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Capítulo 4

Levantó las gafas de sol por un segundo para frotarse los ojos, intentando espantar el sueño y el cansancio de su cuerpo. Entró a la empresa casi arrastrando los pies, ignorando a todos los que pasaban por su lado y le saludaban. La verdad es que apenas y podía mantener sus párpados abiertos, obligarle a responder los saludos ya sería pedirle mucho.

—Buenos días, Jungkook. —Hyeon saludó, abriendo los ojos exageradamente al ver que el alfa pasaba de ella y seguía caminando sin energía—. ¿Jungkook?

—¿Eh? —murmuró, llevando una mano a su boca y soltando un gran bostezo—. Oh, hola.

—Pero, ¿qué te sucedió? —cuestionó viendo la ropa mal arreglada del contrario.

Dejando sus trajes de lado, Jungkook había ido con una camisa verde de un estampado azul y amarillo, de mangas cortas, con los botones mal puestos, y unos jeans grises ajustados. Su cabello estaba peinado, pero se notaba que no le había puesto mucho empeño pues varios mechones no seguían la dirección correcta. Ni siquiera había utilizado el inhibidor de aroma ese día, así que ahora sus ferormonas estaban regadas por toda la planta, cosa que descolocaba a los demás trabajadores, pues era una orden directa del señor Park usar los supresores.

—¿Acaso fuiste víctima de un huracán? —profirió con gracia, soltando un jadeo de sorpresa al ver al peliazul quitarse las gafas—. Oye, ¿te encuentras bien?

Jungkook tenía grandes ojeras de color oscuro bajo sus ojos, resultado de pasar toda la noche estudiando para su examen y haciendo el trabajo que le había orientado el profesor para ese día. Desde la mañana del día anterior no había podido tener un descanso.

—Dormí solo una hora —mencionó, pestañeando varias veces para hacer el intento de no quedarse dormido allí mismo—. No llegué a tiempo y el profesor no me permitió hacer el examen, me dijo que debía entregarle un trabajo de 50 páginas para hoy. El jefe me hizo asistir a un estúpido acto de beneficencia en la noche, unos omegas y betas se burlaron de mí y terminé marchándome, y la cereza del pastel... acabé mandando al señor Park a la mierda.

—Wow —Hyeon quedó sin palabras al escuchar la anécdota de su compañero, sintiendo un poco de lástima al verle bajar nuevamente sus gafas para esconder esas ojeras.

—Ahora debo enfrentar la ira de Park Jimin, genial. Mi vida es una completa basura.

—No digas eso, ven acá.

Lo haló hacia las escaleras, acomodando correctamente los botones de su camisa sin preocupación alguna al saber que nadie iba allí a esas horas. Todos usaban el ascensor. Acomodó los mechones rebeldes y le dio un supresor.

—No puedo tomar esto —se negó, intentando devolvérselo.

—Jungkook no compliques más las cosas. Si en verdad lo de ayer fue tan desastroso como me cuentas, Jimin debe estar de muy mal humor, mejor no provocarlo —frunció los labios mirándolo de arriba a abajo—. Te ves mejor, esperemos que no se enoje por tu vestimenta.

—Me da jodidamente igual, Hyeon, estoy harto —pronunció con una mueca, pero al final terminó tomándose el supresor.

—¡No te desanimes! ¡Fighting!

Dando un largo suspiro se dirigió hacia el ascensor, marcando el número de su piso y recostándose en la pared. El ascensor se detuvo con un suave "ding" un minuto después, y Jungkook sintió un retortijón en el estómago al pensar en lo que le esperaba. Las puertas se abrieron y se encontró con el pasillo desierto, excepto por el sonido lejano de las impresoras y el murmullo de las conversaciones en las oficinas. A medida que avanzaba, cada paso sonaba como un tambor en su mente, incrementando su ansiedad.

Al llegar a la oficina, inhaló profundamente y giró el pomo de la puerta. El aire dentro estaba cargado de tensión; podía sentirlo en su piel. Park Jimin estaba de pie junto a su escritorio, revisando unos documentos con una expresión que mezclaba frustración y concentración. Cuando Jungkook entró, sus ojos se alzaron, y la atmósfera pareció cambiar drásticamente.

Las feromonas agresivas de su jefe se adueñaron de todo el espacio, lo que hizo a su lobo retroceder un poco con el pelaje de su lomo erizado. El zeta dio dos pasos en su dirección, sentándose sobre su escritorio y cruzando sus piernas, todo sin apartar sus olivos orbes de los suyos. Park Jimin tenía una presencia imponente, lo había sentido cuando se conocieron la primera vez, y ahora lo comprobaba de nuevo.

—Creo que tenemos varios asuntos de los que hablar. —La calma con la que se expresó le heló la sangre. Esperaba que le gritara, que le aventara algo, que lo humillara; sin embargo, se encontraba con esto—. Quiero que recuerdes la razón por la que estás trabajando aquí.

—Señor Park yo-

—Haz silencio, Jeon, déjame terminar —le interrumpió, y el mencionado asintió tragando saliva audiblemente, sintiendo un gran nudo formarse en su garganta.

—Estás aquí porque tienes una deuda conmigo y no tienes otra forma de pagar —se puso de pie, acercándose a él—. ¡Soy tu jefe, si te mando a tomar un maldito supresor porque no soporto tu nauseabundo aroma te lo tomas sin reclamar! ¡Si te digo que tienes que ir conmigo a un lugar, debes hacerlo sin rechistar y comportarte! ¡¿Sabes la vergüenza que pasé por tu causa ayer?!

—¡Me estaban humillando! ¿Qué debía hacer? ¿Morderme la lengua y aguantar? —reclamó con los brazos extendidos a los lados.

—¡Sí! ¡Malditamente te callas y bajas la cabeza, como mismo obligaron a los omegas y betas antes de la revolución igualitaria! ¿O acaso te olvidas de cómo eran ustedes antes de eso?

—¡¿Qué tiene que ver eso ahora?! —gritó, incrédulo por la acusación que le estaba haciendo—. ¡No tengo la culpa de lo que mis antepasados hicieron! ¡Ni siquiera eres omega, tu casta siempre ha sido tratada como si perteneciera a la realeza, ¿de qué te quejas?!

Fuera de la oficina de Jimin, los demás trabajadores se miraban unos a otros en silencio, sintiendo las ferormonas amargas con olor a canela y malvaviscos colarse por sus narices, y escuchando los gritos de ambas partes. Era la primera vez que alguien le hacía frente de esa forma al señor Park.

—¡Pero mis padres lo son, y sufrieron ese régimen segregacionista* que ustedes impusieron! —articuló con rabia, señalándolo con un dedo al decir lo último.

El rostro del zeta se encontraba rojo, con las venas de su cuello marcándose debido a la rabia que sentía cuando recordaba lo que sus padres pasaron a causa de los alfas.

—¡Nací un año después de la revolución! —reprochó de igual forma, llevando una mano a sus cabellos y desordenándolo con frustración—. Que por cierto, muy igualitaria no es cuando nos tienen marginados y nos retratan como la lacra de la sociedad.

—Pues lo tienen bien merecido —dijo más calmado, dando por finalizada la discusión—. Incorporáte en tu lugar... y quítate esas gafas. A partir de hoy toma los supresores que te fueron entregados aquí en la empresa, y no acepto ningún tipo de reclamos.

—Como ordene su Majestad —espetó con molestia, resoplando mientras rodaba los ojos.

Luego de eso Jeon salió de la oficina con el corazón latiendo desbocado, sintiendo el ardor de la rabia en su pecho. No podía creer que Park Jimin, con su actitud arrogante y su aire de superioridad, pensara que podía aplastarlo como si fuera un insecto. Se detuvo en el pasillo, respirando hondo para calmarse, pero el eco de las palabras del alfa resonaba en su mente.

—No dejaré que vuelva a humillarme —murmuró para sí mismo, decidido a no dejar que Jimin lo dominara.

Mientras caminaba hacia su escritorio, el murmullo de sus compañeros se intensificó; todos parecían estar observando cada uno de sus movimientos. Era evidente que la confrontación había captado la atención de todos. Se sentó, sintiendo como las miradas curiosas se posaban sobre él, y se preguntó si había hecho lo correcto al desafiar a su jefe de tal manera. Debió haber hablado con él en un lugar más privado, donde nadie pudiera escucharlos, tal vez si hubiera sido así no tendría que estar sorportando las miradas de sus compañeros taladrando su nuca.

Por otro lado, Jimin regresó a su escritorio con una mezcla de frustración y, aunque jamás lo admitiría, también un pizca de admiración. Nunca había tenido que lidiar con un empleado tan audaz. Se pasó una mano por el rostro, tratando de calmar la tempestad que había desatado en su interior. Aunque le irritaba la actitud desafiante de Jeon, también le intrigaba. Su lobo se había derretido ante la actitud dominante que Jungkook había estado empleando con él desde la noche anterior.

—Este chico no sabe con quién se está metiendo —se dijo a sí mismo mientras revisaba los documentos sobre su mesa.

Pasaron horas antes de que ambos volvieran a verse las caras. En realidad Jungkook no quería volver a entrar en esa oficina en lo que restaba de día, pero si quería marchar temprano a la universidad debía informarle a su jefe de todas las tareas que tendría que realizar el día siguiente.

Jimin dentro de la oficina, alzó la cabeza cuando escuchó la puerta abrirse de repente, frunciendo el ceño al ver a Jungkook entrar y sentarse frente a él como si nada.

—Toca la puerta, Jeon —masculló, devolviendo su atención a los contratos que tenía en las manos.

—Para mañana tiene una reunión con los accionistas acerca del nuevo producto que saldrá, es a las nueve. Un tal señor Lee, posible nuevo inversor, quiere tener una cita con usted, pero a la una de la tarde ya tiene agendada una sesión de fotos y una entrevista con la revista W Corea, así que si desea verlo debe tomar parte de su horario de almuerzo.

—¿Quién es ese señor Lee?

—Según tengo entendido es el CEO de Harmony's Constructions.

—¿Según tienes entendido? Ya veo —rechistó, llevando una mano a su mentón—. ¿Te tomaste siquiera el tiempo de investigar quién es en verdad? ¿Crees que tengo tiempo para atender a cada persona que viene aquí diciendo ser un CEO?

—¿Cómo voy a investigar? ¿Acaso soy agente de la CIA? ¿El FBI?

—Deja tus estúpidas bromitas para tus amiguitos de la universidad, Jeon —advirtió, mirándolo con los ojos entrecerrados, su aroma exaltándose por unos segundos—. Investiga quién es ese tal Lee, tienes cinco minutos.

Jungkook decidió no reprochar y sacó su teléfono para googlear el nombre del señor que había llamado.
Jimin le dio la espalda, parándose frente al cristal que estaba detrás de su escritorio, observando la ciudad para distraerse en lo que su incompetente secretario hacía su trabajo. Respiró profundo nivelando sus ferormonas, las cuales se habían exaltado por su molestia anterior, pero sin llegar a ser agresivas.

Al pensar en ello ladeó la cabeza confundido. Entendía que Jungkook no hubiera reaccionado a ellas en la mañana durante su discusión debido a que estaba imponiéndose ante su lobo, pero ahora no era así; las ferormonas deberían haberlo afectado tan siquiera un poco.
Si algo aprendió durante su adolescencia, es que su aroma era como la miel, y los alfas, por supuesto, eran las abejas. Era una característica especial de su casta. Cualquiera, beta, alfa u omega, caía rendido ante su aroma, siendo esté más llamativo para los de la casta dominante.  Los zeta podían tener de pareja a quien ellos eligieran, dependiendo del genotipo que más predominara en su ADN. En su caso, si bien poseía una presencia dominante y una voz de mando, su aroma era extremadamente dulzón y sus órganos internos le permitían mantener una cachorro allí.

Se giró a ver al peliazul, que seguía deslizando su dedo por la pantalla de su celular, buscando información sobre ese presunto inversionista. Pensar en su aroma le recordó el plan que se había propuesto para comprobar que el alfa solo era un capricho momentáneo de su lobo.

Se acercó con cautela, fijándose en la mandíbula marcada del menor. En su cabello recogido en una coleta, con mechones rebeldes que caían con gracia sobre sus hombros. Esa camisa de manga corta dejaba en evidencia sus brazos fuertes y trabajados, además de los tatuajes en uno de ellos. Debía admitirlo, quitando lo inútil y torpe que era, Jungkook era bastante apuesto.
A su cerebro llegaron de repente los recuerdos de su celo, al momento justo en el que se imaginó a Jungkook hablando en su oído, pronunciando su nombre con voz raspoza y varonil. Pronto la oficina se llenó de sus ferormonas sexuales, que de tratarse de otro alfa ya la situación se hubiera descontrolado; sin embargo, Jungkook seguía con su teléfono como si nada.

Era como si no las percibiera... o simplemente, como si estuviera ignorándolo.

—En efecto, es el CEO de esa constructora —le extendió el teléfono para que lo mirara, pero solo recibió un manotazo que casi hace que cayera al suelo.

—¡Sal de mi oficina, ahora! —extrañado miró a su jefe, notando sus ojos brillar en un verde profundo e hipnótico.

La verdad es que el lobo de Jimin se había enojado por lo que él había entendido como un "humillante rechazo" por parte del alfa que había escogido para ser su pareja hasta el día de su muerte.

—¿Ahora qué te sucede? ¡Hice lo que me pediste! —reclamó, sintiéndose demasiado abrumado por los cambios de ánimo exabruptos de su jefe.

Jimin lo tomó del cuello de la camisa acercándolo a su rostro, mirándolo con sus orbes encendidos. Jungkook a pesar de eso no creyó, o más bien, no notó que sus acciones estaban movidas por el zeta, que lo observaba amenazante dispuesto a clavar sus colmillos en su cuello hasta despedazar su yugular y dejarlo desangrarse allí.

Sí, los zeta podían ser peor que los mismos alfas si se sentían ofendidos.

—¡Eres un bastardo estúpido, inútil, bueno para nada! —exclamó con sus rostros tan pegados que Jungkook podía sentir su aliento cálido chocar contra su rostro.

—Estás malditamente loco —pronunció con calma, recibiendo una bofetada por parte del contrario que lo hizo girar el rostro.

Jungkook en verdad no supo que fue lo que sucedió con él, pero una especie de ira calentó todo su cuerpo. Lo tomó con fuerza de la mandíbula, sus azules orbes fijándose en sus labios rojizos que se abultaron por su acción. El pelinegro notando esto, también observó los labios rosáceos del alfa, terminando por llevar una mano a su nuca, sujetándolo con fuerza del cabello.
Sus bocas colisionaron en un beso violento, en donde sus lenguas se entrelazaron al segundo en una danza lujuriosa que los hizo jadear. Un torbellino parecía arrasar con el interior del zeta, que sentía a su lobo derretirse ante el sabor de los labios del alfa y los toques firmes en su cadera.

Todo su cuerpo se estremeció cuando sintió como mordía su labio inferior, halándolo un poco para volver a introducir su lengua en su boca, continuando con aquel vaivén brusco y apasionado que tenía sus piernas débiles. Ahogó un gemido cuando su cabello fue halado bruscamente y los labios de Jungkook comenzaron a pasearse por la línea de su mandíbula, bajando hasta su cuello, donde se encargó de lamer y mordisquear hasta dejar una marca rojiza que de seguro duraría días.

Finalmente, cayendo en cuenta de lo que estaban haciendo se separó, empujando el cuerpo del peliazul para alejarlo. Pasó la lengua por su labio inferior llevando una mano a su cuello, viendo a Jungkook observarlo fijamente.

—Márchate —murmuró—. ¡Sal de mi oficina!

—¿Cuál será tu excusa ahora que no estás en celo? —articuló Jeon con burla.

—¡Vete! ¡Sal de mi vista! —No, nunca lo iba a aceptar, así que lo mejor era que ese estúpido alfa se fuera.

Comenzó a empujarlo escuchándolo soltar una risita. Su rostro estaba rojo del enojo por la evidente socarronería guardada en aquellos ojos azules, y se contuvo para no gritarle mil groserías cuando abrió la puerta de su oficina, para no darme más material a sus empleados.

Antes de salir el alfa se giró a verlo, y una cosa quedó clara con ello.

La mirada desafiante entre ambos prometía más confrontaciones en el futuro. No había vuelta atrás; estaban atrapados en un juego peligroso donde ninguno estaba dispuesto a ceder.



Segregacionista*: Partidario de la segregación racial. (En este caso, sería entre castas)

Segregar: Separar y marginar a una persona o a un grupo de personas por motivos sociales, políticos o culturales.

Las cosas se están poniendo interesantes entre estos dos 🤭
No se olviden de votar y comentar 🥰 Nos leemos pronto :3

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