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⚜ 16 ⚜

[ Minnie ]

El domingo por la noche nos fuimos a la cama relativamente temprano y pasamos un buen rato hablando.

Yo apoyé la espalda sobre su pecho y él me rodeó con los brazos.

Seguía sintiéndome un poco molesto por lo de que no me hubiera dejado llegar al orgasmo, pero la parte más racional de mí comprendía su argumento.

— Sabía que te preocupaba eso de besarme los pies —dijo— ¿Qué te parece ahora?

Recordé el rato que habíamos pasado en el cuarto de juegos.

— Me ha sorprendido lo mucho que he disfrutado haciéndolo. Creía que no me gustaría, pero no ha sido así. Me he sentido tan... —busqué la palabra adecuada— ¿Humilde? No sé si ésa es la palabra exacta para definirlo, pero al hacerlo he tenido la sensación de estar aún más bajo tu control.

Aunque supuse que no lo suficiente como para cerrar el pico sobre el tema de la depilación.

— ¿Y tú? —le pregunté— ¿Qué te ha parecido a ti?

— A mí no me ha gustado mucho. Pero antes no lo sabía.

Eso me sorprendió.

— ¿No sabías si te gustaría e igualmente me has pedido que lo hiciera?

— Claro. ¿De qué otra forma iba a averiguar si no lo que me gusta?

— No lo sé. Supongo que había asumido que tenías la experiencia suficiente como para saber ya lo que te gustaba y lo que querías.

— Ninguna persona me había mordido los tobillos mientras me hacía el amor —confesó, acariciándome el brazo— Eso sólo lo has hecho tú, ¿te acuerdas?  ¿Recuerdas el fin de semana que te pedí que te vinieras a vivir conmigo? No estaba seguro de cómo me sentiría pidiéndote que hicieras algo como besarme los pies en mi cuarto de juegos.

Siempre se me olvidaba que el funcionamiento de nuestra relación era nuevo para él.

— Teniendo en cuenta que a ti no te ha gustado y a mí sí, ¿me pedirás que lo vuelva a hacer? —le pregunté.

Yoongi se rió.

— ¿Esperas que te cuente todos mis planes?

Le presioné la entrepierna con el trasero.

— Sí.

— Pues no va a suceder —repuso y luego me susurró al oído:

— Espera y verás.

Sus palabras me hicieron estremecer.

— Mhm.

Tenía razón, esperar a ver era mucho mejor que saberlo por adelantado.

— Estoy preocupado —añadió, adoptando un tono de voz más serio— Hoy parecías tener problemas para concentrarte.

— ¿Te has dado cuenta?

— Sí y me preguntaba si ayudaría que volvieras a tomar clases de yoga.

Yo no había vuelto a hacer yoga desde que me puso otra vez el collar.

Me ejercitaba por mi cuenta tres días a la semana y tenía pensado utilizar su gimnasio los fines de semana cuando tuviera la ocasión, pero no había vuelto a hacer yoga.

Aunque, cuando le oí mencionarlo...

— Creo que te ayudará a concentrarte y, a medida que vayamos progresando, también te ayudará a respirar mejor —dijo.

— Lo pensaré. Miraré cómo puedo encajarlo en mi horario.

— Quizá podamos hacerlo juntos.

— ¿Ah, sí?

Sería mucho más divertido si lo hacía conmigo.

— Yo también tengo que mantener despierta mi mente, ¿sabes?

Le dije que lo pensaría seriamente y la conversación se centró en la semana próxima.

Los de la mudanza irían a mi casa el miércoles para recoger mis cajas y yo me había pedido medio día de fiesta en el trabajo.

No creía que me costara mucho instalarme en casa de Yoongi.

Mientras hablábamos, empecé a notar cómo se movía despacio detrás de mí.

Se estaba separando poco a poco de mi cuerpo.

— ¿Estás bien? —le pregunté.

Separarse de mí no era muy propio de él.

Especialmente antes de dormir.

— Sí.

— ¿Y por qué estás...? —me volví hacia él y, al hacerlo, choqué contra su erección— Oh.

Él se volvió a separar y suspiró.

— Es que esto de abrazarte así... Ahora sí que puedo decir, con total seguridad, que tu castigo es literalmente más duro para mí que para ti.

Yo gemí.

— Dime que no acabas de hacer un chiste verde.

— Lo he hecho.

Me acurruqué contra él.

— Pues siento lo de tu pequeño problema, pero estoy seguro de que comprenderás que no me sienta inclinada a ayudarte en este momento.

Quise que tomara un poco de su propia medicina.

— No te iba a pedir ayuda —reconocí— Pero, ¿te importaría dejar de frotar tu culo contra mí?

— ¿Te refieres a esto? —le pregunté, repitiendo la maniobra.

Él rugió.

— Sí, maldita sea.

— Intentaré dejar de hacerlo, pero ya sabes que me muevo mucho mientras duermo.

— Buenas noches, Minnie —dijo con sequedad, dándome un beso en la nuca.

Yo me volví a contonear.

— Buenas noches, Yoonie~

[ ⚜ ]

El martes llamé a mi anterior profesor de yoga y le pedí plaza para los dos.

Yoongi tenía razón, me ayudaría a concentrarme y a mejorar mi respiración.

Aunque me alegraba que me hubiera dejado tomar a mí la decisión.

Y todavía me alegraba más que fuera a asistir a las clases conmigo.

Como no me permitía llegar al orgasmo, no habíamos vuelto a practicar sexo de ninguna clase desde que se corrió encima de mí en el cuarto de juegos.

Me preguntaba cuánto tiempo planeaba alargar aquello.

Para ser sincero, pensaba que habría programado algo para el martes.

En especial, teniendo en cuenta que yo me había depilado aquella mañana.

Así que el viernes volvía a estar en su vestíbulo, escuchando cómo Yoongi me ponía su collar y me repetía aquellas palabras que me harían suyo durante el resto del fin de semana.

Prometió presionarme respetando y teniendo en cuenta mis límites, mientras me dedicaba toda su atención.

A cambio, yo debía entregarme a él por completo.

Después de abrocharme el collar y correrse en mi boca, me posó un dedo bajo la barbilla y me levantó la cabeza.

— Quiero la cena en el salón dentro de una hora.

Yo ya conocía muy bien su cocina y el miércoles había trasladado a su casa la mayor parte de mis cosas.

Seguía sin sentirme del todo como en la mía, pero empezaba a estar un poco más cómodo.

Me alegraba que quisiera cenar en el salón, porque eso me ayudaría a concentrarme en mi papel.

Me quedé de pie a su lado mientras se comía el salmón a la plancha que había cocinado para él.

Mi plato me esperaba en la cocina y supuse que me ordenaría que comiera cuando él acabara.

Mientras Yoongi cenaba, yo no podía dejar de pensar.

Observé sus brazos y cómo agarraba el vaso con los dedos.

Mis ojos se posaron en su boca mientras masticaba un bocado del pescado que le había preparado.

No había en el mundo sensación comparable a la de servirle.

Mi confianza en él aumentaba cada minuto que pasábamos juntos y cuanto más lo miraba, más lo deseaba.

Saber lo mucho que se concentraba en mi bienestar me excitaba todavía más.

No tenía ninguna duda de que estaba pensando en mí mientras comía.

Quizá estuviera decidiendo lo que me haría.

O tal vez estuviera planeando el número de orgasmos que me dejaría alcanzar.

Joder.

Iba a dejar que me corriera, ¿no?

El deseo que sentía no desapareció durante la semana.

Al contrario, había aumentado.

Lo más probable era que me derritiera en cuanto me pusiera las manos encima.

Yo sabía que mi castigo tampoco había sido fácil para él.

Después de la agitada semana que precedió a la boda, era consciente de que los dos esperábamos poder disfrutar de una semana más apacible.

Aunque, pensándolo bien, debía admitir que descansar habíamos descansado mucho.

Con lo concentrado que estaba, me llevó algunos segundos darme cuenta de que Yoongi había hablado y de que me había ordenado que me arrodillara junto a él.

Cuando lo hice, me posó una mano bajo la barbilla y me levantó la
cabeza.

— Durante el resto del fin de semana, deberás asegurarte de que tu cabeza está siempre por debajo de la mía —dijo.

«¿Qué?»

— Cada vez que entres en una habitación en la que yo esté, tu cabeza deberá estar por debajo de la mía.

Calló un momento y luego prosiguió:

— Dejaré que seas tú quien decida cómo cumplir mis órdenes.

Lo miré a los ojos y vi un brillo juguetón en ellos.

«Me gusta cuando te pones peleón», me había dicho el fin de semana anterior.

Hum...

Podía ser divertido.

Cuando acabó de comer, se me disparó la mente.

Si me iba del salón antes que él, ¿cómo recogería las cosas de la mesa?

¿Tendría que entrar gateando a la cocina?

¿Cómo llevaría su plato?

Quizá tuviera que andar de rodillas.

«Vaya. Eso no sería nada divertido»

Por suerte, cuando acabó de comer me apoyó la mano en la cabeza una vez más, me ordenó que comiera en la cocina y que me reuniera con él en el cuarto de juegos cuando acabara.

Luego se levantó y se marchó para que yo pudiera quitar la mesa.

«Por fin»

[ ⚜ ]

Cuando media hora después entré desnudo al cuarto de juegos, Yoongi me estaba esperando.

Como no pensaba encontrarlo ya allí, corrí para ponerme frente a él y me arrodillé a sus pies.

«¿Llego tarde?»

Decidí que no.

No me había dicho de cuánto tiempo disponía para subir.

— Colócate en tu posición de inspección, Jimin. Déjame ver si hoy estás más preparado.

Yo adopté la postura que me había enseñado el fin de semana anterior y él se arrodilló entre mis piernas.

— Excelente —dijo, acariciando mi sexo depilado— Esto es lo que esperaba.

Se puso de pie y me ordenó que volviera a mi posición de espera.

Cuando lo hice, se volvió a dirigir a mí:

— Has aguantado bien tu castigo. Recuérdame una vez más por qué estabas castigado y mírame a los ojos mientras lo haces.

Yo busqué su mirada.

— No estaba preparado para ti, Amo, a pesar de ser yo quien quiso jugar. Y luego me comporté de forma insolente y respondona cuando llevaba tu collar.

— Y, ¿crees que esta noche debería dejar que te corrieras?

«¡Sí! Maldita sea, ¡sí!»

Pero sabía que no podía contestar eso.

— Siempre que te complazca, Amo, y que pienses que lo merezco.

— ¿Eso es lo que piensas de verdad?

Tuve una gran tentación de bajar la vista, pero me obligué a seguir mirándolo a los ojos.

— No, Amo —respondí con sinceridad— Tengo muchas ganas de llegar al orgasmo y me cuesta dejar mis deseos a un lado en favor de los tuyos.

Me avergonzó admitir que aún no había conseguido adoptar la actitud adecuada para servirle.

— Me complace que seas sincero conmigo —me acarició la mejilla— No te sientas culpable por lo que sientes. Sé que aún te queda mucho camino por recorrer. Sé que aún no eres capaz de olvidar del todo tus necesidades. Pero algún día lo conseguirás.

«Lo entiende»

El alivio hizo desaparecer la culpabilidad de inmediato.

— Gracias, Amo —contesté sonriendo.

— Te conozco, precioso —aseveró— Conozco tus pensamientos y tu mente. Conozco cada curva de tu cuerpo y conozco los deseos que llevas escondiendo tanto tiempo —se inclinó un poco y bajó la voz— Son un reflejo de los míos.

«Joder»

Me había desconcertado.

Lo sabía.

Aún no me había dicho que bajara la vista, así que lo miré mientras me daba la siguiente orden.

— Gatea hasta la mesa acolchada, Jimin.

«¿Que gatee?»

Sabía que llegaría.

Sabía que querría que lo probara por lo menos una vez.

Para ser sincero, yo esperaba que al hacerlo me gustara, igual que me pasó cuando le besé los pies.

Por eso me sorprendí tanto cuando empecé a gatear hacia la mesa y me di cuenta de que odiaba cada segundo que me estuve desplazando de ese modo.

No lo odié lo suficiente como para emplear mis palabras de seguridad, pero sí lo detesté lo suficiente como para estar seguro de que mi disgusto se reflejaba en mi cara cuando Yoongi me miró.

«Todo gira en torno a él —me dije— En confiar en él. En dejarle decidir»

Y disfruté mucho besándole los pies.

Nunca lo habría sabido si no me hubiera pedido que lo probara.

Esperaba que no le gustara mucho eso de verme gatear.

Me subí muy despacio a la mesa, asegurándome de que mi cabeza permanecía por debajo de la suya.

Cuando estuve encima, me quedé quieto y esperé.

— Ponte boca arriba —me ordenó.

Yoongi se acercó a mí y sus pasos resonaron por la habitación.

Vi que llevaba cuatro cuerdas en la mano.

Las levantó.

— Te voy a atar a mi mesa —explicó— Antes de atarte cada extremidad, te acercaré la cuerda a los labios para que la beses.

Lo que dijo no debería haberme excitado como lo hizo.

Una de aquellas cuerdas tan suaves se posó sobre mis labios.

— Ésta es para atarte la pierna derecha —me explicó.

Yo besé la cuerda.

— Átame la pierna derecha, Amo.

Yoongi me la tomó y me rodeó el tobillo con la cuerda.

Entonces posó una segunda cuerda sobre mi boca.

— Pierna izquierda —dijo.

Yo posé los labios sobre ella.

— Por favor, átame la pierna izquierda, Amo.

Él lo hizo de la misma forma que con la derecha.

Repitió esa idéntica operación dos veces más, primero con mi brazo derecho y luego con el izquierdo.

En cada ocasión, me acercaba la cuerda a los labios para que la besara y yo le pedía que me atara cada vez que lo hacía.

Cuando acabó, estaba sujeto a la mesa con los brazos y las piernas en cruz.

Sus manos se deslizaron por mis hombros, siguieron por mis pechos, resbalaron por mi vientre y acabaron posándose entre mis piernas.

Metió uno de sus largos dedos en mi sexo.

Luego añadió un segundo.

Yo me esforcé por no mover las caderas.

— Tu cuerpo me reconoce —comentó, al advertir las pruebas de mi necesidad— Conoce a su Amo.

Yo casi jadeaba, así que no podía discutírselo.

Además, ya había aprendido esa lección.

— Cierra los ojos, Jimin. Vamos a volver a probar una cosa.

Yo ya me imaginaba lo que iba a hacer.

— No puedes decir nada hasta que yo te lo mande —me explicó.

Inspiré hondo cuando noté la primera pasada de la rueda Wartenberg.

[Diseñado originalmente por Robert Wartenberg para comprobar los reflejos nerviosos o sensibilidad fisiológica a los estímulos. Se emplea haciéndolo rodar sistemáticamente sobre la piel.]

Tal como ya hizo la vez anterior, primero empezó con una sola, que deslizó por mi pecho, evitando mis pezones por completo.

Luego añadió una segunda y las hizo rodar al unísono, deslizándolas en direcciones opuestas.

Cruzaban mi cuerpo, reflejando la una los movimientos de la otra, y las dos se acercaban a mis pezones para luego alejarse de ellos.

Enseguida me di cuenta de que iba a empezar a gemir y no estaba dispuesto a meter la pata de nuevo después de una semana de castigo.

Me estremecí cuando las ruedas pasaron por encima de mis pezones, pero permanecí en silencio.

— Muy bien, Jimin. ¿Quieres que siga?

Yo me reprimí justo antes de contestar.

Él dejó escapar una breve carcajada.

— Me parece que no necesitarás que siga mucho rato. Estate quieto.

Las ruedas se deslizaron suavemente por mi cuerpo.

La sensación era extraña, cuando las hacía correr en paralelo, era casi como si me estuviera bajando la cremallera.

Luego se separaron para pasar por encima de mis huesos pélvicos y me quedé sin aliento; estaba completamente inmóvil.

Las puntiagudas ruedas se posaron justo sobre la zona más sensible de mi cuerpo antes de alejarse.

Me iba a volver loco atado a su mesa y esperaba que no se le ocurriera tocarme ahí para nada.

Mis sentidos estaban tan alterados, tan al límite, que una mera caricia bastaría para que me abandonara a una liberación monumental.

Por un momento, sentí pánico.

¿Y si quería que me corriera sin darme permiso?

¿Y si decidía ponerme a prueba para ver hasta dónde podía aguantar?

No podría hacerlo y menos después de casi seis días de represión.

«Oh, joder. Voy a fracasar otra vez»

¿Debería utilizar mi palabra de seguridad?

¿Debería decir «amarillo»?

Él debió de advertir mi preocupación, porque de repente noté cómo se detenían las ruedas.

— ¿Estás bien? —me preguntó.

— Sí, Amo. Creo que sí.

— ¿Crees que sí? No basta con que lo creas. Abre los ojos. ¿Qué pasa?

Posó las manos sobre mis pies y mis tobillos para comprobar las cuerdas.

— No son las cuerdas —respondí— Soy yo.

— ¿Te duele? —preguntó con gesto preocupado, mientras me posaba las manos en los brazos.

— No, Amo. Sólo tengo miedo.

Se apresuró a desatar las cuerdas que me ataban a la mesa y yo me sentí como un tonto por haberle causado una alarma injustificada.

— En realidad no es nada —comenté.

— Siéntate y explícamelo.

Suspiré y me senté, dejando colgar las piernas por el borde de la mesa.

— Por un momento he pensado que me iba a correr y, aunque me estaba esforzando por contenerme, he creído que quizá tú querías que fracasara. Que querrías que me corriera sin tu permiso.

— Y, ¿has sentido pánico?

— Sí.

—Yo no quería que fracasaras —dijo muy despacio— Quería demostrarte lo mucho que habías mejorado desde la última vez que probamos algo así. Ya sé que estás al límite. Puedo sentirlo —me acarició la mejilla— Ya te lo he dicho, conozco tu cuerpo. Somos uno mismo.

— Lo siento, Amo.

— Nunca te disculpes por ser sincero.

Se quedó allí de pie un minuto, pensando.

Tenía las manos a ambos lados de mis piernas y miraba fijamente la pared que había a mi espalda.

Lo que hubiera dado por meterme en su cerebro un segundo...

Luego levantó la vista con una intensa expresión.

— Tu castigo ha acabado. Puedes correrte cuando quieras.

Después de decir eso, se separó de la mesa, me tomó la cara entre las manos y me besó.

Luego me tumbó de nuevo y se puso encima de mí.

«Sí. Sí»

El alivio se apoderó de mí y me sentí un poco aturdido.

Entonces noté sus manos sobre mi piel y la confusión desapareció tan rápido como había llegado.

El anhelo, el deseo y la necesidad se hicieron con el control y no me costó mucho volver al punto en el que estaba hacía sólo unos segundos.

Supuse que Yoongi sentía lo mismo, porque su erección me presionaba el vientre con fuerza.

Se retiró y vi la respuesta en sus ojos oscuros.

Tiró de mis rodillas y me las separó hasta que quedé abierto de piernas ante él.

Luego me las levantó y se rodeó la cintura con ellas para pegarme un poco más a su cuerpo.

Ninguno de los dos se movía.

Su polla apenas rozaba mi abertura y yo resistí la necesidad de arquear las caderas hacia él.

Disfruté de la deliciosa expectativa de saber que casi lo tenía dentro de mí, y sabía que pronto sería así.

«Casi»

Se movió una fracción de centímetro y deslizó parte del glande en mi interior con mucha suavidad.

«Oh, sí»

Sabía que nunca me cansaría de sentir cómo me penetraba, cómo me dilataba y poseía.

Luego se hundió hasta el fondo de una sola embestida y eso bastó para que me deshiciera debajo de él y me corriera a su alrededor.

Yoongi sonrió con malicia.

— ¿Mejor ahora?

— Oh, Dios —dije, aún abrumado por la sensación— Sí, Amo.

Fue cuanto necesitó oír.

Empezó a moverse con fuerza y me embistió repetidamente.

Buscaba su propia liberación.

Entonces supe que estaba en lo cierto, para él la semana había sido igual de larga, porque no tardé en notar cómo palpitaba en mi interior al rozar el orgasmo.

Entonces deslizó una mano entre nuestros cuerpos y me acarició el clítoris con el pulgar.

— ¿Te puedes correr otra vez? —me preguntó, con la respiración entrecortada— ¿Puedes hacerlo por mí?

Tenía razón en lo que había dicho:

Mi cuerpo conocía a su Amo.

Y esa vez no fue distinto.

Mi carne hinchada respondió enseguida, provocándome una nueva oleada de placer que me recorrió todo el cuerpo.

Yoongi gimió y se corrió dentro de mí.

Nos quedamos tumbados en la mesa durante algunos minutos y yo disfruté una vez más de tener su cuerpo agotado por el placer encima del mío.

De cómo mi liberación me había dejado débil y flojo.

Él trazó un camino de besos por mi cuerpo hasta apoyarse del todo sobre mí.

Cuando llegó a mis labios, me besó larga y apasionadamente.

— Tienes que irte a la cama —dijo al fin y me dio un rápido beso.

Fue una petición extraña.

Yo sabía que no podían ser mucho más de las nueve.

¿Por qué querría que me fuera a la cama tan temprano?

Quizá hubiera planeado despertarme en plena noche.

Después de pasar cinco días sin practicar sexo de ninguna clase, no me sorprendería en absoluto.

O tal vez tuviera pensada una jornada larga e intensa para el día siguiente.

O podía ser que se tratara de ambas cosas.

En cualquier caso, yo no era quién para intentar adivinarlo y, fuera lo que fuese lo que hubiera planeado, quería estar preparado.

— Buenas noches, Amo —dije, bajándome de la mesa y caminando hacia la puerta para irme a mi dormitorio.

— Buenas noches, precioso.

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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