1:La sorpresa
Finnick contaba alegremente sus billetes. Seguir con el negocio de las Potsi-paletas no era algo sencillo, principalmente ahora que Nick se había vuelto policía; no le daba mucha importancia al asunto y decidió centrarse en lo suyo. Ahí, en un callejón sin salida, contaba de manera ansiosa los pedazos de papel valiosos que había conseguido.
-Ciento veinte, ciento veintidós, ciento veintitrés-murmuraba mientras llevaba a cabo la labor-,ciento veinticuatro... ¿Hm?-sus oídos y, después, su cabeza, giraron en dirección a la alcantarilla ubicada a la derecha de la camioneta.
La tapa temblaba de manera repetitiva, como si alguien quisiera salir de las tuberías o donde estuviera. Y en efecto, así era. Finnick dio un salto, se acercó al lugar en cuestión y, después de analizarlo bien, pisó la tapa.
-Jeje-el animal en sí era un poco cruel, y hacer ese tipo de cosas era un tanto entretenido.
-¡Oye, déjanos salir Finnick!-de inmediato sonó una voz, que salía de la salida.
-Mike, me alegra verte-dijo de forma irónica el zorro del desierto, que denotaba un disgusto al toparse con ese felino.
-¡Por favor amigo, es una urgencia!-reclamó Celia, harta de las bromas pesadas que a menudo solía aplicarles el cánido.
-No hasta que me paguen-respondió de manera iracunda el pequeño adulto, sentado ahora encima de la tapa.
-Déjate de juegos, es una emergencia-soltó el tigre muy apresurado-. Tenemos a alguien herido.
-¿Y esperas que caiga de nue...?-la tapa fue levantada con brusquedad hacia arriba, llevándose de paso a Finnick. Aterrado, se asomó a la entrada del lugar y vio lo que nunca saldría de él: al herido referido en cuestión era un ser de estatura descomunal, con una forma similar a la del resto pero más estirado. Lo que más le sorprendió es que fuera él mismo quien, de un solo golpe, lo hiciese volar por los aires.
-¿Q-Qué es esa cosa?-decía muy asustado y retrocediendo hacia la pared izquierda del callejón.
-Es alguien fuerte, pero no invulnerable-recalcó Celia, que en esos momentos lo llevaba junto con Michael en sus hombros-. Está herido y temo que sea de gravedad.
-Te lo contaré en el camino-tranquilizó Michael a Finnick, quien de por sí estaba aterrado-. Por ahora hay que llevarlo al hospital.
El acobardado peludo asintió e inmediatamente buscó entre sus cosas para ver si algo le servía, y por suerte sí tenía algo: una camilla que usó cuando Nick salía lastimado de cada pelea con los del campamento. El no haberse deshecho de ese aparato lo ponía de alivio, lo sacó, y rápidamente lo subió a la camioneta. Ya todos arriba, se trasladó al frente para encender el coche y así llevar al herido. Durante el viaje, Michael le contó lo ocurrido ahí abajo, el porqué de la exploración, cómo lo encontraron y las duras palizas propinadas por el desconocido a Grand Gang; pensaba que eso era pura fantasía, pero aún así estaba callado.
-¿No puedes acelerar?-replicó Celia.
-Estamos en medio del tráfico-contestó abruptamente Finnick-, a menos que conozcas una vía alterna u otra idea no saldremos de aquí.
-¡Con una fregada!-Michael tiró del volante y el vehículo se hizo a la izquierda, llegando así al frente de la fila de autos que llenaban la calle.
Sin saberlo, un oficial especializado en crímenes merodeaba por ahí. Jack Savage se disponía a devorar un buen pozole vegetariano cuando pasó frente suyo la camioneta a toda velocidad.
-Hmm, creo que debería ir detrás de él-dijo para sí mismo, como si lo estuviera pensando-... No, voy detrás de él-cambió de idea y subió instantáneamente a su patrulla, similar al que tenían Nick y Judy, tirando el tazón de unicel lleno del pozole que iba a comer.
Ya iba tras el coche, con una determinación que acostumbraba llevar, cuando su radio sonó y empezó a emitir una serie de códigos que sólo ellos saben y entienden. En eso, una voz lo llamó.
-ZPD a Savage-Ben era la voz que lo llamaba-, ZPD a Savage, ¿me oyes?
-Copiado-sostenía la radio con la pata derecha mientras que con la otra manejaba.
-¿Qué es lo que haces? Se supone que esto es trabajo de Wilde y Hopps.
-No pude evitarlo. Mi prioridad es salvaguardar a Zootopia.
-Olvídalo, ellos dos pueden encargarse. Deberías relajarte un poco después de lo ocurrido.
-Debería-sonreía sin siquiera notarlo-, pero ellos me deben algo.
-¿Que cosa?
-Un rico pozole-colgó como respondió.
Se encontraban apenas unos kilómetros de distancia entre ellos y el hospital, Finnick estaba muy nervioso; y no en balde: era la cuarta vez que hacía algo así.
-No sé cómo-reclamó a los dos adolescentes-, pero ustedes van a pagar la fianza.
-Tranquilo, Finnick-Celia señalo al gran edificio auxiliador-. Ya casi llegamos.
-Em... Finnick-Mike se asomó por el espejo derecho retrovisor-... Será mejor que te apures...
Ya estaban por lograrlo, sin embargo algo los obstaculizó: ya había una hilera de patrullas enfrente suyo, entre estas estaba la de Nick y Judy. El zorro, con sus lentes oscuros y altavoz en la pata, intentó frenar al tipo.
-Finnick, detente-decía con una calma no hay, aún en esa situación-. Sabemos que llevas a dos miembros de la pandilla de Grand Gang.
Al escuchar eso, tanto Celia como Mike empezaron a temblar nerviosamente. Y no en balde, pues Grand Gang era buscado por las múltiples peleas y los sinnúmeros de enfrentamientos y robos por toda la ciudad. De alguna manera, obtuvieron la información y ahora tenían una oportunidad para saber su paradero.
-Hazme caso-su calma se iba poco a poco, y más cuando divisó a lo lejos la unidad de Jack-. No querrás que esto se ponga...
Inesperadamente la camioneta se detuvo, y todos los pasajeros bajaron, trayendo consigo la camilla. Nick no daba crédito a sus ojos, y en su mente surcaban sinfín de pensamientos negativos sobre qué es lo que habían hecho. Judy, con sus orejas, alcanzó a escuchar un motor acelerado; en cuestión de segundos entró a su patrulla, cogió la radio, e intentó contactar a Jack.
-Jack, detente-decía, al principio calmada, pero a medida que el vehículo se acercaba, crecía su temor-... Jack, ya los detuvimos... ¿Jack?... Jack, escúchame-sus nervios ya estaban alzados hasta el copete-¡¡¡¡¡JACK, VAS A CHOCAR!!!!!
Por su parte, Savage había intentado frenar; pero algo fallaba con el freno, y eso sólo quería decir una cosa: un choque venido de una muerte asegurada. Su vehículo ya estaba a unos metros de los demás. Nadie podía hacer algo, ya estaban por usar una barricada cuando algo inesperado y sorpresivo sucedió.
El herido saltó de la cama, empujó a los tres pasajeros de la camioneta que lo cuidaban y, cerca de ser atropellado, giró en dirección a la puerta del conductor. La abrió sin esfuerzo, tiró a Savage y de su antebrazo derecho salió lo que parecía una tela blanca luminosa, la fuerza que aplicó en ella fue suficiente para dejarlo embarrado por el suelo. Todo lo contrario, la tela se volvió en una especie de esfera y destrozó a la unidad, dejándola plana como a una tortilla. Unos segundos después de que hiciera eso, la esfera se deshizo y, aunque el sujeto cayó de pie, rápidamente se desplomó, escupía sangre y no paraba de toser; ese esfuerzo le costó realmente la vida.
Todos los presentes se quedaron atónitos, principalmente Savage, quien por cierto se hallaba tirado en el suelo luego de que fuese sacado del automóvil. Nadie sabía qué hacer, pero fuera lo que fuera eso, aún debía ser llevado a urgencias. Eso estaba muy en claro.
-¡Abran camino!-gritó Finnick luego de haber incorporado, junto con Mike, al occiso en la camilla nuevamente. Las patrullas no se hicieron esperar y dejaron libre el acceso al hospital, mientras que los tres animales llevaban la camilla tan rápido como les permitiesen sus patas.
Aunque Nick no disimulaba una tranquilidad debajo de sus gafas oscuras, su asombro era bastante notable como el de todos los demás oficiales; sin embargo, no podían hacer más que esperar a que lo atendieran y saber qué rayos era, sin imaginarse siquiera la sorpresa que marcaría la historia de Zootopia permanentemente.
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