XXIV: Renacer
89 horas para El Renacer.
7:37 am.
—¡Está acelerando! —gritó Batigne desde la mesa empotrada en la pared, sin apartar la vista de su ordenador—. ¡Código incorrecto!
Horrorizados, todos guardaron silencio.
En la pantalla apareció el mensaje de error:
ENTRADA INCORRECTA,
SÓLO CARÁCTER NUMÉRICO.
—¡Maldita sea! —chilló James—. ¡Sólo carácter numérico! ¡Estamos buscando un jodido número!
—¡La cuenta regresiva ha triplicado su velocidad! —gritó Archer—. ¡Ciclo de castigo!
En la proyección sobre la pared de la cuenta regresiva, la misma empezaba a bajar muy rápidamente.
89: 15: 32
86: 35: 12
83: 14: 53
80: 02: 31
Judy apartó la mirada de la imagen, sintiéndose como su propia verdugo. Había dado la orden de introducir el código y ahora estaban pagando las consecuencias. Apoyó los codos en la mesa oval y se cubrió el rostro con las patas, estaba derrumbándose. En el salón de informes estaba iniciando una acalorada discusión sobre cómo detener todo eso.
De improvisto, sintió uno de los brazos de Nick abrazarla por el cuello y acercarla hacia él. Los labios del zorro le rozaron las orejas y su voz tenía, tras el matiz de sorpresa y miedo, una confianza absoluta.
—Zanahorias, no te derrumbes ahora —murmuró—. Por favor, ahora es cuando más te necesitamos. —Intentó responderle, pero él la acalló con abrazarla un poco más—. Sé que te debes de sentir mal, pero sólo hemos perdido esta batalla. No la guerra.
Alzó la mirada y encontró esos verdes que conocía de memoria.
—¿Aún crees que podemos hacer algo, aún confías en mi?
Con suavidad, le dio un beso en la frente.
—Mi deber es confiar en ti.
Con el pulso un poco más calmado gracias a Nick, Judy reposó la cabeza en su hombro y con el pum, pum de su corazón, trató de pensar cómo salir de este embrollo. Sin embargo, nada se le ocurría.
Fue Sabrina la que arrojó la luz.
—Tenemos algo.
78 horas para El Renacer.
7: 41 am.
James, con sus veinte años de edad, y su futura paternidad a la vuelta de la esquina, permaneció inmóvil, con las patas apoyadas sobre la cabeza con expresión de incredulidad, observando cómo la cuenta regresiva disminuía implacablemente y oyendo, como si estuviera bajo el agua, que el gusano ya había pasado la primera línea de la ZPD.
Fue Sabrina, quien lo sacó de su pesadilla.
—Tenemos algo.
—¡Huérfanas en el código fuente! —le siguió la tigresa, que si recordaba bien se llamaba Batigne—. Agrupaciones alfa. ¡Por todas partes!
James ni se inmutó.
—¡Estamos buscando una cifra, no un alfa! —intervino Meloney—. ¡El código desactivador es un número!
Ahí sí reaccionó. El término «huérfanas» se refería a las líneas extras de programación que no servían al objetivo del programa para nada. No cumplían ninguna función, no conducían a ninguna parte y, por lo general, se eliminaban en el proceso final de comprimido y depuración de errores. Sin embargo, después de todo lo que había enfrentado en esa lucha contra un muerto, sabía que Alastor Inval era demasiado astuto como para dejar huérfanas... sobre todo tantas.
El sonido de la impresora bailó en el lugar y Sabrina, desplazándose en su silla de ruedas, con un manotón colocó un listado en la mesa oval, a su lado.
Todos hicieron silencio, esperando su respuesta.
James tomó el listado y lo estudió.
—¿Nos ataca un borrador del gusano de Inval?
Meloney miró por sobre su hombro.
—Borrador o no, nos está matando.
—¿Cómo borrador? —quiso saber Judy.
—Es como un error —respondió James.
—No me lo creo —dijo Judy, escéptica—. Inval era un perfeccionista. Lo sabemos por todo lo que está pasando. Es imposible que dejara un error.
—¡Hay montones! —vociferó Archer, ondeando otra hoja.
—Son agrupaciones alfa de cuatro bits —les comentó James a sus padres—. No forman parte de la programación. Después de cada veinte líneas de programación hay cuatro caracteres flotantes. —Con una seña de la cabeza le pidió a Archer que le mandara los archivos.
Cuando llegaron, colocó el primer cuadrante en una esquina de su ordenador, que se manifestaron en la proyección.
PFEI
TMOA
RETR
—Muchos algoritmos de encriptación —les informó James a todos— utilizan agrupaciones de cuatro bits.
—Esto podría ser un código —se esperanzó Dan.
—O una burla —agregó Lewis.
James ignoró el comentario del león y se volvió hacia Sabrina.
—¿Cuántas huérfanas hay?
Ella se encogió de hombros y volvió a su ordenador. Segundos después en el computador de James aparecieron todas las agrupaciones, que él colocó en una ventana secundaria. Todo el salón observó la proyección.
PFEI TMOA RETR HTFN IRWI EHES MEES REGM
ENEA SGYY DCNN FOPT IEOD RDTH FBSO OSIS
James era el único que sonreía.
—Me suena mucho —dijo—. Bloques de cuatro. Igual que la máquina Enigma.
Judy asintió, comprendiendo. James lo había visto en el adiestramiento del departamento de Criptografía, pero suponía que en la Academia o ZPD sabían de ello. Enigma era la máquina de escribir códigos más famosa de la historia, la bestia codificadora de doce toneladas que codificaba en bloques de cuatro.
La oficina de informes volvió a sumirse en el silencio, todos mantenían la vista fija en las agrupaciones de la proyección.
—Ha caído la segunda línea —anunció Dan.
James estaba tratando de encontrarles sentido a las huérfanas, pero no entendía. Era ridículo, él era un criptógrafo, se especializaba en descifrar códigos y enigmas, ¿por qué demonios aquello era tan complicado?
Nick y Judy se habían mantenido sentados, en silencio, contemplando el drama que tenía lugar en la proyección.
—James —dijo Nick—, tengo una idea. ¿Ese texto consiste en dieciséis agrupaciones de cuatro?
—¡Por amor a los dioses! —estalló Meloney—. ¿Ahora van a pensar en ello? ¡Se nos acaba el tiempo!
James le ignoró y contó las agrupaciones.
—Sí, papá. Dieciséis.
—Elimina los espacios —dijo Nick con firmeza.
—Papá —contestó James, algo avergonzado—, creo que no lo entiendes. Las agrupaciones de cuatro son...
—Quita los espacios, hijo —repitió, con una sonrisa zorruna surcándole el rostro, al mismo tiempo que se daba toquecitos en la sien—. Mi esposa es una coneja, no creerías que no aprendería nada de ella.
James vaciló un momento, y luego asintió. Procedió a eliminar los espacios enseguida. El resultado no fue más esclarecedor.
PFEITMOARETRHTFNIRWIEHESMEESREGMENEASGYYDCNNFOPTIEODRDTHFBSOOSIS
—¡Por favor, papá, mamá, James! —estalló Meloney, nerviosa—. ¡La cuenta regresiva ya está en cincuenta! ¡Estamos buscando un número, no una serie de letras disparatadas!
—Cuatro por dieciséis —dijo Nick, con calma—. Calcula, Zanahorias.
James observó a su madre, quien empezaba a tener una sonrisa igual de zorruna, lo que era naturalmente imposible. Estaba casi a punto de dar una carcajada. Al notar eso, todos en la sala se quedaron viéndola, expectante. James estaba con el corazón en la garganta. «Descubrió algo. ¡Mamá dio con algo!»
—Elemental, mis queridos espectadores. —Su padre estaba disfrutando manteniéndolos al borde del infarto—. Todo se reduce a las tablas de multiplicar.
—¿Tablas de multiplicar? —preguntó Meloney, confundida.
—Cuatro por dieciséis, mis pequeños pupilos.
—Sesenta y cuatro —dijo Sabrina—, ¿y qué?
La sonrisa de Nick era tal que se le veían los colmillos.
—Sesenta y cuatro letras...
Judy asintió.
—Debo reconocerlo, Inval sabía cómo ser un martirio de primera. Mira que colocar eso. Ya entiendo por qué tenía los libros de acertijos matemáticos.
—En efecto, Zanahorias.
James se quedó de piedra cuando comprendió y sus padres, quienes notaron su reacción, soltaron una carcajada.
—Sesenta y cuatro letras —dijeron al unísono.
Su hijo lanzó una exclamación ahogada.
—¡Son unos genios!
58 horas para El Renacer.
7: 59am
Una vez llegó a la plaza del Centro, aminoró el paso. Jadeando con fuerza para recuperar el aire, caminó hacia el obelisco que se alzaba en el centro de la misma y lo oteó con cuidado. Su pecho subía y bajaba, mientras ella giraba sobre aquel monumento. Tenía varias cosas pintadas o talladas, dos nombres encerrados en un corazón, otros al azar y, lo que capturó su atención, una especie de pluma grabada pulcramente en la roca.
Sabía, por lo que encontró, que el símbolo de Maat era una pluma.
Bien, al menos estaba en el camino correcto, supuso.
La pregunta ahora era qué seguía después de eso.
Sacó su móvil para consultar por internet algo más sobre la cultura del Antiguo Egipto. Tal vez sobre los obeliscos.
Los obeliscos se utilizaron de manera prominente en el Antiguo Egipto. Tallados
en un solo bloque de piedra, generalmente se colocaban por pares en las entradas de los templos, junto a los pilonos. Éstos se consideraban como rayos petrificados de Atón, el disco solar, y los egipcios creían que sus sombras guiaban los caminos de los mortales.
Sombras.
Dio varios pasos hacia atrás y contempló la sombra que el mismo emitía gracias al sol que le impactaba. Ésta parecía apuntar hacia una especie de almacén antiguo y cuya pintura se caía del mal estado en que se encontraba. Se encogió de hombros y se dirigió al lugar.
Llegó y entró, topándose con un salón amplio y completamente vacío. No tenía sentido. «Tal vez estoy loca. Tal vez me aferré a una voluta de humo que se me deshizo en las patas.» No obstante, cuando iba a retirarse, divisó al fondo una escalera que descendía.
Sin nada que perder, se dirigió hacia ella.
49 horas para El Renacer.
8: 03 am.
—¡Comenzó el ataque a la tercera línea y la cuenta pasó la línea de las cincuenta horas! —gritó Dan—. ¡Cuarenta y nueve y contando!
—¡Ocho filas de ocho! —chilló James a Meloney.
Ésta tecleó. James miró en silencio. La antepenúltima línea de defensa, la tercera de cinco, estaba empezando a ser atravesada. Estaba mal lo que estaba pensando, pero en ese momento no podía sentir otra cosa que no fuera admiración por Alastor Inval; aquel lobo negro estaba muy por delante de ellos y los había puesto en ese tira y afloja.
Una sonrisa se le formó en los labios al ver lo que sus padres vieron antes, y se prometió algo: iba a alcanzar a Inval. Ser como él y superarlo.
Diez segundos después, Meloney había reagrupado las letras y enviado a su ordenador. James colocó el dedo en el sensor de su laptop y mostró las ocho filas de ocho en la proyección.
P F E I T M O A
R E T R H T F N
I R W I E H E S
M E E S R E G M
E N E A S G Y Y
D C N N F O P T
I E O D R D T H
F B S O O S I S
—Esto es un galimatías —gruñó Lewis.
No. No lo era. Era tan perfecto que calzaba con precisión milimétrica.
—Suegra, ¿nos explica? —preguntó Sabrina.
Todos los ojos se volvieron hacia la coneja. Ella estaba mirando el bloque de texto y aquella sonrisa que tenía no se le iba.
—¡Más claro que el agua!
—Matemáticas a fin de cuentas, ¿eh, Pelusa?
Todos intercambiaron miradas de perplejidad.
—Sesenta y cuatro letras. —Judy tomó el mando de la situación de nuevo—. La cifra del César. —Sonrió—. Lean de arriba abajo. Aquí está el código de Inval.
42 horas para El Renacer.
8: 06 am.
La escalera terminaba en una reja metálica y una puerta de metal, ambas abiertas y que daban a un pasillo iluminado sólo por una bombilla fluorescente cuyo final terminaba en una puerta metálica, como la bóveda de un banco, que estaba entreabierta y una luz se colaba por el espacio.
Lune respiró profundamente y sacó su pistola, la levantó y con cuidado fue caminando hacia allí.
39 horas para El Renacer.
8: 07 am.
—¡Treinta y nueve horas! —gritó Dan.
—Archer —ordenó Judy— teclea las letras de arriba hacia abajo. ¡Lean de arriba hacia abajo, no de izquierda a derecha!
El tigre blanco movió las columnas y volvió a teclear el texto.
—Esto lo recuerdo de la Academia —soltó Judy, con emoción—. Julio Cesar enviaba sus mensajes codificados así. ¡Las letras siempre formaban un cuadrado perfecto!
—¡Hecho! —chilló Archer.
Todos quedaron viendo la única línea de texto en la pantalla.
—Sigue siendo un galimatías, jefa Hopps —dijo Batigne—. Mire. Son fragmentos aleatorios de... —Judy vio cómo la tigresa parecía atragantarse con las palabras y los ojos se le abrían desmesuradamente—. Oh... Oh, dioses...
James también lo veía impresionado, y Nick, con falsa modestia.
Meloney y Sabrina comentaron al unísono.
—Me lleva la...
Las sesenta y cuatro letras decían ahora.
PRIMEDIFFERENCEBETWEENOSIRISANDOTHERSFROMTHEGODSOFEGYPTIANSMYTHS
—Pongan los espacios —ordenó Nick, rompiendo la atmosfera de asombro—. Hemos solucionado la primera parte.
36 horas para El Renacer.
8:08 am.
Al abrir la puerta, Lune se encontró con un cuarto que a su izquierda tenía un tanque industrial, en cuyo interior, tras un cristal, había una pequeña bolsa de un plástico frágil que se mantenía flotando al estar atada con lo que parecía un papel muy delicado a la base. Del tanque tubos se ramificaban hacia el techo y suelo.
Carla estaba sentada en una silla frente a un escritorio que tenía una computadora con tres monitores. Vio que movió una oreja al sentirla entrar y giró la vista.
—Te dije que no me buscaras, Lune —dijo, con voz queda.
—Tenemos asuntos que arreglar —murmuró, apuntándola. Las palabras parecían estar acompañadas de un sabor metálico. Enojo y dolor.
Carla negó con la cabeza, con una sonrisa pesada.
—No, Lune —finiquitó—. No hay nada que arreglar. Que hayas llegado aquí cortó los lazos que pudimos haber formado en este poco tiempo, porque dar con este lugar, quiere decir que comprendes quién soy.
—Eras la pareja de Inval —aseveró—. Te uniste a él porque querías vengarte de Nick Wilde, porque fue su tío, James Wilde, quien mató a tu tía, Rebeca Blair, ¿cierto? —Hizo una pausa—. Fue él quien mató a Afrodita.
Algo cambió en Carla, no supo cómo lo percibió, pero lo notó. El ceño se le frunció con una intensidad intimidante, y cuando aquellos ojos grises la miraron, supo que era él.
Él arqueó las cejas, con una sonrisa enojada.
—Muy inteligente —dijo—. Y sí, tienes razón. Por eso estuve con Greco. Él me dio el apoyo para matar a Wilde.
—Matar al sobrino no es lo mismo —respondió, apretando tan fuerte la pistola que sus garras le rasgaban la superficie—. Estarías haciendo lo mismo que te hicieron a ti. ¿Cómo crees que reaccionará su esposa o hijos? ¿Crees que dejaran(dejarán)que mates a su padre? ¿Crees que no te matarán a ti si lo haces?
Se encogió de hombros.
—Quién sabe.
—No me hagas hacer esto, Carla —le dijo—. No me hagas matarte.
—No lo harás.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Greco estuvo enamorado de mí también —comentó— y el amor no se disimula, se nota en los ojos. Tus ojos son un libro abierto. —Le apuntó al rostro—. Lo supe desde que te coloqué los vendajes. —La vio tragar grueso—. Aquella misma mirada. Me amas, y por eso no podrás matarme.
Aquella revelación la tomó desprevenida, no tenía conocimiento de que él lo supiera. Tanta fue su impresión que Carla, en un parpadeo, le dio un golpe a la muñeca e hizo que soltara el arma. Cuando cayó al suelo, él la pateó lejos. Luego le hizo un placaje a la loba y la intentó inmovilizar, sin embargo, Lune en el último momento le conectó un golpe en las costillas a Carla.
Retrocediendo, ambas se miraron a los ojos, listas para volver a saltar.
—No me retes, Blair —rugió Lune, con las patas a la altura del rostro, en guardia—, porque si me das la oportunidad, te aseguro que te mato.
Ambas se lanzaron contra la otra sin pensarlo dos veces.
27 horas para El Renacer.
8: 11 am.
Uno de los demás policías llegó corriendo y con un estruendo abrió la puerta.
—¡Jefa Hopps, tenemos llamadas del Banco Central de Zootopia y del Ayuntamiento! —informó—. ¡Están sufriendo ataques informáticos a sus distintos servidores de archivos y los especializados en ellos no pueden eliminar la amenaza, sólo mantenerla a raya!
—¡La tercera línea ha caído! —hizo saber Dan.
Mientras Judy le dio indicaciones al oficial sobre qué decirles, Nick se aisló del caos que los rodeaban a todos. Leyó una y otra vez el extraño mensaje que había dejado Inval.
PRIME DIFFERENCE BETWEEN OSIRIS AND OTHERS FROM THE GODS OF EGYPTIANS MYTHS
«Principal diferencia entre Osiris y los demás, de los dioses de los mitos egipcios. ¿Qué significa?»
—Ni siquiera es una pregunta —comentó Sabrina—. ¿Cómo puede haber una respuesta?
—Necesitamos un número —recordó Archer—. El código desactivador es un número.
—Silencio —dijo con calma Nick, y luego se volvió hacia James—. Guíanos, campeón.
James respiró hondo.
—El campo de entrada del código desactivador sólo acepta números. Yo diría que se trata de una pista para acertar el número correcto. El texto menciona a Osiris, la mitología egipcia y los demás dioses. Tal vez el código desactivador esté relacionado con el número de dioses o algo referente a Osiris. —Hizo una pausa y leyó el texto en voz alta—. La palabra «diferencia» parece importante. La diferencia principal entre Osiris y los demás. Por lo visto, Inval opinaba que el dios Osiris era diferente a los demás.
—¡Cuarta línea en ataque! —comunicó Dan.
—¿Qué sabemos de Osiris? —preguntó James.
—Es un dios de la mitología egipcia, dios de la muerte, símbolo de la fertilidad y regeneración —respondió Nick.
—¿Más nada?
—No hondamos mucho en ello. Lo prioritario era saber de Inval, como en toda investigación.
—¿Diferencias o características de Osiris y los demás? —intervino Archer—. ¿Con Ra, Anubis y demás?
Batigne le dio un zape.
—¡Estamos buscando un número, genio —le dijo—, no los demás dioses!
—¡Entonces busquemos! —saltó Meloney, quien se levantó, se acercó a James y abrió la conexión a internet con el Wi-Fi de la jefatura—. Vamos a navegar.
21 horas para El Renacer.
8: 13 am.
Lune esquivó un golpe de Carla que iba hacia su rostro, se agachó y le conectó un recto desde abajo al mentón que lo hizo trastabillas hacia atrás y caer. Lune se le abalanzó encima, sintiendo un calor abrazador en el hombro, los puntos se habían soltado.
Con la mente en blanco, sentada a horcajadas sobre él, empezó a propinarle golpes, unos que llegaban y otros que no porque él se protegía alzando las patas. Sólo sentía dolor en sus patas, la vibración del impacto le subía por los brazos y retumbaba en su mente, dificultándole pensar.
Sin embargo, un punto retumbaba con los golpes. Sin detenerse, se preguntó por qué buscó a Carla.
¿Por justicia? Teniendo en cuenta lo que había hecho, no se le ocurría qué castigo podía aplicarle.
¿Para prevenir que Osiris se activase? Si así fuera, no estaría ahí, sino que le hubiera dado un tiro apenas entró a la habitación y desactivado la cuenta regresiva.
Con el último golpe que le dio, viendo cómo la sangre bajaba por su antebrazo y le mojaba el pelaje, lo entendió. «Quiero respuestas.»
Vio a Carla con gruesas lágrimas recorriéndole el rostro y bajando las patas, rindiéndose.
—¿Por qué lloras? —le preguntó, jadeando; no quería verla así. Le dolía verla así. Sabía que era ella.
Carla, en el piso, ladeó la mirada.
—Porque estoy cansada, Lune —sollozó—. Estoy segura que me odias ahora.
—¡¿Odiarte?! —exclamó Lune—. ¡Ni siquiera tengo idea de quién eres! ¡Lo único que has hecho ha sido mentirme!
—Ya lo sé —murmuró en voz baja—. Lo siento. Sólo intentaba hacer lo correcto, por una vez.
—¿Propagando un virus?
—No, Lune, no lo entiendes.
—¡Claro que no lo entiendo! —bramó.
—Greco quería crear algo que le pusiera fin a todo —le dijo, entre lágrimas—. Su ideal era que la ciudad prosperara, evitar que la sobrepoblación nos matara irremediablemente. Progresar significa tener que sacrificar vidas. Y yo pensé que como iba a matar animales, ¿por qué no ayudarlo para que matara a Wilde también?
Lune se quedó en silencio, estaba obteniendo las respuestas que fue a buscar.
—Realmente no me enamoré de él, lo quería como un hermano, o un gran amigo, pero fingí amarlo para que no me diera esquinazo ni planeara mi futura eliminación como con los demás. ¿Tienes idea de cuánto quería tener justicia? —Se puso un brazo sobre los ojos—. No tienes idea de lo que es esperar que la justicia te apoye, encarcelando o matando al asesino del único animal que te quiso, y que cuando te des cuenta, ese asesino sea familia de la policía.
—Es duro —comentó Lune.
—Mjm —gimió ella—. Poco a poco me sedujeron sus ideas al ver el alcance que tendrían, y como el mundo no me importaba porque no tenía a quien quería, decidí hacer todo lo posible para cumplir su plan. Me pasé toda mi vida admirando a mi tía, aunque sé que hizo cosas malas, pero era mi familia, mi sangre. Luego, él propuso usar a Osiris y yo lo ayudé por esa idea: «si no hacemos algo, el mundo que ya está podrido morirá. Está en nuestras patas salvarlo».
»Yo lo ayudé a encontrar a los demás, y yo fui quien estuvo al tanto de todo, excepto de qué hacía cuando estaba aislado del mundo. Al decirme que Osiris haría un cambio en las vidas del mundo pensé que sería un agente mortal que mataría a una gran parte de la población de animales inocentes. Ahora que estoy aquí, que leí los documentos que hay en este lugar, me di cuenta que la verdad es mucho más peligrosa y aterradora.
Lune intentaba no interrumpirla, aunque podía casi sentir en carne propia el peso y las emociones de cada una de las palabras.
—Luego... —Inspiró—. Luego de que el plan estuviera listo, te conocí. Fuiste al azar, no te elegí, sólo quería un policía, ser arrestada y poder informarme desde la jefatura. Pero tú me sacaste y tomé la oportunidad. No sé qué me hiciste, pero me empezó a gustar estar contigo. Cuando te vi herida me sentí mal, muy mal, y no quería verte más así. Fue ahí cuando empecé a plantearme si lo que hacía estaba bien.
—Carla...
Ella alzó una pezuña y le frotó la mejilla con un cariño tan intenso que le estremeció la piel a la loba.
—Fue en el cementerio cuando me di cuenta que te quería. Por Ra, estaba sintiendo algo por ti, y decidí alejarme para pensar. Tomaría mi decisión aquí. Si continuarlo o detenerlo.
Con los sollozos, empezó a temblar.
—Mírame, ni siquiera sé quien soy ni por qué existo. —Se limpió el rostro—. Me he convertido en un monstruo.
Sin soportarlo más, se agachó y la abrazó, ahí, en el suelo. Ambas se quedaron quietas, sintiendo el calor de la otra. Lune podía sentir un lindo aleteo en el pecho. Podía percibir el temblor de ella contra ella misma, calándole el alma.
—Carla, sé que quieres huir de todo, pero no te lo voy a permitir. Tarde o temprano tendrás que confiar en alguien —le susurró al oído.
—No puedo —murmuró al punto del quiebre—. No sé si sabré cómo hacerlo.
—Empieza poco a poco. Con un pequeño paso. Confía en mí.
Se separó un poco y Lune la besó.
9 horas para El Renacer.
8:17 am.
La búsqueda sobre algo importante de Osiris les había arrojado muchos números. Primero que en el Tribunal de los muertos tenía una sentencia negativa de cuarenta y dos pecados, y un juez por pecado que confirmaba si en verdad el acusado decía la verdad o mentía sobre haber cometido dicho pecado. Las horas de la Duat en el viaje de Ra, puesto que el Tribunal se encontraba en la Duat, y la enorme cantidad de dioses en dicha mitología. También estaban las partes en que Osiris fue cortado por su hermano Seth.
Era una locura de números. Y eso si no se sumaban las fechas.
—Un número —recordó Sabrina—. Necesitamos un número.
Judy releyó el mensaje de Inval. «Principal diferencia entre Osiris y los demás... La diferencia entre... Un número...»
—¡Esperen! —dijo—. La palabra «diferencia» posee múltiples significados. Necesitamos un número, de manera que estamos hablando de matemáticas. Es un juego de palabras. «Diferencia» significa sustracción.
—¡Sí! —exclamó Nick—. Tal vez haya algo que debamos restar, algo referente a Osiris.
—¡Tiene razón! —dijo James—, ¿pero qué números?
—¡Nos quedan seis horas! —gritó Dan—. O sea, dos minutos para resolverlo. ¡Dos minutos! ¡Y la cuarta línea está a medio caer!
—¡Tenemos muchos números y muy pocos de los que escoger! —bramó James, angustiado—. Necesitamos algo claro, ¿cómo sabremos lo que Inval consideraba la diferencia principal de Osiris?
Nick alzó la pata y habló con calma.
—De hecho, la pista dice «primaria», «prime», no «principal».
La palabra sonó en la mente de Judy como un tiro entre los ojos.
—¡Primaria! —exclamó—. ¡Primaria! —Se volvió hacia James—. ¡El código desactivador es un número primo! ¡Piénsalo! ¡Tiene sentido! ¡Inval tenía varios libros en su casa de números y matemáticas!
El rostro de James empezó a iluminarse.
—Tienes razón, má —dijo—. Los números primos son los bloques fundamentales de los algoritmos de encriptación, valores únicos sin otros divisores que uno y ellos mismos. Los números primos son idóneos para programar códigos porque a los ordenadores les resulta imposible adivinarlos usando el análisis factorial.
—¡Pero las posibilidades de dicho número son infinitas! —bramó Meloney.
Judy comprendió que su hija tenía razón. Como los números eran infinitos, siempre se podía encontrar otro número primo. Entre cero y un millón... había más de setenta mil opciones. Cuanto más grande, más difícil adivinarlo.
Empezaron a nombrar en voz alta los números que conseguían y la secuencia aumentaba más y más. Iba a ser imposible adivinarlo.
—¡Cayó la cuarta línea! ¡El gusano está en la quinta línea y han empezado a aparecer los tiburones! ¡Encuentren el maldito número de una vez!
Al cabo de pocos segundos, se dieron cuenta de que las cifras eran imposibles de adivinar, y muchas no cuadraban por los datos de escritura. La mitología no era una ciencia exacta, las divinidades tienen distintas interpretaciones según la mente de quien los adora. En un lado aparecía que Osiris fue rebanado en dieciséis partes y en otro que en quince.
—Manzanas y naranjas —balbuceó Sabrina, nerviosa—. Nada cuadra.
—¡Tiene que estar en nuestras narices, de seguro ya lo leímos y no nos dimos cuenta! —chilló Meloney—. ¡James, más te vale dar con el maldito número, no pienso morir ahora! ¡No ahora!
Instantes después de haber oído a Meloney, Nick se bajó de su asiento y salió como un rayo de la sala. Judy lo vio irse, sorprendida. «¿Adónde va?»
—¿Tú crees que yo quiero morir también? ¡Voy a tener un hijo, maldita sea! —bramó—. ¡Quiero seguir vivo tanto como tú!
La revelación fue tomada por todos con gran sorpresa, Judy sintió una rara alegría. Algo irónico pese al momento en el que estaban.
—¡Un minuto! —gritó Dan, temeroso también—. ¡Los tiburones han empezado a iniciar el ataque en conjunto con el gusano!
—Tal vez... —comentó Archer, indeciso—. Tal vez Inval se equivocó.
James negó con la cabeza.
—No —suspiró Judy—. Inval murió por su casusa, ten por seguro que sabía bien lo que hacía.
3 horas para El Renacer.
8:19 am.
Cuando se separó de Carla, Lune estaba con el pecho brincándole de la alegría y adrenalina, y con un extraño calor en todo el cuerpo. Carla abrió los ojos con lentitud y a ambas las tomó por sorpresa un pitido que dio el tanque a la derecha de las dos.
Lune abrió los ojos con terror. ¡El virus! Se levantó de golpe y se precipitó hacia la computadora.
—No podrás detenerlo, Lune —comentó Carla, en el suelo—. Lo he intentado. Derribé el firewall del servidor para poder eliminar los gusanos, pero me pide una clave de acceso. Y no hay dispositivo manual.
—Entonces... —Se sintió impotente, viendo cómo la cuenta seguía bajando, llegando a las dos horas—. ¿Por qué va tan rápido?
—Alguien hizo algo, tal vez la ZPD, que la aceleró.
—Pero... ¿morirán todos en la ciudad?
—No, Lune. —Carla se puso de pie y negó con la cabeza con una enorme tristeza. Señaló unos papeles que había cerca de la computadora—. La combinación del ebolavirus modificado y el Alphavirus de la vacuna de gripe que puede mutar con cada nuevo virus dará como combinación un virus único y, para variar, resistente al fuego. Uno que está diseñado para instalar información genética en la célula que ataca. —Hizo un momento de silencio para que Lune procesara la idea—. En vez de matar a la célula huésped... el vector le inserta una determinaba información genética y modifica su genoma.
Lune tomó los papeles y constató que lo que decía Carla era exactamente lo que ponían las hojas, y mientras más leía, más aterrador se veía todo.
«No es un virus mortal, sino...»
—La naturaleza insidiosa de ese virus —continuó ella, recitando la hoja—, es que ninguno sabrá que está infectado. Nadie enfermará. No provocará ningún síntoma externo de que nos cambiará genéticamente.
Dejó caer los papeles y abrazó con fuerza a Carla. La gacela la apretó con delicadeza, reposando su cabeza en su hombro.
—Intente detenerlo, lo juro.
—Lo sé.
—Sólo podemos esperar a que pase, ¿no?
—No debiste haberme seguido —le repitió—, sabes que morirás.
Supo al terminar de leer que no les daría tiempo de salir vivas. Inval, en su ingenio retorcido, había colocado un método de expansión que aseguraría que todos se infectaran de Osiris, si por alguna razón la cuenta se desactivaba desde un lugar que no fuera ese centro de operaciones.
Se separó un poco cuando el olor en el ambiente cambió bruscamente y en la pantalla de la computadora saltaban dos anuncios.
La besó nuevamente, con fuerza, con ganas y con deseo, cuando la bolsa negra en el tanque se rompió y las paredes comenzaron a brillar de un color anaranjado.
Su último pensamiento fue para Carla.
3 horas para El Renacer.
8:19 am.
—¡Un minuto! —gritó Dan—. La multitud de tiburones está casi en la puerta. ¡Apúrense!
Nick entró con un libro, uno que Judy reconoció al instante. Las maravillas de los cuentos egipcios. Aquel libro en que leyó el nacimiento de Osiris. Sonriendo, él lo dejó en la mesa oval, mientras todos lo veían con un raro desconcierto.
—Cuando Meloney dijo sobre que debimos haberlo leído, Zanahorias, pensé en este libro —dijo, sonriendo—. ¿Recuerdas el mito de Osiris?
—¿Mamá, qué es eso? —preguntaron Meloney y James al unísono.
—Tal vez nuestra salvación —respondió abriéndolo, con dedos temblorosos.
—¡Cuarenta segundos! —gritó Dan.
Todos miraron con perplejidad a Judy. Ella abrió el libro y comenzó a leer el nacimiento de Osiris.
La joven y bella diosa del cielo, Nut, se enamoró de Geb, dios de la tierra.
Ra, dios del sol, les prohibió casarse, pero ellos lo hicieron sin su consentimiento, y como castigo, Ra elevó una maldición sobre Nut, prohibiéndole dar a luz en cualquier día o cualquier noche del año.
Tot, dios de la sabiduría, se compadeció de ellos y convenció a Jonsu, dios de la luna, en jugar un juego. El premio sería la luz de la misma luna.
Tot ganó tanta luz de luna que pudo crear cinco días más que agregó al año, que por esos entonces era de trescientos sesenta. Días que no pertenecían a ningún mes en concreto.
Así, Nut tuvo a sus cinco hijos, uno por día, y sin desobedecer a su padre. El primer día fue Osiris; el segundo día, Horus; el tercero, Seth; el cuarto, Isis y el quinto día a Neftis.
Se hizo un silencio reverencial entre el grupo. Era como si estuvieran contemplando un eclipse o una erupción volcánica. Pareció detenerse el tiempo. La respuesta estaba allí.
—Cinco... —murmuró James—. ¡La respuesta es cinco!
—¡Treinta segundos! —gritó Dan.
Judy se quedó mirando el texto de la imagen de Inval. ¿Sería cinco? Eran cinco días, sin embargo, sentía que algo no cuadraba. Estaba el número primo, pero dónde estaba la sustracción. ¿Sería cinco menos cinco? ¿Cinco menos alguno de los números entre uno y cinco? ¿Cuál era?
—¡Un momento, James, no creo que sea cinco! —soltó Judy al último momento. Todos se quedaron mudos antes ello. Mutismo sólo roto por el anuncio de Dan.
—¡Quince segundos!
—¡Mamá, cómo que no estás segura! —chilló su hijo.
—¿Dónde está la sustracción? —comentó Judy.
—¡Judy! —gritó Nick—. ¡Es una división!
Aquella aseveración pareció darle una bofetada. ¿Cómo no pudo verlo? ¡Una sustracción era una división porque es una resta abreviada. Así como la multiplicación lo era de la suma, la división caía en ese esquema.
Diferencia... Resta... División.
Maldito Inval y sus juegos de palabras.
—¡Cinco segundos!
¿Ahora entre qué lo dividía? Sacó una cuenta mental. Cinco era un número primo, por lo que sólo podía dividirse entre sí mismo y uno. Por uno no tendría significado, sin embargo, al pasar la vista de nuevo por el libro, supo la respuesta.
Uno.
Cinco dioses, entre ellos mismos, quienes representaban los días en que nacieron daban uno. Cinco entre cinco: uno. Y tomaba más fuerza porque Osiris fue el primer dios que nació en los cinco días que Tot le ganó a Jonsu. Era el uno.
—¡Cuatro! ¡Tres!
—¡Uno, James! —gritó ella—. ¡La respuesta es uno!
Todos parecían hipnotizados antes la cuenta regresiva que le faltaba sólo dos segundos para finalizar. Su hijo no la oyó, sino que se llevó las patas a la cabeza: un gesto de rendición.
Judy de un salto se impulsó desde su silla sobre la enorme mesa oval y derrapó, logrando tomar la computadora y teclear el número uno. Todos mantenían la mirada en la proyección.
INTRODUZCA CLAVE DE ACCESO: 1
Su dedo presionó el botón de ENTER cuando faltaba un segundo. Contuvo el aliento y vio que la cuenta regresiva se detuvo en seco.
En ese momento, Judy podía jurar que su alma se le salió del cuerpo y volvió a entrar, a la espera de que pasara algo.
Tres agónicos segundos después, nada ocurría; seguía paralizada la cuenta.
Y entonces... apareció el primer anuncio.
CÓDIGO DESACTIVADOR CONFIRMADO,
DESACTIVACIÓN REMOTA EXITOSA.
—¡Reinstalen las líneas de defensa!
Batigne, Archer y Lewis se pusieron a ello antes de que lo ordenara, sin embargo, la atención de todos fue capturada por un segundo mensaje que apareció en el operador. Un escalofrío le recorrió la espalda a la coneja cuando lo leyó.
Como la última carcajada de un lobo que sabía anticiparse a los escenarios posibles, como si el mismo dios de la muerte abriera los brazos y les mostrara su jugada ganadora, el texto colocaba:
FALLA NÚMERO CINCO: EL CÓDIGO DESACTIVADOR NO SE INTRODUJO DESDE LA TERMINAL. DESACTIVACIÓN FORZADA POR AGENTE EXTERNO.
PROCEDIENDO A ACTIVACIÓN DE EMERGENCIA.
Y entonces entendió la respuesta de la pregunta del anillo.
Cuando la ciudad entera tembló, y el sonido de una explosión parecía desgarrarle los tímpanos, con tal potencia como si la misma tierra exhalara su último grito y pereciera, la coneja cayó al suelo y Nick se lanzó sobre ella para protegerla, comprendió que quien guiaba a los muertos hacia donde Osiris y al mismo dios en su juicio, no era otro sino que Anubis.
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Hola, gente, ¿qué tal?
¿Qué les pareció el cap?
Dejen su review, gente, no olviden dejar su review, así me alientan a continuarlo.
Nos leemos luego.
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