II
Asher pasó el día siguiente en la escuela completamente abrumado.
Rascaba la medalla dorada de su uniforme, o picoteaba su mesa de madera con su lápiz, o arrugaba el papel de sus libretas ralladas hasta solo generar basura que Rilúo le criticaba con la mirada.
Jamás había estado tan inquieto. De no ser porque había previsto su ansiedad y se cortó las uñas casi de inmediato después de que le revelaran la noticia, entonces se las habría mordido hasta sangrar.
Las horas pasaban, y Asher era como un muerto viviente vagando por los alargados pasillos de su escuela. Al menos sus compañeros le abrían el paso al verlo pasar, pero fuera de eso, nada.
Rilúo trató de animarlo metiendo su hocico en un cartucho de cartón, como si eso le diera risa. Un Asher de 6 años tal vez estaría animado. Y el Asher de 16 años bufaría en casi desagrado.
Pero el Asher de la profecía ni siquiera tenía fuerzas para regañar a Rilúo. Eso lo atormentaba, y poco después, su Eanima se rindió.
A la hora del almuerzo, Asher volvió a sentarse solo. Ni siquiera olfateó la carne de pegaso recién cocida o su puré de papa con chícharos. Solo picoteó la pasta color azulada que tenía como platillo inicial.
Por primera vez, Asher se sintió completamente abandonado. Por los dioses y los sabios. Por su padre y sus admiradores. No tenía amigos, pues lo consideraba algo del jardín de infantes.
¡Ah, la vida de niño pequeño! Ya casi podía entender a Rilúo sobre sus actitudes de cachorro bobo.
—¡El gran Zorro Rojo! Creí que eras intimidante —Asher saltó del susto al sentir el calor de un brazo sobre su hombro.
Asher se apartó de inmediato, casi cayéndose de la banda de piedra lisa. Frunció el ceño cuando se encontró con una muchacha pelirroja y de incontables pecas como las estrellas en el cielo sentada en su banca.
Rápidamente recuperó la cordura, aclarándose la garganta.
—Disculpa, creo que te has equivocado de banca —le dijo con un tono autoritario. La chica le sonrió como si fuera tonto, lo que disgustó a Asher.
—No lo creo. Te estaba buscando a ti, señorito Asher —se rió, tendiéndole la mano.
Asher la examinó; tenía el uniforme de la escuela completo, con el saco azul marino y su insignia plateada, y la falda plateada algo arrugada. Pero sus tacones, ¡por los dioses! Llenos de lodo y uno de ellos con cinta adhesiva.
¿Qué clase de dama con tales modales asiste a una escuela de alto prestigio?
—Soy Sienna —se presentó la pelirroja. Sus uñas tenían barniz negro ya acabado y rascado. Rápidamente se alejó, y se hizo a un lado para dejar a la vista a un pequeño panda rojo de pelaje opaco que olisqueaba la comida de Asher —; y él es mi Eanima, Brownie.
Eanima. La palabra le recordó a Asher su misión, cosa que lo volvió a deprimir. Para evitarlo, señaló al animal.
—Brownie —repitió Asher —. Es un nombre... curioso para un Eanima.
—Bueno, se lo puse cuando era niña —explicó Sienna —, porque iba volviendo de la escuela, y...
Sienna se interrumpió cuando un pequeño hocico empezó a olisquear la cola de Brownie. Asher se sonrojó al ver que era Rilúo, demostrando su debilidad por el color rojo.
—¡Rilúo! —lo regañó Asher. Brownie solo emitió un pequeño sonido de sorpresa y comenzó a analizar al zorro.
¡Pero qué inapropiado! La actitud de Rilúo era tan inadecuada que Asher se cubrió la cara. Sienna volvió a reírse.
—Vaya; tú y tu Eanima son muy distintos —observó. La declaración fue tan similar a la de Astrit que Asher bufó con molestia.
—Señorita Sienna, yo creo que debe irse. —la interrumpió en el acto —Hablar con alguien de mi rango sin pensar en las consecuencias no es algo sabio de su parte. Así que le recomiendo retirarse antes de que llame a seguridad.
Sienna abrió aun más su par de ojos color miel, y suspiró desganada.
—Es una pena, señor Asher —se lamentó —. Yo quería ayudarlo en algo, pero dado que no hay disposición, me iré.
Asher casi sonríe, orgulloso de su victoria, e ignoró al indignado Rilúo porque Brownie se apartó para correr al hombro de su humana.
—Vámonos, Brownie. Tú y yo resolveremos el tema de Corona Austrialis y su Eanima.
Asher casi se cae al mismo tiempo que Rilúo ladró como un perro. El chico le lanzó una mirada de reproche, mas al momento de buscar a Sienna, ella ya se encontraba casi en las afueras de la cafetería.
Era muy rápida, y a Asher no le agradaba para nada. Pero, ¿cómo sabía algo que solo los sabios deberían de conocer?
—¡Eh! ¡Alto ahí! —le grito, comenzando a correr hacia ella.
Rilúo se le adelantó, y a pesar de las miradas de confusión de sus compañeros, Asher siguió los intentos de maullido de su zorro.
Pero Sienna era demasiado rápida. Cada que doblaban en una esquina de ladrillos azules, la chica ya estaba del otro extremo caminando con suma tranquilidad.
—¡Chica panda! —se quejó Asher. Se detuvo un momento para agarrar aire, porque lo suyo jamás fue estar en persecuciones, mientras Rilúo continuaba corriendo.
Los sabios, los sabios... ¿Era que Sienna era un fantasma? No lo creía, porque había sentido su brazo encima.
Rilúo volvió a ladrar, así que Asher continuó corriendo.
Mirando al suelo de plata podía ver su reflejo. Se apenaba de su cabello pelirrojo ya algo sudado. En un momento tuvo que quitarse el saco y la corbata de rayas porque el calor había incrementado.
Los había cargado por algunos momentos, pero en algún punto los dejó caer. Después de todo, la medalla dorada era bien sabido que era suya.
—¡Rilúo! —gritó en busca de su Eanima. El zorro le respondió con otro intento de ladrido, y Asher continuó corriendo.
Poco a poco los pasillos de casilleros de cristal y candelabros de diamante comenzaron a pasar a ser senderos de madera oscura con olor a polvo, y apenas unas pocas lamparas que intentaban reflejar su tenue luz en los pasadizos.
Empezaban a ser más estrechos, y Asher se esforzó por no mirar el cartel de "solo profesores autorizados".
Habían telarañas colgando de las esquinas; una alfombra sucia que parecía ligeramente húmeda por el sonido que hacían las pisadas de Asher. Las ventanas dejaron de existir cuando Asher bajó por los escalones, y no le tomó mucho tiempo darse cuenta de que estaban bajo tierra.
Después de un rato, el camino se acabó. Y solo encontró una fuente seca clavada en la pared, con la forma de un zorro de piedra con el hocico apuntando hacia arriba. A un lado de la estatuilla, Rilúo estaba rascando con sus garras la pared, proclamando bufidos.
—Rilúo, ¿dónde está la niña? —le preguntó. Su Eanima siguió rascando, así que Asher se acercó un poco más.
El símbolo era ya algo común. Desde que nació, el zorro rojo fue motivo de celebración y ya tenía varios altares en su nombre por toda la ciudad.
Pero a juzgar por la pinta de esa fuente seca, enterrada bajo su escuela en una zona restringida... ese lugar tenía años.
Asher trató de hacer memoria. Los zorros rojos habían sido muy pocos, al menos de los registrados. Era posible que se le hubiera construido altares a ellos también. Sin embargo, si ese fuera el caso, ¿no deberían ser entonces patrimonio mundial?
Algo no cuadraba, y se notaba por la respiración alborotada de humano y alma al mismo tiempo. Asher y Rilúo intercambiaron una rápida mirada antes de centrarse en la estatua.
El zorro pasó entonces su pequeña pata por encima de su hocico, como su se fuera a rascar. Lo repitió un par de veces hasta que Asher cayó en cuenta.
Se acercó a la fuente y, confiando en el movimiento de Rilúo, inclinó la cabeza del zorro de piedra hacia abajo. Se escuchó la maquinaria detrás de la pared, y un pesado pasadizo se abrió a un lado de ellos.
Rilúo aulló de felicidad y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo sacudiendo la cola; Asher no compartía ese entusiasmo. Al asomarse por la puerta secreta, solo avistó un largo túnel de escaleras y antorchas consumidas ancladas a la estrecha pared. Ese lugar debía tener años.
—¿Por aquí entró ella? —preguntó a Rilúo. El zorro se detuvo, y de forma rápida decidió bajar.
O era muy tonto o estaba desesperado por seguirle oliendo la cola a Brownie.
Asher se tragó el miedo junto al nudo de su garganta. Se sentó en el suelo lamentando el polvo que se le quedaría a su pantalón impecable y empezó a descender con cuidado en esa posición. Guiándose por el sonido de las pisadas de Rilúo, la sospecha de que Sienna era un fantasma cada vez se le hacía más coherente. Con ese horrible tacón roto seguramente se habría terminado matando en esas escaleras.
Más de una vez, Rilúo se tropezó. Se escuchaba por el batir de sus garras contra la piedra. Pero como nunca chilló, Asher asumió que estaría bien.
—Padre nos regañará —le dijo a Rilúo —. A ambos.
Rilúo le respondió con un agudo chillido de indiferencia.
—Podríamos morir aquí, ¿sabes? —agregó —. No veo ni mis pies.
—Cegatón. —le respondió otra voz. Antes de que Asher pudiera responder, una mano delgada lo agarró del cuello, mientras que la otra le metió una botella en la boca.
Rilúo aulló de sorpresa, y Asher estaba tan sorprendido que ni siquiera alcanzó a reaccionar. Solo sintió el liquido entrar y resbalar por su garganta, con un sabor de hierbas que de manera pobre se quedaban en su paladar.
Cuando se acabó, la persona lo soltó y Asher comenzó a toser medio ahogándose.
—¿Qué fue eso? —se quejó, aun medio aturdido.
—Pócima —le respondió la voz. Poco después, la identificó.
Era Sienna.
—Solo parpadea. Sentirás un pequeño ardor en los ojos, pero eso es normal.
—Si desaparezco... que sepas que me buscarán por cielo, mar y tierra —le amenazó Asher —. Y también a ti.
—Relájate, principito. Es para que puedas ver como yo.
Así como Sienna le indicó, los ojos de Asher empezaron a arderle. Se los talló a pesar que su padre siempre le había pedido que no lo hiciera, y a ciegas empezó a buscar a Rilúo.
Sin embargo, conforme más tiempo pasaba, el pasadizo se hacía más claro. Más luminoso, como si alguien hubiera encendido la luz.
Asher parpadeó y se levantó de la escalera, sentado ya en el último escalón para entrar a una sala completamente distinta.
Una librería, llena de documentos y papeles de los dioses sabrán cuánto tiempo llevarán ahí. Cuánta sabiduría almacenada en un lugar tan oscuro como lo era antes de beber la "pócima".
—¿Te gusta? No creí que al señor amarguetas le gustara leer —se burló Sienna. Estaba descalza, lo que explicaba de forma magnifica la parte de los escalones asesinos. De esa forma era más baja que él, como por media cabeza.
—No deberías estar aquí. Es zona restringida —le indicó Asher. Sienna puso los ojos en blanco.
—¿En serio? Déjame voy por mi comprobante de persona no autorizada —le respondió con sarcasmo. Brownie apareció detrás de sus piernas, y salió disparado hacia las repisas cuando Rilúo lo vio y se lanzó directo hacia él.
Asher se alarmó, temiendo que los papeles pudieran caerse y estropearse. Pero darle otro motivo de posible burla a Sienna no estaba en sus planes.
Enderezó la espalda y se acercó a ella, esperando alguna reacción de incomodidad de su parte.
—¿Cómo sabes lo de Corona Austrialis? —le preguntó. Sienna arqueó una ceja pelirroja.
—¿Disculpa?
—Lo del comedor. Sabes algo que no deberías saber —insistió Asher.
—Otra cosa que no debería conocer —suspiró Sienna.
Asher apretó los puños con molestia.
—Podemos hacer esto por las buenas o por las malas, niña Panda —le dijo con serenidad —. O me dices lo que sabes, o iré con el consejo de sabios para denunciarte.
—Creo que eso no será necesario —canturreó Sienna.
En eso, Rilúo se estrelló contra una repisa, la cual se tambaleó y cayó por la madera podrida que tenía desde seguramente hace años. El Eanima agarró de la cola a Brownie para alejarlo de la nube de polvo creciente, la cual obligó a Asher a cerrar los ojos.
Sin embargo, con luz y pócima o sin ellas, no había forma en que no reconociera la irritante presencia del joven sabio.
—Hola, zorrito —saludó Astrit.
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