Coser y cantar. La decisión de Judy
ZOOTOPIA TANK POLICE
Capítulo 9: Coser y cantar. La decisión de Judy
La prensa de Zootopia cubría el evento especial en el que se diría adiós al antiguo tren de la zootropolis.
―Nunca olvidaré la gran ilusión que nuestro difunto Alcalde, Leodoro Gonzales, tenía para el nuevo tren ―declamaba solemne la Alcaldesa Carlota Bellwether―. Él no pudo ver realizado su sueño, pero su legado durará por muchas décadas. Un nuevo tren pronto vendrá a nuestra querida ciudad, y despediremos al presente con un acto en el que brindaremos por la memoria del Alcalde Leodoro Gonzales.
Varios presentes aplaudieron a la oveja y el evento comenzó ya que la crema y nata de la sociedad junto con los afortunados ganadores de la lotería, ingresaban al tren para lo que sería su último y glamoroso recorrido.
Ajenos a los tuxedos y vestidos de gala, un par de animales intentaban acceder al tren vistiendo trajes laborales de mantenimiento y transportaban varios tanques de oxígeno.
―Alto ahí ―les ordenaba un rinoceronte con gesto de pocos amigos―. Muéstrenme sus pases de abordar y la declaración de lo que están transportando.
―Aquí tiene ―le dijo Finnick mientras le mostraba los pases de abordar falsificados y la documentación de los tanques de oxígeno.
»Directo del centro naturista de Zootopia, el mejor aire purificado. Lo mejor de lo mejor como lo pidió la Alcaldesa Bellwhether.
El hosco rinoceronte observó con cuidado los papeles y la indumentaria del grupo. Finnick sabía que no debía ponerse nervioso ya que ahora sus amigos le demostrarían lo bien que estaban hechas las falsificaciones y los trajes.
El guardia de seguridad no notó algo raro y dio vía libre al pequeño zorro del desierto y a sus amigos para ingresar al tren.
«Bien, a partir de ahora todo será coser y cantar», pensó aliviado Finnick.
La "Alianza del mal" ingresó al tren, pero no podía tomar como rehenes así como así a los demás animales, antes tendrían que realizar preparaciones previas.
―¿Chicos, cómo va la instalación de los tanques de oxígeno?
―Todo marcha a la perfección, jefe ―le respondía Duke Roedriguez.
―Y bien, Nick, ¿qué me dices de los guardias?
―Se ven duros, pero hasta el más duro necesita respirar.
―¿Y los demás?
―Yax ya llevó a Flash a la cabina de mandos. Seguro que ya neutralizaron al conductor. Luego, nuestro querido amigo hippie irá al vagón comedor y hará lo mismo con el chef ―sonreía Nick
―Como lo dije chicos: ahora todo será coser y cantar.
Todos los vagones del tren fueron reacondicionados y lo que antes era un espacio abarrotado con asientos baratos, ahora estaba transformado en varios vagones que eran ambientes propios de un lujoso casino o un restaurante de cinco estrellas para súper ricos.
Una vez dentro todos los invitados, las puertas se cerraron y enseguida notaron como el aire purificado circulaba por el ambiente con lo que todos se quitaron las máscaras de protección biológica.
―Que aire más puro y vigorizante ―decía para sí misma la Alcaldesa Bellwheter cuando un sujeto llamó su atención.
»Lord Sheng, me alegra que haya aceptado mi invitación.
―Alcaldesa Bellwhether, jamás se me hubiera ocurrido faltar a tan noble gala en honor a nuestro querido amigo Leodoro.
―Me encanta escucharlo hablar así, Lord Sheng. Espero que usted como todos los demás, disfruten la gala móvil.
―Créame, Alcaldesa, seguro disfrutaré de la velada ―decía el pavorreal disimulando una risa malvada―. Además, qué lugar con mejor ubicación y seguridad para ver los fuegos artificiales, sin tomar en cuenta el hecho de que todas las cabinas están presurizadas y podemos respirar este aire maravilloso sin el uso de esas molestas máscaras.
―Mil disculpas, ¿podrían entregarme sus máscaras para ponerlas a buen resguardo, si nos les importa? ―les pedía cortés un camarero, con lo que la oveja y el pavorreal le entregaron las dichosas máscaras de protección biológica que en casos de emergencia tenía una limitada reserva de aire.
El camarero se retiró con las máscaras tratando de ocultar una sonrisa disimulada. Era Nick Wilde.
La alcaldesa se despidió del pavorreal para poder así hablar con los demás invitados, con lo que la maligna ave se dirigió a uno de los ventanales y observó la ciudad con gesto sombrío.
«Pronto todos en la zootropolis caerán muy enfermos. Serán tantos, que los hospitales colapsarán y la economía de la ciudad se irá al garete. Bellwether no podrá controlar la situación y todo el mundo pedirá su renuncia con el resto de los concejales. Y si no lo hacen de inmediato, lo harán al descubrir que el responsable de todo esto fue Buajaja y que esa oveja no fue capaz de detener a ese grupo terrorista», pensaba de forma maquiavélica el pajarraco, cuando en eso el tren empezó a moverse.
«Ya ha comenzado, el tren dará un par de vueltas y todo habrá acabado. Lo siento Bujajaja, pero el virus también te afectará a ti y a tus hombres».
Lord Sheng le pidió al camarero más cercano que le diese una copa de champagne y, a continuación, el ave brindó en silencio fijando su vista en la ciudad.
«Adiós Buajaja, espero que los tanques que te di te sean útiles en el improbable caso de que la torpe policía de Zootopia se entere de tu paradero antes de lo necesario... Sí, a partir de aquí todo será coser y cantar».
La psicótica ave tomó la delicada bebida y volvió a entregar la copa al camarero.
«Qué pajarraco más raro», pensaba Duke Roedrigues mientras se alejaba del blanco pavorreal. «Bueno, al menos le robe muchos billetes y una llave. ¿Me pregunto qué abrirá?».
Los invitados charlaban animados mientras bebían y degustaban algunos manjares, algo que no podían hacer los pocos guardias que iban de uno a otro vagón para cumplir sus tareas de vigilancia.
―¿Una bebida, señores? ―les ofrecía champagne uno de los camareros a un par de guardias, los cuales se negaron.
―Disculpen ―se excusaba el camarero―. Ya veo que ustedes son los agentes de seguridad, que portan sus máscaras de protección biológica en un costado. Bueno, no se preocupen, no puedo ofrecerles bebidas, pero al menos puedo ofrecerles un par de canapés si se dan una vuelta por el vagón comedor y van directo al vagón de la cocina, allí les aseguro que la Alcaldesa no les verá ―les dijo el camarero guiñándoles un ojo, con lo que los guardias de seguridad le sonrieron de lado para darle a entender su aceptación.
Finnick se alejaba de los guardias de seguridad mientras que en la cocina, Yak preparaba sus famosos canapés con la receta secreta de su madre, la cual contenía dosis fuertes de cannabis, la cual no podía sentirse al ser degustada, pero que al cabo de un par de minutos, pondrían en letargo hasta al animal más grande.
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Empezaba a llover en la zona de los viejos galpones abandonados. Multitud de diminutas sombras se movilizaban de un lado al otro, todas ellas sin emitir ruido alguno o usar luz alguna que delatase su posición.
―¿Ya ves?, te dije que esta vez sí nos convenía ponernos los trajes reglamentarios de la policía ―le decía enojado el detective Chip a su amigo Dale, ambos se estaban empapando hasta los huesos.
―No te niegues ahora. Ambos estuvimos de acuerdo en no hacerlo, después de todo, nuestros trajes son nuestra identidad.
―Niños, niños ―les cortaba Gadget, quien sí llevaba el uniforme reglamentario para este tipo de operaciones especiales―. Ya no discutan... Por cierto, el que sean los únicos detectives ardilla de la policía de Little Rodentia, ya los hace remarcar su identidad.
Ambas ardillas se pusieron coloradas por la vergüenza, mientras Gadget negaba con la cabeza y ponía los ojos en blanco.
Una hermosa gata rubia con lentes y traje serio de oficinista, pero elegante, escuchaba con una dulce sonrisa la conversación de los tres amigos en una tienda alejada del perímetro de la operación policial.
―Jefe Rosano, ¿es prudente haber mandado a la detective Hackwrench al frente de la operación? Que yo sepa, ella es la especialista en ciencias forenses y no creo que una operación de campo de esta envergadura este en su currículo.
―¿La detective Gadget? Se equivoca, vicealcaldesa... Discúlpeme, pero este perro viejo ya no tiene la memoria de antes.
―Soy la concejal municipal, Calico Briggs, pero mis amigos me llaman Callie.
―¿Puedo llamarla Callie? ―le interrumpió de forma paternal el perro bobtail.
―Eh, claro señor. En cuanto a la seguridad de la detective Gadget Hackwrench...
―No se preocupe, Callie, que Gadget, aunque menudita y empollona, ha tenido mucha experiencia en labor de campo, junto a sus amigos los oficiales Chip y Dale, además de Monterey y Zipper.
»Tome en cuenta que, además, Gadget no irá de reconocimiento. Esa labor recaerá en Monterey Jack y su mosca entrenada, Zipper.
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Un enorme ratón con el bigote empapado iba de uno a otro extremo del cielo falso de uno de los galpones hasta que dio con su objetivo.
―Ese es Buajaja y su pandilla. Demonios, están muy lejos como para escuchar lo que dicen, menos mal que tengo el aparato que fabricó Gadget. Bueno mi amigo, llegó tu turno.
Monterey sacó de su traje a Zipper. La mosca desplegó sus alas secas y fue volando hacia el cerdo y sus lacayos, mientras que su "amo" encendía el equipo de escucha y transmitía toda la conversación hacia Gadget, la cual a su vez la transmitía toda hacia Callie y Rosano.
―Miren a ese estúpido Sheng, alias: "soy tan importante que hasta mi mierda no huele a diferencia de la tuya" ―escupía Buajaja, quien miraba el noticiero de ZNN.
―Bueno, por algo es un pavorreal, miau ―bromeaba Annapuma.
―Y a todo esto, nya, ya pasó casi una semana y ese pajarraco color papel de baño no nos ha contactado ―decía Unipuma.
―Jefe, ya me estoy impacientando ―decía un carnero―. Ya le entregamos a ese emplumado las muestras de orina que robamos del hospital y...
Ni que decir que desde Monterey hasta Rosano, la conversación de los criminales les cayó como una bomba, pero lo que vendría a continuación les hizo agradecer por la justa obstinación de Judy Hoops y Key Keyhearth.
―Gadget, Gadget, aquí Monterey. Zipper me informa que Buajaja tiene dos viejos tanques Ran, y al parecer están refaccionados... Supongo que también están a full de combustible y munición, cambio.
Gadget les comunicó la nueva información a Callie Briggs y al jefe Rosano.
―Cielos santo..., dos tanques Ran. ¿Cómo los introdujeron hasta este lugar? ―susurraba la joven gata.
―Ahora ese no es el problema, esos dos monstruos están a tiro de piedra del casco viejo y Little Rodentia ―masculló Rosano, haciendo que Callie tragase saliva.
»Callie..., comunícame con Keyhearth y Hoops. Ya es hora de poner a prueba a su Bonaparte.
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Dentro del pequeño y recién construido tanque, el gato y la coneja no podían creer lo que escuchaban por el transmisor.
―Y así están las cosas ―les informó el comisionado de policía―. Debemos tomar a Buajaja por sorpresa o el casco viejo de nuestra adorada ciudad será devastado, sin tomar en cuenta el hecho que muchos ciudadanos inocentes de Little Rodentia van a morir.
»Les entregaremos pronto coordenadas y vectores de aproximación. Esta operación debe ser corta y brutal, pero con la eficiencia de un cirujano. Estamos en sus manos, no nos defrauden.
La intensa lluvia caía con una fuerza inusitada, tanta, que podía escucharse en el interior del tanque. Juddy miraba nerviosa y asustada a Key, quien también se mostraba aprensivo.
―Key, ¿crees que lo lograremos?
―No lo sé. Pero ¿no te tranquiliza el hecho de que le pusimos al tanque, el encastre de conchas salientes a las orugas para este tipo de terreno enlodado?
―Tienes razón, si te la pones a pensar con calma, tenemos ventaja pese a que nos superan en número.
―En esta misión no podemos darnos el lujo de ser..., suaves. ¿Seguro que quieres ser la cañonera?
―Sí, la otra vez me puse al volante del tanque de Bogo porque creía que sería igual a conducir mi moto. Cómo me equivoqué, ahora prefiero esta posición... No te preocupes, haré lo que tenga que hacer, después de todo, soy una oficial de policía, una policía tanquista.
CONTINUARÁ...
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