El relato de Chapoc
Capítulo 3: El relato de Chapoc
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No recuerdo que fue lo que soñé, pero creo que vi a mi abuela, ella era importante en la tribu antes de que enfermase, sus visiones siempre se cumplían. Cuando mi madre me parió vino una advertencia de mi abuela que haría que estuviese marcado de por vida: Conocerás a los dioses cuando el puma te salve de los muertos, el día que te conviertas en un hombre.
Salí de mi choza y vi todo alrededor, la isla, por estar en medio de un pantano, ofrecía protección de las bestias, pero era incomodo vivir allí por culpa de los mosquitos, por eso nos cubríamos con el jugo del rahui, por eso nuestros cuerpos eran blancos igual que las chozas, como todo en nuestra isla Aztlan. Pero hoy no estaría de blanco, me bañaría y mi cuerpo desnudo dejaría de ser el de un niño, pronto seré un guerrero más.
Había que recorrer las quebradas de cipactli, un sitio muy peligroso, multitud de bestias te pueden comer, pero hay que recorrerlo para llegar donde espero hallar el huevo de hasen, debes de traerlo en la boca y sin daño a la isla.
«Dioses, hoy véanme bien. No pienso defraudarlos».
Cuando terminé de bañarme vi a Mitli, mi odiado rival. Siempre nos odiamos y esta será la mejor ocasión de saber quién es el mejor. La gente se muere en esta prueba, pero no creo que Mitli intente matarme, ambos sabemos que lo peor que podemos hacerle al otro es evitar que llegue a la isla con el huevo intacto, tener que esperar todo un ciclo solar para intentar la prueba de nuevo será un castigo peor que la muerte.
―Ya vino el que va a conocer a los dioses, no eres más que un pequeño, vuelve a chupar la teta de tu madre ―me dijo mientras pegó su cara a mi rostro y con un gesto burlón sacó la lengua.
―Tú chuparás la grasa de las víboras cuando este día termine, ya lo verás.
―Chuparás los miembros de la tribu cuando acabe contigo, pequeño ―se rio y se alejó donde sus amigos, iguales de sabandijas que él. Quisiera escupirle, pero hacer eso está prohibido, cualquier pelea está prohibida hasta que comience la prueba, solo quiere provocarme, pero no soy estúpido.
El cacique gritó y todos nos pusimos en fila, listos para comenzar la carrera. Me perforaron la lengua como a los demás y sintiendo el sabor de la sangre, salimos de nuestra isla.
Fui el primero en subir a una balsa y ya adelantaba a todos, pero esto no es una ventaja ya que la quebrada es traicionera y el primero puede acabar como el último o incluso morir devorado o despeñado.
―¡Pequeño! ¡Pequeño Chapoc, remas como mujer! ―me grita, pero no me distrae y sigo remando.
Espero traer el huevo intacto, seré un hombre, un guerrero más de la tribu y me darán una mujer para pasar la noche, pero si llego primero, me permitirán a mi escoger con quien me acostaré la noche de naran.
Los peligros fueron varios y esquivé a varias bestias hambrientas, pero lo que casi me mató fue haber perdido el equilibrio cuando escalaba hacia el nido para tomar un huevo, hubiese sido muy tonto morir así.
Temí que Mitli fuese a mi encuentro, pero no vi a nadie, eso fue extraño, incluso las bestias parecían silenciosas.
De pronto, escuché como algo se acercaba. Me hubiera gustado gritarle a Mitli que dejase de ser un cobarde para dar la cara aunque esta fuese la de un reptil, pero preferí mantener cerrada la boca para resguardar el huevo de una pedrada a traición.
Mis ojos gritaron por mí, vi hombres que no tenían tripas, que no tenían la piel en la cara y cosas igual de horribles, todos querían comerme.
Tuve un impulso de escupir, pero luego pensé que tal vez esta era una prueba de los dioses y mi lengua aseguró el huevo contra mi paladar.
Llegue a la orilla y vi como todos huían gritando, no sé por qué, pero seguí adelante y vi horrores: Muertos que sacaban de las chozas a las viejas para comerlas, sacaron a las mujeres y se las comieron, sacaron a los niños y sorbieron sus sesos, sacaron a los bebes y les comieron las entrañas.
Fui rodeado, pero Mitli me rescató y por ello perdió la vida. Las palabras de mi abuela vinieron a mi cabeza y supe que la profecía se cumplió ya que Mitli significa puma.
―¡Sálvate, pequeño Chapoc! ¡Crece, pequeño y recuerda mi nombre! ―me gritó mientras le desmembraban.
Intenté rescatarlo, pero lo único que logré fue que salieran mis lágrimas, soy patético, estoy seguro que los dioses solo me verán para escupirme o reírse de mí. Hubiese preferido nacer seco del vientre de mi madre.
Descorazonado, abrí la boca y saqué el huevo, estaba su cascara roja debido a la sangre de mi lengua, pero seguía intacto. Tuve un impulso de arrojarlo lejos, allí, cuando mi fe flaqueó, oí cómo los truenos hacían ruido cuando no había nubes. Vi a los dioses, no podían ser otros por sus vestimentas y su poder, nada les podía hacer frente y a ellos ofrecí el huevo cuando me rodearon y hablaron con el lenguaje de los dioses.
Uno de ellos vino y me habló de forma que lo entendí, luego una diosa me atendió las heridas, me revisó para ver si no me habían mordido, al parecer es así como uno se vuelve en un muerto que camina.
Pese a que muchos murieron, celebramos la llegada de nuestras deidades sagradas, yo, por ser el único que conservó el huevo y dárselo a ellos, fui declarado el nuevo jefe y los vi partir a la mañana siguiente. Ellos prohibieron a mí y a los demás decir el nombre de los dioses: Amerixklanotz.
CONTINUARÁ...
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