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"We were always meant to say goodbye"

"I want you to know

That it doesn't matter

Where we take this road

But someone's gotta go

And I want you to know

You couldn't have loved me better

But I want you to move on

So I'm already gone"

"I love you enough to let you go"

Already gone de Sleeping at last.

Finalmente, había llegado a mi lugar de destino y como pude, me bajé del Bandersnatch al contemplar la mesa en dónde se reunían todos a tomar el té, aunque esta permanecía vacía y abandonada provocando que el ambiente se sintiera extraño y triste.

Solté un suspiro con tristeza y comencé a acercarme a aquel lugar qué conocí cuando era niña... a aquel lugar dónde conocí a Tarrant. Y, mientras más me acercaba, más recuerdos invadían mi mente que me provocaban una sonrisa en el rostro. Pero tenía que despejar mi mente, tenía que enfocarme en el ahora y en lo que haría ahora que me quedaría. Por eso, tenía que mantener una mente positiva.

—Todo está como la última vez qué vine, ¡es magnífico! —expresé alegre con una sonrisa volteando a dónde se suponía estaba mi enorme amigo, pero ya no estaba allí—. ¿Bandersnatch? —llamé a la nada, pero este no aparecía.

¿Dónde se había metido? Mi corazón se comenzó a acelerar mientras miraba a todos lados tratando de ver a alguien, pero el lugar estaba solo. El lugar parecía un desierto, sin embargo, en vez de tener un calor insoportable tenía un ambiente de tristeza y de soledad. Era extraño, pero no un extraño hermoso, era uno tan... extraño.

No parecía el país de las maravillas, para nada lo era. Era como si fuera en otro mundo peor que la realidad. Un mundo lúgubre. Un escalofrío invadió mi cuerpo mientras miraba mis alrededores, hasta que el sonido del crujido de las ramas se hizo presente haciendo qué me pusiera alerta de cualquier cosa. El ambiente era curioso como ya lo había dicho, y no por nada siempre me hablaban cuando había problemas, era claro que era su campeona y su heroína, probablemente Infratierra estaba en problemas y tenía que estar precavida para cualquier cosa. Por eso me mantenía impaciente mientras esperaba que la persona o criatura se acercara, pero mientras esto sucedía, el lugar y el ambiente se ponía cada vez más tétrico, ya no era como todo Infratierra, qué todo era de colores llamativos y extravagantes; todo estaba oscuro y de colores opacos.

Esto era imposible.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez hasta que la voz de alguien apareció, calmando todo mi ser.

Sólo es imposible sí lo crees —murmuró aquella voz detrás de mí como si leyera mis pensamientos, volteé de inmediato encontrándome a una silueta familiar qué se acercaba a mí—. Llegas de nuevo terriblemente tarde, traviesa.

Pero aquello no lo decía como siempre, con voz risueña y alegría. Estaba triste, muy triste. Definitivamente, aquel hombre que estaba frente a mí no era mi Sombrerero, para nada lo era. Aunque, aun así, mi corazón y mi ser estaba emocionado de volver a verlo. Después de tanto tiempo, por fin lo miraría frente a frente, ya no solo en mis sueños.

—¡Tarrant! —exclamé con lágrimas en los ojos mientras corría hacia él, para finalmente sentirlo conmigo. Por fin, después de tanto tiempo, lo estaba abrazando de verdad.

El hombre, después de unos segundos, correspondió mi abrazo mientras acariciaba mi cabello con ternura. Tenía que admitir que estar aquí con él era una sensación increíble y magnífica, tan hermosa y perfecta qué me encantaría mantener el tiempo detenido en ese instante para estar siempre con mi viejo amigo. Porque, aunque no lo pareciera, su compañía era lo qué más necesitaba desde hace años.

—Oh, mi pequeña Alicia, es una sorpresa tenerte aquí, de nuevo —susurró el Sombrerero acariciando mi cabello—. Hacías tanta falta aquí.

Suspiré y me aparté de él para verlo fijamente. Era cierto que todavía no me creía qué estaba allí con él, hacía tiempo no imaginaba que volvería a tenerlo en mis brazos. Porque desde que me había ido, mi vida empezó a llenarse de sueños de mis amigos, de estos lugares y de este mundo, pero nunca creí que todos esos sueños un día se harían realidad. Nunca lo había imaginado, pero había sucedido.

Al instante, Tarrant se apartó de mí y limpió las lágrimas qué caían de mi rostro y me sonrió sosteniendo mi rostro con dulzura para verlo fijamente. Él tenía los ojos tristes, se notaba, pero suponía qué era por mi inoportuna aparición. Él seguía permaneciendo igual que la última vez qué nos vimos, parecía qué los años no habían pasado con él —a comparación de mí—. Sonreí, bajando la cabeza sin saber qué hacer o qué decir. Tanto había anhelado verlo otra vez qué había olvidado a lo que había venido principalmente.

Tarrant volvió a levantarme el rostro con su mano y lo miré nuevamente. Él estaba feliz.

—No quiero perderte nunca más —susurré triste llenándome los ojos de lágrimas de nuevo. El Sombrerero me volvió a sonreír acariciando mi cabello.

—¿Cómo es posible qué seas tan pequeña y tan grande a la vez? —preguntó el hombre tiernamente.

Reí levemente dejando de verlo y recordando todas las cosas que decía y comentaba. Las ocasiones qué creyó en mí, se acordaba de mí, los tiempos qué pasamos juntos, el cariño, la comprensión, el apoyo y cada una de esas cosas que valían la pena recordar. Tarrant había hecho muchas cosas conmigo y por mí, y todo eso, lo tomaba en cuenta, lo disfrutaba, lo recordaba y lo amaba. Era lo justo.

De repente, el lugar tomo colores brillantes y llamativos como todo el país de las maravillas y me aparte un poco de mi acompañante. Porque en cualquier momento podría aparecer su familia o nuestros amigos y vernos tan cerca podría ocasionar malos entendidos.

—Estoy muy feliz de verte aquí de nuevo, Alicia —aclaró el hombre acercándose a la mesa para servirse una taza de té—. Y como siempre, has llegado terriblemente tarde, pequeña. —terminó de decirme con una mirada juguetona ofreciéndome una taza.

—Llegué tarde, pero ya pude resolver el enigma qué teníamos —confesé probando aquel magnífico té. Definitivamente, el mejor qué había probado en la vida.

El Sombrerero me otorgó una mirada extraña

¿Sabes, de casualidad, en qué se parece un cuervo a un escritorio? —preguntó con sus ojos grandes—. ¿Hablas de ella? —cuestionó y yo asentí feliz disfrutando de la extraña charla.

—En mi mundo, un viejo amigo me dijo que el cuervo te quitaba los ojos y el escritorio también, por los años esforzándose ahí —dije atrayendo la mirada confusa de mi amigo.

—Esa es una respuesta malísima —murmuró el pelirrojo, juntando sus cejas con duda—. Tú amigo no tiene muchosidad. Y tú, al parecer, la estás perdiendo de nuevo.

Mi sonrisa comenzó a desaparecer y Tarrant volvió a ser el de antes. Volvió a verse decaído y todas las cosas a su alrededor tornaron un color sombrío. Tragué saliva nerviosa, ¿qué pasaba con el país de las maravillas? Al parecer, todos habían perdido la cabeza de forma terrible.

—¡Tú no eres Alicia, deberías retirarte! —gritó el Sombrerero con los ojos rojos y abajo de ellos una sombra negra se asomaba.

Mi corazón se rompió al oírlo decir eso de nuevo. No lo entendía. Las lágrimas se hicieron presentes en mi rostro al ver como el hombre comenzaba a destruir todo lo que lo rodeaba, pero no tenía que dejarlo, no debía. Corrí hacia él, le di la vuelta y sostuve su rostro con mis manos tratando de relajarlo. Su rostro se calmó y empezó a respirar rápidamente sin dejar de verme directamente a los ojos.

—Lo siento, Alicia...

Pero no lo dejé terminar, tenía que decirle qué mi muchosidad no se iría, se quedaría, porqué yo permanecería en Infratierra. Lo haría por fin.

—Me voy a quedar aquí —murmuré con una sonrisa—. Estaré aquí para ti, para mantener esa muchosidad.

El Sombrero me sonrió, pero no fue como antes, me sonrió triste para comenzar a ver a un punto fijo para después volver a traer su vista a mí. Manteniendo un semblante raro.

—Mi querida niña, ya no podemos estar juntos, pero recuerda que siempre podremos vernos en tus sueños —dijo el hombre acariciando mi rostro como si fuera estuviera hechizado.

Un escalofrió me invadió y me aparte de él, mientras negaba con la cabeza sin entender a que se refería. Estaba confundida, ¿mis sueños?

—¿De qué hablas? —pregunté extrañada—. Ya estoy harta de soñar qué estoy aquí, quiero quedarme, ¡decido quedarme! —grité con lágrimas en los ojos mientras la frustración invadía todo mi ser.

Tarrant me miró con seriedad y me dedico una mirada triste para después acercarse a mí y de nuevo acariciar mi rostro, limpiando mis lágrimas.

Este no era Tarrant, no era mi Tarrant, no era mi Sombrerero loco y demente. No lo era.

En el jardín de la memoria y en el palacio de los sueños; ahí es dónde tú y yo nos encontraremos —mencionó el Sombrerero tratando de calmarme y tocando mi rostro con delicadeza.

Mi corazón latía sin parar tratando de procesar sus palabras, tratando de encontrarle un sentido, pero no lo lograba. Si esto era un chiste no era para nada agradable. No lo era. Nuevamente lo miré negando con la cabeza, pero él mantenía su posición tan extraña y sin mostrar ninguna expresión de estar bien y ser él.

—¿Qué cosas dices, Tarrant? —pregunté con la voz quebrada viendo como él estaba tan tranquilo—. Un sueño no es la realidad —articule tratando de hacerlo entrar en razón. Pero, al parecer, no lo lograría.

¿Y quién dice cuál es cuál? —preguntó el hombre para después besarme en la mejilla con ternura.

Cerré los ojos al sentir sus labios en mi piel esperando que esto fuera real y no un sueño como él quería hacérmelo creer, porque era imposible que esto fuera un sueño, pero, por desgracia, era lo más probable.

—¿Esto es real? —pregunté viéndolo—. ¿Estás fingiendo?

—Son realmente extraños los sueños, ¿verdad? Lo bueno es qué estás aquí por el momento —susurró acercando su rostro al mío para ahora besar mi cabeza.

Esto era tan extraño.

Lo miré de nuevo y seguía con la misma mirada, no era él. Y ahí es cuándo entendí todo, las expresiones de todos al saber la noticia de mi estadía, esto era un sueño tan real. Sólo era un sueño como los qué había tenido los últimos años, la diferencia es qué este realmente me lo creí.

Suspiré y abracé con fuerza al Sombrerero, ¿por qué esto fue tan real?

¿Cuándo volveré al país de las maravillas?

Era posible que ya nunca lo haría, y por eso lloré de nuevo. Extrañaba el país de las maravillas, merecía volver, finalmente mis propósitos estaban hechos en la tierra, y ahora estaba segura qué pertenecía a un sólo lugar, y ese lugar era Infratierra. Había vivido tanto aquí y había descubierto quién era en este lugar, ¿por qué no me dejaban volver?

El abrazó de Tarrant era relajante, pero mi angustia volvía porqué sabía qué en cualquier momento despertaría.

—No quiero volver a mi mundo, es tan terrible —susurré abrazándolo con fuerza—. Te extrañó, allá no he conocido a alguien más increíble que tú.

Tarrant se separó de mí y me tomó de la barbilla nuevamente con una sonrisa tierna.

—Mi pequeña Alicia, siempre me tendrás presente de una u otra forma —confesó el hombre con dulzura—. No deberías preocuparte, también hay gente demente en tu mundo.

Me miraba con una ternura indescifrable, tan linda y tan real. Era un momento mágico. Tarrant de repente se comenzó a acercar más a mí, pero al mismo tiempo se desvanecía al igual que lo que lo rodeaba.

Tu tiempo se está acabando, Alicia... tú lo decidiste... —susurró otra voz a la distancia, una voz que jamás olvidaría; el Señor Tiempo.

Tarrant seguía acercándose más a mí, al punto que sus labios estaban a milímetros de los míos.

Fairfarren, Alice...

En el palacio de los sueños, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧


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