5. Capítulo
Cuando llegaron a las puertas de la aldea, Kai la cogió de la mano.
-Quédate a mi izquierda-ordenó.
Zuria obedeció. Más por falta de energía que por ganas. En lo único que podía pensar ya era en dejarse caer. Preferiblemente en una cama, pero si tenía que conformarse con el suelo lo haría. Kai entró en la ciudad con Drew a su derecha y los otros dos hombres detrás. La gente salía de las casas que había a derecha e izquierda y les saludaban efusivos. Luego, parecían verla a ella y la miraban asombrados. Kai se paró varias veces para hablar con hombres y mujeres. Incluso cogió en brazos a un par de niños pequeños. Una preciosa niña rubia había conseguido enganchar un mechón del pelo violeta de Zuria y lo miraba impresionada.
-¿Por qué tu pelo es morado?-la preguntó sin ninguna timidez.
Zuria sonrió y se encogió de hombros.
-En el sitio del que vengo tenemos los ojos y el pelo de muchos colores-respondió-blanco, azul, verde...
-Me gusta tu color-afirmó la nena mientras Kai la dejaba en el suelo.
-Gracias, a mi me gusta mucho el tuyo.
La niña sonrió encantada y corrió a los brazos de su madre que la esperaba unos pasos más allá.
Kai la tendió la mano.
-Vamos, estamos llegando a mi casa-ordenó.
La chica se cogió a su mano y él la dirigió hacia el centro de la aldea. Allí estaba la fortificación que ella había visto. Accedieron por una puerta que cerraba con solidez un muro con un aspecto tan robusto como el externo. Dentro había un gran pabellón y alrededor varias casas de buen tamaño. De una de ellas salió corriendo una mujer que se arrojó a los brazos de Drew. Éste, sonriendo feliz la elevó en el aire y la besó como si fuese a devorarla. Zuria apartó los ojos con apuro. Las demostraciones de afecto en público eran algo extraño en la tierra de las hadas. En tiempos de Carelle habían sido prohibidas y perseguidas.
Cuando se separaron, la chica abrazó también a Kai.
-Hola cuñadito, ya veo que habéis encontrado algo inesperado en la expedición-dijo mirando a Zuria.
-Andrea, ella es Zuria.
-¿Eres un hada? -la mujer parecía francamente sorprendida.
-Andrea es mi compañera, Zuria-informó Drew-y como puedes ver, enseguida será la madre de mi hijo.
El hada se fijó entonces en el vientre de la loba. Parecía que no la faltaba mucho para que su hijo naciera.
-Hola-saludó-bienvenida. Espero que este par te hayan tratado bien.
-Llévala a mi casa, Andrea-pidió Kai antes de que pudiera hablar-y necesitará algo de ropa.
-Creo que necesita descansar antes de nada, hermano. Va a caerse al suelo en cualquier momento.
-Mierda-la exclamación de Kai se oyó a la vez que se movió a toda velocidad para cogerla en brazos cuando las piernas se la aflojaron-olvídalo, Andrea. Yo la llevaré.
El chico entró en la casa más grande. Zuria se revolvió encima de él, tratando de bajarse.
-Puedo andar sola-afirmó.
-Ahora mismo sólo podrías arrastrarte, hada. Estate quieta o te caerás.
La chica obedeció. De todas formas, él tenía razón. No creía que las piernas pudieran sostenerla más.
Kai atravesó la casa hasta llegar al fondo. Allí había un espacioso dormitorio y la tumbó en la cama con cuidado. Zuria casi gimió de placer al sentir el mullido colchón debajo de ellas. Hacía tanto que no dormía en una cama...
-Quédate aquí-ordenó Kai.
Entró en una habitación contigua que supuso sería el baño y salió con un tarro. Luego se sentó en la cama y la cogió un pie. Zuria intentó apartarse, pero él no se lo permitió.
-Para, Zuria-volvió a decir-esto te calmará el dolor en las piernas.
La descalzó y se puso un poco de crema en las manos, luego empezó a masajear los músculos doloridos de las piernas de la chica. El alivio hizo que Zuria se relajara y acabara cerrando los ojos. Kai sonrió al verla.
-¿Porqué has escapado, Zuria?-la preguntó sin dejar de deslizar sus manos por las piernas.
Ella se volvió a poner en alerta de inmediato.
-Eso no es asunto tuyo-respondió.
Kai la miró y enarcó las cejas.
-Todos tus asuntos son míos ahora, hada. Y necesito saber si hay alguien que te busca. No quiero poner en peligro mi aldea.
-Nadie sabe dónde estoy-aseguró ella.
-Así que sí te están buscando.
Zuria lo pensó un momento. Había dejado una carta de despedida a su hermano pidiéndole que no la buscara. Pero, con mucha probabilidad, él no la haría caso.
-Puede ser-admitió.
-¿Porqué te has ido?
Ella le miró y negó con la cabeza. No podía decirle a un desconocido que era la heredera legítima del trono de las hadas.
Kai suspiró y dejó la crema a un lado. Luego la hizo darse la vuelta y la subió la camiseta, dejándole el trasero al aire. Zuria se revolvió, tratando de taparse. Kai no se lo permitió y empezó a masajearla los glúteos con la crema. Cuando acabó volvió a bajarle la camiseta.
-Tienes un rato para descansar, pero esta noche tendrás que ser presentada a la aldea. Andrea te traerá ropa más tarde.
Zuria se volvió para mirarle. El sueño empezaba a invadirla y casi no podía mantener los ojos abiertos.
-Tarde o temprano tendrás que decirme porqué escapaste, Zuria. Descansa, vendré a buscarte en un rato.
El chico salió y Zuria suspiró y se arrebujó en una de las mantas. Enseguida se durmió profundamente.
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