26. Capítulo
Al día siguiente, Kai la sorprendió al decir que le acompañaría a reunirse con su hermano.
-Te he dicho que no voy a escapar, Kai. ¿Qué tengo que hacer para que me creas?
-Te creo. Simplemente quiero aprovechar para estrechar relaciones con las hadas.
-Eso nunca te ha interesado según dice Drew.
Él se encogió de hombros.
-Eres mi compañera. Y la hermana del rey de las hadas. Sería estúpido no aprovecharlo. Además, creo que es importante dejar claro a tu hermano que no vas a volver a su casa.
La chica le miró muy seria.
-Iré a casa de mi hermano de visita siempre que me apetezca, Kai. Si pretendes controlar a dónde voy o con quién estoy, te has equivocado de mujer.
El chico dio un paso hacia ella, pero Zuria se obligó a mantenerse en su sitio.
-No voy a prohibirte visitar a tu familia. Pero me informarás de ello. Y, desde luego, sí voy a controlar tus compañías. Erik sigue mirándote cada vez que sales de casa.
- ¿Estás celoso, Kai?
El chico apretó los labios con fuerza. Luego se volvió hacia la puerta.
-Prepárate. Saldremos en una hora-ordenó.
Zuria sonrió triunfante. No iba a callarse. Si quería guerra, iba a tenerla.
Una hora más tarde, salieron acompañados por dos lobos. Zuria llevaba a su hija envuelta en un pañuelo y cargada a la espalda, como le habían enseñado las lobas. Estaba ansiosa por volver a ver a su hermano.
Alyan estaba acompañado de su hombre de confianza. Zuria percibió a otras tres hadas camufladas. Y, al parecer, los lobos también, por que miraron alrededor desconfiados.
Su hermano la abrazó y luego la separó de él para mirarla con suspicacia.
-No me mires así, Alyan. Estoy bien-aseguró la chica sacando a su bebé del pañuelo para cogerlo-saluda a tu sobrina, anda.
El rey cogió a la pequeña en brazos y sonrió.
-Se parece mucho a ti-afirmó.
Kai, que permanecía unos pasos alejado, resopló y el rey de las hadas le miró con frialdad.
- ¿Tienes algo que decir, lobo?
El alfa se acercó despacio y el hada devolvió la niña a su madre para enfrentarle.
-Tú y yo tenemos un asunto pendiente-afirmó el hada.
Sin más, soltó un puñetazo que alcanzó en la mandíbula a Kai haciéndole retroceder varios pasos. Zuria gritó cuando el lobo le miró con ese destello amarillo en los ojos antes de abalanzarse sobre él.
- ¡Basta! ¡Parad! ¿Os habéis vuelto locos?
Los dos hombres siguieron peleando sin hacerle caso y Zuria, furiosa, se alejó unos pasos, se sentó en un tronco y se puso a amamantar a su hija. Lyam, y los dos lobos le sonrieron y se sentaron juntos a esperar.
Unos minutos más tarde, el lobo y el hada se dejaron caer al suelo uno al lado del otro, jadeantes.
-Eres un cabrón por llevarte así a mi hermana-aseguró el hada.
-Creo haber oído que tú también fuiste a buscar a tu esposa cuando te dejó-afirmó el lobo.
-Pero volvió conmigo voluntariamente.
Kai se encogió de hombros.
-Ahora ya da igual. Tu hermana es mi compañera. Estamos unidos para siempre.
Alyan se puso en pie con dificultad y miró a Kai que seguía en el suelo.
-Si me entero de que no cuidas de ella como se merece, lobo...
-Los lobos cuidamos de nuestras compañeras, hada. Deberías saber eso. Está en nuestro instinto. Sólo tenemos una compañera, no podemos ser infieles y cazamos para ella y nuestras crías.
-Eso espero-Alyan le tendió una mano para ayudarle a levantarse y el lobo la aceptó después de dudar un momento-porque, si no es así, te mataré.
Kai puso los ojos en blanco y buscó con la mirada a Zuria.
-Ven-ordenó caminando hacia ella-tenemos algo que decirte, hada. Algo que te alegrará.
Alyan se quedó callado cuando le preguntaron si se recogía en las leyes de las hadas la incompatibilidad con ser líder en otro pueblo.
-Sí. Oh, Dios, habéis encontrado la solución. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?
El rey abrazó a Zuria emocionado y en poco tiempo, hicieron planes para que la siguiente semana, Kai y ella visitaran el reino de las hadas. Allí hablarían de los pactos y ella sería presentada como la hermana del rey.
Cuando llegaron a la aldea, Zuria corrió a contarle a Andrea lo ocurrido.
-Vaya. Hacía tiempo que no te veía tan contenta-aseguró su amiga.
La sonrisa del hada se apagó un poco.
-Las cosas siguen sin ir bien entre Kai y yo-confesó-y no sé si tiene arreglo.
-Dale tiempo, Zuria. Seguro que todo se arreglará.
El hada se había sentado, de nuevo triste.
- ¿Sabes qué necesitas? Distraerte. ¿Por qué no empiezas otra vez a entrenar en lucha? Enseguida cumplirás el tiempo desde el parto y podrás salir a la arena.
-Si Kai nos ve juntos a Erik y a mi enloquecerá, Andrea.
-Oh, vamos. No hablo de Erik para enseñarte. Hablo de mí. Ya no estoy embarazada, cielo. Puedo ser tu entrenadora.
Zuria sonrió a Andrea. Le vendría bien distraerse. Y tampoco estaba mal recordar cómo defenderse. Aunque eso nunca le había servido de mucho con Kai.
La siguiente semana pasó en un suspiro. Kai estuvo fuera tres días con sus tres noches, cazando y echando un vistazo para ver qué se movía entre las manadas de alrededor. Así podría irse tranquilo al reino de las hadas, aunque, de todas formas, estaba prevista una estancia corta, de unos 3 o 4 días. Zuria no protestó cuando se lo dijo.
-Lo entiendo. Tenemos que estar aquí-aseguró ella.
A pesar de sus problemas, el hada echó de menos a Kai ese tiempo. La casa estaba muy vacía sólo con Gabi y ella. Y la cama...en fin, le echaba de menos.
Kai llegó casi al amanecer. Zuria estaba profundamente dormida después de una de esas noches en las que la niña no había dejado de llorar. Se despertó cuando el alfa se acostó a su lado.
- ¿Ha ido bien? -preguntó con voz somnolienta.
-Lo siento-murmuró él-no quería despertarte. Sí, la cacería ha ido muy bien. Habrá provisiones para dos semanas.
- ¿Todos los hombres están bien?
-Si te refieres a Erik, está bien-la voz de él se endureció.
Zuria se sentó en la cama furiosa.
-No me refiero a Erik, te pregunto por todos los hombres que han ido contigo. Sólo me estoy interesando por si alguien necesita ayuda. ¿Qué diablos te pasa con Erik?
-Ibas a unirte a él. ¿Tengo que recordártelo?
-Por que tú me echaste de tu lado ¿Tengo que recordártelo yo?
-Basta, Zuria. Estoy muy cansado y no me apetece discutir contigo. Duérmete antes de que haga lo que mi lobo me pide hacer.
Ella le miró interrogante.
-Follarte, cariño. Follarte tan duro que se te quiten las ganas de que otro se meta entre tus piernas-aclaró él.
Zuria le abofeteó con todas sus fuerzas. El chico se limpió la sangre del labio con el dorso de la mano y la miró furioso. Zuria había salido ya de la cama.
-Créeme-aseguró con la voz temblándola por el enfado-últimamente, no me apetece nada que nadie se meta entre mis piernas.
Salió de la habitación y corrió a refugiarse fuera, entre los árboles. Se acostó en la hierba y pasó allí el resto de la noche.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro