Orgullosa
ZOOTOPIA TANK POLICE
Capítulo 13: Orgullosa
El dolor pulsante iba y venía con mayor y menor intensidad. Judy agradecía que un paño blanco cubriese su rostro, así Lord Sheng no notaría que el dolor estaba dominándola cada vez más.
―Ese ojo se ve muy mal, querida. Apuesto que duele mucho ―se mofaba el pavorreal, mientras movía la lanza de fantasía con movimientos típicos del kung fu.
«Maldito pavorreal».
―Lord Sheng, está usted bajo arresto por asociación criminal con la banda terrorista de Buajaja, y por atentar contra la vida de los ciudadanos de Zootopia. Tiene derecho a un abogado y a una llamada telefónica. Todo lo que diga será tomado en cuenta para su enjuiciamiento.
―Estúpida coneja, no sabes dónde te estas metiendo. Esto es más grande de lo que imaginas, pronto serás aplastada como un insecto.
―Guarde sus vanas amenazas, que bien le advertí de guardar silencio. Ahora entréguese, suelte la lanza y no ponga resistencia al arresto.
―¿Crees que...?, ¿acaso pensabas que me iba a hacer arrestar tan fácil? Además, ¿quién diablos eres tú?, sólo una conejita linda.
Fue el detonante, Judy arremetió con furia renovada y Lord Sheng demostró en el acto que esa arrogancia suya sí tenía fundamentos.
Un profundo corte hacia salir sangre debajo del parpado izquierdo de Judy, sino fuese por el entrenamiento policial que recibió ya hubiera quedado ciega.
―Agredir a un oficial de policía. Esta vez la arruinaste, Lord, no espere que sea suave con usted..., querido.
Judy dio un salto hacia atrás y adoptó una pose de defensa elegante.
―Conque Karate, ¿eh?, esto va ser interesante coneja de la plebe.
Ambos adversarios se miraron con furia sin atreverse a ser el primero en atacar. El tren había abandonado Zootopia y ya estaba descargando el compuesto vírico al exterior con un pitido ensordecedor.
A la velocidad del rayo y con la misma letalidad, los dos contendientes marciales blandieron sus armas de forma eficiente y mortífera.
Los movimientos del ave parecían poesía en movimiento y aunque hacían movimientos y giros innecesarios para un observador novato, en realidad esa forma de lucha sacaba máximo provecho a la fuerza de la inercia y a la aceleración, las cuales producían ataques con mayor velocidad y poder de penetración si alcanzaban su objetivo.
Los movimientos de Judy, en cambio, reflejaban un estilo de lucha menos ornamentado, pero eficiente en extremo y siempre atento al ataque del rival y a los alrededores, preponderando los ataques relámpago de una sola oportunidad y una defensa siempre atenta. Otra clase de poesía en movimiento.
Nuevos cortes de Sheng trataban de hacer daño a Judy, pero ella tomaba las máximas precauciones, como por ejemplo, bajar sus largas orejas y pegarlas todo lo posible a su nuca y cuello.
«Mierda, duele cada vez más. Mi ojo me va a estallar».
«No puedo respirar. Maldita coneja, no se cansa».
Un último movimiento, un último esfuerzo por parte de los contendientes. Toda la concentración, todo el esfuerzo se resumió en un salto hacia el rival.
Un acertado golpe le dio de lleno a Judy en un costado, pero a cambio, la pata/bastón le había dado al pavorreal en pleno pico y se lo había partido en dos. Lord Sheng había caído, muerto antes incluso de caer al piso.
―Ay, auch..., no... ―gemía de dolor Judy, mientras se sacaba la lanza de un costado.
La sangre brotó al piso, pero Judy respiró tranquila.
―Uf, menos mal que no era una lanza de verdad.
La joven oficial de policía arrojó la lanza, la cual tenía la punta doblada como si fuese de hojalata y, de hecho, este era el caso.
.
.
Un par de días después, y dentro de la sala de conferencias del ayuntamiento.
La multitud aplaudía mientras la Alcaldesa Carlota Bellwether, le colgaba a Judy una espléndida medalla dorada en su cuello.
Judy vestía un elegante traje policial, uno reglamentario para variar. Los hermanos de Judy y sus padres lloraban de felicidad y la coneja policía les devolvía una sonrisa chispeante y mirada cálida desde el ojo izquierdo.
Un severo parche negro cubría el ojo de Judy, pero no importaba, en la operación habían logrado salvarle el ojo, luego de un par de meses podría quitarse el parche estilo pirata y ver con normalidad. El ojo no se vería bonito los primeros meses, pero la alternativa era mucho peor, corrió con mucha suerte.
Key estaba a su lado y lucia radiante, en ese momento la oveja le colgaba la medalla, medalla que le fue entregada a la alcaldesa por Callie Briggs, quien sonreía de forma ruborizada a Keyhearth.
Judy, para su propia sorpresa sintió un acceso de celos, pero no tuvo tiempo de analizarlos porque la Alcaldesa Bellwether hacia entrega de otras condecoraciones como por ejemplo a Gadget y a sus amigos; el equipo SWATCATS; y a un grupo de civiles que se hacían llamar La Alianza.
«No, esto es una pesadilla», pensaba Finnick. «Mi banda es ahora conocida como un grupo de héroes. Todos creen que ese pajarraco secuestró el tren y que nosotros vinimos a rescatar a los rehenes... Adiós, mi hermosa Gazelle, siempre estarás en mi corazón».
―No me gustó eso lo que le dijiste a la policía. Eso de que fui yo quien le robó la llave a ese pajarraco ―le susurraba Nick Wilde a Duke Roedriguez.
―¿Y qué esperabas? No podía confesar delante de un policía que había hurtado algo, me jaló el instinto. Además, saliste ganando, ¿no?
Nick quería darle una patada a su "amigo", pero en eso todos los galardonados tuvieron que posar para una foto junto a la alcaldesa.
―Señor Wilde, por favor cambie de lugar con su amigo, así saldrá mejor la fotografía ―le pedía un camarógrafo, y así lo hizo el zorro.
―Uy, perdone ―se disculpaba el zorro por haber pisado sin querer la pata de Judy.
―No se preocupe. Sabe, usted y sus amigos son toda una inspiración..., ¿eh?, ¡Eres tú! ¡El que me puso la zancadilla!
―Y tú la torpe coneja ―le decía el zorro mostrando su seductora sonrisa de lado.
La mirada por el ojo sano de Judy era tan severa, que Nick borró su sonrisa a la velocidad del rayo y luego, sin quitar su vista de la coneja, dio un fuerte aplauso.
Las luces de la sala se apagaron, pero luego Judy dio otro fuerte aplauso y estas volvieron a encenderse.
Nick se había esfumado como por arte de magia. Judy volvía la cabeza a todos lados cuando en eso sus orejas se voltearon a cierta dirección hacia arriba.
La coneja solo negó con la mirada y desenfundó una pistola de dardos paralizantes, disparando a continuación.
A una velocidad inaudita el pobre de Nick se estampaba en el suelo.
.
.
Pasada la ceremonia luego de un día.
―¡Esto es inaudito! ―les gritaba la Alcaldesa en su oficina en lo más alto del edificio―. ¡Ustedes no son más que unos brutos! ¡Miren la cantidad de papeles de demanda que me llegaron por su culpa! ¡Nunca creí que la ceremonia de medallas resultara un desastre! ¡Nunca entendí la animadversión que les tenía el difunto Alcalde Leonzales, pero ya entiendo, su fuerza de policía tanquistas es una bomba de tiempo! ¡¿Cómo se dice esa expresión?!
―Se dice Bubble Gum Crisis o "crisis de goma de mascar" ―le informaba preocupada Callie Briggs, la vicealcaldesa―. Se dice de la bomba que está a un segundo de estallar.
―¡Eso, eso! ―gritaba la oveja y seguía vociferando contra la policía tanquista.
De forma estoica en la oficina se encontraban el jefe de la policía José Rosano, el comandante Bogo, el subcomandante Key, y Judy, quien poco a poco sentía que se le estaba acabando la paciencia.
―Ay, jefe, por favor, no se quede callado, diga algo. Defiéndanos ―le rogaba Bogo al viejo perro bobtail en un susurro rápido.
―Estoy cansado ―fue la lacónica respuesta del perro.
De pronto, se oyó un resoplido de frustración. Judy había perdido la paciencia.
―¡Ya cállese! ―le gritó a la alcaldesa y esta se quedó muda de la impresión―. ¡Esto no es New Port, ni las madrigueras donde me enfrentaba a los motoristas! ¡Aquí en Zootopia no sabemos quién es el enemigo o el amigo! ¡Enfrentamos una guerra abierta contra el crimen, no, una guerra de guerrillas y usted cuestiona la labor de la policía tanquista! ¡Además, ese zorro se lo merecía, al diablo él y su abogado!
Judy sacó su revólver y apuntó a la alcaldesa.
Todos en la oficina edil se pusieron blancos del susto y en eso unos disparos resonaron con estruendo.
La coneja no le disparó a la alcaldesa, sino a la alta torre de papeles que tenía Bellwheter al lado. La pobre coneja estaba en el piso con las piernas muy abiertas, se le veía la fea ropa interior mientras que ella gemía de forma patética por el miedo.
Callie no sabía si ayudar a su alcaldesa a levantarse o resguardar los importantes papeles que en ese momento salían por la ventana rota.
―Hum, esa chica es muy ruda ―decía ceñudo el jefe Rosano―. Si quieres, Bogo, tramito su transferencia a otra ciudad.
―Jefe Bogo... ―decía asustado Key, que no quería que transfirieran a Judy.
―¿Está loco, jefe? La oficial Judy Hoops, es una orgullosa miembro de la policía tanquista ―decía Bogo, haciendo hincapié en la palabra orgullosa e hinchaba el pecho, lleno de orgullo por tener bajo sus filas a tan valioso oficial femenino que de seguro tenía más pelotas que muchos oficiales de la SWAT.
Judy miró sorprendida a Bogo, pero luego correspondió a la agresiva sonrisa de su comandante búfalo al mismo tiempo que le saludaba de forma marcial. De todos los altos y rudos animales de la policía, era Judy la más peligrosa.
Los papeles seguían saliendo del ventanal roto hacia un cielo, no azul ni cristalino, sino oscuro y malsano. Mientras que en las calles, dos gatas altas y rubias se aprestaban a saltar una joyería.
Llevaban intimidantes armaduras y montaban sobre espectaculares motos. La policía tanquista pronto tendría jaleo, no importaba, sería un día más para la policía tanquista... ¡Una unidad de machos, bien machos!
FIN
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