Verano II
Verano II [V]
Virgo se encuentra en el balcón de su habitación de hotel. Trae puesto su pijama con una bata como abrigo y el cabello semi-húmedo. La vista desde el sexto piso es fabulosa, pero el frio viento le congela nariz y mejillas. La sensación es placentera.
Después de pasar un día con atractivas actividades en la nieve y salir de shopping por la tarde, se siente realmente cansado, pero no es nada que un relajante baño de infusión no solucione.
Abandonar su rutina diaria de trabajo y estudios no le convencía del todo, sin embargo resultó ser una buena idea. Los tres están liberando el estrés que guardaban y vuelven a convivir armoniosamente. La tensión que los rodeaba hace unas semanas ya casi ha desaparecido por completo.
Ha observado a Leo menos gruñón de lo habitual, el muchacho se hallaba siempre frustrado por la universidad y preocupado por sus últimas notas que podían perjudicar su puesto en el equipo de fútbol. Si no hacía algo pronto el chico explotaría.
Leo siempre fue muy amable y responsable, aunque admite que le gusta regodearse un poco de los demás y quiera siempre sobresalir sobre sus amigos, eso no le preocupa ni quiere cambiarlo, su leoncito siempre es cariñoso y amable con ellos dos, tiene un enorme corazón para quienes lo merecen.
Pero en los últimos días algo le angustió, Leo se había aislado casi por completo de ellos, tan solo se veían en las comidas y no precisamente para charlar. Por las noches, a altas horas de la madrugada, lo encontraba todavía frente al ordenador rodeado de libros de estudio. Casi no dormía y temía que cayera enfermo dentro de poco.
Nada le costó sacar un poco de dinero que tenía ahorrado y una mañana cualquiera, luego de que los exámenes de Leo finalizaran y las vacaciones de Aries coincidiesen, preguntó durante el desayuno que clase de vacaciones les gustaría tener. Algo que podría replantearse la próxima vez, los chicos eran muy extremistas y el frio no era de su total agrado.
Pasaron unos días grandiosos y pronto volverán a su hogar. Espera que el viaje los haya renovado y vuelvan a brillar como siempre lo hacen. Esos dos tienden a desprender un aura cálida y reconfortante cuando están contentos.
Virgo pegó un brinco en su lugar, tan perdido estaba en sus pensamientos que no ha sentido el chirriar de la puerta del balcón ni los pasos en su espalda, sino que unas manos en sus hombros y el peso del mentón sobre su cabeza lo ha tomado por sorpresa.
Aries lo escrudiña con la mirada mientras sonríe. Virgo destensa sus músculos y suspira visiblemente saliendo vaho por su boca. Se quedan minutos sin decir nada y luego de que el sol haya desaparecido por fin detrás de la montaña nevada, Aries habla. — Es realmente hermoso, te luciste esta vez. Fueron las mejores vacaciones que hemos pasado juntos. Gracias por esto.
Virgo se encoge de hombros y se cruza de brazos para obtener más calor — Lo sé, pero no tienen que agradecer nada, han estado esforzándose mucho. Se lo merecen.
Aries asiente y juntos siguen observando los últimos rayos de sol que se disparan detrás de la montaña. Aries baja sus manos lentamente de los hombros del más bajo hasta llevarlos hacia su cintura, donde lo rodea fuertemente quedando abrazados. Virgo dirige sus frías manos hacia las del otro y las entrelazan, disfrutando el calor natural que desprende Aries.
Dejan pasar los minutos y las luces del lugar comienzan a encenderse de a poco. Virgo podría quedarse ahí parado por toda la vida teniendo a Aries como chimenea humana, pero la impaciencia del mayor arruina todos sus planes con anticipación cuando remueve sus manos y comienza a alborotarle el castaño cabello.
— ¿Por qué te pierdes tanto pensando? Me recuerdas a alguien —Aries baja las manos de su cabeza y suavemente comienza a hacer movimiento de masajes en el cuello y hombros del otro. No es un masajista profesional, pero son lo suficiente buenos como para sacarle pequeños gemidos de satisfacción al castaño — Ha pasado tanto tiempo y todavía no pierdes esa costumbre.
Virgo cierra los ojos, disfrutando las caricias que le proporciona Aries, suelta un suspiro —Pienso que esas cosas no pueden olvidarse, luego de pasar tantos tiempos juntos. Es una manera especial de recordarlo. — sonríe con nostalgia, nuevamente recordando, frunce el ceño cuando Aries hace presión demás en un punto de su espalda. —Hm... no tienes que ponerte violento, también recuerdo todas las otras cosas que hizo, pero no gano nada con ponerme a buscar razones para ello. Solo trato de dejarlo al margen.
—Te creo, pero también afirmo que vives una mentira —soltó, a centímetros de su oreja, haciéndole estremecer levemente.
—No vivo una mentira— refutó, girando y encarándolo, teniendo que levantar la mirada por la diferencia de altura. Observó su sonrisa socarrona y levantó una ceja, incrédulo. — ¿Y qué? ¿Acaso tu no vives una mentira también?
Aries desvaneció su sonrisa e hizo un puchero. —No sé de lo que hablas... y— en un rápido movimiento lo apresó contra la baranda del balcón, acercando comprometidamente sus rostros, logrando que sus torsos se tocasen — Los dos sabemos que nos gusta más vivir ésta mentira.
Virgo observó los ojos rubí del otro, tan vivos que parecían fuego bailando, sonrió posando sus brazos en los anchos hombros del carnero — No puedo estar más de acuerdo, pero... —el menor observó por sobre el hombro de Aries y rió. El pelirrojo iba a girar para ver por igual, mas Virgo le tomó del rostro impidiéndoselo. —Atente a las consecuencias. —después de decir eso, empujó a Aries a un lado y entró a la habitación.
Desde el balcón Aries observó y escuchó los reproches del castaño hacia Leo. Por no secarse el cabello y dejar la ropa esparcida por todo el lugar.
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