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7. de las lágrimas que no terminan de caer (part II)

Ese día, Choi Eun hee decidió caminar a su casa, descartando la idea de tomar el transporte. Tuvo la sensación de que debía pensar y aclarar su mente, ojalá con el viento dándole a la cara y el sol escondiéndose entre los edificios de Seúl. Mientras caminaba, pensó que la clase de Educación Física se había tornado muy surreal en algún punto de la tarde. Un extraño suceso la ciñó.

Durante la clase de Educación Física, Choi Eun hee había subido al salón para buscar su provisión de agua, esperando encontrarlo vacío y despejado de pubertos. Cuando llegó, se sorprendió de hallar a Kim Chorong cerca de su asiento. El sujeto depositaba un post it en forma de pato justo en el centro de su mesa. Cuando Kim Chorong la vio, pegó un chillido de espanto, abrió sus labios en forma de O y salió corriendo, haciendo caso omiso de los llamados de Eun hee: "¡Chorong!, "Kim Chorong, ven aquí".

Choi Eun hee resopló con disgusto, hasta que notó que el post it en forma de pato en su mesa no era el único. Había muchos formando lo que parecía ser un camino que debía seguir. Azorada por la curiosidad los siguió hasta que le guiaron a un salón vacío en el tercer piso. Allí, posado sobre una mesa del centro, una lámpara de lectura portátil en forma de pato iluminaba levemente el salón. La pequeña luz cálida formaba un halo luminoso anaranjado y dejaba el resto del espacio alrededor casi a oscuras, como un traspiés.

—Eh, señorita Eun hee —la figura de Han Seojun apareció segundos después de que Choi Eun hee hiciera el ademán de tomar la lamparilla en la mesa.

El joven Han venía con la respiración agitada. 

La luminosidad de la sala tambaleó.

—No te cansas de usar a tus amigos como siervos —la joven Choi Eun hee se quejó, a brazos cruzados. Se le revolvió el estómago cuando recordó la última vez que habló con él en la banca de la escuela—. ¿A qué viene el espectáculo? Casi pensé que la lámpara de pato iba a ser mía.

"Es tuya si la quieres", había respondido él, en tono lisonjero. Choi Eun hee le respondió que no le creía nada y que seguramente se trataba de una celada. Al final, después de unos minutos de discusión, Han Seojun terminó admitiéndolo: Lim Jukyung tenía una cita a ciegas.

—Pues que bien que tenga una cita. No la voy a convencer de no ir, si eso es lo que quieres.

—No es eso, señorita Eun hee. Me gustaría que me acompañes a los lugares a donde vaya para asegurarme de que esté bien y que el tipo con el que va a salir no es un idiota que quiera propasarse.

—La vas a espiar, Han Seojun. Te patina el coco.

—Espiarla no es mi objetivo —aclaró solemne.

Choi Eun hee se quedó pensando con estupefacción. No le cabía en la cabeza qué tan mal de la cabeza podía estar el hombre ese como para pensar en seguirla a una de sus citas.

—No es una niña, se puede cuidar sola. Y no entiendo el punto, ¿para qué quieres que vaya yo? ¿no puedes ir solo?

—Ash, señorita Eun hee, ¿acaso no estás preocupada por tu amiga? El sujeto podría ser cualquiera. Pero además, y pensé que eras más lista en esto —En este punto, la joven Choi Eun hee se sintió muy ofendida—, sería mejor que fuéramos juntos porque así, cuando Lim Jukyung y su cita nos vean, no van a sospechar nada.

—Si Jukyung nos ve creerá que estamos en una de esas tontas citas.

—Sí.

—¡Te sobra crueldad! Quieres que haga el papel de la pobre niña que sale con un tipo que está enamorado de otra. Búscate a algún amigo tuyo. Y Han Seojun, ya hablé contigo de esto. Deja la niñería. Si estás preocupado por ella, debes decírselo. Tienes que ser honesto. Dile de una vez que la quieres, que te preocupa la idea de que salga con un imbécil. Es más sencillo que armar todo este show.

A Choi Eun hee le tembló la voz.

—Señorita Eun hee, si voy con uno de mis amigos es cuanto menos sospechoso. Te pido que me acompañes para que parezca natural. No me siento listo para decírselo aún. 

Choi Eun hee soltó un fubido y le miró. Han Seojun mantenía una expresión seria, cualquier dejo de burla había desaparecido de su rostro. Sus ojos brillaban más de lo que la joven Eun hee había visto nunca. Sintió un poco de lástima, le hubiese gustado decirle que Lim Jukyung estaba muy enamorada de Suho. Pero quién sabe, después de todo Han Seojun era un hombre fácil de querer, con un noble corazón. A lo mejor Jukyung se daría cuenta y le daría una oportunidad luego. 

Choi Eun hee sintió una fuerte opresión en el pecho.

—¿Por qué me lo pides? Tienes a un montón de tontas babeando por ti que estarían gustosas de acompañarte. ¿Por qué yo?

—Porque prefiero la honestidad. A ti te puedo decir la verdad, a las demás tendría que engañarlas haciéndoles pensar que estoy interesado en salir con ellas. Contigo no es necesario. Además, eres entretenida, disfruto pasar tiempo contigo —Ante lo último, Han Seojun miró hacia los lados y se rascó la nuca, como quien no quiere la cosa.

Han Seojun extendió su mano con la lámpara de lectura portátil con forma de patito. Choi Eun hee se imaginó leyendo y escribiendo a oscuras, usándola. La sombra del patito se proyectaría en las letras y sería requetelindo. Han Seojun vio que se le iluminaban los ojitos. Choi Eun hee lo tomó.

—¿Era necesaria la parafernalia? Con los post it de patitos y todo eso? —preguntó Choi Eun hee, con el entrecejo fruncido.

A Han Seojun le pareció adorable. Choi Eun hee nunca se enteraría del devane de sesos que implicó pasar el fin de semana él y sus amigos buscando los patos y la lamparilla en varias librerías de Seúl. Hasta Kim Chorong se ganó un coscorrón después de que se confundió y compró un post it  de flamenco. "¡Esto no es un pato, Chorong, es un flamenco!"

Han Seojun quisó responder que ella se merecía esa parafernalia y mucho más, pero en cambio le sonrió tiernamente sin siquiera saberlo. Y le acarició suavemente la mejilla izquierda con sus dedos.

No había alcanzado a darse cuenta de la tentación que despertaba en él hallarse en una habitación casi a oscuras y a solas con ella, con solo el halo de luz anaranjado que proyectaba la lámpara. Han Seojun estuvo tentado de pedirle permiso, tomarla de la cintura y acercarla. Lo deseó mucho, pero se contuvo.

Choi Eun hee se tambaleó ante su toque. Le habría gustado acercarse y oler su aroma a naranja y a canela de nuevo. Pensó que era un aroma que iba muy bien con el color anaranjado de la luz. Se imaginó agarrando las pinzas de su bomber de gimnasia con los puños.

Sin embargo, creyó que si Seojun le había acariciado el rostro era solo en agradecimiento por aceptar acompañarlo a cuidar de Lim Jukyung. Choi Eun hee pronto salió del salón.

Han Seojun supuso que Eun hee nunca sabría que la lámpara de lectura portátil de patito siempre le perteneció, incluso si se hubiese negado a su petición.


La joven Eun hee ya había dado un paso dentro de su casa cuando terminó de rememorar los sucesos de ese día. La luna resplandecía en el cielo y la oscuridad se había cernido sobre la ciudad.

Cuando entró fue directo al estanque a saludar a su pato. Desde allí se escuchaban los gritos de su mamá que discutía fuertemente con su padre en el segundo piso de la casa. Choi Eun hee tuvo ganas de llorar, pero se contuvo. Pensó que el matrimonio de sus padres era el único ejemplo de "amor romántico" que conocía. Desde hacía algún tiempo, la joven Eun hee había llegado a la conclusión de que más que amor, sus padres convivían por costumbre, pues costaba hallar evidencias de afecto en su trato.

Choi Eun hee solía recordar ese San Valentín en que su mamá se pasó la tarde cocinando un pastel para Choi Doyun, su papá. Se trataba de un cheesecake de frambuesa, el primero que hacía Choi Sun. Porque a Choi Doyun le encantaban las frambuesas.

Todavía recordaba los ojitos brillosos de emoción de su mamá cuando lo terminó e imaginó la felicidad en el rostro de su esposo. Pero Choi Doyun había llegado molesto del trabajo ese día y miró con desdén el pastel; lo rechazó con un movimiento de brazo y una cara de asco aun cuando Choi Suni le había dicho que lo había cocinado para él. Choi Eun hee nunca había sido testigo de tamaña ofensa, tampoco había presenciado nunca un cambio de ánimo tan abrupto como el que notó en los ojos de su mamá, que pasaron drásticamente de la emoción a una tristeza profunda. Siempre tuvo la sensación de que su mamá nunca se recuperó del todo de ese dolor.

No le gustaba recordar ese día, pero fue entonces cuando se convenció de que si eso era el amor, ella no lo quería en su vida. "Hay cosas más bonitas que el amor", solía repetirse, como un mantra, y esa noche no fue la excepción. "Hay cosas más bonitas que el amor", se dijo, con los ojos aguados mientras acariciaba a su pato y seguía escuchando los gritos de sus padres en el segundo piso.

Quizás ella, como Kang Soo jin, con su concepción del amor y las relaciones, también estaba fuertemente trastocada por sus problemas familiares.

Nadie supo nunca dónde fueron a parar las lágrimas que Choi Eun hee no dejó caer esa noche.



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Hola, ¿cómo van? ya llevo un rato escribiendo esta historia y me gustaría saber qué les está pareciendo.  :) 

¿Qué opinan de las decisiones de Seojun?, ¿qué creen que está pasando por su corazón? Leo opiniones. 

No olviden dejar su voto y un comentario :)


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