13. Capítulo
Kai, sujetándola aún las manos a la espalda, usó la mano libre para desabrocharla el cinturón y luego el pantalón. Zuria se removió intentando evitarlo, pero él consiguió bajarlo sin ninguna dificultad. Luego la levantó del suelo para llevarla al dormitorio. Allí la tiró en la cama y la sujetó boca abajo poniéndole una mano en la espalda. Después, sacó el cinturón de la chica de las trabillas del pantalón.
-¡Suéltame! ¡Te juro que gritaré tanto que hasta el último habitante de la aldea vendrá!
-Nadie va a ayudarte, Zuria-aseguró él mientras le ataba las muñecas a la espalda con el cinturón que le había quitado- y pretendo que grites. Así que puedes empezar cuando quieras.
La deslizó el pantalón y la braga hasta quitárselo. Luego la hizo levantarse y se sentó en la cama con ella atravesada en sus piernas.
-Soy el alfa de esta manada, Zuria-dijo con voz fría-nadie me desafía, nadie me desobedece, esa es nuestra regla suprema. Y el que lo hace es castigado.
Dejó caer su gran mano de golpe sobre el trasero de la chica. Zuria gritó y se revolvió, pero él la tenía muy bien sujeta.
-Te estarás quieta, asumirás tu castigo y contarás los azotes en alto, Zuria. Diez.
-¡Vete al infierno, lobo!-gritó ella sin parar de forcejear.
Él volvió a descargar un golpe sobre la blanca carne y ella gritó de nuevo.
-No empezaré a contar hasta que no lo hagas tú, hada.
-¡Eres un miserable, Kai! Déjame en paz. Quiero irme de este maldito sitio.
El chico la azotó de nuevo. Cada golpe había dejado una marca roja sobre las nalgas de la chica y ella ya no podía evitar las lágrimas. Cuando él volvió a pegarla ya no gritó ni le insultó, sólo sollozó.
-Cuenta Zuria-ordenó él-aún te siguen quedando diez.
Hubo otros dos azotes hasta que ella se rindió y empezó a contar con voz vacilante. Él cambiaba de zona cada vez, pero el escozor en su trasero iba en aumento con cada golpe. Al final, ella lloraba sin ningún pudor. Kai la hizo ponerse en pie y la limpió las lágrimas con sus grandes manos. Ella giró la cara en un gesto de rechazo y él negó con la cabeza.
-Eres la mujer más cabezota que conozco, Zuria.
La deslizó los tirantes de la camiseta por los brazos y la desabrochó el sujetador. Zuria le miró con rabia entre las lágrimas que aún mojaban sus ojos.
-No se te ocurra, lobo-amenazó.
El alfa sonrió con incredulidad.
-¿De verdad crees que estás en situación de negarme nada, Zuri?
Desgarró la camiseta con facilidad y luego hizo lo mismo con la prenda interior, dejándola desnuda. Después la sujetó por la coleta para acercarla a él y besarla con dureza.
-Todavía no hemos terminado, cariño-susurró en su oído empujándola sobre la cama.
Zuria no pudo evitar caer boca arriba. Y con las manos aún atadas a la espalda, no había mucho que pudiera hacer cuando él se desnudó con rapidez y se tumbó al lado de ella. Zuria se revolvió y trató de patearle, pero el lobo fue rápido en pasar una de sus grandes piernas por encima de las de la chica para inmovilizarla. Luego, se limitó a mirarla hasta que ella dejó de luchar, agotada.
-¿Por qué diablos no me pediste a mí que te entrenara?-preguntó.
-Me habías prohibido luchar ¿recuerdas?
-Y aun así, lo has hecho.
-Ha merecido la pena, créeme. Y si piensas que unos azotes van a hacer que me arrepienta, estás muy equivocado.
Kai sonrió burlón.
-Ya te he dicho que aún no hemos acabado, pequeña. Te aseguro que antes de que termine la noche, estarás muy arrepentida.
Él llevó la mano a su vulva y empezó a masajear el clítoris en círculos. Cuando el hada trató de cerrar las piernas, él se colocó encima.
-¿Sabes que se tolera peor que el dolor, hadita? La frustración-susurró en su oído antes de deslizar los labios por su cuello-va a ser una noche muy larga, preciosa. Muy, muy larga.
Cuando él la sujetó las piernas con firmeza y puso su boca entre ellas, Zuria entendió a qué se refería. En poco tiempo, ella estaba al borde del orgasmo y entonces, el lobo se separó. Zuria le miró con odio y con esfuerzo, se concentró en disparar contra él.
-¿Ves? Si no hubieses peleado contra Tania, tendrías magia para hacerme daño. Empiezas a arrepentirte, preciosa.
-Vete al infierno, Kai-murmuró ella con esfuerzo.
El lobo se acomodó entre sus piernas y, con una mano, se guio a su interior.
-Esta noche el infierno será para ti, Zuria-aseguró embistiendo con lentitud.
La llevó otra vez a las puertas del clímax y la mantuvo ahí, sin acelerar el ritmo, moviéndose con suavidad, sin darle lo que ella necesitaba. Zuria se mordió el labio para no suplicarle y entonces Kai salió de su interior y la giró de cara a la cama. Ella protestó cuando volvió a penetrarla.
-Será más fácil si te quedas quietecita, Zuri-aseguró el chico moviéndose de nuevo.
-Eres un cerdo-insultó ella.
Kai sonrió y embistió con más fuerza.
-No cariño. Soy un lobo-la susurró al oído-un lobo muy cabreado.
La sujetó por la cadera y la poseyó con movimientos rápidos hasta llegar al clímax. Eyaculó fuera de ella, como siempre y luego le desató las manos. Zuria se incorporó en cuanto la soltó y se volvió para abofetearle. Kai la sujetó con firmeza.
-No lo hagas, Zuri. Si no te estás quieta ahora, te juro que volveré a hacerte lo mismo.
La chica le miró y vio en sus ojos que estaba dispuesto a hacerlo. Dejó de forcejear y se apartó de él.
-Ve a darte una ducha-ordenó el alfa con un suspiro-y ven a descansar, Zuria. Ha sido un día muy largo.
-Estás loco si crees que voy a dormir contigo después de lo que me has hecho.
-Deja de discutir conmigo, hadita. Y métete en la ducha, te aliviará.
El chico se empezó a desnudar con tranquilidad y Zuria entró en el baño enfadada. Se metió bajo el agua de la ducha y lo puso lo más fría que pudo aguantar. Se quedó debajo hasta que estuvo segura de que había recuperado el control de su cuerpo. Se secó con fuerza y se envolvió en la toalla antes de salir. En la habitación ni siquiera miró al lobo que la observaba con sorna desde la cama. Se puso una camiseta amplia y una braguita y caminó hacia la puerta.
-¿A dónde te crees que vas?-la preguntó Kai con tono enfadado.
-Dormiré en otra habitación-respondió ella.
El gruñido de advertencia llegó justo un momento antes de sentir el duro cuerpo del lobo contra ella. En un instante, estaba en la cama, con el cuerpo de él nuevamente encima.
-Suéltame-exigió ella furiosa.
-Estate quieta, Zuria. Sólo quiero dormir, pero, si sigues así, voy a volver a follarte. Y no dejaré que te corras.
El hada se detuvo y Kai la acomodó de espaldas contra su cuerpo y tiró de la manta para taparles.
-Ahora duérmete-ordenó el lobo- los dos necesitamos descansar.
-Suspende el castigo de Erik, por favor, Kai-suplicó ella.
El momento de silencio que siguió encendió una leve esperanza.
-No-negó él-no puedo hacerlo.
Zuria sollozó sin apenas moverse y el lobo la apretó contra su cuerpo hasta que se durmió agotada.
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