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4

—Escucha, ya es tarde y a los demás no les hará gracia verme aquí todavía, en especial a Tom—dije, pero no hice el ademán de querer soltarme. Su suave y fría mano me estremeció.

—Tom está irritado porque se lastimó los dedos haciendo el solo de guitarra de Pain Of Love en el concierto, no lo tomes personal—manifestó Bill, un poco cansado—prometo no hacer más preguntas sobre tu teléfono de alta tecnología y mi fotografía editada con muchos años encima, cabello rubio y ropa colorida que jamás usaría—bromeó—aunque lo del piercing en la nariz está interesante.

—Sí, te verás muy guapo si algún día decides usarlo—le aseguré.

—Vuelve a sentarte conmigo—me instó, tirando de mi mano.

—Pero...

—Escucha, tenemos una semana de descanso para nuestro próximo concierto que será en dos ciudades cercanas. No tienes de qué preocuparte, ¿Cuándo es tu vuelo de regreso? Podría cambiar tu boleto para después.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —susurré, sentándome otra vez. Él asintió, y empezó a quitarse el audífono de la oreja y a forcejear con el cierre del traje negro de cuerpo entero —¿Cuál es la verdadera razón por la que estás siendo amable conmigo? Soy una simple admiradora común y corriente, no formo parte del espectáculo y tampoco hice nada extraordinario que pudiera llamar tu atención.

Y para que no mirase mi expresión nerviosa, aventuré a ayudarle a bajar la enorme cremallera que se extendía desde su cuello hasta el final de su esbelta espalda. Vislumbré el tatuaje del logo de Tokio Hotel en la base de su perfecto cuello. Claramente ya estaba iniciando la era de sus tatuajes por todo el cuerpo. Me pregunté si alcanzaría a ver el de estrella que tenía en el vientre. Ruborizada, alejé ese pensamiento de mi mente.

Mis manos torpes y temblorosas lograron su cometido, pero Bill no respondió a mi pregunta hasta que tomé asiento a su lado. Su mirada amielada se posó en la mía y ladeó la cabeza. Dios. Con el maquillaje hecho un caos por el sudor se miraba más atractivo y guapo.

—¿Sabías que toda mi vida he vivido en el ojo de la crítica?Incluso cuando no era famoso—comenzó a decir con aire taciturno. Tiró del traje hacia adelante y se despojó ágilmente de aquella prenda, quedando con el torso desnudo.

Dios. Su piel de porcelana estaba levemente perlada de sudor y, aun así, lucía fantástico y olía delicioso. No quise verme como una depravada sexual, por lo que aparté la vista rápidamente.

—Sí. La gente sin oficio tiene todo el tiempo del mundo para molestar a los demás porque no se sienten bien con ellos mismos—grazné.

—Y lo que quiero que sepas es, que todo lo que pienso, digo y hago, es criticado por alguien más, sea gente de la farándula, mi familia e incluyendo fans—continuó diciendo y se secó el sudor del cuello con su toalla. Deseé ser la toalla para pasarle la lengua por todas partes. Tuve que apretar los puños para concentrarme en no actuar como una demente y asustarlo—y si te das cuenta, también tú estás cuestionando mi decisión de tenerte aquí, al igual que mi hermano, Gustav y George.

Aquel era un buen punto y me detesté por ello. Bajé la cabeza y de la nada escuché una risita de parte de Bill. Volteé a verlo y sonreía ampliamente.

—Lo que he dicho no es para hacerte sentir mal, solo estaba aclarándote de que tengo ideas locas en la cabeza y las ejecuto tranquilamente. Jamás me ha importado lo que piensen los demás de mí—dijo, risueño—si eso hubiera sido el caso, no estaría aquí, siendo famoso y ganando dinero con lo que me apasiona, sin mencionar mi estilo de moda. Técnicamente vivo también del odio de las personas. Mientras alguien me odie y vea mis vídeos musicales para criticarme, lo que realmente hacen es darme más dinero y una vida llena de lujos.

—Mente de tiburón—reí.

—De megalodón—me corrigió y rio conmigo.

Minutos después, se disculpó porque quería cambiarse y me suplicó que no me fuera, ya que deseaba seguir hablando conmigo, dejando entreabierta la puerta. Otro de mis defectos era no poder decir no. Así que me quedé en el sofá, aproveché a quitarme el Apple Watch y asegurar bien la mariconera para que no se cayera de nuevo y tampoco el teléfono.

A través de la enorme ventana, me acerqué a echar un vistazo y vi como desmantelaban poco a poco el escenario. Parecían hormigas corriendo de un lado a otro y me pregunté qué había hecho Annick Lentz ante mi ausencia.

—¿Eres una groupie?

Di un respingo al escuchar la voz de Tom Kaulitz detrás de mi oreja. Me di la vuelta y este no se apartó, por lo que choqué contra su pecho. Sus ojos casi ambarinos me interrogaban con solo mirarme. Tenía su típica sonrisa torcida con el piercing contraído y parecía haberse duchado. Ya no estaba con su ropa del concierto, sino con una cómoda. Olía a perfume. Recargó su mano contra el cristal de la ventana, justo al lado de mi cabeza y se inclinó para quedar a mi altura.

—Porque si eres una groupie, puedo darte lo que quieres y así hacer que te marches más rápido en vez de engatusar a mi hermano con algo que no sé qué es, pero que él percibe en ti.

Mi boca se abrió ante su descaro y antes de que pudiera decir algo, él colocó su dedo corazón de su otra mano sobre mis labios, haciéndome callar.

—Hacerte la mojigata no funcionará conmigo, Luna Grey. Conozco a las chicas como tú—humedeció sus labios, mirándome a los ojos y luego a mi boca. Sentí sus dedos sostenerme la barbilla. Todo me daba vueltas y estaba segura de que mi cara estaba rojísima—se hacen las difíciles, pero cuando las cogen, demuestran lo perras y sucias que pueden llegar a ser en la cama—farfulló, acercando más su rostro—podrás ser mayor que nosotros, pero sigues siendo una mujer con necesidades y yo un joven con la habilidad y una excelente herramienta para saciarlas.

—Eh, ah, vuelvo en dos minutos—le oí balbucear a Gustav.

—¡Ayúdame! —chillé, pero el brazo de Tom impidió que pudiera mirar a su amigo.

—¿Cómo que dos minutos? No sufro de esos percances, idiota—gruñó Tom, ofendido y volteó a ver a Gustav, quien se moría de risa sin marcharse. Él también se había duchado y cambiado. No tenía sus lentes y su cabello rubio estaba muy mojado.

—La última vez dijiste que pasarías dos horas retozando con una fan y a los cinco minutos escuché que se habían puesto a ver películas porque ya habías terminado—canturreó Gustav, dándole en su ego.

Tom entornó los ojos y me miró por el rabillo del ojo, pero yo yacía riéndome cínicamente de él.

—Y no te preocupes, Luna Grey, estás a salvo—me miró Gustav—Bill me mandó a escoltar a Tom fuera de aquí y a quedarme contigo en lo que vuelve.

Asentí con alivio y entró a atacar los bocadillos en la mesa. Se sirvió una generosa porción de todo un poco y se sentó en el sillón más grande. Sacó un control de alguna parte y oprimió un botón. La ventana de cristal fue cubierta por una pared de tabla roca y del techo se deslizó una TV, que aquel entonces era la más sofisticada. Me mordí la lengua para no reírme de nuevo al ver la cara de Tom: estaba perplejo y al mismo tiempo molesto, con las manos en las caderas, en posición de jarras, observando la osadía de Gustav.

—¡Increíble! —espetó Tom.

—Tranquilo, hermano. Ya encontrarás una nueva conquista, pero no esta noche—dijo Gustav con seriedad, llevándose una rebanada de pastel entera a la boca y me miró—agarra con confianza o se echará a perder. El staff prepara mucha comida y los demás casi no comen para guardar la línea, así que yo aprovecho.

—Por eso no consigues chicas—se burló Tom—solo piensas en comer.

—Comer y dormir es vital para la vida, el sexo no. Ya vendrá alguien que llene mis expectativas—se defendió Gustav—no me sirve de nada acostarme con muchas, si al final de día, seguiré solo.

Me causó ternura la manera de pensar de Gustav. Él tenía razón. Además, en unos años más, conocería a su esposa y posteriormente formaría una familia con ella. Iba a tener una hermosa hija.

—Deja de atormentarme, ¿no te has dado cuenta de que hay una extraña aquí? —inquirió Tom, rojo de vergüenza, señalándome con la barbilla.

—No es una extraña. Sabemos su nombre—rio Gustav—ahora cállate, estoy buscando alguna buena película.

Parecía como si estuviera detrás de una computadora viendo vídeos de los chicos en YouTube tal como hacía en este año, a mis tiernos catorce años. Pero no. Estaba ahí. Escuchando conversaciones que jamás saldrían a la luz. Era obvio que estaba alterando el pasado, pero no es que yo consiguiera ser importante para ellos como para cambiar radicalmente el futuro, o, mejor dicho, presente.

Tom, al ver que su idea de fastidiarme había fracasado, abandonó la estancia con muy mal humor. En el camino a la puerta, se encontró con Georg, que igualmente se había refrescado y fue directamente a la mesa. Disculpándose, se sentó sobre la alfombra en medio de Gustav y de mí. Alcancé a ver que su cabello estaba ondulándose. Él odiaba alaciárselo, pero quedaba bien con su look.

—¿Por qué Tom se fue susurrando maldiciones? —quiso saber el recién llegado.

—Porque evité que molestara a la invitada de Bill—contestó Gustav, encogiéndose de hombros—no es la primera vez que se roba una conquista nuestra.

Me ruboricé y decidí no moverme para que no se percataran de mi presencia. Aunque era raro que estuvieran hablando en inglés.

—Le roba las conquistas solamente a Bill—bufó Georg—creo que lo ve como una competencia.

—Tom representa al chico malo del grupo y el todas mías—rio Gustav—y le encanta sacarle provecho a su autonombramiento—de pronto, el rubio se encontró con mi mirada y pateó a Georg.

—Disculpa si te abrumamos con nuestra plática—Georg se volvió a mí con calma—Bill quería asegurarse de que estuvieras bien. No te preocupes por Tom, solo quiere molestar.

—¿Bill siempre hace eso con sus fans? Preocuparse, me refiero.

—No, la verdad es que no. O sea, sí, pero no a tal grado de enviarnos a protegerlas. De hecho, deja que Tom se haga cargo de todas—reconoció Georg.

—¿Eres alguna amiga, novia o crush de infancia de Bill? —me preguntó Gustav con curiosidad—porque solo así tuviera coherencia que estés aquí, no te ofendas.

—No te preocupes—sonreí con nerviosismo—ojalá hubiera sido así, pero no. Vine desde Corpus Christi, Texas.

Ambos asintieron y ninguno objetó algo más. Nos dedicamos a ver la película de Crepúsculo a petición de Georg, ya que no había nada interesante que ver, salvo pornografía. Gustav tuvo que ceder porque yo también estaba ahí.

—Por respeto a ti, veremos algo normal—rio Georg.

—¿Ven pornografía los cuatro? —entorné los ojos.

Se ruborizaron.

—Tom lo hizo tradición. Supongo que por eso también está todo rabioso porque sabe que, por primera vez en años, no se efectuará, además de que no hubo ninguna groupie para él esta noche. Las luxemburguesas son de mente cerrada—dijo Gustav, elevando los ojos al techo—según Tom, obviamente.

A los pocos minutos de dar inicio la película, Bill regresó. Y sabía que estaba de vuelta porque venía discutiendo con Tom. Me sorprendió ver a Bill sin ninguna gota de maquillaje y lo único que hice fue mantenerme en silencio en vez de echarme a llorar por lo bendecida que estaba en aquel instante.

—Basta contigo—masculló Bill, sentándose a mi lado—no es una maldita groupie ni la traje aquí para una orgía—arrugó la nariz con desprecio hacia su gemelo— ¡por una maldita vez, Tom, no dejes que tus estúpidas hormonas te controlen!

—¡No son mis hormonas! ¡Tú estás actuando raro! —exclamó Tom.

Gustav y Georg resoplaron. En cuestión de segundos, recogieron sus bocadillos y se fueron. Por primera vez en la vida, deseé estar con ellos y no con los gemelos Kaulitz, que aparentemente se llevaban bien frente a las cámaras, pero era todo lo contrario. O tal vez se debía a mi presencia.

—Noticia de última hora—expuso Bill, fastidiado—soy raro desde que tengo memoria.

—Dime la verdadera razón por la que ella está aquí. No la conocemos en lo absoluto y si no la has traído para sexo, entonces que se vaya.

—Luna Grey me inspira confianza. Y no tengo idea por qué—respondió Bill con aspereza—es una extraña conexión, siento que la conozco de alguna parte y no puedo dejar que desaparezca, ¿contento?

Parpadeé. ¿En serio sentía eso por mí?

—¿Confianza, conexión, desaparecer? —repitió Tom con el ceño fruncido y se dirigió a mí—oye, groupie, ¿Qué le has hecho a mi hermano? ¿lo hipnotizaste cuando estuvieron cantando en el escenario o le lanzaste algún maleficio o brujería para enloquecerlo?

—Creo en Dios, soy católica y estoy en contra de la brujería—repliqué con veneno—jamás le haría eso a Bill ni a nadie.

—Deja de comportarte como idiota. Ella tendrá una mala impresión de ti—le dijo Bill a su gemelo.

—Es que no lo entiendo. ¿Qué le ves de interesante? —continuó Tom, irritándonos más—es decir, tiene buenas tetas y trasero, ideal para una noche de tragos y coger sin estar bien de los cinco sentidos, pero nada más. Tiene el rostro y cabello común. Sus ojos son marrones, pero no hay nada en ella destacable—entonces él entornó los ojos y alzó las cejas hasta casi al inicio de su cabello— ¿o es que ya te la cogiste y es buenísima en cuatro...?

Una cosa era amar a tu banda favorita de tu adolescencia y otra muy diferente a aguantar las faltas de respeto. Me caracterizaba por ser tímida y tener vergüenza para todo, pero cuando llegaba a mi límite, en silencio, descargaba mi estrés y furia a golpes sin importarme las consecuencias.

Y para mi grata sorpresa, no fue necesario que yo hiciera proyectar mi puño en su perfecta cara, porque Bill se adelantó.

Todo fue a cámara lenta. Tom se quedó estático con la cara girada a su izquierda y el puño de Bill en alto. Se había levantado del asiento y colocado frente a mí para evitar que me lastimara.

—Todo por un par de malditas tetas—maldijo Tom, mirando con recelo a su hermano—pero te darás cuenta de que no es más que una zorra de una noche.

Me sentí en una telenovela mexicana con mucho drama.

En cuanto Tom se largó, Bill se desplomó en el sofá con tristeza.

—Lamento haber sido el motivo de este conflicto sin sentido. Mi presencia no le gusta a tu hermano y lo comprendo. Soy una extraña y, por ende, no puedo estar aquí—dije—muchas gracias por esta oportunidad de conocerlos, cumplir mi sueño tan deseado y estar en este sitio privado—suspiré con Bill mirándome con atención—ahora debo regresar a casa.

—Lamento tanto que tu primera impresión por nosotros haya sido nefasta. Pensé que tendrías un lindo recuerdo...

—Lo tengo. Tú siempre has sido mi favorito—le sonreí—y el recuerdo de tu amable hospitalidad jamás la voy a olvidar.

—¿Puedo acompañarte mañana al aeropuerto? Solo yo, nadie más.

—Eh...—balbuceé. ¿Cómo le explicaba que había llegado desde el futuro en una máquina del tiempo y para ello no necesitaba un avión?

—O al menos dame tu número de teléfono personal—insistió—para poder estar en contacto y cuando sea el concierto de tu país, te avise y puedas asistir.

Lo miré con tristeza. Dios. Las lágrimas habían vuelto a aparecer y esta vez con más potencia. Bill Kaulitz era el ser más noble y cariñoso del universo. ¿Cómo es que había gente que lo insultaba y odiaba?

—¿Puedo darte un abrazo? —susurré, avergonzada.

Él asintió y fue el primero en extender sus brazos hacia a mí. Calidez, suavidad, calma y paz. Todo eso era lo que se sentía al abrazar a Bill Kaulitz.

—Debo irme—le dije en un murmuro. Él se tensó y no me soltó.

—Siento que puedo estar tranquilo con tu abrazo. Nunca lo había sentido—dijo—por favor, quédate un poco más.

—Pero, ¿Qué hay de Tom?

—Al diablo con mi hermano. Yo jamás lo he criticado por sus acciones.

—¿No será que sientes calma porque soy mayor que tú? —bromeé.

—Me llevas... ¿Qué? Dos años—rio—por supuesto que no. Tu persona en sí, me trasmite paz.

—Tengo veintiséis.

—Son solamente seis años. No es la gran cosa—me apretujó más en su pecho y recargué mi barbilla en su delicado hombro—y no es que me lleves una vida, así como la modelo de la que Tom sigue encaprichado, que puede ser incluso nuestra madre...

—Heidi Klum, ¿no?

—Vaya, se ve que sabes mucho del asunto—suspiró.

Dios. Si tan solo tuviera idea de lo que estaba pasando en el presente. Tom era esposo de Heidi desde el 2019 y vivían en un matrimonio extraño, sin mencionar las recientes polémicas de ella y los malos tratos hacia a él. Y lamentablemente yo no podía intervenir.

—Me gusta comprar revistas en donde sale información de ustedes de primera mano.

Bill se separó para mirarme.

—Dijiste que soy tu favorito, ¿no?

—Sí, claro.

—Entonces, ¿Cómo sabes de ese fetiche de Tom con esa modelo?

—En las revistas hay datos de todos los integrantes del grupo.

—¿A qué soy alérgico? —esbozó una sonrisa.

—A las manzanas y a los piquetes de mosquitos.

—¿Desde cuándo decidí usar maquillaje y ropa extravagante?

Hice memoria. Tenía mucho tiempo que no releía las curiosidades de ellos.

—Creo que después de vestirte como vampiro en una fiesta de disfraces.

—¿Y todavía sigues cuestionando por qué te traje aquí?

Fruncí el ceño.

—Sabes muchas cosas y respondes con calma. No te fuiste encima de mí en cuanto te subí al escenario. Rechazaste a Tom cuando este quiso probar de que eras una groupie más y lograste hacer que Gustav fuera menos tímido sin conocerte—me informó—otras féminas habrían caído rendidas a mi hermano.

—¿Lo enviaste a experimentar conmigo? —sisé.

—No. Pero sabía que lo haría, por eso envié a Gustav y a Georg para cuidarte en lo que me duchaba—señaló su cabello húmedo y casi suspiré tontamente al verlo sin maquillaje. Parecía un dios.

—Entonces no es por bonita que me brindaste la oportunidad de conocerte más que solo cinco minutos—bromeé, aunque en el fondo me dolió.

Bill arqueó su ceja con el piercing.

—Normalmente las chicas se acercan a decirme que yo les gusto, no al revés.

—Oh, pero qué vanidoso me saliste.

Soltó una risita y sonreí. Era muy agradable hablar con él. Nunca pensé que sería así. Y la dolorosa realidad golpeó mi cabeza. No podía permanecer más tiempo en esa línea del tiempo pasada.

—Debo irme en serio o sucederán sucesos terribles—dije.

—¿A qué te refieres? ¿Estás en peligro? —se sobresaltó—puedo hacer una excepción, hablar con el staff y llevarte hasta tu casa si quieres, pero sería la próxima semana...

—No. Es cuestión de marcharme ya o lo lamentaré—balbuceé—ojalá me recuerdes en el futuro, Bill Kaulitz.

—Hablas como si fueras a desaparecer de un momento a otro.

—Solo iré a casa. Y te recomiendo muchísimo que continúes siendo tú mismo, no cambies por nadie, ¿de acuerdo? Eres un ser humano muy valioso—como no tenía nada que perder, tuve el atrevimiento de plantarle un beso en su suave mejilla—gracias por el mejor momento de mi vida. Voy a estar bien, te lo aseguro.

Me quité su abrigo y él me miraba con suma extrañeza y la misma tristeza que vi en sus ojos la primera vez, cuando subimos al escenario.

Antes de si quiera esperar a que reaccionara, me encaminé a la puerta. Encontré a la chica que me había conducido a la estancia privada y me indicó la salida. Gracias al cielo Bill no me siguió, y no es que de verdad esperase que lo hiciera. No estábamos en una película romántica donde el protagonista va detrás de su interés romántico con mucho dramatismo.

En cuanto puse un pie fuera del foro, me lamenté por haberle devuelto el abrigo a Bill. El frío estaba más insoportable que horas atrás. Todo estaba oscuro, salvo los faroles de luz de aquella ciudad desconocida.

No sabía a donde ir, pero debía movilizarme y regresar al punto donde había aparecido.

Eché a andar hacia la calle más iluminada y transitada. Debía ser pasada la medianoche y ahí iba yo, en el año 2010, trece años en el pasado, sin dinero ni donde pasar la noche. ¿Cómo le avisaría a Hein de que ya era hora de regresar al 2023?

Durante más de dos horas, estuve deambulando en las gélidas calles de Luxemburgo. Orientándome por inercia y la vaguedad de lo que mi mente recordaba haber visto mientras iba en la furgoneta con las chicas.

En cuanto estuve en el lugar exacto, palidecí. Todo estaba oscuro, helado y húmedo. El cielo nublado amenazaba con descargar lluvia, pese a estar en invierno y en febrero del 2010. Busqué algún indicio que pudiera darme fe y razón de como volver, pero solamente era asfalto. El frío suelo de un parque solitario. Froté mis brazos con incertidumbre, sintiendo que el mundo se me caía encima.

—¡Hein! —grité, histérica en dirección al cielo y lanzando su maldita gorra al suelo— ¡Hein, regrésame a casa!

Pero todo continuó en silencio. Ni un alma cerca en quien refugiarme y me odié por haber abandonado la hospitalidad de Bill Kaulitz.

¿Y si me quedaba atrapada en el pasado?

¿Y si ya no podía volver al presente?

Abrumada y resignada a vivir en las calles como una vagabunda, a trece años de distancia de mi hogar, busqué refugio debajo de un enorme árbol y me senté en una banca metálica que me heló el trasero de tan congelada que estaba. Al parecer, acababa de derretirse la nieve en el ambiente porque todavía percibía un poco en algunas partes de las raíces de los árboles. A pesar de estar horrorizada, el cansancio que mi cuerpo era excesivo. Sentía los párpados pesados y mi mente estremecerse. Poco a poco fui quedándome dormida, abandonándome en mi desdicha y mala suerte.

Me hice un ovillo sobre la banca, abrazándome a mí misma para entrar en calor.

Un relámpago surcó el cielo y apreté los ojos con fuerza, anhelando que todo fuese un sueño.

Mis oídos escucharon como se desató la tormenta, que, gracias a la copa del árbol, no cayó sobre mí al primer contacto.

¿En qué me había metido? Incluso si lograse ir a Corpus Christi de este año, me asesinarían por parecerme a mi yo de catorce, acusándome de bruja o de demente.

—Groupie, ¿puedes dejar de actuar como una retrasada mental y venir con nosotros?

Abrí los ojos y me encontré cara a cara con Tom Kaulitz, quien sostenía un paraguas negro sobre mí y señalaba hacia atrás con el pulgar. Enseguida me levanté, sin poder creerlo.

A unos metros de distancia, parqueada en la acera, había una furgoneta similar a la de Annick, pero en color oscura. De la puerta de atrás, las cabezas de Gustav y Georg se asomaban, siendo cuidadosos de no mojarse por la lluvia. Y en el asiento del copiloto, estaba Bill Kaulitz con el semblante preocupado, observándome.

—¿Qué hacen aquí? —balbuceé.

—Mi hermano hizo demasiado para encontrarte, incluso desafiar al staff—espetó Tom, irritado y me entregó la gorra gris de Hein muy mojada—ahora deja de preguntar tonterías y sube a la furgoneta, groupie.

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