10. Capítulo
Cuando despertó al día siguiente, Andrea la observaba preocupada.
-Buenos días-dijo la loba.
-Buenos días-murmuró la chica incorporándose.
Hizo un gesto de dolor cuando su cuerpo apaleado protestó.
-No debiste hacerlo, Zuria. Tienes mucho que aprender antes.
Ella suspiró.
-Dime que has encontrado a alguien que me enseñe a pelear, por favor.
-Sí, lo he encontrado. El hijo de Yona te ayudará. Se llama Erik. Y ha prometido que no dirá nada.
-Gracias, Andrea. ¿Cuándo puedo empezar?
-Primero tienes que recuperarte. Además, el alfa ha ordenado que hoy te dediques a descansar. No quiere que te muevas de la casa.
-Me recuperaré antes si salgo al aire libre, Andrea. Soy un hada.
Ella la miró con curiosidad.
-Voy a prepararte algo de comer y mientras puedes hablarme sobre las hadas. La verdad es que sabemos muy poco de vosotras.
Las chicas pasaron la mañana entretenidas charlando. Sólo hubo un momento incómodo cuando Andrea preguntó al hada por qué había escapado de su casa.
-No puedo contestarte, Andrea. No quiero decir el motivo. No me preguntes por favor.
-Está bien. Pero recuerda que puedes contarme cualquier cosa, Zuria. No te traicionaría.
-Lo sé. Gracias Andrea. Nunca he tenido una amiga.
-¿Nunca? ¿De verdad?
-Bueno, una vez estuve cerca pero…no podía confiar en ella. Ni ella en mí.
-Suenas de lo más misteriosa, amiga. En fin, voy a dejarte, tengo que ir a casa un momento. Come y descansa un rato. Probablemente Kai pase por aquí también. Volveré esta tarde.
Zuria comió y se acostó como Andrea le había dicho. Cuando despertó se encontraba mejor.
-Hola dormilona-la voz de Kai la sobresaltó. Él estaba sentado en la butaca del dormitorio mirándola.
-¿Cómo te encuentras?-preguntó acercándose.
-Mejor-respondió ella-Andrea me dio una de esas pastillas para tomar.
-¿Te apetece un baño?
-Me apetece salir. Necesito tomar el aire.
-Bien, podemos hacer las dos cosas. Vístete y te llevaré fuera.
-¿Porqué diablos siempre tienes que estar escupiendo órdenes? ¿No sabes pedir las cosas con amabilidad?
Kai se acercó a ella y apoyó un brazo a cada lado de su cuerpo acorralándola.
-Soy el alfa de esta manada, Zuria. Estoy entrenado para mandar. Está en mi instinto. Así funcionan las cosas aquí. Y ahora, por favor, vístete y sal para que pueda llevarte a un sitio que te gustará.
La besó con dureza, dejándole los labios doloridos. Luego salió de la habitación. Zuria se tocó los labios hinchados. Suspiró y se levantó. Después de todo, él había dicho por favor.
Kai la esperaba en la puerta de la casa. Zuria se había puesto una falda larga de tela ligera y una camiseta de tirantes.
-Te llevaré en brazos-ofreció él.
-Ni se te ocurra-el tono de ella era firme-no voy a dejar que Tania me vea débil.
Kai frunció el ceño.
-Tú también deberías suavizar el tono, hada. Es digno de la compañera de un alfa.
La chica le miró directamente a los ojos.
-Solo que no lo soy ¿verdad? No soy más que la...amante.
-No, no lo eres. Pero eres mi mujer,que es más que ser una amante. Y ahora vamos, Zuria. No te cogeré si no quieres, pero agárrate a mi brazo.
La chica obedeció. La afirmación de él la había entristecido. Le recordaba que esto era provisional. No podía quedarse para siempre. Tarde o temprano, Kai se cansaría de ella. O encontraría una loba a la que quisiera por compañera. Entonces ella tendría que irse. Antes de convertirse en un entretenimiento para los hombres de la manada.
Cuando salieron de la aldea, Kai la cogió en brazos. El hada protestó pero él no se inmutó.
-Tania no puede verte ahora, Zuria. Estate quieta. El sitio al que vamos no está lejos.
La chica se resignó y él siguió andando con facilidad, como si ella no pesara nada. Enseguida llegaron a una zona de árboles y entre ellos, Kai se movió hasta encontrar una zona de agua remansada.
-Hemos llegado-el lobo la dejó en el suelo-¿qué te parece?
Zuria miró a su alrededor. Era un paraíso. El agua era cristalina y la vegetación alrededor tan densa que ofrecía una intimidad inigualable.
-Es...muy bonito-afirmó.
Kai se quitó la camisa de un tirón y luego, sin ni siquiera volverse el pantalón corto. No llevaba nada debajo y Zuria apartó la mirada ruborizada.
-El agua está estupenda, Zuri-afirmó él antes de meterse y nadar hacia dentro.
La chica dudó. El agua la atraía como un imán, pero no iba a desnudarse delante de él. Y menos después de lo que había ocurrido el día anterior. Decidió quitarse la falda. La camiseta era bastante larga y la tapaba la cadera. Estaba relativamente decente. Empezó a meterse en el agua poco a poco. Kai estaba a su lado en un momento.
-Quítate la camiseta, Zuri-ordenó.
-Estoy bien así-aseguró ella metiéndose en el agua hasta la cintura.
El chico la cogió de la cintura y ella descargó un golpe de magia sobre él que le hizo retroceder maldiciendo.
-No me toques-exigió ella.
-Quítate esa camiseta o te prometo que lo haré yo-aseguró el chico frunciendo el ceño.
Ella le miró furiosa y se dio la vuelta. Se sacó la camiseta y la lanzó a la orilla. Luego se sumergió en el agua y se alejó nadando. Kai suspiró y se alejó en sentido contrario dándola un poco de espacio.
Zuria disfrutó del agua como hacía tiempo. No había podido hacerlo en los últimos tiempos. No desde antes de que Carelle la secuestrara después de matar a sus abuelos. Se le llenaron los ojos de lágrimas al pensar en ellos. Los dos habían peleado valientemente contra los hombres del rey, pero habían muerto en el intento y a ella se la habían llevado de todas formas. Un sollozo se le escapó sin poder evitarlo.
-¿Estás bien?-preguntó Kai que estaba de nuevo a su lado.
Ella negó y trató de alejarse. El chico la cogió de la cintura de nuevo, esta vez con suavidad y la acercó a él. La chica, aunque tensa, dejó que la abrazara.
-Estás llorando-afirmó-¿qué ocurre?
-Déjame Kai, por favor.
-Si es por lo de ayer, de verdad que lo siento, Zuria. No tengo disculpa pero te prometo que no volverá a ocurrir.
-Eso espero. Porque si vuelve a ocurrir esperaré a que te duermas y te castraré con un cuchillo de la cocina.
Él la miró con sorpresa, luego soltó una carcajada.
-Y lo peor es que lo dices en serio. ¿Qué clase de hada eres, cariño?
Ella sonrió.
-No todas somos dóciles y sumisas-aseguró.
-No he conocido a muchas, pero desde luego, sí lo eran. Tú eres diferente. Y mucho más bella.
Kai la besó con suavidad. Zuria se lo permitió y pronto, se encontró respondiendo a su beso. Cuando las manos del lobo recorrieron su cuerpo y bajaron hasta su trasero, ella le empujó con firmeza. El chico, entonces, profundizó el beso y la apretó más contra sí.
-Déjame hacerte el amor, Zuri-murmuró en su oído en voz casi suplicante-déjame enseñarte cómo puede ser.
El hada quiso negarse, pero sus labios en su cuello y las manos hábiles en sus pezones la hacían desear que siguiera, no que parara. Cuando él la cogió en brazos y la llevó hacia la orilla la lucidez volvió por un momento. Quizás si él no la hubiese seguido besando habría podido pedirle que parara.
La dejó en el suelo con suavidad y la miró con deseo.
-No voy a hacerte daño, te lo prometo-murmuró. Llevó las manos a su braguita y las dejó allí pidiéndola permiso en silencio. El hada levantó la cadera permitiéndole deslizársela por las piernas. El chico volvió a besarla en los labios y luego deslizó la boca hasta sus pezones haciéndola gemir de placer. Continuó bajando y le separó las piernas con suavidad. El calor de su boca en el pubis la hizo saltar. El lobo la sujetó la cadera y lo siguiente que notó Zuria fue ese calor en su zona más íntima. Jadeó de placer y de sorpresa y él rio divertido. Luego rozó el clítoris con la lengua. Zuria se retorció y él volvió a hacerlo una y otra vez, acelerando el ritmo hasta que ella creyó que iba a estallar.
-Estás totalmente mojada, amor-murmuró él deslizando un dedo en su interior.
Volvió a estimular su clítoris, esta vez con pequeños mordisquitos y lametones mientras unía otro dedo en su vagina. Sincronizó el ritmo de la lengua con el de sus dedos hasta que Zuria no pudo más y estalló en un grito. Él no la dejó bajar de su orgasmo. Continuó estimulándola hasta que ella sintió que la necesidad volvía a ser insoportable. Entonces la cubrió con su cuerpo y entró en ella de una sola vez.
-Rodéame con tus piernas, nena-pidió-déjame entrar en ti hasta que no pueda más.
Ella obedeció y él la penetró con profundidad. La llenaba por completo, tan apretado que ella sentía que iba a partirse. Pero el placer era infinito. Él comprimía cada terminación nerviosa y, enseguida, ella sintió que su orgasmo empezaba a despertar de nuevo.
-Dios mío-gimió-creo que…otra vez.
-Me alegro, cariño. Porque no puedo esperar mucho-aseguró él.
Salió y volvió a entrar con suavidad y ella le sintió presionando contra su útero. Elevó la pelvis buscando más y la fuerza del primer espasmo la sorprendió. Gritó y le oyó gemir a él también. Kai no cambió el ritmo, continuó penetrándola con cuidado y lentitud. Luego salió de su interior para dejar que su semilla cayera fuera de su cuerpo.
Cuando se tumbó relajado a su lado ella le miró con curiosidad.
-¿Por qué haces eso?-preguntó.
-He vuelto a olvidar el condón-se encogió de hombros-así evito dejarte embarazada.
-Ya.
-Sólo la compañera de un lobo puede llevar a su hijo-él la acarició el pelo-no está permitido que sea de otra manera.
-Lo sé, Andrea me lo dijo. Entre las hadas está muy mal visto intentar impedir los embarazos. Recuerdo que Anjana…
La chica se cayó al darse cuenta de lo que estaba a punto de descubrir.
-¿Anjana? ¿No se llama así vuestra reina?
Ella se incorporó buscando su ropa.
-Zuria-el tono era de advertencia-¿tienes relación con la reina de las hadas?
La chica se puso de pie y se vistió con rapidez.
-Tenemos que irnos, Kai. Seguramente Andrea estará buscándome.
-No vamos a movernos de aquí hasta que respondas, Zuria.
-No voy a responder a nada sobre mi vida anterior, te lo dije.
El chico se había puesto de pie y estaba ahora también vestido. La cogió de un brazo y la acercó a él.
-Se han oído rumores de que el rey Alyan está buscando a una de las damas. Y están moviendo cielo y tierra para encontrarla. ¿Eres tú esa dama, Zuria?
-No me preguntes, Kai. No puedo contestarte.
-Necesito saber si mi manada corre peligro, Zuria.
-Deja que me vaya entonces. Es lo único que puedo decirte.
El chico suspiró y luego la acercó a él.
-Está bien, Zuri. Ya me lo dirás. Cuando estés preparada para ello. Volvamos a la aldea. Tienes que descansar.
Él volvió a cogerla en brazos y Zuria, preocupada se acurrucó en ellos y se mantuvo silenciosa todo el camino. Su hermano la estaba buscando. Y no podía permitir que la encontrara. No sería la causa de la ruina de las hadas. Ella no debía ser la reina.
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