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La depredadora


ZOOTOPIA TANK POLICE

Capítulo 11: La depredadora


Un níveo pavorreal se preguntaba cómo todo se había complicado tanto y de manera tan abrupta. El plan perfecto degeneró en un enfrentamiento armado dentro de los vagones del antiguo tren en pleno movimiento. Él y sus secuaces lobos se enfrentaban a un reducido grupo de animales que se hacían llamar algo así como La Alianza.

―Estúpidos payasos, más les vale que me devuelvan la llave de los reactivos ―les amenazaba Lord Sheng.

―¿Te refieres a esta llave?, pajarraco decolorado ―se mofaba Nick Wilde, mientras arrojaba al aire una y otra vez la dichosa llave.

―Se ve que tienes ojo para lo valioso, Duke ―le alababa Finnick.

―Como carterista que soy, tengo un buen instinto para reconocer lo valioso ―se ufanaba la comadreja.

Una bola de fuego se dirigió a los amigos y estos tuvieron que agachar las cabezas.

Las medidas de seguridad impuestas por la alcaldesa fueron estrictas y solo el equipo de seguridad de la alcaldía portaba armas, armas que luego fueron a pasar a las manos de la banda de Finnick. Lord Sheng, por otra, parte tenía más subalternos, sin embargo, ninguno de ellos portaba un arma letal. Claro que esto último no representaba mucha ventaja para el grupo de estafadores ya que los lobos usaban los pocos aerosoles que tenían a disposición y los usaban como diminutos lanzallamas que podían lanzar diminutas bolas de fuego.

―¡Demonios! ―gritaba Finnick, quien lo mismo que el pavorreal, se preguntaba cómo su tan perfecto plan se fue al garete de forma tan rápida.

Con los guardias de la alcaldía noqueados por los canapés adulterados de Yax, y sus armas a disposición de su banda, pensó que todo iría a las mil maravillas, sin embargo, se encontró con que los ductos de distribución del aire purificado no podían regularse puesto que un sistema de distribución ajeno interrumpía tal plan.

Lord Sheng quiso liberar el compuesto mortal durante el recorrido del tren, sin embargo, se dio cuenta de que no llevaba consigo la llave maestra. Una cosa llevó a la otra, haciendo que el pavorreal saliera de sus casillas revelando sin querer su plan al mismo tiempo que la banda de Finnick anunciaba sus intenciones de tomar como rehenes a los pasajeros del tren.

―Vamos, vamos ―decía el pajarraco tratando de cambiar de estrategia―. Este enfrentamiento es del todo fútil, si ustedes me dan la llave, les prometo que los recompensaré más allá de sus sueños más locos.

Los demás miembros de la pandilla del pequeño zorro se relamieron con la propuesta del pavorreal, en especial Roedriguez. El pajarraco demente tenía razón en un aspecto: llegaron a un punto muerto y la llave era la clave para salir del atolladero actual.

―Olvídelo, puedo ser pequeño, pero no soy estúpido. Apenas le entreguemos la llave y usted acabará con nosotros.

―¡Idiotas, no saldrán vivos de esta!

«Maldición, solo falta una vuelta para que el tren llegue al desvío», pensaba el pavorreal. «Mi plumaje está en juego. Tengo que liberar el compuesto antes de que esos payasos hagan salir el tren de Zootopia».

―Jefe, se me están acabando las balas ―le comunicaba Yax e igual situación le advertían los restantes miembros de "La alianza del mal".

La situación era apremiante. Si bien Finnick deseaba que su banda criminal fuese reconocida como la más malvada de todo Zootopia, eso no significaba que deseara acabar con la vida de toda la población de la zootropolis, en especial, si consideraba que su adorada Gazelle de seguro sería una de las victimas del plan nefasto de Lord Sheng.

―Nick, dime por favor que tienes una de tus brillantes ideas.

―Lo siento, Finnick, pero no. Cuando se nos acabe la munición será nuestro fin, no podemos ganar en fuerza bruta a esos lobos apestosos.

Lord Sheng había contado las descargas de su rival y estaba seguro que pronto se quedarían sin balas.

―Prepárense todos ustedes ―les comandaba el ave, mientras sus ojos mostraban esa característica luz demente que poseía―. Ya nada podrá salvar a esos payasos... A la cuenta de tres: uno..., dos...

Un estruendo metálico parecía provenir del último vagón del tren al mismo tiempo que toda la estructura parecía resentir un severo golpe que amenazaba con descarrilar todo el tren de levitación magnética y estrellarlo en el suelo a una velocidad de pesadilla.

.

.

La situación era apremiante. Dentro del tren de levitación magnética, estaba escondido el compuesto viral que pondría en peligro a toda la población de Zootopia, y si lo anterior no fuese suficiente, ahora Rosano se enteraba que todos los vips dentro del tren habían sido secuestrados.

―¡Jefe Rosano, esto es una catástrofe! ―exclamaba la Vicealcaldesa "Callie" Briggs―. ¡¿Qué podremos hacer para rescatar a los secuestrados y evitar al mismo tiempo que el arma de Lord Sheng destruya la ciudad?!

―No lo sé... ¿Alguna idea, Gadget?

―El tren va a mucha velocidad, las fuerzas SWAT no podrán interceptarlo aunque se desplieguen por helicópteros. No podremos enviar ningún vehículo para interceptarlo, excepto...

Tanto Rosano, como Callie y Gadget giraron el rostro al mismo tiempo y fijaron sus miradas en dos miembros de la policía tanquista.

https://youtu.be/ty7GT2vgM1A

El plan de Gadget era demente, pero ofrecía, aunque pequeña, una ventana de oportunidad para salvar a los rehenes y a la ciudad entera.

Aunque en un principio parecía irrealizable llevar a cabo la misión, fue Callie quien otorgó la logística para llevar a cabo tan desesperado plan.

―Esto es demente, Judy, no puedo creer que vayamos a hacer algo así.

―No hay otra salida, en cualquier momento el arma vírica se dispersará por todas partes. Mira, allí vienen..., el Equipo SwatCat.

Un poderoso jet pintado de negro y con trazos escarlatas se dibujaba en el horizonte y se acercaba a una velocidad de vértigo.

―Bien, vamos.

El gato asintió y ambos entraron al tanque.

El equipo SwatCat "agarró" a Bonaparte y se lo llevó volando hacia las vías del tren.

Ningún vehículo podría bloquear al tren, quedaría aplastado o incluso pondría en peligro las vidas de los rehenes. Alcanzarlo con un vehículo convencional tampoco era una opción debido a las altas velocidades imprimidas y que se debía tomar en cuenta que dicho vehículo debería tener la potencia suficiente como para enganchar al tren y aminorar su marcha. Se necesitaba un tanque, pero cualquiera de esas moles metálicas hubiese hecho colapsar las vías altas. Bonaparte era perfecto para el trabajo. La pregunta era si Judy Hoops y Key Keyhearth, estarían a la altura de semejante reto descomunal.


https://youtu.be/IodwFKvOyZQ

Y eran estas dudas las que no cesaban de dejar las mentes de los dos policías tanquistas, sin embargo, ya no había tiempo para la duda y el temor. El equipo SwatCat había dejado sobre las vías altas al pequeño tanque y el choque de las orugas del tanque con las vías hizo que el par se pusiese manos a la obra.

―¡Acelera! ―comandaba Judy con una voz potente de mando que no se sabía que tenía.

El gato así lo hizo y el Bonaparte se estrelló contra el último vagón. Agarraderas diseñadas y fabricadas a toda prisa por Gadget, se fijaron a la estructura del tren para de alguna manera tratar de detenerlo.

La sincronización debía ser perfecta, el Bonaparte a partir de ahora ralentizaría la velocidad del tren. No debería ir ni muy deprisa ni muy lento o de lo contrario tanto el tanque como el tren se descarrilarían.

―¡Deprisa, Judy, deprisa! ¡No voy a poder aguantar por mucho tiempo!

La joven coneja solo asintió con una dura mirada y luego salió del Bonaparte.

Un espectacular salto propulsó a Judy hacia el vagón del tren, haciendo que la oficial de policía aterrizase con una rodilla en el suelo.

Judy levantó la mirada. Tras de ella una enorme ola de chispas la iluminaba toda, haciéndola ver no como una presa, sino como una fiera depredadora presta para la cacería.

«Aguanta, Key... No sé quién o quienes estén detrás de todo esto, pero ahora se van a enfrentar a Judy Hoops, orgullosa miembro de la policía tanquista».

CONTINUARÁ...

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