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Literatura basura

Zombis en Utah, mi viaje en el tiempo

Capítulo 1: Literatura basura

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Mauricio Hochschild, judío de origen y cuyo verdadero nombre era Moritz, era uno de los hombres más ricos del mundo en la primera mitad del siglo XX. Conocido como el Barón del estaño, forjó un imperio económico cuyo origen fue en Bolivia, su nombre ha quedado olvidado salvo por el hecho que, en épocas recientes, se lo llamase como el Schindler de Bolivia ya que auspició el viaje de miles de sus compatriotas al país sudamericano y de aquella manera salvando muchas vidas del horror nazi.

Hochschild adquirió muchos bienes inmuebles, siendo uno de los primeros en la calle Jiménez número 869 y es en dicha casa donde se hizo un descubrimiento que cambiaría la vida de Tatiana Villavicencio para siempre.

Oculta tras una pared de adobe, se descubrió lo que al parecer era una pequeña estantería con libros del empresario famoso. Al principio las autoridades estuvieron interesadas en el hallazgo, pero luego de ver las obras, catalogaron cada viejo manuscrito como literatura basura.

Los ingleses, primeros en pisar la luna; Cartografiando Centro y Sur América a lomos de un pterodáctilo; Sociedades secretas de Inglaterra y Francia y sus invocaciones de extraterrestres. Eran unas pocas muestras de lo que parecían ser obras de ficción absurdas que no merecían la mayor atención y recayó en la señorita Villavicencio, leerlas y otorgarles un número ISBN para luego depositar los libros en la Biblioteca Municipal de la ciudad de La Paz, para que nunca más viesen la luz del sol.

Tatiana se hallaba frustrada con tan baja tarea asignada a su persona, cuando uno de los manuscritos llamó su atención, una especie de diario para ser más precisos: Proyecto Fénix, viaje en el tiempo para prevenir el apocalipsis zombi. Base secreta Montauk, Departamento de Defensa de Norte América, 1980.

«¡Qué demonios!», pensó la mujer alarmada. Ella, una fanática de las obras de ciencia ficción, reconoció varios nombres que pertenecían a la cultura popular de la segunda mitad del siglo XX, el problema, era que el diario ¡tenía una datación que la remontaba a 1918 cuando fue impresa en los ochentas!

¿Cómo un diario fechado en 1918, mencionaba sucesos acaecidos décadas en el futuro, los cuales estaban inmersos en el ámbito de las conspiraciones? Tatiana procedió a leer el diario y luego investigó cada uno de los datos, concluyendo que lejos de ser una obra de ciencia ficción, literatura basura, como la calificaron sus superiores, en realidad estaba ante la prueba definitiva de viajes en el tiempo así como de conspiraciones varias.

―La Reina, ¿dónde estás? ―llamaba Tatiana a un conocido suyo, un hombre mayor perteneciente al colectivo LGBT y que administraba un bar que atendía a esa comunidad.

―¿Tatiana? Hola mi amor, ¿qué sucede? Te oyes inquieta, no me digas que la bestia de tu marido te ha hecho algo. ¡Cielos, chica, deja a ese policía, ya sabes que el ochenta por ciento de casos de feminicidios son de policías y militares!

―No, no es eso, escúchame, necesito hablar contigo, solo contigo puedo hablar de estas cosas, por favor, necesito sacarme esto del pecho o creo que voy a enloquecer.

―Está bien... ¿Te parece bien a las doce de la noche? Descuida, podrás quedarte a dormir en mi local, eso claro, si la bestia de tu esposo no pega el grito al cielo.

―No te preocupes, él no está en la ciudad.

―Bien, en ese caso, te espero, divina, chau y besitos.

Tatiana respiró con calma, salió a la calle ya que el organismo le pedía beber algo frío para tranquilizar los nervios.

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La Reina veía la calle desierta salvo por los borrachos habituales. El reflejo de su imagen en el amplio vidrio de la ventana mostró una cara de preocupación a la vez que se llevaba un cigarrillo a los labios pintados de carmesí.

―¿Me crees, verdad? ―le preguntó Tatiana mientras tomaba un vaso de coñac.

―Sí, tú no eres de la que se inventa cosas o hace fraudes ―le contestó, maldiciendo en su interior que el destino le haya nombrado como confidente de varias confesiones de multitud de personas, cuyas tribulaciones tenían mucho que ver con hechos paranormales o cosas igual de extrañas―. Va a ser una noche larga, querida, mejor me resumes el diario de una vez.

―Sí, esta cosa la escribió una mayor del ejército norteamericano en 1980 al 81, pero como te dije antes, el libro está fechado a finales de la Primera Guerra Mundial. Hice investigaciones y resulta que antes de ser rico, Mauricio Hochschild viajó de Chile a Alemania como voluntario de guerra, trabajada en documentación de archivos varios, supongo que allí conoció a esta viajera del tiempo.

―¿Crees que con los datos de ella, vino a Bolivia para hacerse rico con el estaño?

―Eso no lo sé, no encontré nada de eso en el diario, pero es una posibilidad.

―¿Cómo decías que se llamaba?

―Una tal Maguie Carter, pero creo que no es su verdadero nombre ya que lo usa entre comillas, lo mismo que varios nombres en el diario... La verdad no sé por dónde comenzar.

―De seguro el diario tiene muchas referencias pasadas y futuras, hazme un favor y cuéntamelo todo en orden lineal.

Eh, sí... Todo comienza con un agente británico de nombre Jhon Smith, un nombre falso por supuesto. Este hombre viajó como espía a la Rusia de Stalin para verificar si este en verdad estaba creando un ejército de criaturas hibridas de humanos y simios, sin embargo, lo que encontró fue menos fantástico por decirlo de alguna manera.

―Esto va a ser bueno. Dime qué fue lo que descubrió.

―Al parecer las pruebas atómicas derritieron el permafrost de Siberia y con ello los científicos rusos descubrieron virus prehistóricos y pensaban usar estos contra Estados Unidos.

―Vaya, eso es increíble y mira que lo he escuchado todo en esos canales de conspiración en YouTube, ¿qué más?

―El espía se apropió de las cepas y huyó a Estados Unidos donde se las entregó al Ministerio de Defensa de ese país.

―¿Por qué huyó a Norte América? No entiendo esto.

―Era homosexual, y la ley dictaba su encierro si regresaba a Inglaterra.

―Claro, como al tipo que descifró el Enigma, la máquina de códigos nazi. Hicieron de su vida un infierno, pobre diablo, pasó de héroe de guerra a escoria. No culpo al tal Jhon Smith por irse al país de Mickey Mouse.

―Lo grave del asunto, es que según el diario, el virus prehistórico podía transformar a la gente en zombis.

―Sí, esta va ser una larga noche... ¿Te sirvo más coñac, linda?

―Gracias, lo voy..., lo vamos a necesitar.

CONTINUARÁ...

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