♡•°『 Ꮯᾰ℘!ɬʊʆꪮ 3 』°•♡
[Narrator/a POV]
Victim se dejó caer en su silla, dejándose llevar por el movimiento mientras giraba lentamente. Sus manos descansaban en los reposabrazos, y su mirada se perdía en el techo de su oficina. Todo iba bien, el trabajo estaba al día y el dinero fluía sin problemas, pero ni siquiera eso lograba aliviar el vacío que sentía.
El eco de risas lejanas y las conversaciones de sus compañeros se desvanecieron cuando Victim sacó sus auriculares y los colocó cuidadosamente en sus oídos. Escogió una lista de reproducción tranquila, de esas que lo ayudaban a desconectar, y cerró los ojos mientras la música empezaba a envolverlo.
A medida que las notas suaves lo arrullaban, su cuerpo comenzó a relajarse. Su respiración se volvió lenta, y pronto su mente se deslizó fuera de la oficina, alejándose de la monotonía y la tristeza. Se encontró en otro lugar, en otro tiempo.
Un recuerdo.
Era un día soleado, con el cielo despejado y el agua del lago brillando bajo la luz del sol. Mitsi estaba a su lado, sujetando una caña de pescar con entusiasmo, con esa sonrisa contagiosa que siempre parecía iluminar el mundo. Victim, más torpe con la caña en sus manos, trataba de seguirle el ritmo, pero no podía evitar reírse al verla tan emocionada.
—¡Lo tengo! —exclamó Mitsi, mientras su línea se tensaba y comenzaba a tirar con todas sus fuerzas.
Victim observó con asombro cómo Mitsi luchaba contra el pez que había mordido el anzuelo. Su energía y determinación eran inspiradoras, y no pasó mucho tiempo antes de que lograra sacar un pez grande, que brillaba bajo el sol como si fuera de plata.
—¡Mira esto, Victim! —gritó orgullosa, levantando el pez como un trofeo.
Victim sonrió ampliamente, tratando de no dejarse intimidar. —Espera a que veas el mío —dijo, aunque en el fondo sabía que no tenía muchas esperanzas.
Después de unos minutos, su línea también se tensó, pero al sacar su captura, se dio cuenta de que había pescado un pez pequeño, apenas del tamaño de su mano. Mitsi rompió en carcajadas al verlo sostener al diminuto pez, y Victim no pudo evitar unirse a sus risas.
—Bueno, supongo que alguien tiene que empezar por lo pequeño, ¿no? —bromeó Mitsi, guiñándole un ojo mientras envolvía el pez grande en una toalla.
Victim se encogió de hombros, riendo también. No importaba el tamaño de su captura, lo único que importaba era ese momento con ella, su alegría y la calidez de su compañía.
Pero, como todo recuerdo feliz, el sueño comenzó a desvanecerse. La luz del sol se apagó, las risas de Mitsi se desvanecieron como un eco lejano, y Victim se encontró de vuelta en su oficina.
Abrió los ojos lentamente, sintiendo cómo el peso de la realidad volvía a instalarse en su pecho. Se quitó los auriculares, dejando que el silencio de la habitación lo envolviera. Por un momento, simplemente se quedó sentado allí, mirando hacia el vacío, mientras el dolor de la pérdida se colaba entre los restos de su breve sonrisa.
"Ni siquiera los sueños me dejan escapar," pensó, pasando una mano por su rostro. Pero no importaba cuántas veces intentara alejarse, Mitsi siempre encontraba la manera de regresar a su mente, recordándole lo que había perdido y lo que jamás volvería.
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El recuerdo continuó en su mente, llevándolo un poco más atrás, antes de ese día en el lago. Victim estaba en su pequeña casa, sentado en su escritorio, revisando algunos papeles sin mucho entusiasmo. La luz de la tarde entraba suavemente por la ventana cuando escuchó unos golpes en la puerta.
—¡Victim! —llamó una voz conocida, llena de energía y determinación.
Él suspiró, ya reconociendo quién era. Abrió la puerta y, como esperaba, allí estaba Mitsi, con su típica sonrisa radiante y una energía contagiosa que parecía iluminar incluso los días más oscuros.
—¿Qué pasa, Mitsi? —preguntó con una mezcla de curiosidad y resignación.
—¡Vamos a ir a pescar! —anunció ella alegremente, como si fuera la idea más emocionante del mundo. Llevaba una pequeña mochila en la espalda, claramente preparada para la aventura.
Victim la miró con escepticismo, cruzándose de brazos. —¿Pescar? Mitsi, yo no sé nada de eso. Nunca he pescado en mi vida.
—¡Por eso es perfecto! —respondió ella sin dudarlo, dando un paso adelante y tomándolo del brazo con entusiasmo. —Te enseñaré. No es tan complicado, solo tienes que tirar la caña y esperar. Además, será divertido, y necesitas salir un poco de esta cueva en la que vives.
Victim soltó un pequeño suspiro, tratando de encontrar una excusa. —No sé, Mitsi. No quiero hacer el ridículo frente a los demás...
—¿Qué ridículo? —interrumpió ella, tirando suavemente de su brazo para sacarlo de su lugar. —Nadie te va a juzgar. Además, ¿qué importa? Vamos, te prometo que te divertirás.
Él intentó resistirse, pero Mitsi era implacable. Con una fuerza sorprendente para alguien de su tamaño, lo jaló con determinación, sonriendo todo el tiempo.
—Está bien, está bien —dijo Victim al fin, rindiéndose con una leve sonrisa. —Pero si termino pescando algo raro, será culpa tuya.
Mitsi rió, triunfante. —Confía en mí, será el mejor día de tu vida.
Y así fue como lo llevó al lago. Al llegar, ya había varias personas del pueblo reunidas, preparándose con sus cañas y cajas de aparejos. Victim, al principio, se sintió fuera de lugar, rodeado de risas y voces animadas, pero Mitsi no lo dejó quedarse al margen.
—Ven, toma esto —dijo, entregándole una caña de pescar mientras le explicaba rápidamente cómo usarla. Sus manos trabajaban con rapidez, preparándolo todo como si lo hubiera hecho mil veces antes.
Victim la observó, admirando su energía y la facilidad con la que conectaba con los demás. A pesar de sus dudas iniciales, no pudo evitar sentirse agradecido de que Mitsi lo hubiera sacado de su rutina.
Y entonces comenzó el día de pesca, un día que ahora parecía tan lejano, pero que en su mente seguía tan vivo como si hubiera ocurrido ayer.
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El recuerdo avanzó, alejándose de la risa y la emoción de la pesca, llevándolo a un momento más tranquilo y especial. Victim y Mitsi estaban sentados en el pequeño bote en medio del lago, con el agua calmada reflejando los colores cálidos del atardecer. Los demás pescadores habían regresado a la orilla hacía rato, pero ellos decidieron quedarse un poco más.
El sol comenzaba a hundirse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas, rosas y violetas. Una suave brisa rozaba sus rostros mientras el silencio llenaba el espacio entre ellos, interrumpido solo por el leve chapoteo del agua contra el bote.
Victim estaba sentado al borde del bote, sosteniendo la caña de pescar, aunque ya no esperaba atrapar nada. Miraba hacia el sol que desaparecía lentamente, perdido en sus pensamientos, hasta que Mitsi rompió el silencio con una voz suave.
—Es hermoso, ¿no? —dijo, abrazando sus rodillas mientras miraba el cielo.
Victim asintió, pero no apartó la vista del agua. —Sí, lo es... aunque creo que tú disfrutas más estas cosas que yo.
Mitsi soltó una pequeña risa, cálida y reconfortante. —Tal vez. Pero creo que tú también lo disfrutas, solo que no lo admites.
Él la miró de reojo y, por primera vez en mucho tiempo, una pequeña sonrisa genuina apareció en su rostro. Mitsi tenía esa habilidad de leerlo como un libro abierto, incluso cuando él intentaba esconderse tras su máscara de indiferencia.
—Supongo que tienes razón —admitió finalmente.
Mitsi giró la cabeza hacia él, sus ojos brillando con la luz del atardecer. —Sabes, Victim, a veces me preocupo por ti. Siempre estás tan encerrado en tu propio mundo. Pero cuando te veo así, relajado, mirando el atardecer... siento que estás aprendiendo a disfrutar un poco más.
Victim se encogió de hombros, volviendo a mirar el horizonte. —Es fácil relajarse cuando estás aquí.
Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas, y un ligero rubor apareció en su rostro. Mitsi lo miró con sorpresa al principio, pero luego una suave sonrisa curvó sus labios.
—¿Es eso un cumplido? —preguntó, con un tono juguetón, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de alegría y timidez.
—Tal vez... —murmuró Victim, apartando la mirada, demasiado avergonzado para enfrentarla.
El silencio volvió a envolverlos, pero esta vez era diferente. Había algo más en el aire, algo que ninguno de los dos podía ignorar. Mitsi dejó escapar un suspiro contento y apoyó la cabeza en el hombro de Victim, sorprendiendo al chico.
—Gracias por venir hoy conmigo —dijo en voz baja. —No sabes cuánto significa esto para mí.
Victim, al principio, no supo cómo reaccionar, pero después de un momento, se relajó. Sus labios formaron una ligera sonrisa, y aunque no dijo nada, inclinó un poco la cabeza hacia la de Mitsi, permitiendo que compartieran ese instante en silencio.
Mientras el sol desaparecía completamente y las estrellas comenzaban a asomarse en el cielo, Victim pensó que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía en paz. Un sentimiento que sólo Mitsi podía darle, y en ese momento, mientras el mundo a su alrededor parecía detenerse, comprendió que ella era más que una amiga para él.
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El recuerdo continuó, trayendo consigo un momento lleno de risas. Mitsi, con su energía habitual, decidió romper la calma del atardecer. Se giró hacia Victim con una mirada traviesa.
—Sabes, estaba pensando... —empezó, con un tono juguetón que hizo que Victim alzara una ceja—, deberías tener un apodo. Algo que encaje contigo.
Victim la miró con desconfianza, pero no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa. —¿Un apodo? No, gracias. Estoy bien con mi nombre.
Mitsi ignoró su protesta, apoyando un dedo en su barbilla como si estuviera reflexionando profundamente. —A ver... ¿qué tal Pececito? Porque, bueno... no eres exactamente un gran pescador.
Victim resopló, fingiendo molestia. —Muy graciosa.
—¿O quizás Palito de Pescar? —continuó Mitsi, ignorándolo y ahogando una risa.
—¡Eso no tiene sentido!
Mitsi se inclinó hacia él, ya riéndose más fuerte. —Está bien, está bien... ¿y Barquito Perdido? Porque estás aquí flotando, perdido en tus pensamientos.
Victim la miró con los ojos entrecerrados, cruzándose de brazos. —¿De verdad? ¿Esos son los mejores nombres que se te ocurren?
Mitsi estalló en carcajadas, incapaz de contenerse. —¡No puedo evitarlo! ¡Es demasiado fácil!
Victim, fingiendo indignación, se inclinó hacia ella con una sonrisa que traicionaba su verdadero estado de ánimo. —Ah, ¿te crees muy graciosa, eh? Bueno, a ver si te ríes de esto.
Sin previo aviso, empezó a hacerle cosquillas en los costados. Mitsi chilló de sorpresa, su risa volviéndose aún más intensa mientras intentaba alejarse de sus manos.
—¡Victim, para! —gritó entre risas, retorciéndose para escapar—. ¡Esto es trampa!
—Oh, ¿trampa? —replicó Victim, sonriendo mientras continuaba. —¿Y quién fue la que empezó a burlarse?
El bote comenzó a tambalearse ligeramente mientras los dos seguían jugando, pero ninguno de los dos lo notó... hasta que fue demasiado tarde. En un movimiento brusco, Victim perdió el equilibrio, y con un fuerte chapoteo, cayó al agua.
Por un instante, Mitsi se quedó paralizada, sorprendida por lo que acababa de pasar. Luego, su rostro se llenó de preocupación.
—¡Victim! ¿Estás bien? —se inclinó sobre el borde del bote, buscando su figura en el agua.
Pero antes de que pudiera hacer algo más, la cabeza de Victim emergió, con el cabello empapado y una expresión completamente seria. Mitsi lo miró con los ojos abiertos, temiendo que estuviera molesto... hasta que él habló.
—Creo que ahora entiendo por qué nunca quise venir a pescar.
Mitsi se quedó en silencio por un momento, tratando de procesar sus palabras, pero pronto no pudo contenerse y empezó a reír de nuevo, esta vez con más fuerza. Victim, empapado y fingiendo indignación, la miró con ojos entrecerrados.
—¿Sabes qué? —dijo mientras comenzaba a nadar hacia el bote. —Cuando suba, voy a asegurarte que seas tú la que termine en el agua.
Mitsi retrocedió, aún riendo, pero con una chispa de nerviosismo en sus ojos. —¡Espera, Victim, podemos hablar de esto!
Los dos continuaron entre risas y bromas, mientras el atardecer seguía pintando el cielo. Fue un momento lleno de alegría, de esos que Victim guardaría como un tesoro, incluso en los días más oscuros.
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El recuerdo siguió desarrollándose mientras Victim subía al bote, aún empapado y con el cabello goteando. Mitsi, con una sonrisa que mezcllaba diversión y remordimiento, rebuscó entre las cosas que tenían en el bote y sacó una manta.
—Toma, te servirá para no quedarte tieso de frío —dijo, envolviéndolo con cuidado mientras trataba de contener otra risa.
Victim, todavía tratando de mantener su dignidad después del incidente, aceptó la manta con un leve gruñido. —Gracias... aunque si no hubieras empezado con tus bromas, esto no habría pasado.
Mitsi se sentó a su lado, apoyando los brazos sobre las rodillas, con una mirada traviesa en el rostro. —Bueno, lo admito... tal vez me pasé un poquito.
Victim levantó una ceja, intentando mantenerse serio, pero la calidez de Mitsi lo desarmó, como siempre lo hacía.
—Para compensarlo, te daré un apodo en serio —continuó Mitsi, su tono más suave ahora—. Nada ridículo, lo prometo. Algo que sea... bonito.
Victim giró los ojos. —¿Bonito? No hace falta, Mitsi.
—Shh, déjame pensar —interrumpió ella, llevándose un dedo al mentón, como si estuviera profundamente concentrada.
El silencio entre ambos se llenó solo con el sonido del agua golpeando suavemente el bote y el canto lejano de los pájaros que anunciaban el atardecer. Mitsi lo miró de reojo, y algo en la expresión de Victim —ese aire tímido, esa melancolía oculta tras sus ojos— le hizo sonreír con ternura.
—¿Qué te parece... Vix? —propuso finalmente, su voz cargada de dulzura.
Victim la miró sorprendido, parpadeando como si no estuviera seguro de haber escuchado bien. —¿Vix?
—Sí —respondió Mitsi con firmeza, aunque con una pequeña sonrisa juguetona—. Porque es corto, único... y suena como tú. Además, me gusta cómo suena.
Victim sintió que algo se apretaba en su pecho. Era un nombre sencillo, pero lleno de significado, y viniendo de Mitsi, se sentía especial. Por primera vez en mucho tiempo, dejó escapar una pequeña sonrisa sincera.
—Me gusta —admitió en voz baja, mirando al horizonte, donde el sol comenzaba a desaparecer detrás de las montañas.
Mitsi se inclinó hacia él, feliz de haber encontrado el nombre perfecto. —Sabía que te gustaría.
En ese instante, mientras el cielo se teñía de tonos cálidos y las estrellas empezaban a asomarse, Victim supo que ese recuerdo sería uno de los más importantes de su vida. Una chispa de alegría en medio de la tormenta que vendría después.
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Victim abrió los ojos lentamente, saliendo del recuerdo. Un suspiro profundo escapó de sus labios mientras miraba la caja de donas que había sobre su escritorio. Sacó una y le dio un pequeño mordisco, dejando que el azúcar se deshiciera en su lengua.
No pudo evitar recordar cómo él y Mitsi solían detenerse en la misma tienda de donas cada mañana antes de ir a la oficina. Era casi un ritual para ellos. Mitsi siempre pedía la misma: rellena de mermelada con azúcar glas. Victim, por otro lado, prefería las de chocolate con chispas.
—¿Qué tiene de especial el chocolate? —preguntaba Mitsi, burlándose con una sonrisa.
—¿Qué tiene de especial la mermelada? —respondía Victim, sin perder el ritmo.
Ambos se reían mientras se sentaban en el banco cercano a la tienda, disfrutando de sus donas antes de comenzar el día. A veces Mitsi hacía apuestas absurdas sobre quién terminaría su dona más rápido, aunque siempre era ella quien ganaba.
Victim dio otro mordisco, intentando ignorar el nudo que se formaba en su garganta. La oficina estaba vacía, solo el suave sonido de la música que seguía saliendo de sus auriculares llenaba el espacio. Pero en su mente, podía escuchar la risa de Mitsi como si aún estuviera allí, como si nunca se hubiera ido.
—No es lo mismo sin ti... —murmuró en voz baja, dejando la dona a medio terminar y apoyándose contra el respaldo de su silla. Cerró los ojos de nuevo, intentando ahogar el dolor que surgía al pensar en esos días.
La vida había seguido, pero los recuerdos lo seguían atando al pasado. Y mientras miraba la caja de donas, no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo más podría cargar con ese peso antes de derrumbarse.
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Victim miró la caja de donas por unos segundos. Sus dedos tamborilearon suavemente sobre la mesa, dudando. Ahí estaba, en una esquina, la dona de mermelada. Una elección que nunca hacía, pero que ahora le recordaba a Mitsi más de lo que le gustaría admitir.
Suspiró y la tomó con cuidado. Era simple, cubierta con azúcar glas, pero tenía una especie de peso emocional que parecía clavarse en su pecho. Dio una mordida pequeña, esperando no sentir nada más que el sabor dulce de la mermelada.
Pero no fue así.
La explosión de sabores lo transportó, como un golpe directo al corazón. Casi pudo oír la voz de Mitsi bromeando: “No puedes decir que no te gusta hasta que la pruebes, Vix”. El apodo resonó en su mente como un eco que no se desvanecía.
Victim dejó escapar una risa suave, amarga, mientras se recostaba en su silla. —Estabas equivocada, Mitsi —murmuró en voz baja, con una mezcla de tristeza y ternura en el tono—. No está mal... pero tampoco es lo mismo.
Se comió el resto en silencio, como si al hacerlo estuviera conectándose de alguna forma con el recuerdo de Mitsi. Tal vez estaba tratando de honrarla, o tal vez solo era su forma de aceptar que, aunque el pasado dolía, los momentos compartidos con ella seguían siendo valiosos, incluso en cosas tan simples como una dona de mermelada.
Cuando terminó, limpió las migajas de sus dedos y suspiró profundamente. Miró la caja, como si esperara que Mitsi estuviera allí para decir algo, para bromear o reírse como antes. Pero no lo estaba, y la habitación seguía tan vacía como siempre.
Victim cerró los ojos un momento, dejando que el silencio se asentara. Quizás, solo quizás, probar esa dona era un paso hacia algo más grande: aceptar que aunque Mitsi no estaba físicamente a su lado, siempre lo estaría en esos pequeños recuerdos.
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La puerta de la oficina se abrió con un suave crujido. Smith, conocido también como G.U.I, entró con su característico porte serio, pero con una ligera sonrisa en el rostro. Llevaba una carpeta llena de documentos, algunos con informes recientes y otros con noticias de la empresa. Su presencia era discreta, pero siempre lo suficientemente notoria para interrumpir los pensamientos de Victim.
—Buenos días, Victim —saludó, colocando los papeles sobre la mesa con una leve inclinación de cabeza. Su voz era firme, como siempre, pero había algo cálido en su tono que hacía que la atmósfera de la oficina fuera un poco menos pesada.
Victim levantó la mirada de la pantalla de su computadora, casi sin interés. Aún estaba atrapado en sus propios pensamientos, con el eco de los recuerdos de Mitsi retumbando en su cabeza. No estaba del todo presente, pero al menos la distracción de Smith lo obligaba a volver a la realidad, aunque fuera por un momento.
—¿Novedades? —preguntó, tomando un sorbo de su café mientras observaba cómo Smith comenzaba a organizar los papeles sobre la mesa.
Smith asintió, su expresión seria pero tranquila. —Tenemos algunos avances con los proyectos, pero también hay noticias sobre la competencia. Además, hay un par de cambios importantes en la dirección de la empresa que podrían afectar las decisiones a largo plazo. —Dejó uno de los informes sobre la mesa y levantó un par de hojas más—. Este es el informe sobre el estado de los nuevos productos. Y aquí, las estadísticas de los últimos trimestres.
Victim miró los papeles, pero no prestaba mucha atención. La información se deslizaba sobre él sin dejar huella, como si estuviera leyendo en otro mundo. Sus pensamientos seguían regresando a Mitsi, a ese apodo, a lo que pudo haber sido.
—Gracias, Smith... —dijo en voz baja, casi sin energía. No era común que Victim se viera tan distante, pero en ese momento todo le parecía insignificante comparado con el vacío que sentía dentro.
Smith, al notar la actitud de Victim, frunció ligeramente el ceño, pero no dijo nada al respecto. Sabía que Victim estaba pasando por algo difícil, aunque entendía completamente el peso de su dolor. Con un suspiro, Smith dio un paso atrás, observando a su amigo.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó, sin esperar una respuesta inmediata. La pregunta flotó en el aire, sin presiones. Sabía que a veces, solo ofrecer un oído era suficiente.
Victim lo miró por un momento, algo desconcertado por la pregunta. No estaba acostumbrado a que alguien se preocupara tanto por su bienestar, y mucho menos de Smith, quien siempre había sido más bien alguien pragmático, sin demasiadas muestras de afecto.
—No, no ahora... —respondió, dejando escapar un suspiro. Sabía que tenía que abrirse en algún momento, pero no estaba listo aún. Aún no.
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Smith, después de un breve silencio, asintió y se retiró sin decir más. Había ofrecido su apoyo, pero entendía que Victim no estaba listo para hablar. Al final, era algo que solo él podría resolver.
La puerta se cerró suavemente tras su partida, dejando a Victim solo en su oficina. El ambiente se volvió aún más pesado, como si la soledad se instalara definitivamente en el espacio. Victim miró los papeles que Smith había dejado sobre su escritorio, con las palabras de su amigo resonando en su mente.
Sin ganas, tomó el primer informe y comenzó a leerlo. Pero las palabras eran solo un ruido lejano, nada que pudiera enfocar su atención. Las letras se mezclaban entre sí mientras su mente seguía atrapada en la maraña de pensamientos que lo atormentaban. Recordó su último encuentro con Mitsi, las risas, el sol, la forma en que ella lo había llamado "Vix"... Todo eso parecía estar tan lejano ahora, como un sueño del que no podía despertar.
Trató de concentrarse en las cifras, en los avances de los proyectos, pero nada parecía importarle. Volvió a mirar la foto de él y Mitsi que tenía en su escritorio, y el dolor le golpeó con fuerza. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo había perdido algo tan importante, algo tan... real? Los recuerdos de los momentos que compartieron parecían burlarse de él, como si le recordaran lo que nunca volvería a ser.
El reloj en la pared marcó el paso del tiempo, pero para Victim, las horas parecían desmoronarse en segundos. Con una exhalación pesada, dejó caer los papeles sobre la mesa y se recostó en su silla. Cerró los ojos, tratando de silenciar la tormenta que se desataba en su interior. Pero la verdad era innegable. Estaba atrapado, rodeado de recuerdos que lo consumían, y aún no sabía cómo escapar.
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Victim dejó escapar un suspiro mientras se recostaba nuevamente en su silla. Sacó la servilleta que Purple le había dado esa mañana. El número estaba escrito con trazos apresurados pero legibles, junto a un pequeño garabato que parecía una flor. Lo miró por un momento, su mente debatiéndose entre marcar o simplemente guardar el contacto para otro día.
—¿Qué harías tú, Mitsi? —murmuró para sí mismo, con una sonrisa amarga.
No era común para Victim conectar con alguien tan rápido. Purple había sido amable, incluso cálido, algo que Victim no había sentido en mucho tiempo. Pero, ¿realmente estaba listo para abrirse, para hablar con alguien más allá de lo superficial? El miedo a decepcionar o mostrarse vulnerable seguía anclado en su corazón.
Con un gesto casi automático, sacó su teléfono del bolsillo. Miró la pantalla unos segundos antes de desbloquearla y comenzar a marcar el número. Cada dígito parecía pesar toneladas, y una parte de él casi esperaba que Purple no contestara. Pero antes de presionar el botón de llamada, detuvo su mano.
—Tal vez más tarde... —murmuró, dejando el teléfono sobre el escritorio.
Dobló cuidadosamente la servilleta y la guardó en el bolsillo de su chaqueta. Por ahora, no estaba seguro de cómo dar ese paso, pero algo en su interior sabía que eventualmente tendría que hacerlo.
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Victim dejó los papeles sobre el escritorio y se levantó con un suspiro. Había estado demasiado tiempo encerrado en su oficina, perdido en pensamientos y recuerdos. Necesitaba estirarse, despejarse un poco y, sobre todo, asegurarse de que todo estuviera funcionando correctamente en su empresa.
Al salir de la oficina, el aire del pasillo le pareció más fresco de lo que esperaba. Caminó tranquilamente por el edificio, observando a los empleados concentrados en sus tareas. Algunos lo saludaban con una inclinación de cabeza o una ligera sonrisa, y él respondía con un gesto rápido. Aunque siempre mantenía una postura profesional, no podía evitar sentirse algo desconectado. Era como si una parte de él estuviera presente solo por obligación.
Llegó a la sala principal, donde un grupo de trabajadores revisaba las estadísticas de los últimos proyectos. Todo parecía estar bajo control; las gráficas subían, los números cuadraban, y las conversaciones fluían con eficiencia. Victim cruzó los brazos, observando en silencio por unos momentos. El éxito de la empresa era evidente, pero aún así, sentía un vacío que ni los logros ni el dinero podían llenar.
Uno de los supervisores lo notó y se acercó rápidamente.
—Señor, todo marcha bien. Acabamos de terminar el informe mensual, y los resultados son mejores de lo esperado. ¿Desea que lo revisemos juntos?
Victim negó con la cabeza.
—No es necesario. Confío en su trabajo. Sólo quería asegurarme de que todo estuviera en orden.
El supervisor asintió y volvió a su lugar. Victim miró alrededor una vez más antes de decidir que era suficiente. Su empresa estaba funcionando a la perfección, pero su mente seguía atrapada en otro lugar. Era como si todo a su alrededor estuviera en movimiento, mientras él permanecía inmóvil.
Con una última mirada a la sala, dio media vuelta y regresó hacia su oficina. Tal vez el problema no era la empresa, ni el trabajo, ni siquiera la gente que lo rodeaba. El verdadero desafío era algo que solo él podía enfrentar: su propia lucha interna.
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Antes de que Victim pudiera regresar a su oficina, escuchó un par de voces llamándolo desde el pasillo. Se giró lentamente, algo desconcertado, y allí estaban ellos: Hunter, con su típica sonrisa despreocupada y las manos en los bolsillos; Pixel, ajustándose los lentes y sosteniendo una tableta repleta de datos; Sign, que apenas lo miraba pero alzaba una mano en saludo, y finalmente Smith, con su postura seria y un leve asentimiento de cabeza.
—¡Hey, Victim! ¿A dónde crees que vas tan rápido? —bromeó Hunter mientras se acercaba, cruzando los brazos con una expresión traviesa.
Victim los miró, claramente sorprendido, pero trató de componer una expresión neutral.
—Volvía a mi oficina —respondió con tono simple—. ¿Qué pasa?
—¡Nada de eso! —intervino Pixel, alzando la tableta y señalando algo en la pantalla—. Hemos terminado de actualizar las estadísticas del último proyecto, pero pensé que podrías tomarte un minuto para revisar esto con nosotros.
Victim frunció el ceño, sintiendo que esto era más que una simple consulta de trabajo.
—Sí, sí, eso y… —Hunter dio un paso adelante, ignorando completamente la tableta de Pixel—. También pensamos que necesitas un descanso. Vamos, no puedes pasarte el día encerrado ahí dentro como si fueras un robot.
Smith, que había permanecido en silencio hasta ahora, añadió con tono serio pero amable:
—Hunter tiene razón, Victim. Nos preocupas. Has estado algo... distante últimamente.
Sign, desde su lugar, asintió lentamente.
—Es bueno mantenerte ocupado, pero no olvides que no estás solo. Puedes contar con nosotros.
Victim miró a cada uno de ellos. Había algo genuino en sus palabras, y por un momento sintió un calor reconfortante al saber que no lo habían dejado de lado, incluso cuando él mismo se sentía desconectado. Suspiró, rindiéndose un poco ante sus insistencias.
—De acuerdo, ¿qué quieren hacer? —preguntó, relajando un poco su postura.
Hunter sonrió de oreja a oreja y le dio una palmada en la espalda.
—No es nada del otro mundo. Solo un café rápido y algo de charla.
—¿Otro café? —murmuró Victim, recordando que ya llevaba dos esa mañana.
—Hey, nunca es suficiente café cuando estás rodeado de nosotros —bromeó Pixel, guardando su tableta—. Además, lo necesitamos más que tú.
Smith y Sign intercambiaron una mirada ligera, pero parecían de acuerdo. Victim finalmente asintió y dejó que lo acompañaran. Aunque no lo admitiría fácilmente, una pequeña parte de él se sintió agradecida por ese momento, por esa compañía que aún estaba dispuesta a tenderle la mano cuando lo necesitaba, aunque él no lo supiera del todo.
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El grupo caminó juntos por los pasillos de la empresa. Las paredes blancas y los destellos de las luces de neón que marcaban las direcciones reflejaban la seriedad del lugar, pero con Hunter liderando la marcha, la atmósfera se sentía menos rígida.
Victim no podía evitar pensar en lo extraña que era esta interacción. Había trabajado con ellos durante años, pero siempre mantenía un muro invisible. Tal vez porque temía mostrarse vulnerable. Sin embargo, ahora, con Hunter parloteando sobre algún nuevo proyecto y Pixel discutiendo ideas técnicas con Sign, algo en su pecho se sentía menos pesado.
Llegaron a la sala de descanso, una habitación decorada con muebles modernos y una cafetera industrial que echaba humo como si fuera un tren antiguo.
—Aquí tienes —dijo Hunter, entregándole un café caliente a Victim con una sonrisa—. Este corre por mi cuenta.
—Gracias —respondió Victim, mirando el vaso por un momento antes de tomar un sorbo.
—Oye, ¿alguna vez has pensado en tomarte unas vacaciones? —preguntó Pixel, mientras añadía azúcar a su café.
Victim levantó una ceja.
—¿Vacaciones?
—Sí, ya sabes, salir, desconectarte, hacer algo que no tenga nada que ver con números o proyectos.
Victim soltó una risa seca.
—No es tan fácil. No puedo simplemente desaparecer.
—Claro que puedes —intervino Hunter—. El mundo no se va a acabar si te tomas unos días libres. Además, parece que lo necesitas más que nadie aquí.
Victim iba a responder, pero en ese momento su mirada se posó en la ventana de la sala. Desde allí, podía ver el parque que había visitado el día anterior. Recordó a Purple, su sonrisa despreocupada y la forma en que le había dado su número sin dudar. Quizás... un cambio no sería tan malo después de todo.
—Lo pensaré —dijo finalmente, mientras tomaba otro sorbo de café.
Hunter le dio un golpe suave en el brazo, como si fuera una señal de aprobación.
—Eso es todo lo que pedimos.
Smith, que había estado observando en silencio, se acercó y colocó una mano firme en el hombro de Victim.
—Hagas lo que hagas, estamos aquí para apoyarte. No lo olvides.
Victim asintió, sintiendo una leve calidez en esas palabras.
El resto de la tarde transcurrió con el grupo charlando y compartiendo anécdotas. Aunque Victim no participaba tanto, disfrutaba del momento, una sensación que no experimentaba con frecuencia. Cuando finalmente regresó a su oficina, llevaba consigo algo más que papeles o una taza de café vacía: llevaba la sensación de que, tal vez, no estaba tan solo como pensaba.
Mientras se sentaba nuevamente en su silla, su mirada se desvió hacia la servilleta con el número de Purple. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
—Tal vez debería llamarlo —murmuró para sí mismo, dejando la servilleta sobre el escritorio mientras se perdía en sus pensamientos.
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Victim miró la servilleta durante varios segundos, indeciso. Su mano jugaba con el borde, doblándolo una y otra vez mientras su mente debatía entre levantar el teléfono o seguir con su día.
—¿Qué es lo peor que podría pasar? —susurró para sí mismo, intentando darse el valor que le faltaba.
Finalmente, tomó su celular y marcó el número. Cada timbre que escuchaba hacía que su corazón latiera más rápido. Cuando estuvo a punto de colgar, una voz animada contestó al otro lado de la línea.
—¿Victim? —La voz de Purple sonaba sorprendida pero alegre.
Victim se aclaró la garganta.
—Sí, soy yo. Pensé en... bueno, llamarte para agradecerte por el café de ayer.
—Oh, no fue nada. ¿Cómo estás? —Purple sonaba relajado, casi como si ya fueran amigos desde hace años.
Victim dudó por un momento. Esa era una pregunta simple, pero la respuesta era más complicada de lo que quería admitir.
—Estoy bien... supongo.
—¿Eso supongo quiere decir que no estás tan bien?
Victim dejó escapar una risa suave, sin darse cuenta de que había comenzado a relajarse.
—Tal vez. No estoy acostumbrado a que me hagan esas preguntas.
—Bueno, entonces empieza a acostumbrarte. —La respuesta de Purple fue rápida y despreocupada, pero había un matiz de sinceridad en su tono que Victim no esperaba.
—Gracias —murmuró Victim, sin saber qué más decir.
—¿Te apetece dar otro paseo? —sugirió Purple, rompiendo el silencio incómodo.
Victim frunció el ceño, mirando por la ventana de su oficina. El día estaba despejado, el tipo de clima que invitaba a salir.
—Supongo que sí, ¿cuándo?
—¿Qué tal ahora? Estoy cerca del parque.
Victim se quedó callado un momento, sorprendido por la propuesta tan directa.
—¿Ahora?
—Claro, si no estás ocupado.
Victim miró la pila de documentos en su escritorio. Nada de eso le parecía urgente, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que necesitaba un descanso.
—Está bien, nos vemos allí en unos minutos.
—¡Perfecto! Te espero.
Cuando colgó, Victim se quedó unos segundos mirando el teléfono, preguntándose si había tomado la decisión correcta. Finalmente, se levantó, agarró su abrigo y salió de la oficina sin decir nada más.
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En el parque, Purple ya estaba esperándolo, sentado en una banca con un vaso de café en la mano. Al verlo llegar, se levantó rápidamente y le hizo una seña para que se acercara.
—Pensé que no vendrías —dijo Purple con una sonrisa, extendiéndole un vaso.
—No estoy seguro de por qué lo hice —admitió Victim mientras aceptaba el café.
—Quizás porque necesitabas un descanso. O tal vez porque disfrutas de mi compañía más de lo que crees.
Victim dejó escapar una leve risa, algo raro en él, y se sentó a su lado.
—Entonces, ¿qué hacemos aquí? —preguntó, mirando a Purple con curiosidad.
—Nada en especial. A veces es bueno simplemente caminar y hablar.
Victim se quedó callado por un momento, observando a la gente pasar. Era extraño cómo alguien que acababa de conocer podía hacerle sentir tan cómodo, como si no tuviera que ocultar sus pensamientos o emociones.
—¿Siempre eres así de... directo? —preguntó finalmente.
Purple se encogió de hombros.
—Cuando encuentro a alguien interesante, sí.
Victim no supo cómo responder a eso, así que simplemente dio un sorbo a su café. Mientras ambos caminaban por el parque, el ambiente entre ellos se sentía ligero, casi natural. Purple hacía preguntas ocasionales, nada demasiado invasivo, y Victim respondía con más apertura de la que esperaba.
Por primera vez en mucho tiempo, Victim sintió que tal vez, solo tal vez, las cosas podían empezar a mejorar.
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[Continuará...♡]
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