuve.

—Lo sé. Pero quiero hacerlo yo mismo, hay un vino que es especial para ocasiones así. Ya sabes cómo soy padre. Lo traeré, no tardo.–aseguré.

Y antes de que refutara algo más ya estaba saliendo por una de las puertas traseras hacia el gran jardín. Respiré hondo y expulsé todo el aire de mi sistema. El destello de las antorchas como faroles  en el centro del jardín y al rededor de estos me permiten apreciar un mejor ángulo de los tulipanes y claveles rojos sembrados como un bonito decorativo que yo mismo cuido. Un amplio y hermoso jardín de miles y distintas rosas.

Tulipanes y claveles. Mis favoritas.

De todos los colores, tamaños y formas. Cada una de ellas son en extremo deidades de la naturaleza.

—Las flores pueden representar la amistad, el amor, la tristeza, la alegría...Todo dependerá del color que escojas. —dije a la nada acuclillándome y olfateando una de ellas, cojo una entre mis manos y la acaricio suavemente, el roce de sus pétalos entre mis yemas son como sutiles caricias, como el suave aleteo de una mariposa. El cosquilleo entre mis manos me hacen apreciar lo magnífico de su belleza y su suave olor entrando por mi nariz me hacen naturalmente soltar un pequeño estornudo.

—Es curioso, ¿Sabe? —me levanté estrepitosamente activando mis cinco sentidos. —Que cada uno de los colores represente una emoción, ¿No lo cree?.

—P-príncipe Min —aclaré mi garganta. —Buenas noches tenga usted, ¿Se ha perdido? Puedo indicarle el camino. —limpio mis manos con un pañuelo blanco que saco de entre mis bolsillos y luego pasando las mismas por mis cabellos. —Es hacia la derec...

—Nada de eso– me interrumpió. Se acercó e hizo una reverencia de noventa grados demasiada exagerada para mi gusto, correspondí siendo más bien una venia. —Solo quise tomar aire fresco, es lo mismo que hace usted ahora, ¿O me equivoco?

Retrocedí dos pasos.

—Solo... No soporto estar entre mucha multitud. —expresé por alguna extraña razón, ansioso. —Me siento asfixiado  algunas veces. —le di la espalda. No podía simplemente ver esos ojos grises y no intimidarme.

—¿Multitud? Interesante. Para ser un príncipe tendría que estar acostumbrado a este tipo de cosas, ¿No es así? —se acuclilló y acto seguido olfateó una de las flores.

Me limité asentir.

Desde arriba podía apreciar su tersa y seguramente suave piel. Lucía blanca tanto así como las mismas nubes en un día soleado. Sus pómulos levemente rosados contrastaban sin duda alguna con su hermosa piel. El flequillo grisáceo caía por sus largas y espesas pestañas cubriendo sus penetrantes orbes. Y su pequeña nariz se movía al compás de su suave respiración.

Sus labios.

Me atreví a posar mis ojos en aquellos finos y rosados labios. Que grave error pues he imaginado pensamientos pocos puros para un chico como yo. Para ser un chico, en específico. Desvío mis ojos hacia la gran fuente en medio del jardín. El sonido del agua cayendo en picada y de las cigarras se ha hecho evidente y ahora los escucho claramente, cuando antes era imperceptible o demasiado común para prestarle atención. Siento el calor en mis mejillas y mis manos envueltas en unos esponjosos guantes color crema empiezan a sudar más de lo que deberían.

—Príncipe JiMin. —llamó mi nombre y sentí perder los estribos. ¿Dónde quedó la formalidad? —¿Puedo hacerle dos preguntas?

Asentí.

—¿Cree en la reencarnación? —sonrió algo sutil.

—No entiendo. ¿A qué se debe la pregunta?

—¿Podría responderme? Es simple y llana curiosidad.  —dijo en un tono aterciopelado. Tragué seco. Es... Cautivador.

—No estoy muy seguro. —tallé mis manos entre sí en un acto de nerviosismo. —Nunca me he detenido a pensar en ello pero si tuviera que responderle... Diría que cabe la posibilidad.

Asintió poniéndose de pie con una mano a su espalda.

—¿Su color favorito? —alzó sus cejas, yo lo pensé.

—Azul.

—Como esta flor —me tendió un clavel de color blanco con lila y unas pequeñas tonalidades moradas.

—E-es... Esta no es azul. —carraspeé nervioso luego riendo. Tal vez solo se ha equivocado. —¿Se ha vuelto daltónico?

—No lo soy y lo sé. Pero quiero que acepte esta de mi parte. —sonrió. No puedo, simplemente no puedo. Sentí mil dagas atravesado mi pecho y suaves aleteos apaciguando en la herida. Solo no debo verlo fijamente.

—Por Dios. —cubrí con el dorso de mi mano mi boca, con la otra recibí la flor. –Gracias, príncipe Min. 

Si antes sentía calor en mis mejillas es necesario que ahora vengan los bomberos pues siento que un incendio se ha instalado en toda mi cara.

Mi pecho duele. Siento mi corazón desbocarse resonando entre mis tímpanos.

Pero...

¿Porqué me resulta tan familiar?

—No piense demasiado, y solo actúe.  —chocamos miradas. Pasaron segundos que parecieron horas en los que procesaba sus palabras. ¿Que dice? Nos mantuvimos así durantes varios segundos en los que él aprovechó para acercarse quedando su rostro a escasos centímetros del mío. No retrocedí, no me sentía en peligro, solo nervioso.

—Es un bonito color, JiMin. – susurró en mi oído. Sentí como se relamió los labios y posteriormente pasó por mi lado dejándome con el corazón en la mano y sus palabras bailando en mi cabeza.

—Blaco con lila y morado, —expresé lo suficientemente alto como para detener su andar haciendo que volteara —No es cualquier color... — informé tratando de no sonar nervioso. —Son el símbolo del encanto y...

—El amor a primera vista. También lo sé. —concluyó con una media sonrisa a medida que alzaba el rostro. Lo observé estupefacto durante varios segundos más. Terminé por acercarme.

Que gran mentira. ¿Qué es esto que me hace temblar?

Me he engañado en toda mi corta vida, amo las rosas así como las flores y su perfecta naturaleza.

Lo natural. ¿Qué es lo natural? Lo correcto.

Pensé siempre en mi color favorito. Azul. Que gran mentiroso fui, pues detrás de todo lo que creí verdad no fue más que una vulgar mentira para tapar mis verdaderos sentimientos.

Todo es gris. Cuando el mundo cae y se desmorona es gris. Los días de lluvia lo son también, los días grises traen tristeza, y lo natural sería amar los colores vivos, lo "correcto". El gris puede representar un color muerto para muchas personas, grises son los días en que las personas ven lo negativo de la vida.

Pero no es así para mí.

El gris es mi color favorito.

Tarde entendí. Porque verlo allí de pie desnudando mis sentimientos con aquellos grisáceos orbes, hicieron a mi ideología hacer click en el preciso momento de su llegada a nuestro palacio.

Porque el luce como el gris. Suave, delicado y precioso.

—JiMin... —dijo suavemente. Tomó mi mano y la besó por sobre mi guante. —¿Piensas realmente en lo que en verdad sientes?

—YoonGi... —sentía a las lágrimas traicionarme. Bajando lentamente por mis mejillas, mojándolas y muriendo en mi camisa y suelo.

—¿Te lo dije, ¿No? —posó mi mano en su pecho e hizo lo mismo con la suya en el mío. —Que te buscaría así fuese un pequeño pez y tú...

—Una ballena... —todo vino a mí como un torbellino de emociones y recuerdos. De repente lo vi. Él, yo, nuestra historia. Pestañeé repetidas veces. —Hyung... ¿Porqué tardaste tanto?

—Tonto JiMin, no es fácil coincidir en el mismo espacio y tiempo. Mucho menos recordar y encontrarte entre tantos universos.

Rio atrayendo mi cuerpo al suyo. Besó mi frente mientras yo comenzaba a sollozar en su pecho, abrazándolo

Entendí tarde. Demasiado fue el tiempo en que no logré ver. No es que sea lo correcto tampoco el que esté bien hacerlo o no. Es como te sientes y desde que ángulo lo veas.

Porque nada es completamente de algo, sea correcto o no.

Tarde entendí, que solo debía esperar un poco más. Solo tenía que recordar; él nunca me abandonaría ni viceversa solo debía entender que el Gris siempre fue, es y será mi color favorito.

—Te extrañé, hyung... N-no me sueltes jamás, prometo no olvidarte nunca más.

—Sssht no llores más, jamás lo haría. Ya estamos aquí.

Entonces me besó.

Una suave caricia como si temiera hacerme daño. Tomó mi labio inferior relamiendo este de a poco. Sus manos cayeron a mi cintura y rodee su cuello con las mías, di pase abierto en cuanto nuestras lenguas se juntaron. Una batalla que dejaría ganara él pues anhelé tanto esto en mis sueños, extrañé tanto el calor de su cuerpo apegándose al mío. Fue un beso cálido, lleno de sentimientos sentí lo salado de mis lágrimas combinado con su dulce sabor a menta mientras me separaba de él con una sonrisa tímida.

Jamás lo olvidaría completamente, porque simple y llanamente, lo amo.

—Perdón por tardar, pequeño JiMin.

—Y perdón por dudar de su promesa, YoonGi-hyung.

El viento sopló a su máxima velocidad haciendo con sus hojas un remolino, envolviendo nuestros cuerpos cuando nuestras bocas se juntaron una vez más y el brillante cielo nocturno sonrió por el reencuentro de una estupenda jugada del destino. Él es mi destino y cambiaría mi evolución solo por ver aquellos ojos grisáceos posarse en mí una vez más.










Soy nueva en esto, ya saben. Cualquier error ortográfico o duda pueden decirme al privado. Comenten voten y síganme ^^ gracias por leer y
bienvenidas sean las críticas constructivas.

(Tuve que editarlo por unas cosas que me faltaron, que pena :' espero me lean nuevamente y perdón por ser tan descuida :( )  los amo

Katsu✓❄️

[Editado el 31/07/2021]















    








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