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Abrí los ojos de inmediato y estaba aquí, en mi cama, en mi habitación y con mi pijama puesta. De forma instantánea toqué mi rostro y estiré mi cabello frustrada.

Una vez más había tenido ese sueño.

Suspiré y miré a mi alrededor y todo seguía como antes; mi abrigo con la carta, mi ropa guardada en las maletas, mi vestuario de hoy...

Me levanté de la cama y me dispuse a arreglarme con ese elegante traje blanco y corbata, para después peinar un poco de mi cabello corto, arreglándome para subirme al barco y seguir trabajando. Como lo había estado haciendo durante estos años. Después de unos momentos, estaba lista, aunque aún no venían por mí. Probablemente me había levantado un poco más temprano que lo de costumbre.

Solté un suspiro acercándome con pasos lentos a mi bolso, sacando de allí, una carpeta con las pinturas qué hacía cuándo estaba aburrida.

Hace ya varios años atrás, cuando estaba en el país de las maravillas, Tarrant temía qué yo volviera a mi mundo, porqué lo podría volver a olvidar, por ello, empecé a aprender a pintar hasta lograr reflejar todo lo qué amo de Infratierra en mis pinturas. Cosa que agradecía mucho, ya que era muy buena forma de animarme cada que hacia las pinturas o las contemplaba, y más para estos momentos en los cuales había estado en el palacio de los sueños con Tarrant y mis amigos.

Ahora más que nada me servirían para no sentirme tan sola.

Saqué esas pinturas al instante y las observé cada una de ellas. Observé desde una pequeña pintura de mi amigo gatuno, otra pintura sobre la criatura más espeluznante qué una vez destruí, una más de los castillos qué conocí, hasta la pintura en donde estábamos Tarrant y yo en un balcón, un día antes del frabulloso día.

Definitivamente estaba orgullosa de mi trabajo y como había representado cada una de esas imágenes, pero a la vez, me molestaba. Me molestaba tener solo a mis amigos en pintura y contemplarlos sólo de esa forma cuando antes los tenía frente a mí para poder hablar y disfrutar de su compañía.

Realmente, los extrañaba.

"—¿Sigues creyendo que soy una persona de tus sueños? preguntó el Sombrerero volteando a verme y yo sonreí al instante. Reviviendo aquel viejo momento en el balcón.

Reviviendo, porque era consciente que estaba soñando.

Nuevamente estaba soñando despierta en revivir estos momentos.

Por supuesto, yo solamente sería capaz de crear a un demente comenté con burla y un poco de melancolía.

Pero deberías estar demente para crearme mencionó el hombre elevando sus cejas y sonriendo. Para después, convertirse en neblina."

Sonreí con tristeza contemplando las pinturas que había hecho de Tarrant, porqué cada que despertaba de un sueño, pintaba lo que había soñado, tratando de dejar grabado por siempre aquellos reencuentros.

Te extrañó cuando me despierto —susurré viendo confundida la imagen.

¿Por qué no podía quedarme con ellos? ¿Por qué no podía volver?

Finalmente, mis metas aquí habían acabado, mi madre estaba bien económicamente, había inspirado a la gente a seguir sus sueños sin importar sí eran mujeres o no. Había luchado por mis sueños aquí, ahora, me gustaría disfrutar de mi vida en las maravillas, pero no sabía cómo volver.

Necesitaba volver.

Solté un suspiro y fijé mi vista a la ventana, dándome cuenta que había un carruaje frente al lugar en donde me estaba quedando.

Ya habían llegado por mí.

Suspiré y guardé mis dibujos en mi bolsa colocándola en mi hombro y dirigiéndome a la entrada de la casa dejando entrar a James y a dos caballeros más qué se dirigieron a mi habitación para ir por mis maletas. Hoy tenía que ir a dejar a James a un barco de regreso a Londres para qué le entregué el dinero a mi madre, y después yo me iría en el Maravilla a seguir viajando en busca de más negocios.

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—Te encargó a mi madre —murmuré abrazando a James—. Es lo único qué tengo esperándome.

—Sabes qué ella también es muy importante para mí —comentó el hombre separándose de mí—, al igual que tú. También te esperaré.

Sonreí incómoda y me aparté de él: era momento de qué se fuera.

Caminé al otro lado del puerto dirigiéndome a mi preciada nave, hasta qué choqué con alguien que hizo que se cayera mi bolso, y con ello, se abriera y saliera mi carpeta de está.

Mis dibujos estaban expuestos.

—Oh, en serio lo siento —murmuró un hombre ayudándome a recoger mis pinturas mientras que ambos estábamos agachados en el suelo—. Si sirve de algo, son bellísimas y extravagantes. —volvió a decir el hombre levantándose y entregándome los dibujos con una leve sonrisa.

El hombre era un tanto apuesto con su cabello mediantemente largo de color negro que le llegaba a sus hombros con su vestuario elegante, siendo este un traje negro. Debía admitir que el hombre tenía ciertos rasgos familiares a alguien que conocía, pero no le puse mucha atención. Más que nada, por la vergüenza que tenía que aquel hombre había visto mis pinturas.

—Gracias —susurré apenada observando y acomodando mis pinturas en la carpeta.

Estaban casi todas, o eso parecía. Me hacía falta una en especial, aquella que había estado mirando en la mañana. La del Sombrerero y yo en el balcón.

—¡Me falta una! —exclamé asustada comenzando a caminar mirando el suelo y a todas partes en busca de mi pintura.

No la podía perder, no podía hacerlo. De verdad, no podía.

—¡Capitana! ¡Es hora de zarpar! —escuché que me llamaban uno de mis hombres y suspiré frustrada.

Sabía que era capaz de hacer otra, pero en especial, esa era muy importante para mí y más porque fue de los primeros sueños en los cuales había tenido con el Sombrerero. Y ahora no sabía dónde estaba. De mis ojos, las lágrimas comenzaban a amenazar en salir, pero tenía que ser fuerte y más ahora que me iba a presentar en mi barco.

No podía presentarme así ante mis hombres.

Limpié mis lágrimas al instante y me encaminé a mi navío con paso presuroso. Caminé hasta estar frente al puente que había entre mi barco y el puerto, comenzando a subir de este, encontrándome a un desconocido arriba de él.

Era un hombre con el cabello castaño hasta los hombros y una barba a medio crecer bien afeitada, y con un traje negro elegante. Aquel caballero fijo su vista y me sonrió, posicionándose frente a mí.

—Capitana, mucho gusto, somos parte de la nueva empresa más famosa de América —mencionó levantando su mano frente a mí para que la estrechara—. Sólo pasábamos por aquí, conociendo este lugar y buscando gente nueva con la cual negociar. Y logramos escuchar qué usted se encontraba aquí —comenzó a hablar el hombre con una gran sonrisa, manteniéndose confiado, pero cualquier persona que se apareciera sin previo aviso, no obtenía mi confianza, y más si este hablaba de él en forma "plural"—. Antes de qué vaya en busca de más empresas, piense en nosotros, somos una gran oportunidad para su empresa ¿o no, Smith? —dijo con una sonrisa mirando atrás suyo buscando a alguien—. ¿Smith? —volvió a llamar dándose cuenta que no estaba por aquí el tal "Smith", cosa que lo frustró un poco—. Disculpa, gorrión es un poco distraído.

Su mirada arrogante me hacía recordar a ciertas personas desagradables que me topaba en esta vida de forma seguida. Definitivamente, no haría negocios con él.

El hombre hizo una mueca de fastidio y se dirigió a mí de nuevo tratando de mostrarse natural y confiado, pero aquella confianza que transmitía había desaparecido.

—Gorrión es mi hermano menor, en realidad, su nombre es Johnny y el mío es Edmund Smith —aclaró el hombre tratando de ser amigable con su tono nervioso—. Es un pequeño negocio familiar.

—Me lo imaginé —aclaré rodando los ojos y mi tripulación se rio de mi comentario—. En realidad, tengo un horario muy ajustado y se nos está haciendo un poco tarde para negociar. Si no le importa, me gustaría qué se retirará de mi nave.

Traté de sonar lo más amable que podía mientras comenzaba a alejarme de él para comenzar a dirigir mi barco, pero el hombre parecía tan decidido de obtener un negocio conmigo que nuevamente camino hacia a mí y me tomo la mano, logrando que volteara a verlo sin entender por qué lo había hecho, aunque con la mirada suplicante que tenía el hombre, lo había entendido todo.

—Sólo confíe, por favor —suplicó el hombre de forma angustiada.

Aunque de verdad, comenzaba a sentir pena por él, me negué y caminé en dirección de mi camarote esperando qué se largara ese hombre, pero al instante detuve mis pasos y volví a voltear asegurando que el hombre ya no estuviera, pero aquel Smith seguía parado en el mismo lugar mirándome con desesperación. Confundida, levanté una ceja y me crucé de hombros caminando hacia él y este me miró con una sonrisa forzada, bajando del barco entendiendo mi molestia.

Y aunque el hombre había accedido mi petición, no podía evitar seguirlo con la mirada, como a su vez, observaba como mi tripulación quitaba la rampa para irnos finalmente. El tal Smith que anteriormente había estado en mi navío, se acercó a otro hombre mirándose enfadado, mientras que el desconocido parecía estar más atento a observar una hoja de papel con algo en ella.

Esa hoja la conocía.

El tal Smith se miraba demasiado furioso que le arrebato la hoja al hombre y la observó, burlándose de ella mientras discutían ambos. Mi navío comenzaba alejarse y aquellos hombres seguían discutiendo, hasta que el castaño arrugo la hoja dispuesto a tirarla al mar, pero yo no lo permitiría. Esa hoja era mía y no dejaría que terminara así.

—¡Detente! —grité atrayendo la atención de muchos que estaban en el puerto, como los de mi barco y aquellos hermanos Smith que miraban con confusión a mi dirección—. ¡Vuelvan al puerto! —volví a gritar y me obedeció mi tripulación con rapidez.

Al llegar de nuevo cerca del puerto, pusieron la rampa y la baje con la atenta mirada de ambos hermanos, más que nada, porque estaba comenzando a caminar hacia ellos.

—¿Ustedes son los hermanos Smith? —pregunté mirándolos de forma autoritaria al estar frente a estos, aunque en realidad, estaba muerta de nervios.

—Un placer, señorita, soy Johnny Smith —dijo el hombre desconocido, sosteniendo mi mano y besando de ella, para después mirarme a los ojos.

Quité mi mano de las suyas y la puse detrás de mí, mirándolo con curiosidad. Aquel hombre había sido el mismo que había visto hace unos instantes en el puerto. Johnny... era aquel hombre que se me hacía extrañamente familiar, pero no sabía de dónde lo era.

Negue con la cabeza despejando mi mente, dirigiendo mi vista al castaño. Ya que él era el que tenía lo que me importaba.

—Agradecería qué me entregaras mi pintura —dije de forma seria y este asintió otorgándomela—. Eres muy amable.

—Y usted muy creativa, capitana —aseguró el tal Johnny tomando la palabra por su hermano, dándome una sonrisa mientras levantaba levemente sus cejas.

Lo miré confundida. Ya que con esa sonrisa ya aproximadamente le había encontrado lo familiar a el hombre, porque nunca había visto sonreír a alguien así, sólo había visto a alguien de otro mundo... a Tarrant.

Probablemente el hermano no era de mi agrado, pero me daba curiosidad sí solamente físicamente aquel Johnny era idéntico al Sombrereo. Tal vez sí aceptaba el negocio, probablemente conocería a un nuevo Tarrant de mi mundo. Era arriesgado, pero podía establecer un negocio para conocer más a Johnny, aunque antes, tendría que hacerle una prueba o algo por el estilo para saber sí Smith era como Tarrant.

—¿Todavía quieren negociar conmigo? —solté en una pregunta mirándolos con una sonrisa.

—¡Por supuesto! —exclamó el castaño y fijé mi vista a él.

—Así qué, señores Smith, sí quieren negociar conmigo deben de contestar una pregunta de forma sincera —mencioné atrayendo sus miradas confusas, pero era necesario. Así sabría sí Johnny tenía muchosidad: —¿ustedes qué piensan de la palabra imposible? —pregunté sin más provocando la risa del castaño y la sonrisa del pelinegro.

—Esto debe ser una broma.

Bien. Esa respuesta me la esperaba de él, ahora me esperaba lo que dijera Johnny. Necesitaba saber su opinión.

—La palabra imposible es demasiado limitada, prefiero creer qué no existe para lograr lo inimaginable —aseguró Johnny con una sonrisa qué regresé gustosa.

Había hecho muchos viajes, había recorrido varias tierras en este planeta y nunca antes había encontrado a alguien igual a mí, a alguien qué me recordara a Infratierra y a mi querido Sombrerero.

Suspiré y les permite entrar a ambos a mi navío para hablar del negocio qué tanto querían hacer.

Esperaba no equivocarme con Johnny.

Fin.

En el palacio de los sueños, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

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