8
—¡Ahí están!
Intimidada, corté el momento y me escondí detrás de Bill cuando escuché una voz totalmente desconocida.
—¿Es ella?
Vi a Bill sonreír, asintiendo y deduje que era alguien de fiar, así que volteé a ver al recién llegado. Era un chico casi tan alto como Bill y de cabello muy rubio y ojos azules. Sonreía de oreja a oreja en nuestra dirección. Iba vestido con una chaqueta negra, playera banca de rayas grises con blanco, jeans vaqueros de mezclilla y un cigarrillo encendido entre sus dedos.
—Pensé habías decidido irte con Tom hace unas horas—dijo Bill con alivio y me ayudó a levantarme.
—Tenía la corazonada de que debía quedarme contigo—se encogió de hombros el rubio y le dio una calada a su cigarrillo sin dejar de verme—así que... ¿ellas es la groupie de la que tanto se queja Tom?
—¡No soy ninguna groupie! —espeté, a la defensiva.
—Estoy bromeando, guapa—me guiñó el ojo y noté que Bill no se había enfadado, así como con Tom cuando me llamaba así—simplemente quería ver si era verdad que reaccionabas al segundo ante falsas acusaciones—volvió a darle una calada al cigarrillo y me dedicó una media sonrisa mientras un hilillo de humo se deslizaba a través de sus fosas nasales.
—Luna, te presento a Andreas Gühne—dijo Bill, pasándome el brazo por encima de los hombros—él es nuestro mejor amigo de toda la vida.
—Un placer, Luna Grey, llámame Andi—me hizo una ridícula reverencia sin dejar de sonreír—ser el mejor amigo de unos gemelos es todo un reto, más cuando el mundo está en contra de ellos. Tú sabes, ¿no?
Asentí, conmocionada. ¡Nunca en mi miserable vida pensé que también conocería al mejor amigo de Bill y Tom, a quien todas las fans agradecían por haber confiado en ellos cuando nadie más lo hizo desde que eran niños!
Y sin miramientos, me nació darle un abrazo. Sabía de antemano que había la posibilidad de que me empujara, ya que él no era Bill, pero no me importó. Le eché los brazos encima con cariño.
—¡Gracias! —le dije, conmovida—de verdad, ¡Gracias!
Asombrosamente me correspondió el abrazo.
—De nada, pero ¿por qué me agradeces? —rio y no lo solté. Sentí la tensión en su cuerpo y la mirada de Bill quemándome la espalda.
—Porque fuiste el primer amigo de Bill y Tom, no los juzgaste y tampoco te dejaste llevar por los demás, en serio, ¡gracias! —exclamé, queriendo echarme a llorar, pero me contuve.
—A mi jamás me riñó, pero con Tom es otra historia—se burló Bill y sentí sus gentiles manos apartarme sutilmente de su amigo.
—No creas que los gemelos eran ángeles, eh—bromeó Andi—también se defendían salvajemente y es lo que más me llamó la atención. Bueno, de Tom, porque siempre ha sido tan problemático. Lo que me hizo querer ser amigo de Bill fue su grandiosa voz y la manera de cantar tan exquisita.
Bill se ruborizó al ver que yo lo miraba con ternura al instante que su mejor amigo hablaba tan lindo de él.
—Vamos al auto—dijo Bill, cambiando de tema porque parecía que su rostro iba a estallar de tan rojo que se había puesto—está comenzando a helar más.
Menos mal yo tenía puesto mi abrigo, pero gracias al vestido corto que claramente no había sido el adecuado, me estaba congelando de las piernas.
No tenía idea de a dónde nos dirigíamos, pero me sentía segura bajo el brazo de Bill; sin mencionar que él sabía ahora de mis viajes en el tiempo y tenía secretos al respecto, como si me hubiera estado esperando. Algo sumamente extraño.
A las tres calles del foro, vislumbré un coche particular de color negro que nos esperaba. Supe que se refería a él cuando Bill le quitó la alarma y se encendieron las luces.
Andi se deslizó a los asientos traseros y yo al copiloto y Bill detrás del volante.
—Ahora que Luna está de regreso, ¿dejarás de posponer el próximo concierto? —preguntó Andi como quien no quiere la cosa—ya que, tus palabras textuales fueron "sin ella, no puedo concentrarme, necesito tenerla conmigo para motivarme".
—¿En serio eso dijiste? —le pregunté a Bill.
Él parecía querer esconderse en alguna parte, pero solamente adquirió un nuevo color escarlata en su rostro y no pude evitar reír. Nos abrochamos el cinturón de seguridad para tener algo qué hacer.
—No me hagan Bullying entre los dos—amenazó Bill, sonriendo—porque al único que podré darle una paliza será a ti, Andi.
—¿Y a Luna?
—A ella no...
—¿O le darás una paliza en la cama? —rompió a reír Andreas, dándole una palmada a Bill en la espalda cuando este puso en marcha el coche.
—No soy su novia como para que él me dé mi merecido en la cama—dije con una sonrisa lobuna en los labios.
Bill arqueó la ceja de su piercing en mi dirección.
—¿Cómo están acostumbrados los de Norteamérica para pedir salir a alguien? —quiso saber Bill.
—Tiene bastante tiempo que no tengo pareja—admití—pero recuerdo que solamente mi exnovio me invitó al cine días después de una fiesta en la universidad y a mitad de la película, me robó un beso y posteriormente, le contó a todo el salón que estábamos saliendo y, para ser sincera, como era el primer noviazgo real que tenía, no lo desmentí.
—Entonces no es tan diferente a como lo hacemos aquí en Europa—aseguró Bill, verificando los espejos al incorporarse a una autopista. Estaba comenzando a llover levemente.
—¿Qué quieres decir? —titubeé, mirándolo con atención.
—¡Vaya! Incluso ya de adulto, Bill tiene problemas para desenvolverse en el ámbito romántico—dijo Andreas desde atrás.
Fruncí el ceño, sin comprender. Yo tenía entendido que Bill y Tom en estos años habían sido demasiado pretendidos por muchas chicas e incluso chicos; teniendo varios romances efímeros que salían en las revistas en primera plana.
—No creo que él tenga problemas, solo es tímido, ¿verdad Bill? —suavicé mi voz.
Pero él seguía condiciendo con el cuello enrojecido por el rubor.
—Como mejor amigo de Bill, es de mi agrado informarte que le gustas, Luna Grey—expresó Andreas con naturalidad. Bill carraspeó y noté que luchaba para no mirarme—Tom me lo comentó, pero no le creí hasta verlo con mis propios ojos. Aunque, más que atraerle físicamente, siento que es más de conexión, ¿sabes?
—Hablas de Bill como si él no estuviera aquí—observé, mirándolo por encima del hombro.
—A él no le importa, créeme; de hecho, estará más aliviado si traduzco lo que desea decirte.
—Bill, ¿te cuesta tanto expresarte frente a mí? —me dolió de cierta manera que decidiera guardar silencio.
—Oye—Andreas me agarró del hombro—no lo presiones, para eso estoy yo, ¿de acuerdo?
—Me asusta un poco que seas tú quien habla en su lugar—dije.
—¿Quieres hablar tú, Bill? —se dirigió a él.
Bill negó con la cabeza, sintiéndose contrariado. Estaba muy nervioso y se notaba en como agarraba el volante y hacía todo lo posible por no mirarme.
—Bien, ¿Qué es lo que Bill quiere decirme, pero no se atreve? —rodé los ojos con exasperación, ya que esperaba que fuera una broma. No me gustaba que Andreas fuera el portavoz de Bill, quien estaba a unos centímetros de distancia.
—Ya te lo he dicho. Le gustas, pero es algo más fuerte.
—¿Cómo qué? —ladeé la cabeza.
—Conexión, vínculo, algo del destino, supongo—se encogió de hombros—para que alguien le afecte tanto a Bill, es porque esa persona debe ser extraordinariamente diferente.
—¿Y qué hay de las chicas con las que ha andado? —inquirí, mirando a través del rabillo a Bill. Él se revolvió nervioso en el asiento y apretó las mandíbulas, mirando fijamente al parabrisas— ¿también le ayudabas a hablarle a ellas?
—Desde luego que no—dijo Andreas—Bill se las arreglaba perfectamente bien.
Me sentía expuesta ante el mejor amigo de los gemelos. Él sabía todo sobre mí e incluso podía traducir lo que el lenguaje corporal de Bill decía. De un momento a otro, no pude evitar preguntarme si acaso Andreas había participado en los amoríos de los Kaulitz demasiado a fondo para saber cómo la palma de su mano cuando ellos eran sinceros o no con las chicas.
—Ha pasado solo tres semanas desde que te conocí, Luna y no me explico por qué no sales de mi mente ni un segundo—dijo de pronto Bill, haciendo que Andreas y yo lo miráramos—en especial cuando desapareciste ante mis ojos el día que quisieron asesinarnos.
Tragué saliva y vi a Andreas por el rabillo del ojo. Él no parecía sorprendido. Estaba al tanto de TODO.
—Todo el público te vio desaparecer—continuó Bill—pero pensaron que fue parte del show. Tom, Georg y Gustav quisieron pensar que fue un truco hecho por ti para largarte sin miramientos; pero no fue así. Yo estaba a tu lado y dejé de sentirte en segundos.
«Detuve el concierto para encontrarte y no te hallamos por ninguna parte. Terminé el concierto porque Tom me obligó. Luego de ello, pospuse las demás presentaciones. Dos semanas te esperé afuera del foro hasta que por fin regresaste. En ese tiempo, mi hermano llamó a Andreas para que me hiciera entrar en razón y en vez de criticarme, apoyó la moción de esperarte el tiempo necesario. Incluso sabía de la descabellada idea que yo tenía de que tú no eras de este tiempo.
—El universo es infinito y las posibilidades de viajar en el tiempo no son imposibles—terció Andreas, dándole credibilidad a las palabras de Bill.
No dije nada. El rubio tenía razón. Era difícil de creer que ya existiera una máquina del tiempo y yo estuviera ahí con ellos.
—Así que... ¿eres del futuro? —preguntó Andreas.
—Lo soy...
—Ella es del 2023—replicó Bill con orgullo—si la versión de Luna de este año estuviera con nosotros, tendría catorce años.
—Sí y tú estuvieras de camino a prisión—bromeó Andreas.
—Eso es verdad, pero menos mal la del futuro está aquí—convino Bill muy animado y me envió una mirada con un brillo peculiar. Estaba feliz.
—Aparte de ustedes, ¿Quién más lo sabe?
—Nadie más. Tom es demasiado escéptico como para creerlo—respondió Bill.
—Y muy tozudo. Asegurará que hemos perdido el juicio y que tú estás loca—explicó Andreas—típico de Tom, no te preocupes.
En los minutos siguientes, estuvimos, o, mejor dicho, estuvieron contándome de las travesuras en las que se vieron envuelto los tres por culpa de Tom. El ambiente era relajante y ni si quiera la tormenta que estaba sobre nosotros fue problema. Bill sabía manejar perfectamente bien sin problema alguno con la carretera resbalosa por la lluvia.
Cada que ese chico de hermosos ojos y sonrisa perfecta sonreía, se me iba la respiración.
Él no lo sabía, pero con su sola existencia, sanaba mi alma y corazón.
—Disculpen un momento, tengo una llamada—dijo Andreas, y se enfrascó en una conversación en su teléfono.
—¿A dónde vamos? —le pregunté a Bill, sintiéndome adormilada.
—A muchos lugares, menos al futuro—respondió con una media sonrisa, pareciéndose bastante a su hermano gemelo ante ese gesto.
—Mi regreso a esta época fue para despedirme de ti—murmuré—el novio de mi mejor amiga fue quien creó la máquina del tiempo y ambos no están de acuerdo con que siga jugando con el curso real de la vida porque puedo alterar el futuro.
—Nada podría alterar el futuro—aseguró Bill, un poco asustado por lo que acababa de decirle—y no puedes ir tan pronto. Acabas de volver.
El tablero del coche marcaba la medianoche y el silencio fúnebre por parte de mía arruinó el buen momento. Atrás, Andreas comenzó a susurrar para que ninguno escuchara nada. Incluso llegué a desear que el rubio se uniera pronto a la charla.
—Pasaré a ponerle combustible—anunció Bill con aspereza. Miré nuevamente el tablero y vi que el tanque estaba lleno—también necesito unos cigarrillos.
Aminoró la velocidad y logró desviarse del camino hacia la gasolinera más cercana. La tormenta seguía en su apogeo, pero a él no le importó. Parqueó junto a la tienda de 24 horas y bajó corriendo, pero no sin antes colocarme la gorra de Hein en la cabeza.
Lo seguí con la mirada hasta perderlo de vista en el interior de la tienda. Andreas soltó un respiro de agobio y se acomodó entre los asientos delanteros para encender la calefacción, puesto que los cristales estaban empañándose rápidamente.
—Gasolina, eh—observó Andreas—el tanque está lleno.
—También dijo cigarrillos.
—Ah, ya veo. Ataque de pánico—dictaminó—vuelvo en un momento.
—¿Cómo que "ataque de pánico"? —ahora la que tenía pánico era yo.
—Bill fuma cuando está estresado, tiene pánico o está sufriendo algún cuadro nervioso por alguna emoción fuerte que no puede controlar.
Dicho eso, Andreas bajó también del auto, dejándome muy preocupada. La lluvia no cesaba y apenas podía ver a través del cristal.
En definitiva, yo era una idiota. Bill era demasiado sensible y vulnerable y no podía ir a por ahí diciéndole todo a la primera. Él estaba confiando en mí y lo único que estaba dándole en respuesta era fastidio y estrés.
Sin embargo, luego de veinte minutos, comencé a ver bastantes personas acumularse en la entrada de la tienda y en su mayoría eran adolescentes. ¿Qué hacían esas chicas ahí en plena madrugada?
Volví el rostro hacia atrás y entorné los ojos al darme cuenta que algo había ocurrido. Las chicas eran fanáticas de Tokio Hotel. Demasiados vehículos se hallaban acercándose. Habían alrededor de seis coches rodeando el coche en el que yo estaba, acechando a Bill. Maldita sea.
Por fortuna, nadie reparaba en mí. No obstante, necesitaba ayudar a Bill y a Andreas. Yo sabía la intensidad en la que algunas fans se acercaban a ellos. Incluso, hacía un tiempo, unas chicas dementes estuvieron acosando a Tom y le arañaron la cara dentro de su auto, incluso le lanzaron una colilla encendida de un cigarrillo encima y ahí fue donde él estalló y bajó corriendo a empujar a la fémina, haciendo que ella y su amiga llamaran a la policía y acusaran a Tom de haberles golpeado.
Decidida a evitar que algo similar le ocurriese a Bill, afiancé la gorra gris de Hein en mi cabeza, bajando la visera lo más posible para ocultar mi rostro de todos ellos y descendí del coche con determinación. La lluvia me bañó por completo, pero eso no me detuvo. Me abrí paso a empujones y logré entrar a la tienda dando traspiés, pasando desapercibida. O al menos, eso creí.
Varios pares de manos rudas me sujetaron del cabello antes de que pudiera llegar a donde se hallaba Andreas, creando un escudo humano con su cuerpo. El rubio tenía las palmas alzadas, intentando contener a la multitud a una distancia apropiada de Bill, quien cubría su rostro del flash de los teléfonos de aquel entonces que tenían sus fans.
—¡Suéltenme! —grité y forcejeé con ellas. Mi inglés sonó demasiado iracundo.
—¿Crees que tienes más derecho de entrar que nosotros? —me ladró una de ellas en inglés con un acento marcado.
—Créeme que sí—la desafié—tengo más derecho que tú o cualquiera.
Mantuve la visera baja para que solamente miraran mi boca y parte de la nariz.
—¿Quién te crees que eres? —espetó la misma fémina con rabia y soltó el mechón de mi cabello para volver a sujetármelo, pero con mayor fuerza, haciendo que mi cabeza se moviera con violencia hacia atrás.
—¡No la toques! —vociferó Bill, empujando a Andreas para llegar a mí, ignorando que ese podría haber sido el mayor error en ese momento.
Cuando estuvo a mi lado, agarró con violencia la mano de la chica y usando bastante fuerza, la empujó lo más lejos posible, provocando que ella cayera sentada y pasara a tirar a más chicas.
Bill Kaulitz fue grabado y fotografiado por todos los presentes, manchando así su imagen.
Y todo por mi maldita culpa.
—¡No se acerquen un paso más o levantaré una denuncia por acoso a todas ustedes! —gritó Bill en el instante que esas mismas chicas se levantaban con el rostro sorprendido y ofendido, y con los teléfonos en alto— ¿y así se hacen llamar mis fans? ¡Qué vergüenza!
—¡¿Quién es ella?! —gritó otra entre la multitud.
Bill me abrazó y bajó su mirada a mí.
—No—susurré en suplica—por favor, Bill, no.
—Ella es Luna Grey—anunció con firmeza—y estoy saliendo con ella.
Andreas se llevó la palma a la frente y un segundo después, las chicas se alborotaron de la peor manera, gritándole muchas cosas a Bill en luxemburgués y alemán, y a juzgar por el semblante de Bill, no eran elogios. Él me abrazó más fuerte, poniéndose de por medio para que, si alguna quisiera atacarme, él recibiera el impacto. Mi corazón latía demasiado deprisa por la adrenalina y el miedo. Jamás me había visto envuelta por algo así y entendí la incomodidad de los artistas tras ser acosados de esa manera cuando únicamente iban a comprar o salían de sus casas. Era el precio de la fama.
—¡Dijiste que no habías encontrado a la chica de tus sueños! —le gritó la misma chica que trató de golpearme.
Bill la ignoró y en un movimiento rápido para resguardarnos al fondo de la tienda en donde estaba la caja y el encargado, esa loca y dos más, lograron separarme de él de una manera violenta.
Mi cabello era el que más estaba sufriendo porque tiraron de un mechón grande y me lanzaron al suelo en donde me estrellé la cara con el filo de una estantería. Un dolor espantoso se alojó en mi nariz y me di cuenta que un líquido caliente se deslizaba por mi boca hasta la barbilla. Sangre.
Todo sucedió a cámara lenta. Andreas se vio entre la espada y la pared.
No sabía si socorrerme o detener a Bill antes de que él agarrara a la chica principal del disturbio y la abofeteara cuatro veces frente a todo el mundo. La agarró de los hombros y acercó su rostro con expresión mortífera al de ella.
— Du wirst bereuen, was du getan hast, du verdammter Idiot. Ich habe es satt, von Mädchen wie dir gemobbt zu werden! (Vas a arrepentirte de lo que hiciste, maldita idiota. ¡Estoy harto de ser intimidado por chicas como tú!) —ladró Bill en alemán y una vena surcó su bella frente ante semejante cólera. Yo no entendí nada de lo que dijo, pero reconocí una palabra similar a "idiota" y deduje que había dicho groserías en su idioma materno.
La altura de Bill no ayudaba en lo absoluto porque medía más de 1.90 metros y la chica alrededor de 1.50 metros.
La empujó lejos para ir a verme.
Yo yacía sentada contra la estantería con la nariz sangrando y muy mareada.
—¿Estás bien? —me miró angustiado y con los ojos llorosos.
Andreas se encargó de desalojar la puerta y tras ese incidente, nadie objetó nada y comenzaron a apartarse.
—He estado mejor—intenté bromear, pero su semblante serio me hizo sentir peor.
—A ver, agárrate a mi cuello, voy a moverte de aquí.
Deslizó un brazo debajo de mis rodillas y el otro en mi espalda baja. Lo abracé del cuello y me cargó.
—Por favor, permíteme revisarla en la seguridad de un sitio privado—le pidió al encargado.
El chico asintió y nos dirigió a una puerta de acceso restringido. Bill me llevó hasta allá en donde había una mesa y varias sillas. Me depositó en una y no dijo nada más. Volvió a la tienda y cuando estuvo de regreso, traía consigo algodón, alcohol, banditas y una barra de chocolate Hershey.
Con muchísimo cuidado, se encargó de limpiarme la sangre del rostro. Lamentablemente había arruinado aquel vestido tan hermoso, pero no importaba. Me limpió con suavidad y alcancé a percibir muchísima tristeza en sus preciosos ojos, los cuales, comenzaba a adorar sin maquillaje.
—Es una herida superficial, pero el golpe fue fuerte—dijo con seriedad—iremos al hospital más cercano a que te revisen, de mientras, con esto bastará para que se detenga la hemorragia.
Usó un tapón de algodón en mi nariz y cubrió la cortada con una bandita, que estaba encima de mi tabique.
—Cómete el chocolate, te animará.
Se puso en marcha hacia la tienda.
—¿A dónde vas?
—Voy por Andreas para largarnos por la puerta de atrás.
Asentí y lo observé irse otra vez.
No transcurrió ni diez segundos, cuando Bill regresó con el rostro pálido.
—Escucha, Luna, tienes que irte de aquí—se palpó los bolsillos y sacó su iPhone 4 negro y me lo depositó en mis manos—la contraseña es 1989, mi año de nacimiento. Llama a Tom y dile que...
La puerta se abrió y vi la espalda de Andreas y después a él, tratando de no darle paso a alguien.
—Es la policía—me informó Bill, apretando las mandíbulas—llama a mi hermano, ¿sí? Yo estaré bien.
Horrorizada, observé como Andreas era sujetado por un par de hombretones rubios vestidos de oficiales y dos más entraban en dirección a Bill.
Dando traspiés, logré escabullirme por un largo pasillo oscuro y la mirada de Bill al ser apresado me partió el corazón. Lo agarraron cruelmente del cuello y lo sometieron brutalmente sobre la mesa, poniéndole grilletes sin ninguna pizca de tacto o consideración.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro