Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11


Tardaron alrededor de una hora en alejar a la prensa y a los paparazis de ahí, incluyendo a la mezquina chica alborotadora.

El mánager de los chicos movió influencias para evadir la atención, trasladándonos a todos lo más lejos posible antes de que las fanáticas se congregaran ahí y alguien resultase herido.

—No iremos a ningún lado—masculló Tom al ver que el autobús se alejaba de la ciudad—Luna necesita ir a un maldito hospital.

Él me mantuvo agarrada por si en caso yo perdía las fuerzas, ya que había perdido una cantidad considerable de sangre por la hemorragia de la nariz.

—La seguridad de ustedes es más importante—espetó el mánager con frustración.

—Eso la incluye a ella—siseó Tom.

—Escuche, Luna Grey de verdad necesita un hospital—acotó Gustav—si algo le sucede, dudo mucho que a Bill le guste que ella no haya sido atendida.

—¿Entonces es verdad que esta jovencita se está acostando con Tom y Bill? —cuestionó el sujeto de mal humor.

—¡No! —vociferó Tom— ¡Ella es novia de mi hermano!

—¡¿Y cuándo demonios planeaban contármelo?! Si me hubieran puesto al tanto, habría mandado extrema seguridad—carraspeó David, encolerizado.

—Ni si quiera yo lo sabía—se defendió Tom—fue algo espontaneo, además, nuestros asuntos de esa índole son privados, salvo ahora que esa loca divulgó infamias.

—Y por favor, llevémosla al hospital—terció Georg, echándome un vistazo—está más pálida que la nieve e incluso su nariz está en una posición extraña.

No sé si era cierto sobre el ángulo de mi nariz, pero no podía respirar bien. Sentía un dolor espantoso en toda la cabeza y por momentos todo a mi alrededor se movía bajo mis pies.

A regañadientes, el mánager dio indicaciones y cambiamos de rumbo. El staff completo se dirigió al hospital más privado y costoso únicamente para revisarme. Tardamos aproximadamente veinte minutos y para ese entonces, el dolor de cabeza ya me tenía aturdida.

Fui atendida de manera satisfactoria en cuanto llegamos. El mánager hizo varias llamadas para que me metieran discretamente y miré con miedo a Tom porque no quería entrar sola. De haber estado Bill conmigo, habría pedido que él me acompañara.

—Acompáñame—le susurré a Tom, agarrándolo del brazo cuando dos enfermeras tiraron de mi hacia urgencias.

Tom asintió sin pensarlo.

—No pienso dejarla sola—gruñó cuando las enfermeras estaban por protestar—estamos pagando una generosa cantidad de dinero para la discreción absoluta y les pagaré más si me permiten ir con ella a revisión.

Me causó gracia que Tom habló en alemán, luxemburgués y en inglés para que todos entendieran.

Por consiguiente, lo arrastré conmigo incluso cuando pasé con el médico.

—Larga historia, hay dinero de por medio y habrá más si no me echa de aquí—sentenció Tom con determinación, volviendo a traducirlo.

El doctor optó por comenzar a revisar mi nariz con detenimiento y gemí de dolor cuando se atrevió a tocarme la parte más sensible.

—Más cuidado—ladró Tom en inglés—o lo lamentará.

—Tal como lo suponía—dijo el doctor con perfecto inglés y arrogancia—tiene el tabique desviado.

—¿Y eso qué significa? —pregunté con temor.

—Si no es intervenida de inmediato, podría empeorar y no respirar debidamente, aparte de que no se vería estética.

—¿Una cirugía? —inquirió Tom.

—En efecto.

—¿Qué? —me sobresalté— ¿Cómo una rinoplastia?

—Si así lo desea, sí. Podemos usar la estética también, aprovechando la cirugía—respondió el doctor con la mirada puesta en Tom.

—¿Quieres que reparen algo en tu nariz, groupie? —Tom se volvió a mí, frotando el piercing de su labio con el dedo pulgar.

—Si encuentran algo que arreglar estéticamente entonces sí—dije con nerviosismo.

—Maravilloso. Ahora, debo hacerle llenar un formulario y quiero que las respuestas sean contestadas con sinceridad.

La mayoría de especificaciones ya las sabía porque Nathalie se operó la nariz hacía un par de años y estuvo en ayuno de ocho horas antes de la intervención, no haber fumado quince días antes y no haber bebido un día atrás alcohol ni comidas pesadas entre otras cosas.

—¿Tu mánager estará de acuerdo con esto? —le pregunté a Tom antes de empezar a responder.

—Lo estará. Tú solo revisa las indicaciones y firma. Vuelvo en un momento—me informó antes de salir del cubículo.

Al final de cuentas, acepté la cirugía. Tom regresó con su mánager y este casi se infartó cuando se enteró de la intervención médica.

—¿Y quién va a quedarse con ella? Necesito hacerme cargo del asunto de Bill—espetó, desesperado.

—Vayan ustedes, yo me quedaré con Luna—sentenció Tom—en cuanto mi hermano salga, tráelo para acá de inmediato.

—No estoy segura si querer hacerlo. Sería una pérdida de tiempo para todos ustedes—suspiré luego de firmar la responsiva.

—Bill en primera instancia nos asesinaría si se da cuenta que, a pesar de que fuiste herida estando con él y no te llevamos al hospital, y ahora que te golpearon por mi culpa tampoco, ¿Cómo crees que pondría?

—Es demasiado haber llegado a este extremo—me lamenté— ¿acaso no tienen guardaespaldas o algo así?

—Resulta que sí, pero desde el día que apareciste, Bill decidió bajar un poco la seguridad para que no te sintieras abrumada, ya que nadie sabía de tu existencia y pensó que estarías a salvo con nosotros—respondió en un siseo—supongo que ahora mi hermano se arrepiente.

—¿Y qué pasará con él?

—David se hará cargo.

—Quiero recibir a Bill cuando salga—murmuré.

—Primero te van a tratar quirúrgicamente, groupie.

Y dicho eso, comencé una travesía a la que no pensaba que participaría. La única vez que me operaron fue de la vesícula y no me hicieron ninguna incisión.

Traté de no martirizarme al pensar en que no iba a poder estar con Bill al momento de su salida de aquel horrible lugar y enfocarme en recuperarme para estar con él.

—Por favor—le rogué a Tom antes de entrar a quirófano, sosteniendo mi bolso con la gorra gris de Hein que recuperé de su auto después de firmar la responsiva—no sueltes mis cosas, te lo imploro. Es importante que lo mantengas en un sitio seguro, de lo contrario, podría haber problemas.

—¿Traes tu consolador ahí adentro? —bromeó Tom.

—Algo mejor que eso—planteé y él entornó los ojos—traigo aquí la felicidad de Bill y mía. Y tienes prohibido echar un vistazo o lo lamentarás.

—¿Un consolador con doble cabeza de textura irregular para mayor placer y diez velocidades? —inquirió él con una sonrisa maliciosa.

Y no pude evitar soltar una carcajada que me hizo ver estrellas por el dolor en la nariz.

—Cuando salgas de ahí—señaló el área de quirófano—estaré esperándote. No te preocupes de nada, ¿de acuerdo?

Asentí cuidadosamente y lo vi afianzar bien mi bolso con la gorra entre sus manos para después ponérsela en su cabeza y por un segundo creí ver a Hein, aquel chiquillo de trece años en él. Parpadeé y fruncí el ceño. Probablemente el dolor me tenía viendo visiones.

—Gracias—susurré y de pronto, Tom se inclinó sobre la camilla, cerca de mi rostro. Instintivamente cerré los ojos, girándome hacia un costado y sentí el beso de Tom en mi frente.

—Tengo que cuidar a la novia de mi hermano en su ausencia—le oí susurrar en mi oído antes de que las enfermeras me comenzaran a mover lejos de él.

Después de ellos, no recordaba más. Fui sometida al protocolo médico y todo se volvió oscuro.

Cuando volví en sí, ya me hallaba en una habitación especial para mí y perfectamente equipada. Apenas podía abrir los ojos y sentía la cara inflamada.

A través de las pestañas, escudriñé un poco a mi alrededor y vislumbré a Tom rápidamente. Él yacía durmiendo una posición incómoda sobre un asiento almohadado con la gorra de Hein aun sobre su cabeza y mi bolso entre sus brazos. La ventana cercana a él anunciaba que ya era de noche.

—Has despertado—dijo Gustav a mi derecha. Moví la cabeza hacia él y miré al chico rubio sonriéndome. No tenía sus lentes puestos y parecía tener mucho sueño—no te muevas mucho o te comenzará a doler cuando pasen los sedantes.

—Ya es de noche—dije. Mi voz salió ronca.

—Normalmente las rinoplastias duran de una a dos horas, pero por alguna razón tardó cinco—manifestó Gustav—y todo salió bien. Creo que no te agarraba bien la anestesia y fue por eso la tardanza.

—¿Y Bill? ¿Arreglaron algo?

—Georg y Andreas acompañaron a David a pagar la multa y... —bajó la voz—un poco más de dinero para agilizar más la salida de Bill en compañía de un abogado que conoce y ayudará también a que se borre el historial de antecedentes penales de todos, por si tenemos alguno, así como hizo con Tom el año pasado cuando unas locas francesas lo atacaron estando solo.

—Me habría gustado estar con Bill.

—Si todo sale bien, él vendrá a verte y a quedarse contigo—prometió Gustav.

El resto de la noche, Gustav estuvo cuidándome hasta que Tom despertó a las doce de la madrugada.

—Me haré cargo de ella, ve a dormir—le dijo él, señalándole el sillón cómodo.

El rubio asintió y entusiasmado se lanzó a dormir sin miramientos. En cuanto encontró la posición más cómoda, el sueño se apoderó de él y empezó a roncar.

Los ojos de Tom estaban enrojecidos por el cansancio y, aun así, sonrió. Se colocó mi bolso cruzado en el pecho y giró la gorra de Hein con la visera hacia atrás antes de tomar asiento en la silla donde había estado Gustav.

—¿Qué tal te sientes, groupie?

—Como si me hubiera pasado encima un autobús.

—Te ves terrible—vaciló.

—Gracias, he estado peor.

Tom asintió, reprimiendo una sonrisa y bostezó.

—Si continuas con sueño, vuelve a dormir. Yo estaré bien.

—Esto no es nada a comparación a los desvelos por la gira—repuso. Sus trenzas comenzaban a deshacerse y su pañuelo oscuro estaba mal puesto y me sentí mal por tener aquí a Tom y a Gustav, cansándose a lo tonto.

—Al menos ese desvelo vale la pena, no esto...

—Los sucesos ocurren—increpó Tom—tarde o temprano algo parecido habría pasado porque nos dejamos llevar por las fanáticas menos conflictivas.

—Y a todo esto, ¿qué pasó con la verdadera "groupie"? ¿la localizaron ya?

—David le pondrá una orden de restricción. Y no podrá acercarse a ninguno de nosotros, incluyéndote a ti, a menos que sea a una distancia de diez kilómetros a la redonda.

—¿Tanto así? —quise reírme y casi vi a Dios todopoderoso llamándome por el dolor.

—¿Estás bien? —Tom se sobresaltó al ver mi expresión.

—Sí—gemí de dolor—pero no me hagas reír, por favor.

—No pretendía hacerlo—arqueó una ceja—así que no te rías a menos que sea conveniente.

Aquello me hizo reír más y casi morí, y Tom volvió a regañarme.

En las siguientes horas, las enfermeras vinieron a cambiarme las sábanas y cuando amaneció, el mismo doctor que me atendió, fue a revisarme. Les dio a Tom y a Gustav las indicaciones necesarias para cuidarme, ya que en la noche me darían de alta y tendría que estar en reposo durante tres semanas enteras.

—Nada de sexo—enfatizó Tom con una sonrisa burlona después de leer la hoja de recomendaciones—ya lo has escuchado, groupie, así que mantén tus hormonas controladas y no intentes seducirme durante casi un mes.

Aparte del sexo inexistente en mi vida, me recomendaron no fumar, no sonarme la nariz ni golpearla, evitar el sol, dormir boca arriba, llevar una excelente dieta y muchísima higiene.

Para ir al sanitario, Gustav se encargó de solicitarme una enfermera para que me ayudase, evitando así que Tom lo hiciera, puesto que ofreció voluntario sin pensarlo y su risa divertida me contagió. Era obvio que solo buscaba fastidiarme.

Lo que Gustav sí le permitió a Tom fue alimentarme. Me dolía incluso abrir la boca para comer gelatina y beber té.

—La inflamación se fue a tus ojos y al resto de tu rostro—le oí decir a Tom con preocupación—parece como si te hubieran dado una paliza. Tienes muchos hematomas...

No podía mirarlo porque, en efecto, tenía la cara completa como un globo y sentía que de verdad me habían dado la golpiza de mi vida y probablemente así era.

—Para salir de aquí necesitaremos gafas, ropa y un paraguas, todo oscuro—indicó Gustav—además de una gorra.

—Yo tengo una—dije—creo que la tiene Tom.

—Esta es mía por el momento. Te conseguiremos otra—dijo el recién mencionado.

No quise contradecirle porque era su forma de molestar.

A las cinco de la tarde, pasaron a informarnos que a las ocho de la noche me darían de alta, así que debía estar lista para esa hora.

Minutos después, Tom y Gustav se disculparon conmigo porque tenían algo que hacer, pero estarían en el pasillo por si yo necesitaba de ellos.

Aliviada, me dediqué a pensar en Bill. Ya quería abrazarlo y decirle cuanto lo echaba de menos y que esperaba que no me odiase por lo que había ocurrido, en especial por haber pasado tiempo con su gemelo cuando él me advirtió que no lo hiciera.

No sabía si él estaba al tanto del nuevo ataque de otra fan para conmigo que terminó enviándome al hospital y con cirugía de mi nariz incluida, pero esperaba que fuera comprensivo.

Mi cuerpo se sentía débil y adolorido.

¿Cómo era posible que, al cumplir mi sueño de conocer a la banda de Tokio Hotel, me iba a producir todo tipo de emociones y sensaciones, inclusive dolor?

Como no podía mantener los ojos abiertos, el sueño hizo acto de presencia y quedé profundamente dormida. El olor a limpio fue lo que terminó de arrullarme y la comodidad de la cama.

Era muy tonto pensarlo, pero, pese a haber sufrido agresiones corporales y estar en un hospital, jamás me había sentido tan segura ni tan importante. Es decir, los gemelos Kaulitz me defendieron a tal punto de casi echar por la borda su carrera musical y ni en mis sueños más descabellados pensé que sucedería eso.

—Tenemos que despertarla.

—¿Estás loco? Debe sentirse agotadísima y sin mencionar el dolor...

Las voces de Gustav y Tom discutiendo me hicieron despertar a regañadientes. Ambos estaban peleándose porque ya era hora de largarme y no querían hacerlo para no molestarme.

—Vámonos ya—gruñí.

—¿Estabas despierta? —el tono de voz de Tom era burlesco.

—Sí. Me despertaron y llevo como una hora con los ojos abiertos, pero creo que no lo han notado—me burlé.

Finalmente, con ayuda de una enfermera, a petición de Gustav, me cambié con ropa que Bill me había comprado cuando desaparecí y Tom protestó para cargarme y llegar más rápido abajo.

Como era de noche, no hubo necesidad de usar lentes oscuros ni nada que me cubriera del sol.

Tom solo ocasionó que el movimiento me mareara y quisiera vomitar.

—¡¿Te has vuelto loco o qué?! ¡Bájala! —gritó Gustav. Habíamos llegado al ascensor, por lo que pude escuchar, ya que mis ojos estaban totalmente cerrados.

—Preferiría caminar—dije.

—Estamos por entrar al ascensor y posteriormente al estacionamiento donde nos esperan—dijo Tom, rehusándose a soltarme.

—La gente nos está mirando—masculló Gustav entre dientes.

De pronto, una voz femenina sobresaltó a los tres. Tuve que sostenerme del pecho de Tom en cuanto él me deslizó rápidamente al suelo.

—¿Qué creen que hacen? La paciente iba a ser trasladada en silla de ruedas por la hinchazón de su rostro—siseó la mujer en inglés. Ella no era alemana, quizá era inglesa por su perfecto acento elegante.

Cómicamente fui movida como un guiñapo hacia una silla de ruedas. Lamentablemente no vi el semblante de nadie, pero deduje que tal vez Tom estaba molesto y Gustav aliviado. La enfermera se hizo cargo de mi hasta que llegamos al primer piso y lo sabía porque escuchaba los murmullos de los chicos detrás de mí mientras me iba empujaba con la silla.

—Al estacionamiento trasero—indicó Tom.

—¿Son famosos o algo así? —ironizó la enfermera.

—Sí—espetó Tom.

—Escuche, es necesario salir por el estacionamiento trasero porque ahí nos espera nuestro equipo—intervino Gustav.

—De acuerdo—dijo ella sin creerles—pero tengan cuidado al moverla porque la hinchazón no podrá bajar ni con antinflamatorios ni analgésicos.

Tras salir del ascensor, Gustav fue el que me condujo a la dirección correcta.

—Pésimo servicio de este hospital—carraspeó Tom en cuanto salimos al estacionamiento—deberían...

Cerró la boca abruptamente y no entendí por qué. Escuché bastante movimiento y murmullos.

—¿Qué pasa? —quise saber.

—Eh... —Tom balbuceó, preocupado—es una larga historia, pensé que David te había puesto al corriente.

Era claro que no se refería a mí.

—¡Tú sí que arreglas las cosas!

Di un respingo.

Era Bill.

Mi Bill.

Y se escuchaba muy afectado.

—Déjenme a solas con ella—ordenó.

Sentí los pasos de Tom y Gustav a mis costados. Había muchísimo frío afuera y ni si quiera me percaté de ello hasta que escuché su voz.

—Bill—pronunciar su nombre me hizo sentir extremadamente aliviada.

—Luna—susurró y enseguida sentí sus manos sobre las mías, las cuales estaban cálidas.

De pronto, me soltó y rápidamente me colocó un abrigo sobre los hombros. Él me abrazó de repente y recargó su barbilla en mi hombro con suavidad, quedándose unos segundos así conmigo. Se había duchado y olía muy delicioso.

—Perdóname por todos los problemas que te he causado—se lamentó—y también mi hermano. Fuiste a parar hasta el hospital por mis fanáticas insoportables que no entienden que los famosos no son de su propiedad y tienen derecho a tener pareja y una vida personal y privada.

—No te preocupes, estoy bien. La hinchazón no es por el golpe...

—Ni si quiera puedes mirarme por la cirugía que te provocamos Tom y yo—dijo con severidad.

—Las reacciones de mi cuerpo no tienen nada que ver con lo de esas locas—espeté, comenzando a enfadarme por su actitud—igualmente si hubiera decidido hacerme una rinoplastia por mi cuenta, habría sido la misma reacción inflamatoria.

—Yo te cuidaré las tres semanas de reposo—eludió mis palabras con mezquindad y se apartó del abrazo—y después de que te recuperes, quiero que... —se aclaró la garganta y maldije entre dientes por no poder ver su rostro—te marches. Regresa a tu época y no vuelvas más, por favor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro