Capítulo 8
Tropezaron con el sofá en su caminata hacia atrás, el zeta golpeándose la espalda baja y separándose del contrario para soltar un quejido.
—Ten más cuidado, idiota —espetó molesto, sobándose en el lugar del golpe.
Jungkook tomó sus labios de nuevo y succionó el inferior, dejando una mordida que hizo al ojiverde soltar otro quejido.
—Mi nombre es Jungkook —articuló divertido, aferrando sus manos a la cintura ajena para iniciar un nuevo beso.
El vaivén de labios, si bien era rápido e intenso, no tenía ningún otro propósito más que disfrutar del sabor y el calor del otro. Las feromonas del zeta reclamaron la oficina, y el alfa suspiró encantado cuando percibió de forma muy leve el olorcito a canela y malvaviscos. Jimin apoyó sus manos en el pecho de Jungkook, llevando su cara al cuello de este deseando sentir el aroma nuez moscada y lirio que tan pocas veces había tenido la oportunidad de percibir, decepcionádose al no sentir absolutamente nada.
—Mal día para tomar un supresor —expresó con el ceño fruncido y el atisbo de un puchero que el más alto no dudó en besar.
—¿Y qué les digo a todos cuándo pregunten por mi aroma? —cuestionó divertido, dejando un par de besos en la mandíbula y cuello del mayor.
—Diles que tienes permiso del CEO —respondió altanero, elevando las cejas un par de veces. Acarició las mejillas del peliazul, notando cómo estas estaban menos abultadas—. ¿Te estás alimentando bien? Tu rostro se ve más delgado y estás un poco pálido, tienes ojeras también.
—¿Desde cuándo hyung se preocupa tanto por un simple asistente?
—Tú ya no eres un simple asistente —admitió, cruzando los brazos detrás de su cuello, acariciando los mechones color índigo.
Luego de que el zeta le hubiera ofrecido su oficina para estudiar mientras los demás trabajadores almorzaban en el comedor, su relación se había estrechado tanto que ahora no podían separar sus bocas del otro; y lo más sorprendente, es que el que había iniciado eso había sido Jimin, quien no había dudado en subirse en su regazo y besarlo mientras liberaba feromonas como loco.
Ahora, en vez de estudiar, se la pasaba besándose con su jefe hasta que sentían sus labios adormecidos.
—Se me hará tarde para ir a la universidad —avisó, viendo al zeta jugar entretenido con su cabello.
—Está bien, ya te dejaré marchar —le dio un último beso que duró sólo unos pocos segundos, dejando que su aroma se quedara impregnado en el alfa. Lo único que le faltaba a su lobo era que cualquier omega ofrecido quisiera tirársele encima al alfa que escogió como compañero.
Ya que se había dejado llevar por los deseos de su animal interior, lo menos que podía hacer era cuidar bien de su futuro alfa. No iba a permitir que un omega de quinta intentara quitárselo.
[...]
Se adentró a la universidad sintiendo un leve mareo atacarlo, pero a los pocos segundos desapareció, por lo que continuó su camino hacia su primera clase donde su amigo Taehyung le esperaba, guardando como siempre el asiento a su lado.
Las clases transcurrieron más rápido de lo normal, y durante esas horas se vio atacado por una gran debilidad y los mareos nuevamente. Taehyung en más de una ocasión le había preguntado que si se encontraba bien, pero no queriendo preocuparlo le había dicho que sí, pensando que se le pasaría rápido.
Caminando por los pasillos hacia la salida, escuchando a su mejor amigo parlotear sobre un omega que había llamado su atención, sus piernas finalmente cedieron y cayó al piso, viendo todo de manera borrosa y con un fuerte pitido molestando en sus oídos. Pudo observar a Tae de forma leve gritarle, pero no podía escuchar absolutamente nada. Otro rostro apareció en su campo de visión, pero por los puntos negros que comenzaron a nublar su vista ya no pudo identificarlo.
Lo próximo que supo fue que se encontraba en un hospital. Cuando abrió los ojos la fuerte luz blanca lo hizo soltar una queja, y al instante su vecino y profesor, Namjoon, se acercó a él, explicándole que se había desmayado en la universidad.
Estaba un poco confundido, pero recordaba vagamente lo que había sucedido. Observó el suero que tenía a su lado e iba hasta su brazo derecho, y la bata de hospital que había reemplazado su ropa.
—¿Es tan grave? —preguntó asustado.
—Aún no sabemos, estamos esperando el resultado de los análisis —informó, acomodando sus gafas en el puente de su nariz.
De pronto varios gritos se escucharon fuera, y pudo identificar que una de las voces, alterada y grave, pertenecía a su mejor amigo; mientras que la otra, más baja y calmada, pertenecía a su jefe, Park Jimin.
Intentó levantarse, pero Namjoon se lo impidió poniendo una mano en su pecho. Lo miró con los ojos entrecerrados, y el beta al darse cuenta de que Jungkook no iba a ceder, terminó ayudándolo él mismo y tomando el portasuero para arrastrarlo a donde fuera el menor.
—¡Todo esto es tú culpa! ¡No podía descansar bien y todo por ese estúpido trabajo! —exclamó el alfa empujando uno de los hombros del zeta, que tenía el ceño fruncido y los puños apretados, intentando controlarse.
—No entiendo de que estás hablando —espetó, observando como algunas enfermas y pacientes se asomaban a mirar, pero ninguno atreviéndose a entrometerse al darse cuenta de quién era él—. Ahora si me permites, quisiera ver a Jungkook.
—¡No te hagas el desentendido ahora, tú lo obligaste a tomar esos malditos supresores!
La puerta se abrió de pronto y Jungkook se dejó ver. Taehyung se acercó a él de inmediato y Jimin suspiró aliviado al verlo aparentemente bien. Iba a hablar, pero un carraspeo detrás de él lo hizo voltearse. Un omega joven y de cabello rubio le sonrió levemente, haciendo una leve reverencia antes de acercarse a Jungkook.
—Los resultados del joven Jeon ya salieron. Por favor, solo uno de ustedes pase a la habitación con el paciente.
—Yo entraré —articuló Namjoon. Taehyung quiso quejarse, pero al tratarse de su profesor solo pudo hacer un puchero, vencido.
—¿Y tú quién eres? —cuestionó el pelinegro, observando a Namjoon de arriba a abajo con una ceja alzada—. Entraré yo, doctor.
—Jungkook se desmayó en la universidad y yo soy su profesor. Además, soy amigo de la famila, soy el más indicado para escuchar lo que diga el médico —refutó, observando a Park soltar un bufido mientras rodaba los ojos—. ¿Usted quién es?
—Soy Park Jimin —se presentó con orgullo, alzando la cabeza—, su... jefe.
—¡Ohhh, o sea, que es usted el responsable de que Jungkook esté así!
—Profesor Kim, ya basta —cortó Jeon, dándole una mirada de reojo a su jefe—. Luego te lo cuento, hyung, por ahora... permanezca tranquilo.
Taehyung se quedó boquiabierto mirando al zeta asentir sumisamente, apoyándose en la pared y suspirando frustrado, poniéndole fin a la discusión. ¿Cómo era que su amigo, un alfa, podía hablarle con tal confianza a alguien que pertenecía a una casta muy superiror, y que este le obedeciera tan tranquilamente? No tenía idea de la relación que había comenzado a formarse entre esos dos, pues la última vez que hablaron, Jungkook le había dejado en claro que Park no era para nada como él pensaba, y que no se acercaba ni de cerca a la imagen increíble que se había hecho de él.
O sea, le había convencido de que su ídolo era un insoportable creído y, ¿ahora le llamaba "hyung"? Tendría una buena conversación con ese alfa tonto en cuanto estuviera mejor.
Tal como se decidió, el doctor y Namjoon entraron a la habitación, dejándolos a ellos dos fuera. Pasaron alrededor de veinte minutos, en los que ninguno de los dos mencionó palabra alguna, antes de que el doctor saliera. Hizo el intento por decir algo, pero el mayor no dudó en ir detrás del médico, dejándolo con la palabra en la boca.
—¿Qué tiene Jungkook? —interrogó, sujetando al omega por un hombro—. ¿Qué salió en esos análisis?
—Disculpe, señor Park, pero como entenderá, no puedo revelarlo eso a cualquiera.
Jimin ladeó la cabeza ligeramente, mirándolo con una ceja alzada y los labios fruncidos. El médico tragó saliva sintiendo las feromonas dominantes del zeta, y simplemente le hizo una seña para que lo siguiera hasta su oficina. Lo que menos quería ere tener problemas con alguien tan poderoso.
—No se preocupe demasiado, de todos modos Jungkook iba a contarme, pero quiero que sea usted quién me explique bien que le sucedió.
—E-el joven Jeon posee un lobo débil, señor Park —explicó mostrándole los análisis.
—¿A qué se refiere con eso? ¿Por qué dice que es débil? —murmuró con preocupación, atento a lo que diría el profesional.
—Su lobo es mudo, por esa razón no posee voz de mando. Aparte de eso, sus padres son betas, por lo que nunca llegó a formar un lazo propiamente dicho, ya que estos no poseen feromonas ni un animal interior. ¿Qué es un lobo sin su manada, señor Park?
—Por eso es sensible a mi voz de mando —susurró llevando una mano a su mentón—. Igualmente eso no explica su desmayo repentino.
—El joven me dijo que no había podido descansar bien últimamente, y que tampoco tenía mucho apetito. Incluso, dejó de percibir correctamente las feromonas —le extendió un par de hojas, señalándole con el dedo mientras le explicaba—. Básicamente, está exhausto. Sumándole a eso la acción supresora de las pastillas en un lobo que de por sí ya está debilitado, da todo ese cuadro de pérdida del olfato, insomnio, mareos y la falta de apetito. Está perdiendo sus sentidos súper desarrollados de alfa.
El zeta en su interior se removió, y el sentimiento de culpa comprimió su pecho. Tragó saliva audiblemente, bajando la mirada cuando finalmente entendió porqué ese alfa castaño lo señaló como el culpable de lo sucedido.
Ni siquiera le había permitido a Jungkook refutar sobre el tema de los supresores, no estuvo dispuesto a escucharle y ahora por su causa el lobo del menor se encontraba enfermo.
Dio un asentimiento al omega en forma de despedida y salió de su oficina, caminando a paso rápido hacia la habitación del peliazul. Por suerte, encontró al supuesto profesor y al otro alfa hablando fuera de la habitación, por lo que podría conversar a solas con Jungkook.
Entró sin decir nada, observando a Jungkook acostado, con el suero conectado a su brazo.
—Perdón, por mi causa es que estás aquí —murmuró cabizbajo, acercándose hasta ponerse al lado del menor—. Debí haberte escuchado cuando quisiste decirme sobre los supresores.
—No te martirices, ¿sí? El doctor dijo que podría irme mañana temprano —le dio una pequeña sonrisa, estirando su mano para acariciar el dorso de la ajena—. Solo debo suspender los supresores y hacer reposo por unos días.
—Me parece bien, tu solo concéntrate en recuperarte.
Ahí fue que Jimin entendió el porqué de ese instituto protector que se activaba cuando veía al alfa. Su zeta solo quería cuidar de su pareja; un lobo solitario y carente de voz de mando, que jamás había tenido la oportunidad de crear un lazo, ni siquiera con sus mismos padres.
—Me gusta verte preocupado por mí, ya no pareces ser el mismo insoportable que me obligó a trabajar de asistente —se burló, recibiendo un golpe del pelinegro en su hombro.
—Y tú definitivamente sigues siendo el mismo tonto —rebatió reteniendo una sonrisa, acercándose para dejar un casto beso en los labios del alfa.
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