12
La sequedad con la que me habló me dejó más desconcertada que sus palabras. Quería que me marchara para siempre, pero ¿por qué? Si días atrás había dicho que estábamos destinados.
Agradeció una fracción de segundo el no poder vislumbrar el rostro de Bill porque no sabía qué hacer o decir. Estaba prácticamente en shock por su cambio de actitud.
—¿Planeas simplemente llevártela a quien sabe dónde por tres semanas? ¿te das cuenta de que ella necesitará ser atendida frecuentemente por un médico? —expuso Tom su desconcierto.
De pronto, la silla de ruedas en la que yo estaba se empezó a mover y escuché las voces de Tom, Gustav, Georg y de Andreas detrás de mí, señal de que era Bill quien me alejaba de ellos.
—Llegué a un acuerdo con David de camino aquí—respondió Bill con desdén y sin detenerse.
—¿Y ya le preguntaste a Luna si quiere ir contigo? —puntualizó Tom.
—No tengo por qué preguntárselo, ella vendrá conmigo—afirmó su gemelo y nos detuvimos. La puerta de un coche se abrió e inmediatamente sentí a Bill a mi alrededor—voy a meterte a mi auto, ¿de acuerdo?
Fue un completo problema meterme a su coche, pero nada que no se pudiera solucionar. Tom tuvo que ser quien lo hiciera porque Bill se puso muy nervioso al no saber sostenerme bien y más porque yo no podía ayudarlo.
—Dinos a dónde vas a llevarla—dijo Gustav, posiblemente asomándose a través de mi ventana del copiloto.
Bill, al parecer, ya estaba tras el volante y me puso el cinturón de seguridad.
—David sabe dónde—respondió Bill, encendiendo el motor.
—Esto es tuyo, groupie—escuché a Tom decir en la misma dirección de Gustav.
Sentí algo entre mis piernas y supe que se trataba de la gorra gris de Hein y mi bolso con el control de la máquina del tiempo.
—Gracias—murmuré, con una media sonrisa.
—Escucha, Bill, no te desquites con ella—Tom se dirigió a su gemelo—Luna no tiene la culpa de los sucesos. La cuidé lo más que pude por ti y lamento que no haya funcionado.
—No importa. A partir de ahora me haré cargo yo—repuso Bill—dame los medicamentos.
Tom colocó una bolsa de plástico en el tablero y después sentí su mano sobre mi cabeza, la cual revolvió mi cabello con suavidad antes de apartarse.
Siendo así, nos pusimos en marcha a alguna parte.
Nunca pensé que llegaría a sentirme incómoda en su compañía. Un silencio asfixiante se cernió sobre nosotros y agradecí un momento el tener la vista nula.
— ¿Por qué quieres que me vaya? —No pude evitar preguntar. Me sentía triste, de haber podido llorar, lo habría hecho—dijiste que nuestro destino es estar juntos, ¿Por qué ahora piensas lo contrario?
Bill se tomó un largo momento para contestar, puesto que cuando lo hizo, yo ya me había resignado a no obtener respuesta de su parte.
—Todo se está saliendo de control—dijo—esto no debía suceder.
— ¿Las palizas que me dieron tus fans? —inquirí.
—Sí.
—Pero ¿Cómo sabes que eso no debía suceder? ¿Sabes algo sobre la máquina que yo no? —increpé, confundida.
—Solo lo sé y ya, Luna—musitó, exasperado.
—Entonces... ¿Solo me voy y listo? —murmuré con tristeza.
—Hay demasiadas razones por las cuales no deberías estar aquí—dijo—y la más importante de todas es que no perteneces a esta época.
—Lo sé, pero...
—No me hace feliz que te marches—suavizó su voz—de hecho, todo lo contrario.
— ¿Y entonces por qué me tratas tan mal? Sé que no debí entrometerme tanto o estar cerca de los chicos, en especial de Tom, pero te prometo que a mí él no me interesa—sentencié—la chica que ocasionó que me hicieran esta cirugía es una con la que tu hermano se acostó dos veces y estaba resentida.
—Ella subió evidencias a un blog muy popular, diciendo que eras nuestra puta—me recordó con dureza—y créeme, los comentarios que han hecho las fans hacia ti, son extremadamente aterradores.
— ¿Amenazaron con encontrarme y darme una paliza?
—No, algo todavía peor, Luna—me informó.
—Dímelo.
—Quieren encontrarte para intentar matarte.
Me quedé congelada. ¿Matarme? ¿Por qué demonios querían matarme? ¿Porque pensaban que yo era la zorra de los gemelos?
—No creo que sean capaces de llegar a ese extremo—dije, restándole importancia y me estremecí.
—Muchos artistas han sido asesinados por sus propios fanáticos y asesinar a la pareja de estos es más fácil.
Bill se escuchaba muy perturbado y con justa razón. Si a mí me lograban herir de muerte, ¿qué iba a hacer él, si yo ni siquiera me hallaba en mi época?
—De acuerdo—dije finalmente—me iré en cuanto ya pueda mirar y me quiten las vendas.
El silencio perduró hasta que llegamos a alguna parte.
Me negué a que Bill me ayudara y a tientas logré bajar del coche. Sentía su presencia a mi lado mientras me indicaba por donde caminar.
—Ni te atrevas a tocarme—sentencié—puedo sola, gracias.
—Solo quiero tu bienestar—murmuró, abatido sin dejar de seguirme.
La verdad es que yo parecía loca caminando sin rumbo y sin poder ver un carajo, pero él permaneció a mi lado.
—Quieres una excusa para que me vaya y lo has conseguido.
—Fui capaz de golpear a una chica por ti sin importar que mi carrera como cantante se destruyera—me recordó—incluso fui detenido, si de verdad quisiera una excusa para alejarte de mí, no te habría buscado como loco en esta época, a sabiendas de que no estabas.
—De nada sirve eso si ahora mismo me quieres lejos.
—Te quiero lejos del peligro, Luna—me detuvo suavemente del brazo e hizo que yo girara en su dirección— ¿quieres convertirme en un asesino?
—¿Qué? ¡Claro que no! —me asusté.
—Pues por ese camino voy si mis fans consiguen tocarte una vez más—aseveró—e intentarán hacerlo mientras sigas aquí conmigo.
—Bill, discúlpame si mi presencia solo sea motivo de problemas—por fin me di cuenta de la gravedad del asunto—nunca debí conocerte...
—En el futuro iré a buscarte, lo prometo.
—No—dije con tristeza—en el futuro tú eres una persona completamente distinta y estás mejor sin mí también.
—¿Persona distinta? —interrogó— ¿A qué te refieres?
Negué con la cabeza.
—No es importante, mejor dime hacia a donde vamos porque tengo mucho frío—mentí.
Bill no insistió y dejé que me dirigiera. El camino era irregular, pero sus fuertes manos me mantuvieron firme y no me preocupé por tropezar, ya que él me sostendría.
—Alquilé una pequeña vivienda con una excelente vista al bosque, equipada con todas las comodidades—me informó—aquí vas a recuperarte totalmente porque me encargaré de que nada te falte.
—¿Sabes todo sobre la rinoplastia? —vacilé.
—Mañana mismo contrataré a una enfermera particular—dijo nervioso—porque en vez de que yo te ayude, terminaré partiendo tu nariz por la mitad.
Reír me hizo ver estrellas y Bill se asustó al verme hacer una mueca de dolor.
—Ya no más chistes—dijo.
En treinta minutos después, ya nos habíamos instalado en aquella casa. Olía delicioso y era muy acogedora, aunque no lograba ver nada, percibía que era muy rústica porque el olor a leña llegó a mis fosas nasales.
—¿Tiene chimenea? —pregunté.
—Sí, una calefacción natural, ¿se te antoja té de menta?
—Por supuesto y si puedes, un panecillo. Muero de hambre, en el hospital te dan de comer como pajarito.
—Verificaré qué es lo que puedes comer en la dieta que dieron.
Lo escuché deambular por toda la casa y el sonido de bolsas, de alguna nevera y el crepitar de las llamas de la chimenea me adormeció.
El sofá se me antojó muy cómodo.
—Ya está lista tu cena de frutas—le oí bromear y levanté mi cabeza del respaldo.
Me estaba quedando dormida.
—¿Y el té?
—Aquí mismo. Lo enfrié para que puedas beberlo.
Alcé la mano, buscando la taza y él me la entregó con suavidad.
Agradecí al cielo que a Bill se le había pasado su momento hostil y estaba siendo el mismo de siempre: amable, romántico y dulce.
Me había partido fruta en un cuenco con un poco de yogurt natural con avena encima. Algo muy dietético y delicioso.
Y para que yo no me sintiera rezagada, cenó lo mismo que yo.
—Si no es mucha indiscreción, ¿podrías explicarme a qué te referiste con que soy una persona completamente distinta en el futuro?
De pronto las frutas dejaron de tener un sabor dulce, haciéndose amargas en mi lengua.
—No quiero alterar más el futuro—me excusé.
—Alterarlo un poco más no ocasionará el fin del mundo—dijo y estaba segura que sonrió.
—Quizá el mundo en general no, pero sí a ti.
—¿Me convertí en un asesino? —quiso bromear, pero al ver que yo no esbocé ninguna sonrisa, se desconcertó— ¿en qué mala persona me convertí?
—Sigues siendo un chico muy dulce—le aseguré—pero...
Y como si el universo se negara a que yo respondiera, llamaron a la puerta.
—Oh, no, ¡Fantástico! —espetó.
—¿Quién es?
—Andreas.
Escuché el sonido de la puerta y la voz animada de Andreas preguntando por mí.
—Aquí estoy—dije.
—Hola, Luna, ¿qué tal tu nariz?
—Igual que hace un rato—masculló Bill en respuesta.
—¿Qué haces aquí? —pregunté sonriendo.
—No podía dejar a un par de enamorados solos en una casa. Todavía estoy joven para convertirme en tío—rio.
—Me recomendaron nada de sexo por tres semanas—le recordé.
—Por eso es mejor que yo esté aquí para vigilar que las hormonas de Bill no tomen posesión de él—soltó una carcajada.
Me ruboricé y Bill le dio un golpe al recién llegado y lo supe sin mirarlo porque escuché a Andreas quejarse dramáticamente.
—Quizá mañana Gustav venga a visitarlos—anunció Andreas—él piensa que no ha sido buena idea que se mantengan aislados.
—Contrataré a una enfermera para que se haga cargo de los cuidados de la cirugía—dijo Bill con aburrimiento.
Al final de cuentas, Andreas se negó rotundamente a dejarnos solos. Tomó posesión de una de las dos recámaras y Bill no tuvo más remedio que dejarlo en paz.
Al otro día, tras una ardua búsqueda de enfermeras bien preparadas, hallamos a la indicada: una mujer de unos cuarenta años, por lo que Bill me contó y con un buen historial profesional.
Gustav llegó casi al mismo tiempo y aseguró que estaría llegando a menudo a verme y fue así, incluso Georg lo acompañaba.
En el transcurso de ocho días, la hinchazón en mi rostro bajó y empecé a tener un poco de visión.
Lo primero que vi cuando logré abrir los ojos fue a Bill, sonriéndome al lado de la enfermera que acababa de asear dolorosamente mi nariz.
—La casa es más bonita de lo que pensé—dije, escudriñando a mi alrededor. Las paredes eran de piedra labrada y el techo de tejas, las ventanas de madera en donde el aire fresco se colaba a través de las cortinas—quiero ver la vista al bosque me dijiste.
Bill corrió a mover las cortinas y sonreí al ver la majestuosidad. Estaba anocheciendo y había niebla.
El panorama parecía una fotografía editada con una pizca de estilo gótico, muy bello.
—A primera hora regreso—anunció la enfermera, satisfecha por su trabajo.
Andreas y Bill la acompañaron a la salida.
Me deslicé fuera de la cama y me puse la capucha de la sudadera para acercarme al alféizar de la ventana.
Recargué mis codos en el borde y suspiré.
Estuve un largo rato admirando la belleza del bosque cercano y escuché unos pasos sigilosos entrar a la habitación.
—¿Por qué tanta cautela al entrar? —le pregunté a Bill sin voltear.
—Porque no quise interrumpir tu escrutinio—respondió con un dejo de diversión en su voz.
—Es muy hermoso, debo reconocer—suspiré.
De pronto, sentí su cuerpo por detrás y recargó levemente su barbilla en mi hombro.
—¿Cambiaste de perfume? —inquirí. Bill no usaba ese perfume, pero reconocí ese aroma.
—¿Por qué?
—Hueles como a...
—Hola, groupie.
Di media vuelta y encontré a Tom Kaulitz sonriéndome.
—Has perfeccionado bastante tu nivel de camuflaje—le reñí—por un momento pensé que eras Bill.
—El perfume me delató—se encogió de hombros y se lanzó a la cama.
—Fuera, ahí es donde duermo y tiene que estar limpio.
Tom frunció el ceño y se sentó al borde.
—No te vas a morir porque me acosté un segundo—me miró con desdén.
—Teniendo en cuenta que te metes en las bragas de muchas chicas, no me puedo fiar, ¿qué tal si tienes ladillas o algo peor? —arrugué la nariz.
Tom rio.
—Demonios, groupie, ¡Qué mal informada estás! Deberías tener nuevamente clases de educación sexual.
—Da igual, no me arriesgaré.
—En primera, no estoy desnudo y en segunda, no estamos cogiendo, pero si quieres...
—¡Basta! —enrojecí.
—Acabo de recordar que no puedes divertirte hasta dentro de dos semanas más—dijo con tristeza—aunque nunca especificaron si las manos cuentan como actividad sexual, ya que sería yo el que estaría en movimiento y...
Me rasqué una ceja y abandoné la habitación, dejándolo ahí solo.
Tom me siguió y me di cuenta de que no había rastro de Bill y Andreas.
—¿A dónde se fueron todos? —pregunté.
—Mi hermano y Andreas se ofrecieron a acercar a la enfermera a la estación de autobuses y Gustav y Georg fueron por comida, así que yo me quedé a cuidarte—ahogó una risa nasal.
—¿Y por qué no habías venido a verme antes? —me quejé.
—¿Acaso me extrañaste? —arqueó una ceja.
—Se necesita un bufón para subir los ánimos...
—¿O necesitas urgentemente con quien proyectar tus deseos carnales?
La expresión de Tom se volvió maliciosa y avanzó hacia mí, siendo consciente de que estaba asediando a la novia de su hermano y podía ser descubierto.
—Groupie, ¿por qué te fijaste en mi Bill y no en mí? —me preguntó con cierto desliz de decepción.
—Deja de bromear, por favor—retrocedí—ya te he explicado mil veces por qué.
—Entonces explícame un millón de veces más para ver si puedo comprenderte.
—¿En serio le di a tu egocentrismo? —lo miré a los ojos.
—En parte—reconoció—pero no me puedo sacar de la cabeza que no sucumbas a mi atractivo físico que es mejor que el de mi hermano.
—Estás celoso de tu gemelo—afirmé.
—Estoy celoso porque no me volteas a ver a mí.
Palidecí. ¿Qué demonios estaba pasando con él?
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