-Gracias por lo de hoy. La pasé bien. -agradeció Jungwon cuando el auto paró frente a su pequeña casa.

-Eres bienvenido cuando quieras. -susurró dándole un pequeño beso en la mejilla a modo de despedida. -¿Tu padre está en casa ya?

-No. Hoy tenía horas extra. -dijo abriendo la puerta del auto para bajar.

-¿Y estarás bien solo?

-¿Crees que tengo ocho años? Claro que estaré bien. -rió un poco.

Jake se quedó en silencio un momento. Y luego, miró a su chofer.

-Estaciona por aquí. Me quedaré con él. -ordenó, y bajó del auto también.

-¿Qué? No, Shim, no es necesario, de verdad, estoy acostumbrado.

-Ya debes tener hambre. Cocinaré algo para ti. -le ignoró y abrió el portón. -Vamos, abre la puerta.

Jungwon soltó un suspiro. Era realmente terco. Se acercó a la puerta y sacó las llaves para abrir. Ambos entraron.

-Disculpa el desorden. Solo somos dos, y estamos fuera la mayor parte del día. -se excusó, avanzando hasta la cocina con jake detrás.

El pelirojo pudo ver de reojo la fotografía de una mujer sobre uno de los muebles, con rasgos tan bonitos como los del castaño. Había junto al marco una flor, y una pequeña velita.

Sin decir nada lo abrazó por detrás y dejó un par de besos en su cuello.

-O... ¡Oye! ¿Ahora qué te picó? -se sonrojó, sintiendo los labios húmedos del mayor sobre su cuello.

-Nada. Solo quería hacer esto. -murmuró sobre su piel.

-P-pues detente, estamos en mi casa. S-si mi padre llega... -sus labios fueron callados por los del mayor.

-Tranquilo. Me detendré. Debo cocinarte algo. -sonrió, y se separó para adentrarse en la cocina.

-D-de acuerdo. Si tanto quieres cocinar, usa lo que necesites. Todo está en ese mueble y el refrigerador. -indicó. -Yo... llegué tarde a mi hora de estudio así que, si no te importa... -murmuró sentándose a la mesa luego de quitarse la mochila.

-Claro que no. Estás en tu casa. -sonrió de lado, doblando las mangas de su camisa para comenzar.

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