18
—¿Tom? —preguntamos Bill y yo al unísono.
—Oh por Dios... —murmuró mi amiga.
—¿Qué haces aquí? —me acerqué a él con la boca abierta.
—Los seguí a los dos—respondió Tom, abriendo y cerrando su puño.
Entonces vi que tenía puesta la gorra gris de Hein y llevaba consigo mi bolso. En su mano que no había golpeado a Arlen, sostenía el control.
—Me costó mucho entender cómo funcionaba, aunque no hice nada en realidad porque después de que desaparecieron, las mismas luces que los engulleron, aparecieron de nuevo y me succionaron.
A pesar de que Tom defendió a su hermano, a Bill no le hizo mucha gracia verlo en mi época y sosteniendo mis cosas con total confianza.
—Esto es extraño—dije—no te vimos llegar.
—Es porque después de que te fuiste con mi hermano a alguna parte, yo aparecí y estuve solo un rato en tu departamento—respondió Tom, guiñándome un ojo—y cuando todos volvieron, me escondí en una bodega.
Señaló la habitación que opté por hacer bodega.
—Entonces fuiste tú el que estuvo espiando a Luna—espetó Bill.
Tom puso los ojos en blanco.
—Ojalá yo hubiera sido—replicó su gemelo—pero no fui yo. Me quedé dormido entre unas cajas y desperté poco antes que ustedes. En ningún momento observé a Luna, no soy un acosador. No necesito acechar a nadie, sino al contrario.
—¿Y cómo explicas la sensación escalofriante que tuve en la madrugada? —inquirí.
—En vez de levantarme falsos solo porque me detestan, mejor piensen que aparte de mí, también están ellos dos—señaló a Nathalie y a Arlen.
—Es mi mejor amiga—sentencié—y él es su novio.
—A él no lo vas a culpar—siseó Nathalie tras salir de su ensimismamiento—suficiente le has hecho como para seguir culpándolo.
Tom ni siquiera la volteó a ver. Actuó como si ella no existiera, incluso le dio la espalda cínicamente.
—¿Hay alguna manera de hacerlo regresar al 2010? —preguntó Bill con preocupación.
—No pienso regresar, a menos que Luna venga conmigo—espetó Tom.
Fruncí el ceño y antes de que pudiera decir algo, Bill habló.
—Creo que el viaje en el tiempo afectó tu mediocre cerebro, hermanito—dijo dulcemente, pero se alcanzaba a notar alto veneno en su voz.
Y acto seguido, se olvidaron de que estaban en norteamérica conmigo porque se pusieron a discutir en alemán.
Nathalie volteó a verme con perplejidad y se acercó a mí.
—No pensé que de verdad los gemelos Kaulitz se habían fijado en ti—susurró.
—¿Creíste que lo había inventado? —arqueé una ceja.
—No, es decir, ¿cómo te explico? —hizo una mueca.
—Ni siquiera yo puedo creerlo—bromeé.
Era gracioso que, mientras mi mejor amiga y yo hablábamos de ellos, Tom y Bill yacían peleándose en su lengua materna con Arlen desmayado bajo sus pies.
Un panorama cómico.
Hasta que Arlen gimió y se levantó abruptamente, asustándonos.
—Necesitará otro puñetazo para que vuelva a dormir—dijo Tom con molestia.
—¡Ustedes! —vociferó Arlen, poniéndose de pie de manera brusca y a la defensiva— ¡Malditos raros!
—Arlen, ya basta—espeté—si quieres que te respeten, respeta también tú.
—No quiero respeto—siseó Arlen.
—¿Y qué quieres entonces? —inquirió Tom y Arlen titubeó.
—Diles que se marchen, Luna—respondió el novio de mi mejor amiga, con su mirada puesta en mí.
—¿Qué? —fue lo único que logré decir.
—Si quieres seguir jugando con mi máquina del tiempo, diles que se larguen de aquí o vuelvan a su época de mierda—aseveró.
Volteé a ver a Nathalie en busca de ayuda, pero ella estaba más sorprendida que yo por el arrebato demencial de su novio.
—Todo se jodió porque viniste—masculló Bill, dirigiendo su furia en su gemelo—si no nos hubieras seguido...
—Cierra la boca. Este intento de ser humano te insultó y tuve que darle un puñetazo para que te respetara—se defendió Tom, señalando a Arlen.
—Nadie pidió tu maldita ayuda.
—No tienes por qué pedirme nada, soy tu hermano mayor—le recordó con severidad—y aunque no quieras, voy a cuidarte y protegerte, incluso de tu propia estupidez.
—¿Por qué no vuelven a su año? —preguntó Nathalie y tanto Tom como Bill, la miraron a través del rabillo del ojo y hacia abajo—es decir, sí saben que no pertenecen aquí, ¿verdad?
—Haznos un favor y no compartas la misma neurona moribunda que tu adorado novio—ironizó Tom, fastidiado y se cruzó de brazos—y no te entrometas en este asunto, gracias.
—Tom... —musité.
Sin embargo, Bill se aproximó a su hermano y le arrebató mis cosas con desdén.
—De verdad, te pido de la manera más tranquila y civilizada, Tom—arribó, dejando la gorra, control y bolso en el sofá—vete a casa. En cuanto pueda volveré.
—¿Para que cumplas al pie de la letra las instrucciones? —se burló Tom—No, yo también pelearé contra corriente si es necesario.
—Todo lo que yo quiero siempre terminas quedándotelo tú—dijo Bill, perdiendo la paciencia—y fue porque nunca me esforcé en quedármelo, pero te advierto que esta vez no te dejaré el camino libre. Si convertiste a Luna en un nuevo capricho y meta por cumplir, vete olvidando de eso.
—No te muerdas la lengua—replicó Tom—yo también te daba todo en bandeja de plata porque siempre te sentiste insuficiente. Ambos nos apoyamos mutuamente, nunca hubo ninguna rivalidad real por algo o alguien.
Mis mejillas ardían de vergüenza, en especial porque Nathalie y Arlen estaban siendo testigos de una pelea sin fin.
Sentía sus miradas encima, pero los ignoré; además de que los gemelos me tenían justo en el medio, lo cual también era bueno porque yo serviría de escudo por si algo ocurría.
—Es increíble que los Kaulitz se estén peleando por el amor de mi amiga—canturreó Nathalie con una sonrisa boba a su novio— ¡Es como en los libros!
—Esto da miedo—murmuró Arlen— ¿ya viste el tamaño de eso alemanes?
—¡Luna, quédate con ambos y ten gemelos de los dos! ¡Las relaciones poliamorosas es lo de hoy! ¡Por eso Dios hizo a las mujeres con la capacidad de estar con dos hombres a la vez en la cama! —gritó mi amiga, cortando la pelea de tajo.
Todos volteamos a verla con el ceño fruncido. Bill fue el más conflictuado. Su expresión fue de sumo horror y asco. Tom simplemente se mantuvo ceñudo, observando a Nathalie como si fuera un vago del centro comiendo basura. Y Arlen se llevó la palma a la frente, rojo de vergüenza, más no sorprendido. Él ya estaba acostumbrado a la locura de su novia.
Y en lo que a mí respectó, le regalé una mirada fulminante con deseos de darle una patada en la cara.
No era mala idea, pero tampoco podía ser tan asquerosa de afirmarlo en voz alta. Tenía una reputación que mantener.
—Salió promiscua tu chica, eh—dijo Tom, sin quitar la mueca de desagrado.
Sacudí la cabeza y le eché un vistazo a mi teléfono para tener algo qué hacer y no sentir el frío del silencio que se presentó luego del comentario de Nathalie y a pesar de que Tom le recriminó su locura, todo quedó en un fatal silencio incómodo.
—¿Puedo tomarles una foto? —preguntó Nathalie de pronto.
Bill arqueó la ceja con el piercing, yo simplemente parpadeé y Tom se puso a jugar con el piercing de su labio, ya que se habían acercado los dos a revisar mi teléfono, lo más alejados de Arlen y mi amiga.
—Si vas a tomar una foto, entonces tendrás que pagarnos—agregó Tom—sin dinero no.
—No es con fines lucrativos, simplemente quiero guardar este momento—repuso ella, lista con su teléfono—si ustedes supieran cuánto deseó Luna poder conocerlos en el 2010 cuando tenía apenas catorce años, entenderían la razón por la que quiero inmortalizar este instante.
Bill y Tom se enviaron miradas pensativas y finalmente asintieron.
Ambos se pusieron a cada costado mío, demasiado cerca para mí gusto. Los dos rodearon mi cintura y fue gracioso porque tuvieron que chocar sus manos, pero no les importó. Con tal de tenerme agarrada, soportaron tener que enlazar sus brazos por encima de mi cintura.
Esbocé una sonrisa tímida y me dediqué a mirar a la cámara del teléfono, sin echarles un vistazo.
—¡Quedó estupenda! —chilló Nathalie.
A su lado, Arlen puso los ojos en blanco y se sentó en su asiento del comedor para terminar de desayunar.
—Déjame verla—dije.
Los gemelos me siguieron y vimos la fotografía.
—Así que en trece años los teléfonos evolucionaron bastante—opinó Tom—interesante...
La foto salió preciosa, aunque ahí me di cuenta que los hermanos en vez de mirarme a mí o a la cámara, se miraron directamente a ellos con expresión irritada. Pero el único que sonrió de los dos fue Bill, además de que él estuvo más cerca de mí que Tom.
—En el pasado habrías tenido que pagarnos para tener la toma perfecta—alardeó Tom hacia Nathalie—pero si es por Luna, entonces no hay problema. A ella le doy una sesión privada como desee.
—Vete a decir tus vulgaridades a otra parte—le riñó Bill.
Tom ahogó una risa nasal y cuadró los hombros.
—Necesito un tour por la ciudad—dijo Tom con entusiasmo.
—Ninguno de los dos va a salir de este departamento—sentenció Arlen—van a regresar al 2010 y ahí se van a quedar.
—Oye, tampoco es que sea un delito que ellos conozcan la ciudad—intervine antes de que los gemelos reaccionaran de manera violenta—la gente de ahora no los reconocerán porque ha pasado demasiado tiempo y ellos ya no lucen así en la actualidad.
—Yo luzco muy... diferente—dijo Bill con cierta rigidez.
—¿Y yo como estoy en este año? —añadió Tom, emocionado—seguramente sigo soltero y más atractivo que nunca.
Nathalie dejó escapar una risita burlona y le di un codazo.
—¿De qué te ríes? —inquirió Tom con irritación.
—Si supieras en lo que te has convertido... —rio ella.
Tom volteó a verme con miedo.
—¿Me he vuelto homosexual? —me preguntó con temblor en la voz.
Me mordí los labios para no reírme.
—No—interrumpió Bill y la risa se me quedó atascada en la garganta—pero yo sí.
—¿De qué demonios hablas? —Tom frunció el ceño.
—No sé cómo luzcas tú, pero sé que en este presente yo he dejado por la paz la atracción hacia las chicas—continuó diciendo Bill con amargura—ahora me gustan más los hombres.
—No me sorprende, pero si me pone un poco mal—agregó su gemelo después de un minuto de silencio—es decir, desde siempre hemos sabido que tu orientación sexual no estaba definida.
—¿Sabes por qué quizá me hice homosexual? —Bill lo miró con desprecio—porque estás interviniendo en mi felicidad con Luna.
—¿De verdad se están tomando en serio esto? —rio Arlen con ironía—van a regresar a su época y vivirán con normalidad...
—Escucha, no te rompo la cara porque eres el creador de la máquina del tiempo, pero si no cierras la maldita boca, olvidaré lo que he dicho—gruñó Tom.
—Yo no creo que tenga algo que ver Tom—dije para aligerar el ambiente—las circunstancias tal vez fueron diferentes...
—No, las cartas especifican qué debo evitar que tengas un hijo de mi hermano o lo lamentaré. Mis decisiones y las tuyas influirán en el presente—repuso Bill.
—El futuro es incierto—dijo Arlen—y más vale que vayan haciéndose la idea de que todo esto no es más que una fantasía, algo que erróneamente ocurrió, pero que pronto terminará. Es probable que la presencia de Luna en sus vidas logre un cambio positivo y negativo, pero de lo que deben estar seguros es que ella no podrá estar con alguno de ustedes.
Tom se volvió hacia Arlen con una ceja arqueada y los brazos cruzados sobre el pecho.
—¿Ya terminaste de parlotear? —lo miró de arriba abajo con aire despectivo.
Arlen puso los ojos en blanco.
—Luego no digan que no les advertí—bufó Arlen.
—Muestrame una fotografía mía del presente, Luna—me pidió Tom, ignorando a Arlen.
—Mejor lo dejemos para más adelante—dije con nerviosismo.
—¿Temes que me sienta decepcionado por mi yo del presente, tal como mi hermano?
—Cállate—masculló Bill.
—Tal vez te sientas más animado cuando sepas lo que ha ocurrido—suspiré—porque cumpliste uno de tus deseos, algo tarde, pero lo hiciste. Aunque no sé si era un sueño, deseo o fantasía. El punto es que se hizo realidad...
—¿A qué te refieres? —frunció el ceño.
—A ver, antes de que te lo revele verbalmente dime—me humedecí los labios— ¿sigues deseando salir con Heidi Klum?
Aquello, por obvias razones, desconcertó a Tom y noté que sus mejillas se ruborizaban.
—¿Qué tiene que ver esa modelo con mi yo actual? —increpó.
—Solo responde—le exigí.
Tom miró a su gemelo y después a mí, con alto grado de nerviosismo.
—Pues jamás dejaré de verla atractiva, incluso si envejece.
—Eso no responde mi pregunta.
—Es que no tiene coherencia—repuso—yo estaba demasiado hormonal cuando comenté que quería salir con ella. Eso quedó atrás.
Arlen chasqueó la lengua y se posicionó detrás de Tom con el teléfono en alto.
—Lo que Luna quiere decirte es que te casaste con esa señora hace unos años y te volviste completamente diferente—le soltó de sopetón—y por lo visto, creo que tu yo del presente quiere parecer con mayor edad para que no critiquen a esa tal Heidi por la diferencia de edad colosal que se llevan.
Tom giró sobre sus talones y le arrebató el teléfono bruscamente para ver la foto más reciente de él y Heidi.
Entornó los ojos con asombro y me miró con el rostro pálido.
—¿En serio estoy casado con Heidi Klum?
—Así es—murmuré.
—¿Se casó con esa mujer mayor? —exclamó Bill, sobresaltado y con cara de desagrado— ¡no lo puedo creer! ¡El gran Tom terminó casándose con una mujer que puede ser su propia madre!
Sin embargo, Tom seguía en shock.
—¿Estás bien? —me acerqué a él al ver que su rostro se ponía pálido y con cierto matiz verdoso.
Tom negó con la cabeza. Lanzó el teléfono de Arlen a alguna parte y corrió a vomitar al baño.
—¿Fue a vomitar porque quedó asqueado al enterarse de que se casó con Heidi Klum o por ver cuán avejentado está gracias a ese matrimonio? —quiso saber Nathalie.
—Ambas cosas—respondió Bill, perplejo.
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