14
Faltaban un par de días para que las tres semanas de reposo absoluto concluyeran. Mi cara estaba volviendo a la normalidad y pronto podría ver el resultado final de mi nariz.
El tema de la decisión de Bill para conmigo quedó en el olvido durante esos días a petición mía.
No quería pasarme las dos semanas restantes teniendo conversaciones severas y preocuparme más de lo debido, además, con la presencia de Tom y sus asedios, iba a ser imposible concentrarme en mi recuperación.
El mánager estuvo visitándonos de vez en cuando, supuestamente para ver como me encontraba, pero realmente se acercaba con la finalidad de vigilar a Bill y manipularlo a programar las nuevas fechas de los demás conciertos pospuestos.
—Internet está estallando al no tener noticias nuestras—dijo Gustav mientras leía un artículo en su teléfono, que era lo más sofisticado en aquel entonces.
—Solo quieren acosarme con el asunto de Luna—añadió Bill con cansancio.
Habíamos organizado un picnic detrás de la casa y como el clima estaba estupendo, invitaron al resto del staff y tuvieron que contratar mucha seguridad en los alrededores para mayor tranquilidad.
El único que no hizo acto de presencia fue Tom y me pregunté por qué.
Mi mirada se perdió en la lejanía del bosque y de pronto sentí algo suave y cálido sobre mis hombros.
—Comienza a hacer más frío—dijo Bill, tomando asiento a mi lado y me entregó una taza con chocolate caliente.
—Gracias, ¿tú ya bebiste? —Sostuve la taza con ambas manos para calentarme.
—Té de menta.
—¿No tienes hambre? No quisiste comer nada hace un rato—observé.
Era bien sabido que en esta época, Bill había bajado mucho de peso y estaba más delgado de lo normal, alertando a todo el fandom por su apariencia y se llegó a sospechar de que era anoréxico.
—El Té de menta es delicioso—fue todo lo que dijo antes de encogerse de hombros y rehuir mi mirada.
—¿Sucede algo, Bill? —lo agarré de la mano y él me miró asustado—si quieres hablar sobre eso, yo puedo escucharte, sabes que no te juzgaré—sonreí para generar confianza.
—Estoy consciente de que mi peso está por debajo del debido, pero estoy bien, Luna, no te preocupes—apretó mi mano cariñosamente y sus labios se apoderaron de mi mejilla, dándome un delicado beso que borró la incertidumbre que yo sentía en aquel momento.
Él transmitía sus sentimientos y emociones con la mirada, pero con su tacto, casi era posible leer sus pensamientos.
Percibía comodidad, tristeza, preocupación y aflicción.
Y eso me hizo llegar a la conclusión de que tenía que leer esas extrañas cartas de las que Tom me comentó hacía dos semanas.
Si el contenido de estas era lo que mantenía a Bill preocupado y sin comer, debían ser destruidas y yo me marcharía cuanto antes para no seguir ocasionando problemas en un año que no me pertenecía vivir.
—¿Quieres ir a dar un paseo por el bosque? Todavía falta para que anochezca y hay guardias de seguridad cuidándonos—sugirió Bill al ver que me había quedado absorta en mis pensamientos.
—¿Conoces bien? —sonreí, bebiendo el chocolate que ya estaba casi frío.
—Antes de traerte aquí, me hice cargo de supervisar si era seguro—me devolvió la sonrisa y se levantó, extendiendo su mano para ayudarme.
Entrelazamos nuestras manos después de dejar la taza sobre un mantel y me abrigué bien con la manta antes de emprender la caminata por la hierba, en dirección al bosque.
Los árboles movían sus copas gracias a las tenues ráfagas de aire helado.
Vislumbré a Gustav y a Georg riéndose con sus hamburguesas a medio comer. Lorenz y su hija estaban con ellos también, sólo faltaba el mánager y Tom.
Nadie sabía si el gemelo aparecería más tarde porque no dijo a donde iría. Gustav solo lo vio irse en su vehículo en la mañana y eso fue todo.
—Nunca había tenido un momento así desde hace bastante tiempo—confesó Bill, inclinándose a cortar un diente de león en medio de la hierba y me lo entregó—siempre apurados por los conciertos, firmas de autógrafos, ya sabes...
Soplé el diente de león y muchas partículas que lo conformaron salieron disparadas por todos lados, haciendo sonreír a Bill.
Las pequeñas cosas de la vida parecían hacerlo feliz y tuve ganas de llorar por todo el daño que le habían hecho desde que era un niño.
Si tan solo aquellas personas que se encargaron de arruinar su infancia se hubieran dado cuenta de semejante ser humano que era Bill desde el día que nació, tal vez habrían sido más empáticos y ser amables con él.
Lo observé correr entre más dientes de león, provocando que estos estallaran por el movimiento de los pies de Bill y las pelusitas se esparcieran como lluvia sobre nosotros.
—Como este es la última gira de la banda, deberías programar las nuevas fechas para liberarte más rápido—objeté.
—¿Durante cuánto tiempo nos ausentaremos? —preguntó.
—No pienso darte spoiler de tu futuro—le lancé un diente de león a la cara y él rio.
—Quizá eso me dé más motivación en ciertas cosas—dijo, sentándose sobre un tronco quebrado y le hice compañía—y recuerda que todavía no me has querido contar la realidad de mi yo del 2023 y eso no me deja de atormentar.
—¿De verdad quieres saberlo?
Los ojos castaños de Bill me suplicaron por mi respuesta. ¿Por qué anhelaba saber que en el futuro había decidido ya no salir con chicas?
—Sí—dijo—deseo demasiado enterarme de quién seré en trece años.
Acomodé mi cabello detrás de las orejas y humedecí mis labios antes de ordenar las palabras adecuadas para no soltar de sopetón la verdad.
—¿Te acuerdas de la foto que viste en mi teléfono la noche del concierto en el que nos conocimos? En donde estabas con el cabello rubio, sin maquillaje oscuro y varios piercings en la cara...
—Sí, lo recuerdo—parpadeó.
—Ese eres tú en 2023, Bill—logré decir, mirándolo a los ojos. Él parecía estupefacto—y por lo que creo que estás deduciendo, ya no sales con chicas.
—¿Me volví asexual? —inquirí, deseoso de que yo afirmara su pregunta.
Negué con la cabeza.
—Prefieres a los hombres.
La expresión de Bill se ensombreció.
—No—susurró—te equivocas, eso es imposible, ¡me encantan las chicas! —alzó la mirada a mí luego de haber estado mirando sus pies— ¡me encantas tú, Luna!
—El futuro no miente—susurré con lástima—algo debió ocurrir en el lapso de estos trece años para que fueras así y no digo que está mal, pero ya no eres el mismo.
—Besar chicos jamás fue mi prioridad—repuso—lo he hecho sin sentir algo más, pero me niego a creer que me volví gay completamente.
Me encogí de hombros.
Y el silencio entre nosotros se sintió fúnebre. Bill parecía querer gritar y llorar porque sus ojos se cristalizaron, pero se mantuvo fuerte con la mirada lejos de la mía.
—Por eso no quería decírtelo—murmuré—debiste quedar con la duda, lo siento, Bill.
—Te voy a demostrar que yo no soy homosexual—inquirió de repente, limpiándose las lágrimas que amenazaban con rodar por sus mejillas.
No supe a qué se refería cuando sin previo aviso, se me fue encima, besándome desesperadamente en la boca y metiendo sus manos en lugares privados. Por la sorpresa, perdí el equilibrio y caímos sobre la hierba sin que él dejara de tocarme con ansiedad.
—Bill, espera—jadeé bajo sus labios—faltan solo dos días para que termine mi reposo y aquí no es buen lugar...
—He esperado demasiado, Luna, dos días no son nada perjudiciales—gruñó en mi oreja y después trazó un camino de besos por mi mejilla, mandíbula y cuello hasta alojarse al inicio de mi pecho en donde se aventuró a deslizar una de sus manos al interior de mi blusa.
—¿Y si mejor esperamos a que todos se vayan... ? –balbuceé, incapaz de pensar con claridad porque Bill parecía querer arder conmigo ahí mismo.
Y yo no quería detenerlo, pero dadas las circunstancias, estábamos a la intemperie.
Di un respingo cuando su lengua recorrió mis clavículas con lentitud al tiempo que hacía presión su cuerpo contra el mío y perdí la cabeza al sentir su masculinidad en mi entrepierna por encima de la ropa.
Bill sonrió y mordió mi labio inferior tras ver el efecto que causaba en mí y de no ser porque escuchamos una tos falsa muy cerca de nosotros, él habría abierto por completo mi blusa.
Nos alejamos en un segundo, ambos con el rostro ardiendo y ruborizado.
Me quedé petrificada al ver a Tom mirándome con los ojos estrechados y las mandíbulas tensas. Tenía los puños cerrados y respiraba agitadamente.
—No quería interrumpir, pero todos estaban preocupados por ustedes y como acabo de llegar, me ofrecí a buscarlos—aseveró Tom con dureza sin dejar de mirarme con desdén y decepción.
—Lárgate de aquí—le espetó su gemelo, poniéndose frente a mí para que me acomodara la blusa y el cabello.
Tom Kaulitz le dirigió una mirada desdeñosa a su hermano antes de darse la media vuelta y marcharse.
—¡Lo odio! —gritó Bill, completamente enloquecido de ira—jamás pensé que llegaría a odiarlo con todo mi ser.
Abrumada, en cuanto logré componer mi ropa y cabello, me eché la manta encima de los hombros y me acerqué a Bill.
—Es tu hermano gemelo y no es sano odiarlo por culpa de una chica que apenas conoces—dije con pesar—si esto se convertirá un calvario para los tres, me iré a mi época cuando me quiten las vendas restantes de la nariz.
Bill se agarró la cabeza con ansiedad.
—Si tú te vas, entonces me daré cuenta que es por eso que decidí no volver a fijarme en ninguna chica—me lanzó aquellas palabras tan hirientes, como si de verdad yo tendría la culpa de su futuro—tú me habrás convertido en un maldito homosexual.
—¿Qué? —entorné los ojos, aterrada—no, yo jamás, ¿cómo se te ocurre?
—Entonces quédate conmigo—volteó a verme—y demuestra que no vas a dejar que me convierta en esa persona extraña del 2023.
—Bill...
—Te acaba de llegar una carta de origen desconocido, a lo mejor sea una broma porque el remitente supuestamente procede del 2023—anunció Gustav, apareciendo de la misma manera que Tom, solo que no nos asustó. Y al ver que Bill estaba con los ojos llorosos y yo pálida como la nieve, frunció el ceño—ahora veo por qué Tom dijo que era mala idea venir a interrumpirlos de nuevo.
—¿Dónde está la carta? —preguntó Bill, arisco.
—En la habitación de Luna. Iba a traerla, pero prefería avisarte—replicó Gustav con cierta timidez al verme.
—Ayuda a Luna a regresar, por favor—pidió Bill, echándose a correr hacia la casa, dejándome con Gustav.
—¿Qué le ocurre? —cuestionó el rubio con perplejidad.
—No tengo idea—mentí.
De regreso a la casa, el staff se había recluido hasta el fondo con el mánager agarrándose las sienes y con el semblante de angustia. Georg se acercó corriendo a nosotros con los labios apretados.
—¿Qué ocurre...?
Mi pregunta quedó suspendida en el aire cuando de pronto, escuché los gritos de los gemelos en el interior de la casa.
Estaban discutiendo y lo peor era que en su idioma materno y yo no entendí un carajo.
Decidida a saber que pasaba, me abrí paso al interior, pero tanto Gustav y Georg me detuvieron de ambos brazos.
—Tengo qué saber por qué están peleando—intenté zafarme.
—Es por la carta misteriosa que recibió Bill—me informó Georg—pero no te acerques o podrías salir herida. Bill tiende a lanzar objetos cuando está verdaderamente enfadado como ahora.
—Si me lanza un plato, le lanzaré mi zapato en la cabeza—sisé, soltándome de ellos.
Avancé a la puerta y me detuve al verlos salir con el semblante tan colérico, que mi primer pensamiento fue correr a esconderme.
Tom sostenía la carta abierta y Bill lo agarró bruscamente del hombro.
—¡Explica de una vez por todas quién demonios es "H" y por qué la maldita carta es del 2023! —le gritó Tom en inglés para que yo pudiera comprender.
—¡No lo sé! ¡Deja de meterte en mi vida! —Bill quiso arrebatarle la carta, pero no lo logró.
Tal vez Bill era más alto, pero Tom tenía mejor condición física.
—¡¿Por qué ese tal "H" te está dando órdenes exactas para que no me acerque a Luna?! ¡¿Qué tiene que ver él con ella?!
Bill me miró por el rabillo del ojo y se impacientó al no tener esa carta en sus manos.
—Dile—espetó Tom, señalando a la carta y después a mí—dile a Luna lo que dice esta maldita carta.
—¡Cállate y devuélvemela, es mía!
—Si no se lo dices tú, lo haré yo—lo amenazó.
—¿Qué es lo que debe decirme? —fruncí el ceño.
—Nada, no le hagas caso—intervino Bill con desesperación.
—¡Recibe órdenes para enamorarte y evitar que te quedes conmigo! —exclamó Tom, alejándose de su hermano y acercándose a mí con la carta en la mano— ¡Aquí dice claramente que tendrás un hijo mío y Bill tiene qué evitarlo!
Quise hablar, pero unas luces rojizas, que tanto detestaba, empezaron a envolverme sin miramientos y los gemelos me miraron con horror.
¡Maldita sea, no podía regresar al presente en aquella situación!
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Me gustaría saber su opinión sobre la historia :3
Lleguemos a 20 votos y 15 comentarios sin spam para el siguiente cap :3
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