Invierno I
Invierno I
Sagitario
Caminaba con una sonrisa en mi rostro, habían llegado las pinturas que necesitaba, no eran fáciles de conseguir y las requería para las clases de la universidad. Tenerlas con una semana de anticipación me felicitaba el trabajo, estaba ansioso por llegar al departamento y practicar en distintos tipos de texturas o dar diferentes trazos.
Debía apurarme y llegar pronto, casi era hora del almuerzo y los sonidos que producían mi estómago lo confirmaban.
Caminé un largo trecho, escuchando una divertida melodía con los audífonos, saludé a una simpática abuelita que ni su nombre sabia pero está siempre me hablaba.
Dos cuadras más y ya me encontraba en el barrio, podía divisar el jardín y al camión de bomberos aparcado frente a la casa. Suspiré ¿Por qué no me sorprendía?
En menos de cinco minutos llegué hasta la puerta, encontrando a Tauro siendo regañado por el cuerpo de bomberos, traía a Sandy entre sus brazos, el cachorro de la casa, tenía las orejas bajas, recibiendo junto a su dueño el sermón de siempre.
—Hey, Randy, Tim, ¿Qué fue esta vez? —el bombero de azabaches cabellos y algunas canas a la vista volteó al escucharme, con su mano derecha apuntó al taurino y suspiró con cansancio.
—Los guantes de cocina se incendiaron y activaron la alarma de incendios, cuando llegamos había una cacerola tiznada con lo que parecían ser verduras, una vez el agua se evaporó todo se fundió al fondo. —se encogió de hombros, posiblemente recordando inseguro el contenido oscuro y fétido que encontró en la cocina. Varias veces también había sido testigo de las comidas del castaño, lo podía imaginar. Me miró agotado y murmuró—Sagitario, no quiero volver a repetirte esto otra vez, aleja a Tauro de la cocina, es la cuarta vez en el mes.
— ¡Es la tercera! —corrigió el acusado, más sin embargo se mantuvo en silencio tras la mirada que le mandó el otro bombero, hizo un puchero y se encogió en su lugar, pidiéndome que ya se largaran de una vez.
—Entendido Randy, no hay de qué preocuparse. —Dicho eso, pasé entre los dos auxiliares y tomé de los hombros a Tauro —Lo mantendré fuera, copiado.
—Eso espero, están advertidos. —lanzó una última mirada acusadora al taurino, que mantenía su vista en otra dirección, solo recibió ladridos por parte de Sandy, sin más se giró yéndose hacia su móvil, seguido por su compañero.
— ¡Gracias chicos, sigan haciendo su trabajo, lo hacen muy bien! —agité mi mano en el aire por unos momentos hasta que los bomberos se alejaron. —Eran mis guantes favoritos. —reproché al castaño, cruzado de brazos pero divertido por los mohines del otro.
—Esos idiotas nunca se callan, no entienden que sin mí ellos no tendrían trabajo siquiera. —objetó molesto, dejando a Sandy en el suelo para que corriera por el jardín. Salió de su zona de maldiciones mentales al toparse con mi rostro divertido, achinando los ojos— ¿Qué con tu sonrisa? Haré que te tragues mi comida si sigues con ella en tu idiota cara. —Sandy ladró dos veces, gruñendo en mi dirección. Ninguno estaba de humor luego del accidente.
—Oe ya cálmense ambos, por todos los dioses, el hambre les afecta en sobremanera —solté una última carcajada recibiendo un chasquido por parte del castaño, me alejé unos pasos para proteger mi persona y saqué el móvil del bolsillo delantero, marqué a un contacto de la lista de favoritos—No a la violencia, más amor —murmuré divertido, viendo como entraba a la casa seguido del cachorro, después de cuatro pitidos contestaron en la línea contraria, una voz adormilada se dejó escuchar, negué sonriendo de lado —No me digas que te he despertado, hombre...
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—Cuando volvía de hablar con el lindo vecino las alarmas ya estaban sonando y humo salía de la ventana de la cocina, dos minutos después los bomberos llegaron, —Tauro tomó su vaso de refresco y bebió un poco, Escorpio le escuchaba narrar los hechos evitando reír tanto, sabíamos el empeño que ponía el toro en la cocina, aunque no diese resultado —Realmente no sé qué falló esta vez.
Escorpio mordió la rebanada de pizza que tenía entre las manos, lo habíamos sacado a rastras de su casa hacia un local de comida rápida, como usualmente hacíamos cuando nadie quería cocinar, o en este caso donde Tauro quemaba algo en la cocina.
Estiró su mano hasta las servilletas y tomó de debajo de estas una publicidad del lugar, la extendió hacia mí —La próxima llama al delivery.
Solté una carcajada tomando y guardando el pequeño papel, Tauro a mi lado me golpeó el hombro, resentido.
— ¿Qué clase de amigos son ustedes? —preguntó con un puchero, encogiéndose en su asiento.
—Únicos en su especie —celebramos los dos, chocando los cinco. Tauro solo rodó los ojos, sonriendo cuando el queso de mi pizza cayó sobre la mesa. Hice un puchero exagerado y sin perder tiempo lo tomé de la mesa para metérmelo a la boca.
— ¡Eso es asqueroso! —se quejó el castaño, cubriéndose la boca con las manos y negando con la cabeza varias veces, Escorpio me miró como si fuese un alienígena.
— ¿Qué? La regla de los cinco minutos, todavía podía salvarlo —me encogí de hombros, tomando mi refresco de la mesa.
— ¡La regla es de cinco segundos! ¡No minutos! —gritó Tauro, llamando la atención de más personas en el local.
— ¡Déjame ser! —grité divertido, llevándome el pedazo restante de pizza a la boca y riendo nuevamente.
—Todavía no entiendo cómo es que viven bajo el mismo techo y no se han matado. —comentó Escorpio siempre expectante de nuestras riñas. Tauro abrió la boca para contestar pero yo hablé antes.
—Hay que saber cómo complacerlo, luego se vuelve sumiso —solté sin pensar.
De inmediato el lugar se volvió tenso y un horrible escalofrió subió por mi espina dorsal. Giré mi rostro hacia Tauro percibiendo la oscuridad que ensombrecía sus ojos y el aura violenta que los rodeaba.
Trague grueso cuando lo vi tomar el cuchillo sobre la mesa y empuñarlo fuertemente. ¿Por qué había cubiertos si estábamos comiendo pizza? Que estupidez, se veía ridículo intentar comerlo así, no se disfruta.
—Tienes tres segundos para correr —sentenció apretando los dientes.
La había cagado, estaba jodido.
Sentí una carcajada de Escorpio al salir corriendo por la puerta del local, si apreciaba mi vida tenía que correr sin voltear atrás, con suerte se apiadaría de mí y Tauro dejaría mi rostro reconocible para mi familia en el funeral.
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