7
Concierto. Hombres extraños. Armas de fuego. Tom Kaulitz a punto de ser herido de muerte con una pistola en pleno concierto. La mano de Bill en mi hombro
La nebulosa de mi cabeza, que era muy densa, se fue disipando a medida que volvía en sí y que mis entrañas dejaban de amenazar con querer salir por mi boca.
—¡Señorita Grey!
La voz de Hein me hizo abrir los ojos de golpe y mirarlo con horror. No podía ser posible.
Había vuelto al presente. A junio del 2023.
—Llévame de regreso, por favor—dije en un hilo de voz y vomité de forma instantánea a un lado. El chico en vez de apartarse me sostuvo el cabello para evitar que me manchase.
—¡Luna! —el grito de Nathalie provocó que vomitara más. Enseguida mi mejor amiga corrió a auxiliarme.
Arlen se encargó de traer algo con qué limpiar y cuando terminé de devolver hasta bilis, caí casi sin fuerzas en un taburete que Hein me acercó.
—Llévame de regreso, por favor—le pedí a Hein, sintiéndome muy mal—necesito avisarles, ver si están bien...
—¿De qué hablas, Luna? —me sacudió Nathalie de los brazos y Hein le apartó sus manos de mi cuerpo con desdén.
—No la toques—espetó el chiquillo con aire protector.
Las personas de intendencia entraron a limpiar y Arlen por fin se acercó a mí. Solo a él dejó Hein que me tocase, pero bajo su supervisión.
—Hemos intentado traerte de regreso—dijo Arlen, sacando una mini lámpara y me verificó las pupilas, cegándome—pero tal parece que era imposible porque no llevaste contigo el control de regreso y no sabíamos en dónde estabas ni la fecha.
—No me importa. Necesito volver—insistí, desesperada y me levanté bruscamente, causando un mareo en mí y tuve que volver a sentarme.
—Tienes qué calmarte—dijo Nathalie—vamos a llevarte al doctor para que te revise.
—¡Estoy bien, maldita sea! ¡Solo regrésenme al pasado, por favor! —grité, histérica.
—No voy a dejar que vuelvas a acercarte a ese aparato infernal—siseó Nathalie—casi desapareces en el tiempo para siempre, ¿Qué crees que iba a pensar tu familia cuando se enterase que mi novio fue el que creó esa maldita cosa que te raptó?
La miré con el ceño fruncido y negué con la cabeza.
—Nathalie tiene razón. Voy a guardar la máquina del tiempo en un sitio de alta seguridad para que nadie se acerque—dijo Arlen—lamento todo esto, Luna.
Por más que mi garganta aguantó un nudo en su interior, supe que era por las lágrimas que estaba guardándome para no parecer patética. Solo bastó convivir con esos chicos para desear no separarme jamás de ellos. Lamentablemente la realidad era más dolorosa. Si los buscaba en este año, no me reconocerían.
—¡Viajé al pasado y conocí personas maravillosas! —grité, enloquecida y las lágrimas empezaron a fluir—estaban a punto de lastimarlas cuando regresé al presente.
—No puedes alterar el curso de los hechos—dijo Arlen—quizá por eso volviste.
—O porque tuvo una emoción muy fuerte—terció Hein.
Nathalie y Arlen voltearon a verlo.
—¿Qué tanto sabes tú de eso? —espetó Nathalie a Hein.
—Lo suficiente para saber que la señorita Grey debe volver—afirmó Hein con veneno.
—A todo esto, ¿Quién eres tú? —cuestionó Nathalie.
—Trabajo aquí—repuso él—y ayudé a la señorita Grey a cumplir su fantasía de asistir a un concierto de su banda favorita que se dio lugar en 2010 en Luxemburgo.
—¿Y cómo sabes utilizar mi máquina? —Arlen lo miró con desconfianza y Hein lo ignoró.
—Solo les pido con todo el corazón que me regresen al pasado, tan si quiera un momento, por favor. Necesito saber que están bien—sollocé, interrumpiéndolos. Maldita sea.
—¿A quiénes te estás refiriendo? —quiso saber Nathalie.
—No tienes por qué responderles—murmuró Hein, agarrándome la mano—ellos no saben nada.
—¿De dónde conoces a Luna? —continuó preguntando Nathalie. Ni si quiera yo sabía por qué ese niño tenía mucha confianza conmigo.
—¿Acaso importa? —espeté, furiosa. Me limpié las lágrimas con la mano que tenía libre y miré a Hein—lamentablemente ya no podré volver al pasado, pero te agradezco que me hayas ayudado a conocerlos, aunque no pude evitar una masacre.
Me levanté del taburete con Hein sosteniéndome todavía de la mano, dándome seguridad.
—¿A dónde crees que vas? Irás a ser revisada por un doctor—dijo Nathalie de mal humor e intentó agarrarme del brazo con brusquedad, pero ojalá solamente ella hubiera sido la que me sujetó...
—Déjate de tonterías y obedécenos. Entraste ilegalmente a usar mi invento, así que lo mínimo que quiero que hagas es disculparte e ir al doctor, Luna—aseveró Arlen enfadado y me torció el brazo cuando traté de zafarme.
En un arrebato de adrenalina, supongo, Hein empujó a Arlen y le pateó la cara, sí, pateó su mejilla con el pie de una manera increíble, seguramente sabía artes marciales y lo derribó con tal fuerza que el novio de mi mejor amiga se golpeó la espalda con el taburete. Nathalie y yo ahogamos un grito cuando el niño saltó sobre él y lo sujetó de las solapas de la camisa, acercando su rostro al suyo con ira.
—¡Si te atreves a tocarla, juro que te mataré! —le advirtió, arrastrando las palabras y con un acento muy marcado. Alzó el puño y lo detuvo sobre su nariz—sé cómo provocar un traumatismo severo con solo un golpe y enviarte al hospital en cuestión de segundos.
Los ojos de Arlen se entornaron, estupefacto.
—¿Quién carajos eres? —se horrorizó Nathalie, empujando al chico lejos de su novio.
—La peor pesadilla de ustedes si siguen violentando psicológicamente a Luna Grey—ladró Hein, poniéndose frente a mí.
Mi amiga me envió una mirada confundida y se la devolví porque tampoco sabía qué estaba pasando.
—Hein—dije suavemente para aligerar la tensión—no te preocupes por mí, ¿de acuerdo? Fue bueno mientras duró. Necesito ir a descansar y reflexionar.
—¿Tan pronto vas a rendirte? ¿Acaso no amaste tu estadía ahí? —preguntó Hein, un tanto desconcertado por mi resignación.
—Es imposible que mis amigos permitan que regrese al pasado—resoplé—harán lo posible por alejarme de la máquina y lo entiendo. Fuimos descuidados al no pensar bien las cosas. De hecho, me había resignado a vivir en el 2010 porque no hallé la manera de regresar al principio. Y lamento no poder darte tu gorra firmada por ellos, pero... —bajé la vista a mi mariconera en donde supuestamente había puesto la gorra—lo siento, se debió haber caído cuando me trajeron al presente.
—No te preocupes—añadió él, mirando con desprecio a Nathalie y Arlen. Se inclinó a mi oreja y susurró: —tendrás otra oportunidad, te lo aseguro.
Evitando otro posible altercado entre Arlen y Hein, decidí dejar el tema por la paz, aunque el chiquillo insistió en romperle la cara al novio de mi mejor amiga, lo jalé de la mano en dirección a la salida, siendo escoltados por ellos.
—¿Tienes a dónde ir? —le pregunté.
—Eso creo, pero me temo que, si me voy, no volveré a verte nunca más, señorita Grey—dijo con suma tristeza.
—¿A qué te refieres? —pregunté, preocupada; pero él negó con la cabeza.
—Si cambias de opinión, me haré cargo de buscar el nuevo escondite de la máquina del tiempo y te llevaré de vuelta—murmuró con voz casi inaudible solo para que yo lo escuchara.
—¿Por qué tienes tanta insistencia en qué yo vuelva con ellos? —quise saber.
—Porque creo en los sueños, señorita Grey—respondió con seriedad—mis padres me enseñaron a no dejar de perseguirlos hasta alcanzarlos.
—¿Y dónde están tus padres? Tienes trece años y he visto que estás solo—miré a todas partes.
—Trabajando—se encogió de hombros—y yo tengo mucho tiempo libre.
—¿Qué hay de la escuela?
—Me enseñan en casa—esbozó una sonrisa.
Quise preguntarle a qué se dedicaban sus padres, pero la presencia de Arlen y Nathalie muy cerca de nosotros me hizo recapacitar.
Ellos se habían quedado charlando con otras personas mientras yo hablaba con Hein.
—Vámonos, Luna—le oí decir a Nathalie.
—Espera, me despediré de Hein—manifesté con incertidumbre.
Agarré al chico del brazo y lo llevé a un sitio más apartado del escrutinio de mi amiga y su novio.
—¿Tienes donde anotar mi dirección y teléfono?
—Sí, señorita Grey—dijo Hein y sacó su teléfono.
Le dicté primero mi número y después mi dirección, que optó por anotar en su bloc de notas con rapidez. Ante la insistencia de Nathalie para marcharnos, me nació depositarle un beso en la frente a Hein. Él tuvo que agacharse para estar a mi altura y me sonrió dulcemente.
—Llámame—le dije antes de seguir a Nathalie.
Me negué rotundamente a ir al hospital, pero fracasé. De vuelta a Corpus Christi y por órdenes del médico en turno, quedé en observación, ya que a Nathalie se le ocurrió decir que había tenido un cuadro psicótico a causa del invento de su novio. Fue lista en no delatar la verdad sobre ese artefacto, puesto que solamente pocas personas sabían de ello.
Tumbada en la solitaria camilla, porque mi amiga fue a mi casa por ropa limpia, me quedé pensando con la mirada fija en el frío techo.
¿Qué había pasado con Tom y los demás? ¿Cómo había reaccionado Bill al verme desaparecer ante sus ojos? En el presente, ¿aún me recordarían o solo era una mancha en el pasado? Era más que obvio que el agresor no logró herirlos porque de ser así, las noticias en el pasado habrían anunciado sobre el alterado y por eso necesitaba volver.
Deseosa de poder regresar con ellos, me eché a llorar. Días atrás, estaba asustada por haberme quedado estancada en el pasado y ahora me sentía desdichada por haberlos abandonado. A Bill Kaulitz principalmente. Él me necesitaba. De alguna manera, sabía que yo le haría falta.
No estuve consciente de cuánto tiempo estuve en el pasado, pero me daba igual y tampoco cuanto tardó Nathalie en regresar a verme. El maldito cielo continuaba oscuro y yo quería sumirme en mi depresión. Por fin me había sentido relativamente bien en mucho tiempo en compañía de Bill, Gustav, Georg, e incluso Tom, exceptuando sus groserías, que, a decir verdad, momentos antes del concierto y atentado, se portó amable conmigo, comprándome golosinas para animarme.
—No sé realmente qué pasó cuando fuiste al pasado—escuché la voz de mi mejor amiga muy cerca de mí. Ni si quiera tuve la decencia de mirarla—pero créeme que me asusté muchísimo al ver que no estabas. El chico ese, con quien hiciste amistad, no sabía cómo hacerte volver con nosotros y me dio terror el no verte nunca más, Luna.
Silencio. Mi boca era una fina línea recta y le di la espalda, ocultando las malditas lágrimas anegadas en mis ojos.
—Cuéntame qué pasó—suplicó Nathalie con tristeza—si tú me explicas, entenderé.
—¿Qué quieres saber? —mi voz salió rota y apenas audible.
—Todo. A dónde fuiste, a quién conociste, con lujo de detalles—respondió—porque para que estés afectada, deben haber sido personas importantes y que dejaron huella en ti en esos días, aunque aquí solo fueron cuarenta y ocho horas.
—¿Sólo dos días? —me sorprendí, sentándome de golpe y me limpié la cara con la ropa del hospital—yo estuve una semana completa ahí...
—¿Me contarás todo? —Nathalie me agarró de la rodilla y nuestras miradas se cruzaron. Había bastante preocupación en su semblante y parecía haber envejecido diez años por tanta angustia.
Asentí, sintiéndome culpable.
—Te lo diré todo, pero espero que no te vayas a reír. Parece muy irreal—dije—sin embargo, es más real de lo que crees.
—Tengo la mente abierta desde que Arlen me enseñó que es posible viajar a través del tiempo.
Humedecí mis labios y empecé por confesarle lo de mi sueño frustrado.
—Primer concierto del Humanoid City Tour de Tokio Hotel en Luxemburgo en febrero del 2010—hablé atropelladamente.
Los ojos de ella se entornaron.
—No me digas que...
Alrededor de casi una hora después, Nathalie estaba igual o peor que yo de preocupada y desesperada. No podía creer que de verdad yo hubiese conectado con Bill Kaulitz y que Tom era mi verdugo y Gustav y Georg mis amigos. Técnicamente casi se desmayó al enterarse de todo lo que logré hacer en una semana en el pasado.
—¡Ay, no es posible! —se lamentó—ni si quiera Arlen se explica cómo fue que volviste, pero creo que más o menos sé cómo puede funcionar esa máquina sin los controles.
—¿A qué te refieres?
—Escucha—planteó—Hein te envió a la fecha y lugar exacto, ¿no? —yo asentí, perpleja—entonces, como no llevaste el control para regresar en cualquier momento, aparentemente quedaste atrapada—hizo comillas con las manos en la palabra "atrapada"—así que pensaste que te quedarías ahí, ¿verdad? —volví a asentir sin entender su punto—y al instante que tuviste aquel horror de ver que iban a lastimar a los gemelos, fue cuando se activó tu boleto de regreso al presente...
—Ajá, ¿y?
—¿Cómo que "y"? —me miró como si fuera idiota.
—No te entiendo.
—¡Las emociones fuertes son el boleto a casa cuando no tienes el control de la máquina! —chilló, dándose cuenta que había descubierto una posibilidad importante.
—¡Tienes razón! —grité, emocionada, pero luego recordé cuando Bill me besó—oye, si dices que las emociones fuertes activan la máquina para hacerme volver, ¿por qué no me trajo a casa cuando Bill me besó? —inquirí, un tanto ruborizada.
—Tal vez solo sea por emociones más fuertes que únicamente sentir mariposas en el estómago. En este caso del concierto, la vida de ellos estuvo en peligro y sufriste una emoción sumamente grave con mucha adrenalina.
—¿Ahora te das cuenta cuán importante es que yo vaya con ellos para saber si están bien?
—Luna...
—Yo no mentí. Todo lo que te confesé es real—insistí—no estoy loca para inventar algo como eso. Tienes que creerme.
—No es que no te crea, pero es peligroso...
—¿Recuerdas cuando me dijiste que Arlen me vio en Praga hace unos meses? Apuesto que fue con la misma apariencia de ahora.
—Sí, pero...
—¿Y qué tal si todo esto debía pasar para que él me viera en el pasado? No por nada logré ser del agrado de Bill Kaulitz.
—¿Y qué quieres que haga al respecto? —bufó—creo que lo que te ocurrió fue hermoso, pero debes hacerte la idea que no está bien volver. Va en contra de la naturaleza. Arlen está jugando a ser Dios y puede haber consecuencias.
—Arlen me ha dado un motivo para seguir viviendo—murmuré.
—¿Qué? —Nathalie se escandalizó.
—¡Date cuenta, Nath! Toda mi maldita vida he dado tropiezos en todos los aspectos. Nunca he sido buena en nada y cuando conseguí un novio, fue para dejar de ser virgen ante la presión de la universidad y fue una mierda. Jamás pensé conectar con nadie y de pronto, tras viajar al pasado, mi artista favorito me miró por sobre todas las personas. El sueño de toda fanática y por primera vez sentí que formaba parte de algo.
—¿De verdad sentiste esa conexión con Bill? —preguntó, comenzando a ceder.
—Sí. Te juro que es completamente tierno y afectuoso. Todavía no tengo la certeza si yo le gusto o me ve como amiga nada más, pero sé que me tiene aprecio.
—La verdad es que los hombres no besan a ninguna mujer a menos que de verdad les atraigan. Por muy amiga que sean de ellos, evitan ese contacto si no les gustan.
No pude evitar sonreír involuntariamente.
—Y ese Tom, está claro que quiere que babees por él, y está frustrado de que no le des atención como a su hermano—canturreó Nathalie.
—¿Lo ves? Es todo tan cierto.
Luego de un doloroso minuto de silencio sepulcral, Nathalie resopló.
—Está bien, Luna. Voy a ayudarte, pero solo por única ocasión—me advirtió—irás a ver si están bien y te despedirás como Dios manda para continuar con tu vida normal, ¿de acuerdo?
Asentí, emocionada.
—Pero será mañana. Hoy descansa y temprano iremos por la máquina. Sé cuidadosa de no llevar nada de este tiempo o volverás a vértelas negras si alguno de ellos lo ve.
Asintiendo otra vez, recordé la pulsera que me pusieron para poder entrar a la exposición en Portland y me di cuenta que ya no la tenía. Era extraño. A lo mejor se me cayó o quedó perdida en el tiempo.
Esa noche dormí tranquila y siendo acompañada por ella. Me sentía aliviada de que mi mejor amiga ya estaba al tanto de lo que me había ocurrido con los integrantes de Tokio Hotel y la magnitud del problema. Añoraba tanto volver a verlos. Deseaba abrazar a Bill y decirle que era una persona maravillosa y darle un beso en su perfecta mejilla antes de volver a mi miserable vida en 2023, dejándolo a él en el 2010.
A la mañana siguiente fui dada de alta y lo primero que hice fue comprarme una hamburguesa al salir. Tenía muchísima hambre y Nathalie compró dos frappé de moka en Starbucks de camino a mi casa, que más bien era un pequeño departamento en la zona más económica de Corpus Christi. Ella vivía en un departamento enorme gracias al dinero de su familia y su trabajo como psicóloga en un colegio de niños ricos. Gracias al cielo, Nathalie no le recibía ni un maldito peso a Arlen para que él, si algún día llegasen a terminar, no le reprochara nada.
Me di una ducha a conciencia, dejé mi teléfono y Apple Watch guardados en un cajón y me puse ropa muy linda para mi encuentro con Bill.
—¿No crees que estás muy llamativa? —opinó Nathalie al verme con un vestido muy corto color negro y zapatos de piso plateados.
—Lo sé. Me encanta—sonreí—quiero verme perfecta.
—¿Y no se supone que aparecerás en el mismo instante en que te fuiste? ¿Qué van a decir que de repente ya no tienes la misma ropa? —Nathalie ladeó la cabeza, bebiéndose lo que quedaba de su frappé.
—Les diré la verdad—me encogí de hombros—que viajé en el tiempo.
—Estás loca. Te van a mirar como un bicho raro.
—Bill no lo hará. Él me comprenderá—le aseguré.
Luego de un par de horas, Nathalie llamó a Arlen para exponerle su idea de dejarme ir al pasado solo a despedirme de las personas que conocí. No escuché la respuesta de él, pero quedó en venir a mi departamento a hablar conmigo.
—No quiere—afirmé con tristeza—se rehusó, ¿verdad?
—No, Luna. Él únicamente dijo que le encantaría hablar antes contigo.
—De ninguna manera le voy a contar mi experiencia tan bella.
Nathalie carraspeó y me ignoró.
En veinte minutos, ya estaba Arlen en la puerta de mi departamento con varios sujetos atrás de él, que venían cargando muchas cosas pesadas.
—Haremos un trato, Luna—dijo él en cuanto le cedí el paso.
—¿Quiénes son estas personas? —quiso saber Nathalie con el ceño fruncido.
—La corporación que me patrocina vio todo a través de las cámaras de seguridad y quieren despedirme, pero quedándose con mi máquina del tiempo—espetó Arlen—y por obvias razones, no lo permitiré porque, aunque ellos hayan dado el dinero, yo lo inventé.
—Mi vida, lo siento—Nathalie le echó los brazos al cuello.
—Así que, como Luna desea volver al pasado, se me ocurrió continuar con más investigaciones de la máquina aquí en su departamento—informó Arlen con naturalidad, besando a su novia en la sien—además de tener el permiso de ir a tu antojo a todas partes, te pagaré por el alquiler de mi máquina, ¿Qué te parece?
—¿Qué? —inquirimos Nathalie y yo al unísono.
Pero Arlen comenzó a darle indicaciones a los hombres para colocar la máquina a la mitad de mi sala.
Yo estaba tan absorta, cuando de repente, sentí unos dedos picarme la cintura de forma juguetona desde atrás. Giré sobre mi eje y esbocé una sonrisa de felicidad.
—¡Hein! —exclamé y el chiquillo me abrazó cariñosamente, levantándome unos centímetros del suelo.
—Me ofrecí para ayudar—dijo.
—No es verdad. Amenazó con llamar a la policía si no lo dejaba formar parte de este secreto—bramó Arlen—y como solo es un adolescente idiota, no pude dejarlo en un callejón con los huesos rotos.
—Soy intocable—se jactó Hein y lo invité a sentarse en el sofá, junto a la máquina.
—Me parece algo arriesgado—mascullo Luna a su novio— ¿y si sale mal?
—Nada saldrá mal, confía en mí.
Al cabo de unos minutos, los hombres se marcharon y "la máquina de los deseos" yacía completamente lista para usarse a la mitad de mi sala.
—A las ocho de la noche vamos a enviarte allá—dijo Arlen—necesito dormir un rato—bostezó. Y me di cuenta de que tenía la misma ropa de ayer. Hein igual.
Preparé bocadillos y café para cuando Arlen despertara, ya que se durmió en el sofá en cuanto su cabeza rozó el cojín. Llevé a Hein a mi habitación y le brindé mi cama, y gustosamente aceptó.
Nathalie y yo nos quedamos a esperar a que fuera la hora acordada, platicando en el balcón mientras ella fumaba un cigarrillo y yo bebía una soda de fresa.
Poco a poco fue oscureciendo y las ocho de la noche se abrió pasó. La alarma de Arlen sonó y despertó con rapidez, un poco aturdido. Levanté a Hein con suavidad y él en vez de mostrarse huraño como la mayoría de adolescentes, me abrazó cálidamente.
—Hola—dijo, adormilado.
—Hola, pequeño durmiente, ¿estás listo para llevarme de paso al pasado? —bromeé.
—Más que listo.
Nos pusimos en marcha con los preparativos. Fui más inteligente y me llevé conmigo un abrigo de lana encima del vestido para no padecer frío y una mochila más grande con muchas cosas personales necesarias.
—¿Tienes la hora y fecha exacta? —me preguntó Arlen.
—Mierda, no—maldije para mí, odiándome internamente—pero fue después de que me envió Hein—miré al mencionado y este parpadeó— ¿sabes la fecha?
—¿No se supone que fue el lunes 22 de febrero del 2010 su primera gira? —inquirió Nathalie.
—Aparentemente, pero yo fui antes—dije—a principios del mes, ¿verdad, Hein?
El chico asintió.
—Pero no concuerdan las fechas—insistió ella—a menos que el concierto al que fuiste no haya estado dentro oficialmente del Humanoid City Tour.
—Tal vez—hice una mueca—solo envíenme a una semana atrás, por favor.
Arlen comió rápidamente uno de los bocadillos y me señaló con el dedo el piso de espejos. Nerviosa como la primera vez, me acerqué ahí y afiancé las correas en mis hombros.
—Llevarás este control—dijo Arlen, entregándome mi boleto de regreso—oprimirás el botón rojo cuando te sientas lista para regresar, ¿de acuerdo?
—Espera, ¿y si algo sale mal? ¿ya no hay otro control que quedará con nosotros? —comentó Nathalie con preocupación.
—Estaré terminando de hacerle los últimos arreglos al control número dos, cariño—añadió Arlen, sacando otro artefacto similar al que yo tenía en las manos, pero de color gris humo. El mío era negro con azul.
Respiré hondo y Hein se animó a abrazarme rápidamente antes de que el novio de mi mejor amiga elegía la fecha. Deseaba que estuviéramos en el día correcto y hora, pero lo dudaba.
—Buen viaje, Luna—escuché decir a Arlen, oprimiendo varios botones.
—Ten mucho cuidado—objetó Nathalie, temerosa.
—¡Diviértete mucho, señorita Grey! —exclamó Hein con entusiasmo.
Cerré los ojos en cuanto la luz verde empezó a engullirme. La sensación de vacío fue incluso placentera porque eso solo significaba que estaría en donde anhelaba estar.
El aire helado de Luxemburgo me hizo abrir los ojos de golpe. Guardé el control en mi mochila y reconocí enseguida en foro del segundo concierto en Hespérange. Sin embargo, no había rastro de nadie ahí. ¿Había llegado mucho antes o después? Miré a mi alrededor y no tuve otra opción más que echar un vistazo lo más cerca posible del lugar con la esperanza de hallar alguna señal. Todo estaba desértico.
Debía ser de madrugada. Abatida y triste, me senté al borde de la acera del estacionamiento trasero en donde el autobús y el resto del staff habían estado y suspiré, contrariada y resignada. Si el concierto había sido hacía días atrás, entonces ya no había manera de encontrarlos tan rápido.
Abracé mis rodillas y hundí mi rostro en ellas durante varios minutos hasta que alcé la barbilla tras escuchar pasos acercarse con cautela.
—¿Luna Grey? —susurró una voz que no pensé escuchar en ese preciso instante. Entorné los ojos a medida que esa persona se acercaba con más seguridad y confianza.
Hice el ademán de levantarme para correr a abrazarlo, pero no fue necesario.
Bill Kaulitz cortó la distancia que nos dividía, echándose a correr deliberadamente en la oscuridad. Alcancé a verle una gorra en la cabeza y casi lo confundí con su gemelo. Era una gorra gris. No me dio tiempo de ponerme en pie porque él me abrazó con fuerza, tirándonos a los dos hacia atrás.
—¡Eres tú! —exclamó eufórico y aliviado al mismo tiempo— ¿¡A dónde fuiste!? ¿¡Cómo fue que desapareciste ante mis ojos!? —quiso saber, hablando sin respirar y sin soltarme porque al parecer, pensaba que iba a volver a esfumarme.
—Estoy aquí—susurré, sorprendida por su reacción tan tierna.
—¡Tienes qué decirme lo que pasó! —se aferró más a mí. Reconocí de inmediato la gorra de Hein en su cabeza.
—Te lo contaré, pero, antes que nada, debes decirme si están bien todos—balbuceé y él se separó de mí solo para mirarme. Sus ojos casi mieles albergaban suma tristeza y pensé lo peor.
—Gustav y varios del staff lograron someter a los dos imbéciles. Todos estamos bien—me miraba fijamente con su preciosa mirada cansada, incapaz de soltarme de las manos. Temblaba—sabía que volverías. Tom no me creyó y yo sabía que estarías de vuelta.
—¿Qué pasó con el próximo concierto? —me animé a acariciarle la mejilla con preocupación. Tuve alivio de que todos estuvieran bien luego del atentado, pero ¿y la gira?
—Mandé todo al carajo. Pospuse el resto de fechas hasta encontrarte—tragó saliva.
—¿Qué?
—Fui el único que ha estado merodeando este foro durante dos semanas sin perder la esperanza de volver a verte—tragó saliva. Las ojeras que adornaban sus ojos eran la evidencia de ello—y solamente dejaste esta gorra—señaló la gorra de Hein en su cabeza y sacó algo del bolsillo—y una pulsera muy peculiar con una inscripción en ella.
"Exposición Tecnológica 2023, Portland, Texas, 25 de junio del 2023, 9am".
Mis ojos se abrieron más de la cuenta al ver que era mi pulsera del evento tecnológico de Arlen. Tragué saliva y la mirada confundida de Bill me hizo titubear.
—Eres alguien del futuro, ¿verdad? —repuso con seriedad. Al ver mi expresión, frunció el ceño, alzando la pulsera como bandera—no te atrevas a mentirme. Hay muchas pruebas de que tengo razón y no estoy loco.
Inhalé y exhalé hondo tres veces antes de mirarlo y asentir.
—Sí. Yo pertenezco al 2023—confesé, quitándole la pulsera—en este año que estamos, mi yo del 2010 tiene catorce años y de donde yo vengo, tú estás a punto de cumplir treinta y cuatro años.
Él se quedó en silencio, reflexionando en su mente y alcancé a notar cierto desdén en su mirada. Y comprendí que era momento de regresar a casa. Mi viaje en el tiempo había llegado a su fin.
—Lamento haberte mentido. Regresaré a mi época—comencé a decir, apartándome de él.
Sin embargo, Bill no me soltó la mano y me mantuvo sentada frente a él.
—Seas del futuro o del pasado, no me interesa—dijo—quiero que te quedes aquí.
—¿Por qué?
—Así como a ti te tomó tiempo decirme la verdad de tus secretos, yo tengo mis motivos para reservarme los míos hasta que sea conveniente—suavizó su voz.
—No entiendo...
—Nosotros debíamos encontrarnos tarde o temprano—afirmó y se acercó a mi rostro, helándome por los nervios. Sonrió y una de sus manos acarició mi mejilla y su dedo pulgar rozó mis labios durante varios segundos antes de... besarme por segunda vez y me estremecí.
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