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18. Capítulo


Pasó una semana de relativa tranquilidad en la aldea. Andrea se había recuperado por completo, habían celebrado la llegada del nuevo miembro de la manada, al que habían llamado Hank y Zuria estaba cada vez más integrada en la aldea.
No había vuelto a hablar con Kai de nada que no tuviese que ver con la aldea. Mantenían la relación en lo que ella sabía que era algo que no podía durar. Por la noche hacían el amor y de día cada uno estaba ocupado con sus propios asuntos. Pero no compartían nada más que la cama. Y Zuria tenía un mal presentimiento.
Cuando una mañana, Drew entró en su casa mientras desayunaban, Zuria supo que el momento había llegado.
-Hay un ejército de hadas a la puerta de la aldea-informó el beta.
Kai palideció y Zuria cerró los ojos aterrorizada por lo que podía pasar ahora.
-¿Habéis tenido contacto con ellos?-preguntó el alfa.
Drew negó.
-Será mejor que vengas, Kai. Es el rey Alyan en persona el que está fuera.
El lobo miró al hada.
-¿Qué has hecho, Zuria?¿Quién eres en realidad?
-Yo hablaré con él.
-No te moverás de aquí.
-Kai, tienes que dejar que vaya. No lo entiendes.
-No, no lo entiendo. Explícamelo, por favor. ¿Por qué diablos el mismísimo rey de las hadas viene a buscarte a riesgo de declarar una guerra, Zuria?
-Es...es mi hermano.
-La hermana del rey es la princesa Breena-objetó Drew confundido.
-Yo también soy su hermana.
Kai se puso en pie.
-Encierra a Zuria, Drew. Voy a hablar con el rey.
-Kai, por favor, déjame ir-suplicó la chica acercándose al alfa.
El lobo la detuvo con un gesto. Miró a su hermano y éste la sujetó. Luego Kai salió de la casa.
-Ven, Zuria. Tengo que ir con él. Te pondré a salvo.
-Drew, por favor.
-No me lo pongas difícil, Zuria. Tengo que acompañar al alfa. Por favor.
Con lágrimas en los ojos, dejó que Drew la llevara hasta la casa que usaban para retener a los lobos que infringían las normas. La encerró y cerró la puerta.
-No te preocupes, Zuria. Todo se solucionará, ya lo verás.
El lobo se fue y Zuria no pudo evitar ya echarse a llorar.

El tiempo pasó con mucha lentitud. Había anochecido antes de que la puerta de la habitación se abriera. Zuria estaba debilitada por el encierro. Las hadas necesitaban estar al aire libre o se debilitaban rápidamente. Aun así, se incorporó del camastro con rapidez. Kai la miraba desde la puerta.
-¿Qué ha ocurrido?-preguntó nerviosa.
-Tu hermano y yo hemos hablado. Quiere que vuelvas a casa.
-Yo no quiero volver.
-Eso le he dicho. Pero no me cree. Así que tendrás que ser tú quién se lo diga.
-De acuerdo. Lo haré.
-Y asegúrate de que te crea. Porque si no tendré que desafiarle. Y le mataré, Zuria. No voy a dejar que la manada corra peligro.
El hada palideció ante la frialdad del lobo.
-Me creerá-aseguró-es la verdad. No quiero volver con él.
-Bien-el chico dio la vuelta para irse.
-Kai, déjame salir de aquí. No quiero estar encerrada.
-Pasarás la noche aquí. Donde puedas estar vigilada. Ya no eres alguien de confianza.
El alfa salió y cerró la puerta a sus espaldas. Zuria pasó el resto de la noche despierta, con los ojos llenos de lágrimas y un dolor tan profundo en el pecho que ni siquiera podía llorar.
Por la mañana Andrea fue a buscarla. Zuria la miró dudando qué hacer pero la loba la abrazó de inmediato.
-Lo siento, Andrea-susurró la chica-no quería que esto ocurriera.
-Lo sé. No te preocupes. En realidad nadie te culpa. Excepto el alfa. Ven, tienes un aspecto horrible. Vamos a ponerte presentable para hablar con el rey.
Poco después Zuria se encontraba mucho mejor. Había comido, bebido y se había vestido con la suficiente elegancia como para recibir a su hermano. Se verían a la entrada de la aldea. Y Kai y Drew les acompañarían. El alfa caminó a su lado sin hablar hasta encontrarse con Alyan, que iba acompañado de Lyam, su hombre de confianza. Zuria miró a su hermano y sonrió ante la cara de alivio de él. Se adelantó y le abrazó.
-Zuria. Dios. He estado tan preocupado-aseguró el rey estrechándola.
-Estoy bien, Alyan. Siento haberte preocupado. ¿Cómo está Anjana? ¿Y tu hijo?
El rostro de Alyan se iluminó con una sonrisa.
-Bien, los dos están bien. Y Anjana sabe quién eres, Zuria. Puedes volver a casa conmigo.
Ella negó con la cabeza.
-No puedo. Sabes lo que eso supondría.
-Ni a Jana ni a mi nos preocupa. Estaremos a tu lado. Te ayudaremos.
-No, hermano. No quiero volver contigo.
-¿Es por el lobo? ¿Te ha amenazado? Porque si es así...
-No es por el lobo. No quiero volver al país de las hadas, Alyan. Soy yo la que lo ha decidido.
-Pero...no puedo separarme de ti ahora que he vuelto a encontrarte, Zuria.
-Estaremos en contacto. Podemos vernos alguna vez. Te diré dónde estoy en cada momento. Pero no voy a volver, Alyan.
El rey pareció convencerse. Se volvió hacia el alfa de la manada de lobos que le miraba con frialdad.
-Si me entero de que la maltratas de alguna forma...
-No me amenaces, hada. Estás en mi territorio.
-¿Vas a hacerla tu compañera?-preguntó
-Eso es asunto mío.
-La has tomado. Lleva tu olor. ¿Los lobos no tenéis honor?
-No nos unimos a cada mujer que nos follamos si es eso lo que preguntas.
Alyan se tiró sobre él en un rápido movimiento. El puñetazo tiró al lobo al suelo pero se levantó con rapidez y atacó al rey. Lyam y Drew se miraron sin saber qué hacer mientras Zuria les miraba horrorizada.
-Basta-gritó-parad de una vez.
Disparó su magia contra los dos bultos que rodaban por el suelo consiguiendo que pararan por un momento.
-Separadlos, maldita sea-ordenó a los segundos de ambos hombres.
Cuando estos lo hicieron ella les miró a los dos.
-Voy a volver a la aldea. Si queréis mataros, adelante. Pero no me quedaré a verlo. Alyan, como te he dicho mantendré el contacto contigo. Adiós hermano.
La chica se giró y volvió a la aldea. Fue directamente a casa de Andrea que la abrazó sin pedirla que le contara lo ocurrido.

Esa noche, Drew la dijo que Kai había ordenado que se reunieran todos en la arena. Zuria le sonrió tranquilizadora.
-Está bien, Drew. Sé que Kai no puede dejar pasar esto. Sabía que tendría que irme tarde o temprano.
El hada se puso de pie.
-Vamos fuera. No quiero perder el valor.
Los tres salieron. La mayoría de la manada estaba ya fuera, esperándolos. Zuria se adelantó y entró en la arena, al lado del alfa. Él ni siquiera la miró.
-Todos sabéis lo ocurrido hoy. Nos hemos reunido para decidir qué hacer con el hada-dijo en alto.
-Zuria no ha hecho nada malo-intervino Andrea.
-Ha traído un ejército de hadas a la aldea-acusó Saúl-merece un castigo.
-Ella no los ha traído, ellos vinieron buscándola, es diferente-señaló Drew.
Discutieron durante un rato sin ponerse de acuerdo. Al final, Kai intervino.
-No hay una decisión unánime, así que la tomaré yo-anunció.
Se volvió hacia el hada que le miraba directamente.
-Puedes quedarte en la aldea, Zuria. Pero no puedo confiar en ti. No eres ya mi mujer. No tienes mi protección.
-¡No puedes hacer eso!-la voz de Andrea sonaba indignada-no puede quedarse sin protección, cualquier lobo podría...
-Por eso debe irse-el alfa miró a la chica de nuevo-te llevaré a la frontera. Te protegeré hasta entonces.
-No necesito tu protección. Me quedaré en la aldea. Puedo defenderme sola.
La mirada de Saúl sobre ella le dio escalofríos pero se mantuvo firme.
-Si eso es lo que quieres y nadie se opone, puedes quedarte. Pero si surgen problemas no podré intervenir, Zuria. Quiero que tengas eso claro.
-No será necesario que intervengas, alfa-la voz de Erik se oyó en la parte de atrás de la reunión-si el hada me acepta, yo la protegeré
-¿La harás tu mujer?-se sorprendió Drew.
-No. La haré mi compañera. Si ella quiere.
Zuria miró al lobo que avanzaba hacia la arena. La chica vio como Kai apretaba los puños furioso. Erik la tendió la mano dándole así el poder de decidir a ella. Zuria dudó. La aldea era todo lo que había querido cuando escapó de su tierra. Amigos, un sitio donde sentirse segura, quizás una familia incluso. Si se iba, quién sabe si encontraría algo así en otro sitio. Pero no sabía si podía estar con Erik. No como compañera. Estaba enamorada de Kai. Lo sabía desde hacía tiempo. Pero él no la amaba. Ni siquiera quería estar ya con ella. La manada era para él lo primero. Nunca la querría como compañera. Ni querría tener hijos con ella. Y ella deseaba todo eso. Erik era un buen chico, la había ayudado y...
-¿Zuria?-la voz del lobo la sacó de su trance. La chica parpadeó para ahuyentar las lágrimas y cogió la mano del chico.
-¿Es eso lo que quieres Zuria?-preguntó Kai con tensión en la voz.
Ella, al lado de Erik, asintió con la cabeza.
-Sea, entonces. Avisadme cuando decidáis la fecha de la ceremonia.
El alfa salió de la arena y se alejó hacia su casa. Zuria le siguió con la vista y se mordió el labio para aguantar el impulso de llamarle.

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