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Capítulo 6

Se removió con los ojos aún cerrados, soltando un quejido por lo incómodo que estaba y el dolor de cabeza que lo estaba atacando. Abrió los ojos con lentitud, recordando lo sucedido en la noche anterior. La manera en la que había besado y tocado a su jefe. Él solo hecho de pensarlo hacía que sus mejillas y orejas se calentaran.

Se puso de pie, experimentando una sensación de malestar en su cuerpo, pero creyendo que solo era por haber dormido en el piso no le tomó mucha importancia.
Observó su cama vacía, con las sábanas dobladas y tendida a la perfección. Jimin se había ido hace un tiempo al parecer, y lo había hecho en completo silencio sin siquiera despedirse. Se sintió mal por ello, más después del momento tan íntimo que habían compartido la noche anterior.

No era la primera vez que besaba al pelinegro, y cada vez que lo hacía parecía gustarle más. No es como si estuviera enamorado de él, pero si debía admitir que comenzaba a desear besar esos labios gruesos y suaves más veces, a pesar de la cierta reserva que aún tenía por su actitud tan egocéntrica.

Decidido a olvidar ese hecho por ahora, se metió a la ducha para poder comenzar bien su día. Una vez estuvo listo fue hasta el comedor, viendo a su madre acomodar los platos con el desayuno encima de la mesa.

—Buenos días —saludó de manera general y tomó asiento al lado de su padre, que entretenido con la prensa, apenas y le había devuelto el saludo.

—Buenos días, Jungkookie —expresó alegremente su madre, dejando un pequeño beso en su frente—. ¿No tienes algo para contarnos?

—¿Eh? ¿Por qué dices eso? —cuestionó confundido, observando a la beta darle una mirada pícara mientras alzaba ambas cejas varias veces—. ¿Por qué te comportas así?

—Ignórala hijo, hoy amaneció delirando más de lo normal —articuló su padre, recibiendo un golpe en la nuca por parte de la mujer.

—Trajiste un omega anoche, ya admítelo. Tienes veintitrés años, no te regañaremos por eso.

Su cara se tornó de un intenso color rojo al escuchar esas palabras. Su madre después de todo si los había escuchado, y ahora estaba malinterpretando lo acontecido.

—¡No es lo que crees! —exclamó dejando su vaso con leche de plátano sobre la mesa y poniéndose de pie—. ¡Era mi jefe!

—No creo que sea bueno mezclar de esa manera tu vida privada con el trabajo, Jungkook —su padre bajó el periódico y lo miró de manera seria.

—¡No es así, lo juro! —negó con la cabeza, insistente, mirándolos de uno a uno—. Estaba borracho y me llamaron sus amigos para que me hiciera cargo de él, no sé donde vive, así que lo traje aquí por eso. Nada más.

—Oh, vamos hijo, no tienes que inventar excusas para justificarte —se burló su madre, pellizcando su mejilla—. Con solo preguntar a Google habrías tenido su dirección, Park Jimin es una persona muy famosa.

Se quedó en silencio unos segundos, abriendo los ojos exageradamente al notar que había sido soberanamente innecesario llevar a Park a su hogar. No se le hubiera ocurrido eso ni en mil años. Pero al ver el rostro sonriente de su madre y a su padre mirarle con una ceja alzada, se dio por vencido e hizo lo que mejor convenía en ese momento: huir.

—No te avergüences, somos tus padres, Jungkookie —le gritó su madre cuando lo vio escapar hacia la sala de estar.

—¡Debo irme, adiós!

—¡Apenas y comiste algo! —gritó nuevamente la mujer.

—¡No tengo hambre! —Cerró de un portazo, corriendo hacia la parada de autobuses.

Llegó a la empresa varios minutos después, saludando de lejos a Hyeon para no atrasarse. Sabía que si iba hacia allá terminarían hablando por un largo rato. La alfa se había convertido en una buena confidente, y en alguien a quien le podía confiar todas sus desgracias.

Llegó a su escritorio y tomó asiento, revisando la agenda del día de su jefe y apartando todo el papeleo y contratos que le mandaba a organizar por orden de prioridad. Se puso de pie y dio dos toques a la puerta de color oscuro, escuchando el "puede entrar" que gritó el pelinegro desde adentro. Inspiró hondo antes de girar el picaporte y entrar a la oficina.

—Buenos días, señor Park —saludó cordialmente, viendo al zeta mantener su atención en unos documentos que tenía sobre su escritorio—, en quince minutos tiene una reunión con los del departamento de marketing.

—Bien, puedes retirarte —murmuró sin más. Jungkook obedeció, caminando hacia la salida, sin embargo, un fuerte carraspeo lo hizo detenerse y voltear a mirar a su jefe—. Umhh, yo no recuerdo mucho pero... gracias por... ya sabes, no dejarme tirado por ahí.

—Se marchó sin decir nada —reprochó en tono suave, y por primera vez, Jimin alzó la cabeza para mirarle—. ¿No recuerda lo que pasó anoche?

—N-no —musitó devolviendo su mirada a los documentos.

El peliazul frunció los labios, asintiendo para luego marcharse a su escritorio, dispuesto a iniciar con su trabajo del día.

[...]

Bufó con rabia y revolvió su cabello, cerrando su computadora con muy poca delicadeza. Apoyó su frente en su escritorio, rodeando su cabeza con sus brazos mientras las ganas de hacer un berrinche se hacían cada vez más fuertes.
Deseaba salir de la oficina y gritarle a ese alfa peliazul por no dejarle concentrarse en todo el maldito día. Apenas y había podido adelantar algo de lo que tenía pendiente para ese día. La calidez, el aroma, su voz, absolutamente todo se repetía en su cabeza como un bucle, podía jurar que todavía experimentaba la sensación de su agarre firme en su cintura.

Inconscientemente mordió su labio inferior, sintiendo su vientre cosquillear ante los recuerdos. Ese alfa estaba, poco a poco, derribando cada barrera que se había encargado de construir entre ambos desde el primer encuentro, y ser consciente de ello lo estaba afectando.

Unos leves golpes en la puerta lo hicieron volver a la realidad, se acomodó en su sillón antes de dar permiso a la persona para que pasara, alzando ambas cejas al ver a Hyeon allí. Esa alfa rubia debía estar en el primer piso ejerciendo su trabajo de recepcionista, ¿qué pintaba allí a esas horas?

—Disculpe, señor Park, pero creo que Jungkook no se está sintiendo bien.

Se puso de pie al instante, carraspeando un poco y arreglando su corbata para disimular por el repentino movimiento. Salió de la oficina seguido por la alfa, observando a Jungkook tirado sobre su escritorio, con la cabeza apoyada en ambos brazos.

—¿Jeon? —llamó con voz suave, mirando con preocupación como levantaba lentamente la cabeza.

—L-lo siento, ahora termino todo lo que falta.

Se enderezó, dispuesto a organizar la agenda de su jefe para los próximos días. Una mano se aferró a su muñeca, y alzó el rostro, encontrándose con los ojos olivos del zeta. Jimin frunció los labios al verlo con la cara levemente enrojecida y algo sudada. Apartó algunos mechones rebeldes de la frente del alfa y posó su mano allí, comprobando su temperatura.

—Tienes mucha fiebre, estúpido, ¿por qué sigues trabajando así? —le regañó, y a pesar de la ofensa Jungkook pudo captar la inquietud en sus palabras.

—No me siento tan m- —Un estornudo interrumpió lo que iba a decir—. Me encuentro bien, no se preocupe.

Jimin lo observó con los ojos entrecerrados, no creyéndole absolutamente nada. Soltó un suspiro y rodó los ojos, entrando a su oficina para tomar su bolso, y luego caminar directo hacia el ascensor sin dirigirle la palabra a nadie.

Llamó a Jackson para pedirle que llevara el auto al frente de la empresa, y una vez llegó al primer piso pudo observar desde dentro que su guardaespaldas había cumplido con la orden de manera eficiente. Se montó y le pidió que lo llevara a la farmacia más cercana, cuestionándose a sí mismo la razón por la que hacía todo eso.

Quizás solo era para retribuirle por haberlo cuidado cuando estaba ebrio. Sí, seguro era por eso.

Llegó pocos minutos después a una gran farmacia, y se adentró sin pensarlo mucho, sintiendo el aroma a medicamentos colarse por su nariz. Miró un par de estantes, buscando algo que sirviera para los resfriados.

—Señor, creo que lo mejor es preguntarle a la señora que está detrás del mostrador —opinó Jackson, quien había entrado detrás de él.

Lo miró de reojo, sintiéndose algo tonto por no haber hecho eso desde el inicio. Se acercó a la señora, que al verlo se llevó ambas manos a la boca para evitar soltar un chillido de emoción. Era obvio que lo había reconocido.

—Buenas tardes, ¿qué desea?

—Necesito algún medicamento para el resfriado —informó, y la mujer rápidamente se dispuso a buscar en los estantes.

—Tenemos varias opciones. Hay jarabe de eucalipto, de miel y propóleo, de tomillo y de jengibre. También, los doctores recomiendan Paracetamol o Aspirina para la fiebre y el dolor de cabeza. —Puso todo sobre el mostrador, otorgándole luego una sonrisa.

—Mmhh... —hizo un sonido, no muy seguro de si formular la pregunta que tenía en mente—. ¿Cuál es el menos amargo de todos? —cuestionó finalmente, observando los jarabes. Miró de reojo a Jackson, quien llevó una mano a su boca para evitar que viera la risita que se le quería escapar.

—Oh, este de miel con propóleo es dulce.

—Bien, me llevaré dos frascos de ese y el Paracetamol.

La señora asintió y enseguida los puso en una bolsa plástica, cobrando los medicamentos.

—Antes de irse... ¿podría firmarme un autógrafo? —le extendió una revista, donde aparecía él en primera plana.

Retuvo un suspiro y solo asintió, firmando de forma rápida y saliendo del local, seguido por su guardaespaldas. En el camino de vuelta Jackson parecía querer decir algo, pues cada uno o dos minutos le miraba por el espejo retrovisor, pero probablemente se estaba contendiendo de hacerlo para no enojarle.

—Ya suéltalo.

—Mmm, disculpe haber sido tan indiscreto pero... usted no luce enfermo —mencionó, concentrado en el camino.

—No son para mí, es Jeon quien está enfermo.

—Ohh, entiendo —asintió, comprendiendo por fin porque tanta preocupación. El pelinegro podía fingir mucha indiferencia en cuanto a Jungkook, pero estaba más que claro que su lobo si estaba completamente embobado con el chico. El había sido testigo de como éste dominaba a su jefe cuando sintió el aroma del alfa por primera vez. Además de que había estado pidiendo por él durante su celo.

—Quédate aquí, Jungkook bajará en un segundo, llévalo a su casa —ordenó una vez llegaron a la empresa, bajándose del auto mientras le daba las instrucciones.

Entró, recibiendo reverencias por parte de sus empleados hasta que llegó al ascensor. Una vez estuvo en su piso pudo divisar a Jungkook, que trabajaba con cero ganas y tosía de vez en cuando.
Se acercó con paso pesado, soltando los medicamentos sobre el escritorio de forma brusca.

—¿Qué es esto? —preguntó confudido, observando primero la pequeña bolsa plástica y luego a su jefe.

—¿Acaso estás ciego? Es medicina —contestó de forma ruda, cruzándose de brazos.

Jungkook parpadeó varias veces, aún asimilando el hecho de que su jefe, Park Jimin, se había tomado la molestia de ir a una farmacia para comprarle medicina. Saber aquello hizo que su perspectiva del zeta comenzara a cambiar, y a pesar de lo mal que se sentía y del dolor de cabeza que lo estaba torturando, le sonrió.

—No me mires así, solo lo compré porque quedaba de paso cuando volvía del restaurante —se encogió de hombros, haciéndose el desentendido—. Recoge tus cosas, Jackson te está esperando abajo para llevarte a casa.

Eso lo dejó aún más sorprendido, pero asintió lentamente, poniéndose de pie.

—Muchas gracias, señor Park, de verdad le agradezco —abrazó repentinamente al pelinegro, que abrió los ojos como platos y se quedó helado en el lugar.

Se alejó, despidiéndose con un suave movimiento de mano. Jimin se quedó estático, observando el ascensor cerrarse, ocultando a Jungkook de su mirada. Se quedó varios segundos más de la misma forma, con su corazón acelerado por la forma tan delicada con la que el alfa lo tomó entre sus brazos.

—¡Aishh, estúpido Jungkook! —exclamó, caminando a pasos rápidos hacia su oficina.










Jimin es un tsundere 🤭 ya se está sintiendo el amor en el aireee.

Espero que les haya gustado el cap, voten y comenten qué les pareció, nos leemos pronto ;)

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