III
Si su padre hubiera estado ahí, entonces lo habría regañado por exponer de forma tan ridícula sus emociones reales. Porque la mueca de horror que hizo Asher hizo que incluso le doliera la mandíbula.
—¿Qué haces? No deberías contar secretos de sabios a gentuza como... ella —le reprochó Asher, mientras Rilúo volvía hacia él sujetando a Brownie con el hocico.
Astrit soltó una risa sarcástica.
—En primer lugar, yo soy un sabio. Tú, no —le respondió el joven, lanzando hacia atrás su coleta de cabello azabache —. Y en segundo lugar, la gentuza de quien hablas es mi hermana.
Asher creyó que algo se le había metido en los oídos, porque la afirmación era básicamente imposible. Astrit, un alto muchacho en la temprana adultez de largo cabello negro, con un distinguido mentón cuadrado y grandes ojos verdes como los prados de sus jardines no podía ser ni de lejos un familiar de la pequeña y escurridiza Sienna, con más pecas que piel y el cabello pelirrojo hecho un desastre.
—Media hermana —agregó Sienna, seguramente al ver la perplejidad marcada en el rostro de Asher —. No somos parientes biológicos.
—Quisieras —rezongó Astrit. La acción más amable que Asher jamás lo había visto hacer. Sienna le sacó la lengua, y la serpiente albina le siseó en respuesta.
Asher sacudió la cabeza, y con un movimiento, obligó a Rilúo a apartarse de su nuevo gran amigo para que pudiera acercarse a él. Él no había tomado la pócima, y por más buena vista que él animal pudiese tener, el chico no quería arriesgarse a que el tonto del zorro se tropezara con algo.
Era extraño visualizar todo a pesar de la ausencia de luz.
—¿Por qué le contaste el secreto de los sabios a tu... media hermana? —le preguntó Asher a Astrit. El sabio se encogió de hombros.
—Sienna es una excelente candidata para ser la siguiente sabia de la juventud —respondió con simpleza —. Cree haber resuelto el problema de tu profecía.
—Tuve que donarle mis ahorros de vida para que me dejara ayudarte —suspiró Sienna, con un acento tan dramático que Rilúo bufó de gracia.
Antes de continuar, ambos intercambiaron una mirada silenciosa. Asher no podía realmente entender lo que estaban diciéndose, lo que repercutió en un terrible momento incómodo que por primera vez no quería interrumpir.
Siempre fue el niño de papá, el Zorro Rojo. ¿Por qué se sentía tan amenazado por un par de hermanos? Seguramente porque ninguno de los dos lo alababan, y mucho menos Astrit.
Era una migraña, que ni con decenas de tazas de té podría aliviarse ese sufrimiento. Y Sienna... si era mínimamente parecida a Astrit, entonces ya era otro problema.
Asher se sintió un poco mejor al preocuparse por gente que no le agradaba que por... bueno... salvar el mundo. Era algo mucho más común y que ocultaban su monumental labor.
Rilúo después de un rato pareció irritarse por la callada habitación, en donde ni siquiera el viento soplaba de lo encerrados que estaban. Corrió a los pies de Sienna y le empezó a rascar las medias, que de por si tenían agujeros y estaban muy gastados. La chica volteó con sorpresa, y le sonrió al zorro.
—¿Qué tal...? Eh... zorro, ¿cómo se llamaba tu Eanima?
—Rilúo —respondió Asher con orgullo. Brownie estornudó, pero el chico podía jurar que era una risa.
—¡Oh, Rilúo! —sonrió Sienna como una niña pequeña. Se agachó y recogió a Rilúo entre sus brazos, comenzando a dar vueltas. Un pequeño jalón en el corazón sorprendió a Asher.
No es que fuera un sentimiento de apreciación o cariño. Simplemente era el movimiento de una persona ajena sosteniendo a su Eanima. De forma instintiva, Asher se preparó para correr tras Rilúo y defender su alma, aún si Sienna no tenía ninguna intención de lastimarlo.
—Sienna, deja al Eanima —la reprimió Astrit —. Podrías lastimarlo.
—¡Pero mira que hermoso es! —exclamó ella, abrazando con fuerza a Rilúo —. ¡Es tan esponjado y precioso...!
Brownie gruñó en desagrado, así que Sienna dejó a Rilúo en el suelo. Asher dejó escapar un suspiro aliviado, sin dejar de mirar mal a la pelirroja.
Astrit examinó con cuidado a su hermana, antes de alejarse del grupo hacia los estantes. De entre ellos, sacó un libro cuya portada llena de telarañas apenas era visible. Le dio un fuerte soplido, sacando al aire una gran nube de polvo hasta que el detallado de oro se alcanzó a ver. Era extrañísimo verlo, pues no había luz alguna que lo reflejara. Parecía más bien madera opaca; a Asher no le habéis sorprendido que ese fuera el caso.
—Escucha, mocoso —le dijo Astrit. Asher bufó indignado, pero se dejó escuchar —. ¿Sabes que es este lugar?
—Una zona restringida donde ninguno de nosotros debería estar —respondió Asher.
Sienna puso los ojos en blanco.
—Gracias, señor obviedad. —se burló la muchacha. Astrit la reprimió en silencio antes de aclararse la garganta para seguir hablando.
—Este lugar, niño, es un santuario para todos los zorros antes de ti —explicó Astrit, mostrando la portada de su libro.
No era muy claro, pero la parte dorada opaca que contrastaba con el azul rey de su cubierta de tela gastada formaba a medias la silueta de un zorro. Asher entonces recordó sus lecciones, reconociendo así lo que el material realmente era.
No era simple oro. Era oro carmesí. Asher lo examinó completamente ilusionado, porque sabía que era básicamente un tesoro del mundo. Un material que era tan común como nacer con un Eanima rojo como el atardecer. Una joya creada por la esencia mas pura de la gente como Asher. De sus antecesores, y algún día, de sus sucesores.
La idea le dio escalofríos. Incluso Rilúo se sacudió del asombro, porque también entendía lo que conllevaba eso.
—Un santuario —balbuceó Asher —. ¿Por qué está debajo de la escuela?
—No está solo debajo de la escuela —se burló Sienna. Señaló los pasillos que, incluso con la pócima, se seguían viendo oscuros e inalcanzables —. Es debajo de toda la ciudad. En conmemoración a los verdaderos zorros rojos que ayudaron a salvaguardar la seguridad de nuestra gente.
Asher estuvo a punto de protestar por el verdaderos zorros rojos, pero Rilúo alcanzó a mordisquearle la mano antes de que pudiera arruinar algo. En ese momento se sintió como un niño descuidado, y su cara se volvió igual de roja que su cabello.
—La escuela solo es una de las miles de entradas que tiene este lugar —continuó Sienna —. Han sido tantos miles de años que incluso aún no he podido explorar toda la sala.
—¿Por qué no me había enterado de esto antes? —quiso saber Asher. Específicamente mirando a Astrit, aún si el sabio lo ignoraba de forma casi perfecta.
Brownie se subió al hombro de Astrit para poder ver mejor el libro, pero fue ahuyentado por la serpiente del joven, que le siseó con molestia. Astrit también los ignoró, abriendo el libro y hojeando sus páginas desgastadas.
—Este libro es el más reciente, Asher —contó con calma —. Lennox Zorro Rojo. Él mismo escribió este libro hace 150 años.
—Inventó las lámparas de energía de Eanima para poder calcular la cantidad de poder que un animal tiene —dijo Asher —. Impulsó la medicina y ayudó a la predicción de Eanima de críos antes de nacer.
—Correcto —contestó Astrit —. Solo te falta un dato más.
Asher arrugó la nariz al escucharlo. Rilúo se rascó el hocico con su pata, como si también estuviera tratando de pensar. Estaba sorprendentemente atento hacia Astrit, aún si a ambos les caía mal. Sienna alzó la mano cuando Asher no pudo responder.
—¡Yo, yo! —pidió Sienna.
—Cállate —le gruñó Asher —. Ya casi me acuerdo.
—Ese casi llegó muy tarde —rezongó Sienna. Astrit asintió suavemente con la cabeza, sacándole una sonrisa a su hermana menor —. El Eanima de Lennox creció hasta el doble de lo que un zorro normal podría medir.
—Casi. —cortó Astrit.
Asher comenzó a morderse el interior de la mejilla. ¿Qué había hecho Lennox zorro rojo que no recordaba? ¿Era algún invento? ¿Una acción? ¿Un cambio?
—Lennox tuvo un poder asombroso de Eanima —Astrit interrumpió el procesamiento de información de Asher, solo para escupirle la respuesta en la cara —. Más allá de todos sus inventos, logró algo mucho más asombroso: causó el Eclipse del Sol de Sangre.
La idea de inmediato volvió a la memoria de Asher. Contaban las leyendas que el mundo se encontraba en una guerra: la Revolución de los Perros, un movimiento que buscaba dar derechos iguales a los Eanima cánidos que al resto, pues eran tratados como simples sirvientes. En esa lucha se libró una batalla terriblemente sangrienta, en la cual se dice que se encontraba Lennox.
Él trató de detener la batalla usando el poder de su Eanima, el cual trajo la oscuridad frente al sol causando un eclipse. Lennox creyó que eso sería capaz de asustar a los soldados para que se retiraran; pero esto solo los motivó a seguir luchando por sus vidas.
Se le llamó el Eclipse del Sol de Sangre por la cantidad de muertos que hubo después de ello. Las leyendas dejaron de ser concretas, porque nadie supo de verdad si Lennox sobrevivió a la masacre o si pereció ahí.
Un escalofrío recorrió toda la espalda de Asher. Tanto poder de un zorro tan grande para ser incapaz de detener a los hombres en su instinto de violencia.
Entonces, ¿qué podría hacer un chico con un zorro cachorro por un Dios moribundo?
La idea deprimió a Asher, y Rilúo solo restregó su hocico contra sus piernas al mismo tiempo que movía la cola. Asher exhaló por la boca entreabierta y acarició su suave pelaje rojizo. Fuera consuelo o no, al menos tenía a su Eanima, por más infantil y bobo que fuera.
—Sería bueno que comenzaras a estudiar a tus antecesores —le dijo Sienna con una sonrisa más amable. Sin embargo, Astrit negó con la cabeza.
—No le dará tiempo. El sol morirá antes de que logre terminar de leerlo y estudiarlo todo —le explicó. Luego miró a Asher con un gesto casi penoso —. Aprenderás en la marcha.
—¿En la marcha? —susurró Asher.
El Eanima de serpiente de Astrit soltó un coletazo sobre la espalda de su humano que resonó como ruido hueco. Estaba frustrado, y Asher podía entenderlo.
—No creerás que te vas a quedar en tu dulce mansión de oro mimado por sirvientes mientras nuestro dios muere, ¿o si? —replicó Astrit.
Asher desvió la mirada porque, en efecto, era lo que esperaba. Hacerse bolita y que alguien más se hiciera cargo.
Con el gesto, Sienna profirió un largo quejido amargo.
—¿Por qué no hago yo su trabajo? —preguntó Sienna —. Conozco varios libros de los ancestros del zorro rojo. ¡Y Brownie es rojo también!
Brownie chilló de emoción. Astrit se limitó a sobarse la sien.
—Por enésima vez, Brownie es café rojizo. No rojo carmín.
—Pero...
Astrit le dio la espalda a su media hermana, y sus claros ojos se centraron solo en Asher, que desconfiado comenzaba a retroceder. Incluso Rilúo estaba de su lado, al ir dando paso tras paso hacia atrás. Era escalofriante, pensar que un sabio estaba dispuesto a ponerlo frente al peligro tan fácilmente.
Se sentía ridículo, y al mismo tiempo sabía que lo hacía por vivir hasta que el sol muriera y su dios desapareciera. ¿Su padre lo amaría hasta el final? ¿O estaría decepcionado de él?
—Si yo tuviera a tu zorro, créeme que ningún dios estaría a punto de condenarnos —soltó Astrit con severidad.
—Pero tu Eanima no es Rilúo, ¿verdad? —contestó Asher. Astrit se quedó callado, porque era verdad. Incluso su serpiente bajó la cabeza avergonzada, por haber nacido reptil en lugar de canino.
—Asher —interrumpió Sienna —, no puedes dejarnos aquí. El sol...
—Veré qué puedo hacer —sentenció Asher —. Mientras tanto, no quiero que me molesten. Puede que no pueda hacer nada contra Astrit, pero si vuelvo a verte tratando de llevarme a algún lugar peligroso, llamaré a seguridad.
Rilúo chilló desmotivado, pero lo único que podía hacer es seguir a Asher fuera de la biblioteca oculta, dejando a los dos hermanos en la oscura soledad que les brindaba la catacumba.
Pudo escuchar a Brownie llamar a su nuevo amigo con tristeza, pero antes de poder cambiar de opinión o arrepentirse, Asher cerró la puerta a sus espaldas y se escabulló por los pasillos del instituto para que ningún profesor lo pudiera ver cerca de la zona prohibida.
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