Prólogo
—Solo por esta vez—repetí por tercera vez en menos de treinta segundos. Iba de camino a encontrarme con Nathalie a un evento muy estrafalario y aburrido, al que fue invitada por tener un novio súper inteligente y genio en lo que la tecnología moderna respectaba. Era una exposición de robótica e inventos que aportarían un granito de arena más a la evolución, pero para mí, no era más que una reunión de aficionados adinerados buscando la manera de gastar su dinero en cosas banales.
Mi mejor amiga me compró el atuendo especial para la ocasión con tal de que yo la acompañara y no pude negarme al ver semejante vestido de seda muy hermoso color púrpura y las zapatillas plateadas. Las únicas tareas que hice fueron maquillarme y asistir. Tuve que pedir permiso en mi trabajo para poder faltar al otro día por si salíamos tarde de ahí.
Trabajar casi doce horas desde hacía dos años y sin vacaciones provocó que decidiera aceptar esa noche de respiro, aunque solo fuese para ver a muchos nerds jugando a ser Dios.
El taxi aparcó dentro del estacionamiento privado. Le pagué al chófer y descendí dando traspiés. Los encargados del lugar pidieron que mostrara la invitación y rebusqué en mi bolso. Les entregué una tarjeta color oro y me dirigieron al interior con cortesía. Verifiqué la hora en mi Apple Watch que marcaba las ocho en punto de la noche de un viernes, dándome cuenta que no había llegado tan tarde y eso significaba que estaría sola un rato en lo que Nathalie aparecía. Escruté a mi alrededor en donde ya había gente conversando junto a lo que parecían ser exposiciones cubiertas con una manta negra.
Muy ingenioso de su parte. No querían que se deleitasen de su trabajo antes de tiempo.
Detuve a un mesero que debía ser un adolescente de unos trece años, pero era demasiado alto para su edad, que llevaba copas de champaña en una bandeja y este me sonrió cuando le arrebaté la última.
—Disculpa, ¿A qué hora más o menos empezará el evento? —le pregunté antes de que se inmiscuyera a alguna parte.
—La hora estipulada es a las ocho, pero las personas empiezan a venir a las ocho y media—respondió con naturalidad—aunque realmente todo comienza a las nueve o diez, señorita.
Asentí, devastada. Me habría gustado declinar la invitación o al menos haber llegado más tarde y no estar sola como ostra, rodeada de desconocidos. Apenas y conocía al novio de Nathalie de vista y dudaba mucho que él ya estuviera ahí.
De un sorbo, bebí la champaña y dejé escapar un suspiro de agobio. Busqué donde sentarme y hallé un asiento discreto detrás de lo que, a juzgar por el cuidado excesivo en no mostrar nada al público todavía, era un invento muy grande que ocupaba gran parte de la estancia y llegaba hasta el techo.
—¿Quiere otra copa de champaña, señorita...? —se acercó el mismo mesero diez minutos después con amabilidad. Era demasiado joven porque sus ojos pícaros demostraban mucha inmadurez y coquetería.
—Grey—dije, agarrando otra copa con una sonrisa que él correspondió—me llamo Luna Grey.
—Cualquier cosa, estoy a sus órdenes, señorita Grey—me guiñó el ojo, alejándose en dirección al resto de personas. Me resultó extrañamente familiar, en especial sus ojos rasgados y con largas pestañas. Además, tenía un extraño acento.
A eso de las nueve de la noche, abandoné cualquier impulso de quedarme a esperar un poco más ahí. Ni Nathalie ni su tonto novio estaban y yo era víctima de la mirada lasciva de los hombres maduros y adinerados. Tampoco el joven mesero estaba a la vista.
Y justo cuando tomé la decisión de marcharme, vi a mi mejor amiga entrando de la mano de su novio. Ella buscó mi mirada entre los presentes y cuando logró su cometido, sonrió abiertamente, tirando de su pareja para que la siguiera hasta a mí.
—¡Luna! —exclamó ella, abrazándome. Su vestido era color oro y lucía fantástica.
—Estaba a nada de irme de aquí. Llevo más de una hora esperándote—gruñí, aun con sus delgados brazos alrededor de mi cuello. Desvié la mirada a su novio y este me sonrió con los labios apretados. Para ser nerd, podía pasar desapercibido porque no era feo, pero continuaba siendo tímido.
—Tuvimos unos percances—se disculpó ella—Arlen no paraba de vomitar por los nervios y no podíamos venir hasta que se calmara.
Él se ruborizó y lo llamaron más personas. Se disculpó con ambas y fue corriendo con ellos, dejándonos solas.
—No soporto un segundo más estar aquí. Hay hombres muy pervertidos aquí—me quejé, componiendo el escote de mi vestido ante las miradas.
—Ven, hay un sitio donde podemos esperar—le oí decir al momento que me jalaba del brazo, encaminándome a una puerta apartada de la estancia del evento.
Entramos y descubrí un cómodo lobby con sillones y bocadillos. Había un par de señoras conversando ahí y casi besé el cojín al sentarme de tan cómodo que estaba. De haberlo sabido, me habría evitado miradas lascivas. El descanso no duró tanto porque media hora después, comenzó el "show".
Para mi alivio, fueron veinte minutos de discurso por parte del director del proyecto, Connor Wolf. Un sujeto entrado en los treintas de mirada oscura, fría y calculadora. Iba vestido impecablemente con un traje gris y sostenía un bolígrafo para parecer más intelectual en sus ademanes. La audiencia aplaudió al término de sus palabras y surgió una voz pre grabada anunciando que ya había dado inicio a la fantástica demostración tecnológica del 2023.
Me mantuve siguiendo a la multitud que iba siguiendo a cada dueño de su invento o artefacto mejorado para la sociedad. Cabeceé con los primeros diez y para el onceavo, Nathalie tuvo que meterme un bocadillo de salami a la boca para revivir. El número quince era el de Arlen Packart, su novio.
—Arlen Packart, un prodigio egresado de Oxford con millones de ideas en la cabeza. Desde niño le interesó la robótica y ha deseado lograr hacer realidad el sueño de crear una máquina del tiempo—anunció Connor Wolf, señalando con diplomacia a Arlen, quien estaba sudando de los nervios. Tenía las manos puestas en la manta negra que cubría un enorme objeto, el que acaparaba toda la estancia y llegaba al techo, en donde estuve un rato esperando a Nathalie tiempo atrás— ¡Y tal parece que lo ha logrado!
Y dicho eso, Arlen sacudió la manta y dejó a la vista de todos la "máquina del tiempo".
Entre los aplausos emocionados, ladeé la cabeza al tratar de encontrarle forma. Era similar a un pequeño estudio de ballet: un círculo de espejo como suelo y un barandal de un metro y medio alrededor. Fuertes estructuras metálicas lo sostenían de abajo hasta el techo. Había un tablero pequeño con números y letras moviéndose como locos y botones con luces de colores.
—¿Qué quieren que traigamos del pasado? —preguntó Arlen a la multitud, esbozando una radiante sonrisa nerviosa. Nathalie vitoreó y él se sonrojó, emocionado con un control en las manos.
—¿Cómo funciona? —no pude evitar preguntar y la atención cayó en mí. Me arrepentí al instante.
—Podemos viajar al pasado, a cualquier fecha, pero recomendaría no ir tan atrás como veinte años porque no sabemos qué podría ocurrir—respondió Arlen como pez en el agua—mis investigaciones me llevaron a crear esta máquina del tiempo para echar un vistazo hasta cinco años atrás y traer evidencia como periódicos, teléfonos, ropa, etc., cosas discretas para no alterar el curso de la vida.
—¿Y cómo volverás, si en el pasado no existe tu creación? —cuestionó alguien más y voltearon a verlo. Incluida yo.
—En el transcurso de prueba, me sometí a experimentos espeluznantes en los que había probabilidades de quedarme en el pasado, pero gracias mi inteligencia no fue así—se vanaglorió y todos aplaudieron, excepto yo. Pensé que le daría las gracias a Dios y a su tenacidad, pero las personas listas solo creían en ellas mismas—por lo tanto, fui colocando pequeños portales en el pasado que conectan a mi máquina del presente—señaló su artefacto—son puntos en específicos.
—¿En qué año está el punto del portal más alejado en el tiempo? —quiso saber Nathalie junto a mí.
—En Praga, República Checa en el año 2012, aunque todavía está en desarrollo.
—Bien, ¿por qué no nos haces una demostración y nos traes un boleto de tren de cualquier ciudad y un teléfono en funcionamiento óptimo, pero del año 2014? —inquirió Connor Wolf—ah, pero no sin antes quitarte la ropa y demostrar que no guardas nada.
Todos echamos a reír y Nathalie se ruborizó al mismo tiempo que Arlen. Honestamente pensamos que el director bromeaba, pero entornamos la mirada cuando el novio de mi mejor amiga empezó a desnudarse y quedar únicamente en bóxer. Connor Wolf rio y aplaudieron— ¿ven? Nada de artilugios extraños—Arlen giró varias veces, dejando el control en manos del director y extendió las palmas para que pudiéramos verificar si era cierto.
Le entregaron ropa casual y nos enseñó los bolsillos vacíos de las prendas antes de ponérselas. Se acercó al tablero y todos nos apiñamos más adelante para ver qué hacía. Había tecleado el número 2014 y un día y mes aleatorio. Arlen se colocó dentro del círculo de espejo y mirando a Nathalie, oprimió uno de los botones del control que tenía en sus manos. Una luz verde salió de abajo y en un abrir y cerrar de ojos, él ya no estaba.
Enseguida un silencio sepulcral inundó el evento y me envié miradas perplejas con Nathalie, pero a ella se le notaba muchísimo la preocupación.
—Esperemos a que vuelva, eso puede tardar unos minutos—objetó Connor Wolf tranquilamente.
—¿Tú fuiste testigo de que la máquina tuviera éxito antes? —pregunté a Nathalie en un susurro.
—Yo estuve acompañándolo muchas veces, aunque él no permitió que lo acompañase porque únicamente es para una persona a la vez.
—¿Y cuánto tiempo se llevó en las expediciones?
—Muy poco. La más tardada fue cuando abrió el punto del portal en Praga en el año 2012. Demoró cerca de dos horas y yo casi me moría del miedo.
—¿Cuándo fue eso?
—Hace dos meses.
—¿No fue cuando dijiste que él juró haberme visto en esos lares en ese año? —fruncí el ceño.
—Sí, es extraño.
Asentí, estando de acuerdo. No quería ponerla peor con mis preguntas tontas.
Los minutos seguían recorriéndose hasta alargarse y transformarse en cuarenta minutos. Incluso Connor Wolf ya estaba perdiendo el optimismo y su sonrisa conciliadora era una mueca de fastidio y preocupación, sumándole a los susurros y especulaciones del público. La más afectada, sin lugar a dudas, era Nathalie.
Exactamente una hora después, la máquina emitió luces rojas y crujidos.
—¡Lo tenemos de vuelta! —aulló Connor Wolf con euforia— ¡Ya está aquí!
Arlen apareció sorpresivamente, rodando hacia el público. Tenía la ropa hecha jirones y la cara sucia de barro, pero en vez de mirarse asustado o deprimido, tenía una enorme sonrisa de oreja a oreja.
—¡Lo he conseguido! —gritó, agitando una bolsa plástica negra y de ella sacó varios boletos de cine, tren, y varios teléfonos populares de aquel año, todo en funcionamiento óptimo. Las caratulas que en ese año estaban de moda—¡Samsung Galaxy Note Edge! —lo mostró al público, dejándolo en el suelo— ¡iPhone 6, HTC One M8, Nokia Lumia 930! —los últimos tres les movió la pantalla y en efecto, también estaban en buen estado y como nuevos.
Cada uno verificó los boletos y también nos llevamos la sorpresa de verlos. Estaban recién impresos y tenía la fecha y hora antigua. Me estremecí. ¿En serio el novio de mi mejor amiga había descubierto por fin un medio para viajar a través del tiempo?
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