¿Cómo comienzo?

Espere…

No pretenderá que describa la noche y las estrellas con un lenguaje lovecraftiano y artificial, adornando mis reales intenciones, o deleite a los poetas y amantes de tales sutilezas, incluso rinda pleitesía a edificios que se comen la ciudad gracias a su imponencia cuando se vuela sobre estos. 

¿Que si tengo alas o una capa que me eleve? Tengo algo más que eso. Tengo un propósito.

¿Me consulta sobre mi traje?

De hecho, ¿se lo preguntó a usted a su suegra a la hora de ser presentada? Yo soy como ella. No temo decir mi verdad. No hay antifaz o siluetas inconexas para camuflar mis objetivos.

¿Colores oscuros o brillantes?
Le doy en un punto, Dra. Smith:
Escojo el negro.

Disimular, eso me dice. Muchos estamos inmersos en esta sociedad sin dar atisbos de nuestro comportamiento. Entre más encubiertos, mejor adaptados.

Según usted, mi psiquiatra -impuesta para evitarme las querellas por un supuesto intento de asesinato, cuando no debió quedarse en mera intención... entiéndase, debo participar en algunas sesiones-, las emociones prosociales son las que debo trabajar. He ahí que observo con detención, sobre todo a esos llamados héroes. Adoro la tenacidad, el ímpetu, esa sagacidad de creer que todo será mejor solo por sus nobles causas. 

No puede ser bueno alguien que use un calzoncillo por encima de sus calzas. Menos un trastornado que utilice una mascarilla de murciélago. ¡Qué doble moral!

Yo voy de frente, sigiloso. Jugando con la psiquis, haciendo dudar.

Tal vez mis sentimientos estén silenciados, mas soy un as para iniciar el tormento como el encanto. No es tan difícil imitar las buenas acciones, además, ellos lo creen. 

Empero, he pasado abriles sosegado, tratando de acoplarme a lo que la mayoría vive. 

Y Elián, el torpe iniciado, que todavía se ajusta las alas y las pantaletas, es la nueva estrella.

Es fornido, sus brazos son esplendidos, y de su camisa se escapa un escudo cubierto de plumas. Si supiera las veces que he querido arrancárselas. 

No se asuste, son solo pensamientos como cualquier ser humano. ¿Supuestamente?

Déjeme contarle sobre una de sus aventuras, o más bien de la mía, ya que fue un deleite presentarme ante ese grupo de mujeres empoderadas, unidas ante una misma causa, aunque fuese para asaltar a otra fémina. Qué sororidad.

No se ofenda, porque yo ya me ofendí. He ahí que, luego de que Ālātus, cual Romeo va en busca de su Julieta, acabé con cada una de ellas.

Plan, -chasqueo-, ¿en resumen? 

El héroe, y en este caso en particular, solo desea salvar, sin pensar en la consecuencias. La juventud avasalladora, que no ve más allá de sus narices. De momento, solo le digo esto. En alguna otra sesión le contaré la gran estupidez de haber salvado Elián a su damisela.

Y yo me encargaré de doblar esas alas y buenos designios.

Bueno, creo que ya estamos en la hora, ¿verdad?