4.
Zonder comenzó a meditar luego de su encuentro con el Gran Oráculo, pensó que aquel ser era mucho más poderoso de lo que se imaginaba, pero para él no resultó ser más que una simple estatua que hablaba cuando no se le veía, y que sus limitadas palabras no convencían a nadie. Incluso llegó a cuestionar la existencia del mismo. "Es un robs" pensó, "Alguien ciertamente está jugando con la credibilidad de las personas, abusan de la necesidad del humano de seguir a aquellos seres que están más allá de un plano espiritual".
Pudo observar de nuevo que la luz más allá del horizonte seguía allí descendiendo del cielo hasta tocar la tierra y allí en aquel sitio había más energía.
—Esa es la ciudad de mi visión —dijo con una sonrisa de medio lado—. Pierdo mi tiempo yendo de un lugar a otro cuando allí es que debo ir.
Se fue a su camarote, era un cuchitril muy pequeño que si apenas cabía una pequeña mesa y una cama de madera con una colchoneta desgastada, debajo de ella, Zonder se agachó y estiró el brazo, logró sacar una lámina que la dejó estirar en la cama, era un mapa, de los modelos viejos pero actualizado por él mismo, tachando ciudades que ya no existían y marcando con bolígrafos las nuevas estructuras que fueron erigidas desde hacía unos veinte años en adelante.
Se fue de nuevo al timón y observó la brújula, estaba ubicado al sudoeste y con dirección continua hacia el sur.
Volvió corriendo a su cuchitril y con una regla marcó su ubicación. Se percató que estaba en sentido contrario hacia aquella luz, ya que ella estaba en sentido Noreste, sacó cuentas por un instante. Si viraba de una buena vez, llegar a la luz tardaría unos tres días. Revisó el combustible, aún quedaba lo suficiente para realizar la empresa, su único problema era los suministros para alimentarse y asearse.
De nuevo vio el mapa, si seguía la misma ruta habría mínimo tres ciudades en su camino y quizá otras dos pero no estaba seguro si seguirían allí. Dos de aquellas naciones estaban en conflicto y la otra parecía ser una fábrica de robs, así que, de nuevo le tocó pensar al navegante.
Zonder seguía pensativo y hundido en sus más profundas reflexiones, el Gran Oráculo le había dicho que debía de seguir su camino hacia los Dos Pensantes, "La verdad y la razón". No entendía de qué estaba hablando y eso lo molestaba.
Necesitaba de una guía y esta vez decidió confiar en sus instintos y en su mapa de navegante. Volvió a enrollar el pergamino, lo dejó debajo de su cama y salió del cuchitril. «En el camino debe haber una o dos ciudades donde pueda abastecerme de suministros». Pensó, tomó el timón y fijó las coordenadas hacia un nuevo destino: La luz descendente.
«Ese Gran Oráculo está equivocado» dijo, «La verdad es que necesito es ir hacia aquella luz, y sé muy bien que allí está la metrópolis que tanto he soñado y visto en mi mente, no cabe duda. El viento me favorece y si hago paradas mínimas estaría allí a más tardar en dos días».
El gorjeo del ave lo extrañó por completo. Arriba, en lo alto del mástil, se hallaba el hermoso ejemplar. Aleteaba y bajaba en picada hacia el rostro de Zonder, este estaba contrariado por el carácter del emplumado, pero no le hizo caso y prosiguió con su ruta.
El atardecer estaba llegando a su crepúsculo y de nuevo el navegante se dejó caer a la crujiente madera de su aeronave. Era un viaje algo agotador y debía de reunir la suficiente fuerza para mantenerse estable. «En aquella ciudad necesitarán de personas saludables y fuertes».
Era bien sabido que, debido a la Gran Devastación, la población humana había disminuido considerablemente, y era imperioso que todos los ciudadanos pudieran colaborar de una u otra manera en repoblar las ciudades que aún se mantenían a flote en la Tierra.
Brón era un puerto libre y allí no había una regla que regulara a los ciudadanos. Eso o tal vez las autoridades no habían llegado a tocar la puerta de su casa para que cumpliera con sus obligaciones. Total, no tenía un techo y un trabajo estable para decir que podía tomar a una mujer como esposa y empezar a procrear.
Tuvo un momento contacto con varias chicas en la localidad, pero nada para concretar algo serio y formalizar una relación, mucho menos cuando dejó de interesarle aquellas cosas y utilizó solo su mente para buscar la manera de salir de allí y poder encontrar la ciudad de sus incontables visiones.
Ya el comienzo de un nuevo día estaba acariciando el rostro del muchacho que amaneció tirado en la cama de su cuchitril. Se levantó, se lavó la cara e hizo lo que todo ser común hace después de despertar. Luego de todo aquello se dirigió hacia fuera y contemplo el cielo un poco más despejado de lo normal. Pero de nuevo aquella ave comenzaba a chillar con mucha fuerza, aleteaba y giraba de izquierda a derecha.
«¡¿Qué le ocurre a ese animal?¡»
Cada vez que bajaba hacia Zonder. Este lo espantaba con sus manos, pero el ave era insistente, pero el navegante era aún más terco.
Por fin la luz estaba allí tan cerca de los ojos de aquel muchacho que saltaba de enorme alegría. Logró divisar una enorme estructura debajo de aquella lluvia luminosa que caía como una catarata en las fauces de un río maravilloso.
«¡Es aquí!»
El ave hizo un último aleteo y salió a dirección contraria de donde estaba Zonder. A lo lejos su silueta desapareció entre la oscuridad del horizonte.
Pero no era la única silueta que el navegante pudo observar, allá en el medio de aquella luz, una sombra flotaba y un gruñido salió de sus pulmones.
«¿Qué es aquello?».
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