17
Humedecí mis labios cuando noté que él deseaba besarme también. Podrían pasar mil años y millones de besos, pero estaba segura de que mi corazón iba a seguir latiendo de emoción cada que pasara y ese momento no fue la excepción.
Sus suaves labios hicieron posesión de los míos sin ser delicado en lo más mínimo, ya que ambos queríamos ir más allá de solo besos y caricias.
—En el agua no creo que sea buena idea—jadeé sobre sus labios cuando sentí sus manos acariciar mis pechos. Me dio una leve mordida en el labio inferior y sonreímos.
—Entonces vayamos a tu departamento—me pegó más a su cuerpo y sentí algo duro y palpitante a la altura de mi abdomen. Dios—o no podré soportarlo...
No sé cómo pudimos nadar a la orilla y vestirnos, pero lo hicimos.
Bill tardó diez minutos en que se le bajara la erección y me causó ternura el rubor de sus mejillas.
—Esto es vergonzoso—dijo, reprimiendo una sonrisa nerviosa.
Él estaba frotando sus manos en sus piernas para calmarse, ya que yo le dije que había leído en internet que eso solían hacer los hombres.
En cuanto resolvió ese detalle, echamos casi a correr rumbo a mi departamento. Teníamos demasiada urgencia por llegar y terminar lo que habíamos comenzado.
Me moría de nervios porque no se trataba de cualquier chico, sino de Bill Kaulitz y no del presente.
El sueño de muchas y realidad mía.
Mientras corríamos a mi departamento, recordé que mi bolso en donde estaba el control para volver al presente y la gorra gris de Hein, había quedado en el pasado y palidecí.
No me sentía asustada por el hecho de que Tom pudiera usarlo a su antojo porque ni siquiera yo comprendía el manejo de este, pero me preocupaba que ese control se perdiera y Bill no pudiera regresar, ya que no sabía si Arlen había logrado terminar el segundo, que estaba a medias cuando me fui.
Entramos dando traspiés al departamento y Bill se atrevió a besarme traviesamente al momento de abrir la puerta sin encender la luz.
—Espera, todo está oscuro—reí. Haber corrido hasta aquí hizo que se secara la húmedad en nuestra ropa.
—Para quitarte la ropa no necesito ver nada porque conozco bien en dónde está cada prenda en tu cuerpo—bromeó Bill—pero cuando ya estés desnuda, necesitaré la mayor iluminación para deleitarme por completo...
Como estaba ocupada devolviéndole los besos a Bill, no me preocupé por la luz, pero abrimos de golpe los ojos y dimos un respingo cuando la oscuridad fue reemplazada por la lámpara del techo que iluminó toda la sala.
Ninguno de los dos lo hizo y eso quería decir que había alguien más ahí.
—¡Dios mío! —gritó Nathalie, horrorizada, cubriéndose la boca con las manos y con la mirada puesta en Bill, quien, infortunadamente, no tuvo tiempo de cubrir el área de enfrente de sus pantalones y se ocultó detrás de mí con vergüenza y miedo.
Al lado de mi mejor amiga, se hallaba Arlen con la boca abierta.
—¿Qué hacen aquí? —espeté—Hein me dijo que se habían ido porque el gobierno los estaba rastreando.
—No me digas que es Bill Kaulitz... —balbuceó Nathalie, sin poder creerlo.
—Hola—saludó Bill con timidez, sin atreverse a asomarse a dar la cara detrás de mí.
—Volvimos porque recibí una señal satelital de la máquina—objetó Arlen—cuando entramos todo estaba oscuro y creo que hubo un apagón, y que por eso fue la extraña señal... pero veo que regresaste y no sola.
—¿Es normal que Bill haya podido venir conmigo con solo tocarme? La vez pasada hizo lo mismo, pero no ocurrió nada—dije.
La calentura ya se me había bajado al igual que a Bill. Demonios.
—Espera—dijo Arlen, frunciendo el ceño— ¿solo trajiste a este chico contigo?
—Sí, ¿por qué? —titubeé.
—Uhmm... es que la máquina indica que tres personas lograron viajar al mismo tiempo, solo que uno de ellos llegó poco después.
—¿Qué? —miré a Bill por encima del hombro— ¿vino alguien más con nosotros?
—No lo creo. Solo yo.
—Debió ser una falla entonces—eludió Arlen— ¿traes el primer control?
—No, lo dejé en el pasado—me ruboricé—pero cuando regrese lo recuperaré.
Arlen asintió, pero Nathalie seguía sin poder decir nada. Sus ojos estaban puestos en Bill y él se negaba a salir de donde estaba, usándome como escudo.
—Ven, vamos a sentarnos—le dije a Bill y él tomó mi mano con firmeza.
Fuimos víctimas del escrutinio de Nathalie e incluso me sentí incómoda.
—¿Podrías dejar de observarnos? Es realmente incómodo—le dije a ella.
—Es que no lo puedo creer, ¡Dios! —chilló y se abalanzó a mí.
Tomó mi mano libre y tiró de mí para que me levantara y la siguiera a mi habitación, pero Bill no me soltó y tampoco me moví del sillón gracias a él.
—No deberías tratarla así—sentenció Bill con severidad—no es un juguete, ¿sabes? Es mi novia.
Aquello derritió a Nathalie y en vez de sentirse ofendida, dio varios saltitos en su mismo sitio y ahogó un grito de emoción.
—Iré con ella—tranquilicé a Bill—o de lo contrario, no dejará de estar tan ansiosa.
—¿Estás segura? —él no parecía convencido.
—Sí—le sonreí antes de levantarme, pero no sin antes darle un beso en los labios.
Nathalie me llevó hasta mi habitación y cerró la puerta.
—Maldita sea, Luna, ¡No puedo creer que de verdad Bill Kaulitz del 2010 esté aquí mismo y estés saliendo con él! —exclamó, emocionada—jamás me llamó la atención, pero... ¡Está para chuparse los dedos! La versión del presente no se compara a la de hace trece años.
—No hables de Bill como si fuera un pedazo de pizza.
—Luna, por el amor de Dios, ¿te das cuenta de lo grave del asunto? Tu relación con él no puede ser. Los separa trece malditos años. Ni Bill ni tú deben estar en las épocas equivocadas o podrían quedar atrapados para siempre.
—Lo sé—asentí—pero ¿qué quieres que haga?
—Si siguen estando juntos por más tiempo, la despedida será peor.
—Lo sé, pero no pierdo nada por disfrutar este pequeño tiempo a su lado.
De pronto, ella me quedó mirando la nariz con el ceño fruncido.
—Tu nariz luce distinta, ¿son restos de curitas?
—Me golpeé por accidente y tuvieron que hacerme una rinoplastia.
—¿En serio? —se precipitó y yo asentí—no lo puedo creer. ¡Aparte de ligarte a Bill Kaulitz, recibiste una rinoplastia gratuita! ¡Qué envidia!
—No te lo recomiendo. Duele muchísimo.
—Es como la compensación de tus actos. Consigues lo que deseas, a cambio de dolor.
Nathalie siempre había sido perfecta para dar consejos y aunque a veces era muy honesta y cruel, tenía razón, así como en aquel instante. Dolía aceptarlo, pero era verdad. Estar más tiempo con el Bill del pasado ocasionaría serios problemas cuando llegara el momento de despedirnos.
La charla terminó rápido porque me negué a seguir hablando sobre ello y no quise contarle lo que había ocurrido cuando estuve en el 2010, y mucho menos lo de las cartas.
Al salir de nuevo a la sala, encontré a Bill curioseando mis libros antiguos del librero empolvado.
—El Jardín de las Mariposas—leyó en voz alta—el título suena como una historia hermosa, pero la sinopsis es de terror.
—Es un buen libro—dije, sonriendo—te da mucho en qué pensar.
—¿Cuándo salió?
—A principios del 2018, me parece.
—Pedimos tacos para cenar—anunció Nathalie luego de pagarle al repartidor y cerrar la puerta.
Pese a que Bill continuaba portándose arisco con ellos, accedió a cenar en la mesa, pero procurando estar lo más alejado de la pareja.
Tanto Arlen como Nathalie se quedaban mirándonos a menudo, haciéndome sentir incómoda, en especial a Bill.
—Sé que soy malditamente atractivo, pero me gustaría que al menos para comer, dejaran de mirarme, por favor—aseveró. Y arqueó una ceja en dirección a ellos, haciendo que su piercing se contrajera.
—Disculpa, pero ¿en serio te gusta Luna o simplemente estás jugando a los romances solo porque te da curiosidad que ella es del futuro? —inquirió Arlen y Nathalie le dio un codazo.
Bill terminó de masticar para responder con elegancia.
—No es asunto tuyo.
—Sí lo es—acotó Arlen, irritado—porque gracias a mí, pudiste conocerla y si estás jugando con ella, te juro que...
—Vaya, huelo a celos—Bill se limpió las comisuras de sus labios con una servilleta y lo miró con desdén—pareciera que Luna fuera tu novia y no ella—señaló a Nathalie con un gesto de la barbilla.
—Es la mejor amiga de mi novia y me preocupa que solo te hayas acercado a ella por la curiosidad de la máquina—masculló Arlen.
—¿Te refieres a que Luna es tan poca cosa como para que yo me haya fijado en ella? —espetó Bill, claramente molesto.
—No quise decir eso, pero tú lo has entendido de esa manera, entonces eso quiere decir que tú lo ves así—contraatacó Arlen.
—¡Eres un...! —Bill abrió la boca para replicar.
—¡Basta! —gritó Nathalie, interrumpiéndolo.
—Solo quiero proteger a Luna—se excusó Arlen.
—No necesito tu protección, gracias—hice una mueca.
Después de esa horrible cena llena de indirectas y miradas desdeñosas, nos fuimos a dormir.
Nathalie había pensado en dormir conmigo, pero dadas las circunstancias del problema que Bill tuvo con Arlen, optó quedarse con su novio y a mí con el mío. Le propuse usar la habitación que yo usaba para bodega, pero se negó.
Me sentía extraña referirme a Bill Kaulitz como mi novio.
—Te juro que, si no estuviera esa gente mediocre afuera de la habitación, continuaría con lo que hemos dejado pendiente desde hace tiempo—añadió Bill con frustración al quitarse la ropa y quedarse en bóxer.
Yo ya me había puesto el pijama: un short de mezclilla que en su mejor tiempo fue un pantalón y una playera.
—Hace calor y no en el ámbito sexual—se quejó Bill y abrió las ventanas para que el aire fresco entrara—mucho mejor. No me acostumbro a sudar, pero aquí parece ser el pan de cada día.
—Demasiado, por eso no suelo tener ropa abrigadora—vacilé, recostándome en la cama.
Bill se deslizó junto a mí y me abrazó. Coloqué mi cabeza sobre su pecho, a la altura de su corazón y el sonido de los latidos de su corazón me adormeció mientras él acariciaba mi cabello.
En cuestión de minutos me quedé profundamente dormida.
Sin embargo, desperté varias veces ante la sensación de sentirme observada. Bill estaba dormido y eché un vistazo a la sala en donde mis amigos también lo estaban y me quedé pensativa un momento.
Era extraño, pero podía jurar que de verdad me habían estado mirando al dormir.
La cuarta vez fue donde decidí ignorar todo. Estaba muy cansada como para despertar a revisar.
No había nadie más con nosotros como para sentirme paranoica.
Al otro día, despertamos gracias a la música latina proveniente de la sala.
—¿Qué es ese ruido? —preguntó Bill, muy asustado. Sus ojos preciosos estaban achinados e hinchados, viéndose adorable.
—Seguramente Nathalie puse música en la TV, le diré que baje el volúmen.
Traté de levantarme, pero Bill me abrazó por detrás y me volvió a recostar junto a él.
—Déjalos, mientras estén ocupados en ellos mismos, no nos molestarán.
Sucumbiendo a sus brazos, decidí volver a dormir un rato más con Bill.
Era un sueño hecho realidad que él estuviera conmigo durmiendo en mi habitación.
Si no fuera por la presencia de Nathalie y Arlen, probablemente habría tenido el mejor sexo de mi vida, pero por el momento me conformaba con estar así con él.
Más tarde salimos a almorzar. A mi mejor amiga nunca le había gustado cocinar, pero lo hizo, supuse que quizá para agradarle un poco a Bill, pero él ni siquiera lo notó porque estuvo la mayor parte del tiempo enfrascado en el alféizar de la ventana, observando la ciudad en movimiento.
—¿Todo estuvo en orden ayer? —pregunté cuando nos sentamos en el comedor.
—Sí, ¿por qué? —Bill me miró.
—Es que en la madrugada me levanté varias veces porque me sentí observada.
—Nosotros caímos como piedra—dijo Nathalie, pensativa—a lo mejor solo fue una pesadilla.
—De haber entrado alguien, creo que nos habríamos dado cuenta. Dormimos casi en la puerta—vaciló Arlen.
—Claro, teniendo en cuenta el hecho de que cuidaste demasiado bien la máquina del tiempo, dudo mucho que hayas estado al pendiente de que nadie entrara a mitad de la noche—agregó Bill con sarcasmo.
—¿Ahora de qué me estás culpando, rarito? —espetó Arlen.
Elevé los ojos al techo y le envié una mirada a Nathalie para calmar a su novio.
—Arlen, ya, por favor—masculló ella.
—Déjalo que se exprese. Desde el kinder sé lo que es la hostilidad y rechazo, y ya no me afecta en lo absoluto—convino Bill con las mandíbulas tensas.
—De haber sabido que Luna iría a enredarse con semejante individuo, habría desmantelado mi máquina—espetó Arlen con cólera— ¡Qué decepción!
—¿Por qué decepción? En todo caso, es mi problema, ¿no crees? Bill es un chico extraordinario—confronté a Arlen, muy irritada.
—Míralo bien, Luna—siseó el idiota—no solo es raro, parece una chica e incluso es más femenino que Nathalie y tú juntas, y da vibras extrañas...
Al tiempo que me levantaba de la silla para propinarle una bofetada, alguien más se adelantó. Un puño increíblemente fuerte se incrustó en la mejilla de Arlen, tirándolo hacia atrás con todo y su silla, dejándolo inconsciente.
—Tú no vas a burlarte de mi hermano, imbécil.
Estupefactos, Bill y yo volteamos a ver a Tom Kaulitz, de pie junto al lugar vacío de Arlen con el puño todavía alzado. Él respiraba entrecortadamente y Nathalie se quedó inmóvil en su sitio.
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