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Capítulo 5.

Nicolae

—Está aquí, siento su energía des del momento en que puso sus pies en esta ciudad— Afirma con voz firme y fría.

—¿A quién se refiere?— Pregunto incómodo ante su figura imponente.

—¡Kristen Plum!— Golpea la mesa con el puño cerrado tan fuerte que la madera cruje resonando por todas partes poniéndome en alerta.

—¿Cómo es posible? Ella se fue con su madre a Australia y prometieron no volver...— Pregunto inquieto.

Intento mantener la mirada en sus ojos granate oscuro sin vacilar. Si algo no tolera es que bajemos la vista ante su presencia.

—¡Ella no debería estar aquí! ¿En qué mierda estaba pensando esa mujer cuando dejó que viniera?— Gruñe enfurecido.

Sigo sin moverme y entonces se levanta lentamente de su sillón suspirando fuerte. Sus zapatos resuenan contra el suelo mientras sostiene su puro entre los dedos. Se acerca al mueble y saca dos vasos de whiskey junto con una botella de Ibiki 12 años. 

Sirve el líquido ámbar, me tiende un vaso y se lo bebe de un trago. En silencio posa su puro entre sus labios finos sin desviar sus iris de los míos y vuelve a suspirar dejando toda la sala llena de humo paseando su mano por su barba oscura.

—Nicolae...— Pronuncia por fin después de vario minutos.

—¿Sí?— Pregunto decidido

—Debes vigilarla, los chicos no pueden saber nada y tampoco debes permitir que se acerquen a ella.— Advierte serio acercándose a mí, tan cerca que puedo visualizar las arrugas de su frente y notar su aliento a puro —¿Me oyes? Como alguno de ellos le toque un pelo, tendremos problemas y tú el primero— Sentencia dejando ver sus colmillos afilados.

—No se preocupe, yo me encargo, lo prometo— afirmo con convencimiento

—Ya sabes como se hacen las promesas Nicolae...— Sonríe de lado llenando de nuevo su vaso con whiskey y bebiéndoselo de un trago.

Asiento en silencio y bebo con determinación el líquido de mi vaso. Abre un cofre dorado y se acerca a mí mientras sostiene entre sus manos una daga dorada adornada con la figura de Horus, dios de la guerra y de la caza en su empuñadura.

—Esta promesa no puedes romperla o lo pagarás con tu vida. Confío en ti Nicolae— dictamina con una aura oscura como la noche.

Peter

Mi descubrimiento de anoche fue tan inesperado y aterrador que me ha dejado en una especie de limbo. 

Aún no soy capaz de entender cómo ha podido llegar hasta aquí. ¿Cuál ha sido el motivo? Tantas ciudades y países donde podía haber ido pero no, tenía que venir precisamente a Berlín, en la misma universidad que yo. La vida me está jodiendo, debe ser eso...

Entro en la mansión sin ánimo, arrastrando los pies deteniéndome en el hall. Drogo a diferencia de mí parece tan tranquilo tan impasible. Una sonrisa triunfante surca en sus labios, es cómo si anoche, hubiera devorado media ciudad.

—Peter, tienes cara de no haber probado bocado desde hace días— sugiere Drogo. 

Su voz burlona me saca de quicio y ahora mismo juro que si pudiera lo ahorcaba para callarlo, ¡es tan irritante y exasperante!

—¡Cállate Drogo! No entiendo cómo no estás preocupado por la chica pelirroja... No te reconozco, ¡la dejaste ir, como si nada, cuando tu nunca dejas cabos sueltos, nunca lo has hecho!— Le reprocho dejando salir mis colmillos y encarándome a él fijando mi mirada enfurecida a pocos centímetros de su cara.

—Ya te he dicho que caperucita no dirá nada.... Relájate— sugiere subiendo sus hombros confiado con voz melancólica.

—¿Caperucita?— Pregunto sorprendido levantando las cejas —¿Le has puesto nombre como si fuera una mascota?— Pregunto de nuevo apartándome de él escandalizado. 

No lo puedo creer, esto es el colmo...

—Eso no me preocupa lo más mínimo— escupe Drogo impertérrito —Eres tú quien debería dejar de angustiarse por ¿cómo era?— Pregunta Drogo irónico —¡Ah sí, Sky Cooper!— Exclama divertido señalándome con el dedo índice.

Le fulmino con la mirada escondiendo mis dientes. ¿Cómo puede ser tan idiota?

—¿Me equivoco?— Insiste sarcástico con una sonrisa de medio lado

—¿Cómo lo sabes?— Frunzo el ceño muy molesto

—Déjame darte un consejo hermano, la próxima vez, cuando hables con Nico, intenta que tu voz no retumbe por toda la casa, ¡se han enterado hasta los Suizos!— Suelta una carcajada divertido por mi expresión frustrada.

—Pues ahora deja que yo te de otro a ti querido hermano— Insinuo acercándome a él —¡No te metas en asuntos que no te incumben!— Le amenazo tocando su hombro

Drogo me mira con una sonrisa y moviendo sus cejas de arriba abajo.

—Hazte a un lado Drogo, ¡es mi puto problema y sólo yo sé cómo resolverlo, no necesito tu ayuda ni que te metas en medio de todo esto!— Alzo la voz hinchando el pecho imponiéndome ante él

—Tienes buen gusto Pet, cualquiera querría saborear su sangre, debe ser tan dulce como la fruta y con un toque de bruja que heredó de su madre...— Fija sus ojos en los míos mientras su lengua baila entre sus labios. 

—¡Como te acerques a ella te mato!— Me abalanzo sobre él cogiéndole del cuello de su camiseta y mi voz amenazante resuena por las paredes de la mansión, imponente llena de ira.

Drogo me mira y suspira cogiendo mis manos con fuerza apartandolas y colocándose bien la camiseta me mira con un brillo desafiante en sus ojos.

—Calma hermanito, es tu problema, encárgate tú. Pero luego no vengas a buscarme para que te ayude a limpiar el desastre que montes— manifiesta Drogo alejándose de mí.  

Aunque le amenace de muerte siempre estará metiendo las narices.

A la mañana siguiente cuando llego al aula, está casi vacía, los pocos alumnos que llegan ignoran mi presencia cómo han hecho siempre hablando entre sí de lo que han hecho durante las vacaciones. 

La puerta se abre y mis fosas nasales se dilatan, su aroma cargado de pureza me golpea el rostro cómo una ventisca que arrasa con todo a su paso. Mis ojos la encuentran rápidamente entre los demás alumnos, es inevitable no mirarla si, con cada paso que da, es cómo si un tambor golpeara con fuerza mi pecho. 

La maldita calma que conseguí anoche se va volando cuando la veo, es como si tuviera un radar que se enciende cada vez que está cerca de mí. Tengo que controlarme... Cada uno mis huesos crepitan, la sed se apodera de todo mi ser y mi garganta arde como el maldito infierno.

Para mi mala suerte se sienta frente a mí. Aprieto los puños y mis piernas no pueden parar de moverse de arriba abajo. Intento concentrarme en lo que la profesora está explicando pero cada vez que acaricia y mueve su melena de un lado a otro nerviosa, su olor me invade haciéndome perder el control irremediablemente... 

Nuestras miradas se encuentran y el recuerdo de aquella noche irrumpe mi mente, cómo si lo estuviera viviendo de nuevo ahora mismo pero ella no tiene miedo, no cómo ese día. Siento alivio al comprobar que no me reconoce y eso quiere decir que el recuerdo de mí ya no existe en su memoria.

Su larga melena castaña, ojos oscuros, su piel de porcelana tan blanca cómo la nieve...

—¡Mierda, mierda!— Exclamo mentalmente cerrando los ojos y apretando con fuerza mis puños encima de la mesa.

Me maldigo en el momento en que se da cuenta de que me he quedado mirándola fijamente. Ahora mismo estará pensando que hay algo mal en mí, y tendría razón, todo está mal en mí, estoy podrido por dentro...

La clase ha terminado y lo primero que hago es alejarme de ella lo más rápido y pronto posible. Cada segundo que paso cerca mi respiración se acelera, las manos me tiemblan y siento la garganta secarse cómo si no hubiese comido en semanas...

Cuando llego a la azotea el viento choca contra mi cara consiguiendo desprender su olor y mi perturbación disminuye lentamente...

—¿Estás bien?— Siento una mano en mi espalda. 

Me giro mirando por encima del hombro y cuando le veo recobro la compostura. 

—Estoy bien— murmullo acercándome al borde.

—Te veo mal, ¿no has comido bien o es que ya no hay suficiente comida?— Insiste Herman preocupado.

Herman Doppler es como nosotros aunque él es mucho más joven. Su cabello claro se movía con el viento que soplaba aquí arriba y sus ojos verdes me miraban inquietos. Es un chico fuerte y musculoso, casi tan alto como yo y los rasgos de su personalidad se han acentuado al cambiar de condición, convirtiéndole en un ser inexperto, nervioso, ansioso y más de una vez hemos tenido que sacarlo de algún apuro es un buen tipo pero no nos conviene llamar mucho la atención, si se descubriera nuestra existencia sería un peligro para todos.

—No es eso Herman, no te preocupes, todo va bien— suspiro.

—Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites— sonríe sin enseñar los dientes.

—Gracias tío— chocamos las manos.

—Venga vamos es la hora del descanso— exclama poniendo su mano encima de mi hombro para irnos.

Bajamos en silencio hasta la planta baja conducidos por una horda de alumnos hambrientos que se dirigen hacia la cafetería.

—¡Hermanito!— Escucho frente a mí

Drogo nos alcanza antes de poder entrar aunque tampoco tengo ganas de hacerlo porque sé que ella está dentro.

 —¿Qué hay Herman?— se chocan la mano.

—Pues ya ves, volvemos a estar aquí metidos— Herman se ríe y Drogo vuelve a fijar sus ojos sobre mí.

—¡Te veo hecho mierda Pet!— Exclama Drogo con una gran sonrisa —¿Qué es esa cara que me llevas?— Insiste jocoso cogiendo mi hombro con seguridad.

—Íbamos a entrar pero creo que es mejor que vayamos fuera— replico observando a Herman que me mira confuso.

Inmediatamente, Drogo percibe mi inquietud y empieza a buscar con rapidez dentro de la cafetería. Una sonrisa burlona se dibuja en sus labios mirándome como si esto fuera un juego de niños...

—Desde aquí puedo saborear su sangre...— Susurra Drogo con voz ronca sin desviar su vista del objetivo.

Sus ojos han cambiado de color mientras pasa su lengua por los labios imaginando el dulce sabor de la carne virgen de Sky...

—No estoy de humor para esto Drogo ¡eres un imbécil!— Exclamo furioso mirando de reojo a Sky.

—¿Qué coño os pasa?— Pregunta Herman mientras nos mira intercaladamente

Rápido clavo mis ojos en mi hermano que se burla en silencio de mi asquerosa existencia...

—Me largo— escupo girandome y chocando mi hombro con el de mi hermano con furia. 

Me alejo con decisión sintiendo el embriagante sabor a perdición detrás de mí...

Drogo

Me encuentro frente a la cafetería esperando a Franz. Espero que tenga lo que le pedí. Pero lo que encuentran mis ojos son a Peter y Herman acercarse hacia mí en silencio sin decirse nada, Pet no levanta la vista del suelo y Herman observa con inquietud hacia todos lados. Se nota que sus impulsos son muy fuertes y le cuesta controlarse, sus ojos brillan con deseo de hincarle el diente a alguien.

Me meto un poco con mi hermano y esa pobre niña haciéndole creer que la miraba a ella pero en realidad, mis ojos no se podían separar de ese cabello pelirrojo, es lo único que veían. Peter se marcha rabioso y Herman me clava una mirada desaprobatoria antes de irse tras mi hermano. 

Sigo observándola, tan tranquila, alegre y feliz... Desde aquí escucho lo emocionadas que están de estudiar aquí y lo mucho que piensan divertirse. Me río, yo también quiero divertirme contigo caperucita... Mi garganta se enciende y no puedo evitar mojar mis labios cuando su aroma llega a mis fosas nasales, sus labios rosados dejan paso a una sonrisa sincera que me deja muy intrigado, es tan bonita... 

—¡Hallo Drogo!— Me saluda Franz Koch con alegría sacándome de mi ensimismamiento.

—¿Qué has averiguado Franz?— Pregunto seco y directo mientras empujo la puerta entrando en la cafetería con seguridad.

—¿Te refieres a tu caperucita?— Pregunta Franz detrás de mí con una sonrisa burlona mirándola de reojo.

—No estoy de humor Franz, no me provoques...— Me giro hacia él con agresividad enseñando los dientes —Anoche te pedí información sobre ella, ¿eres estúpido?— Exijo fijando mis ojos en su mísera existencia.

—Está bien Drogo, no te enfades— murmura Franz —Se llama Kristen Plum es de Melbourne y vino con su amiga Sky Cooper, viven en una casa en el barrio Friedrichshain calle Auerstraße 8-32. ¡Ha sido pan comido!— Ríe complacido

Mientras Franz me revela sus investigaciones vuelvo a observarla en silencio. Sigue sentada almorzando con sus amigas. Sus curiosos ojos azules chocan con los míos, sabe quien soy y lo noto por como me mira, sabe que la he descubierto. Nuestro contacto visual dura varios segundos pero, rápidamente aparta su mirada inquieta. Te tengo caperucita, no ha sido difícil encontrarte...

—¿Me escuchas Drogo?— Franz me interrumpe y le miro irritado.

—¿Qué quieres ahora?— Suspiro cerrando los ojos.

—Preguntaba si quieres que haga algo más con ella— responde Franz sonriendo.

—Ni se te ocurra acercarte a ella sin mi permiso —Gruño mientras mis ojos se encienden.

—Entendido— replica Franz. 

Vuelvo a girarme pero ya no están. Kristen Plum, ¿de qué me suena a mi ese nombre? Creo haberlo oído en otra parte... Y su olor, me resulta vagamente familiar.

—¡Vamonos Franz!— Le ordeno serio 

Abandonamos la cafetería y la imagen de esa niña tocando el violín que tanto me ha perturbado estos días penetra en mi mente sin preguntar.

No la he vuelto a ver en toda la mañana pero cuando salgo por la puerta, la encuentro a unos metros frente a mí con su amiga Sky hablando con un chico.
¡John! Mi sangre empieza a hervir. ¿Qué coño hace ella con este tío? Es más, ¿qué hace él aquí? Les observo unos minutos, ella está de espaldas y no me ve pero John sí, nuestros ojos se observan duramente hasta que se alejan juntos y desaparecen de mi vista. 

Cojo el móvil y después de varios tonos descuelgan.

—¿Qué hay Drogo?— Se oye desde el otro lado de la línea.

—Hola Götz, quisiera saber que cojones hace John Nimbus con Kristen Plum— requiero molesto.

—¿Kristen Plum, quién es esa?— Oigo su risa a través del teléfono.

—No es ninguna broma Götz, quiero que sigas a John Nimbus y averigües que hace con ella. Pero sobre todo, a ella ni tocarla, eso es asunto mío— ordeno secamente.

—De acuerdo amigo, no le haremos daño a tu chica— ríe burlón.

—No es mi chica, haz lo que te digo— exijo fastidiado y cuelgo sin que pueda decir nada más. 

Aparco derrapando con el coche de cualquier manera en la entrada de la mansión, lo cierro de un portazo y me dirijo con paso firme hacia el despacho de Nicolae.

—¡Nicolae, Nicolae!— Grito con fuerza acercándome con velocidad —¿Estás ahí?— Pregunto abriendo la pesada puerta de madera de su estudio haciendo un sonido fuerte por mi fuerza alterada, pero ni rastro de Nicolae —No está aquí...

—¿Drogo?— Una dulce vocecita interrumpe mi inquietud y mis ojos la buscan rápido.

—¡Lorie!— Exclamo sonriente. Lorie sonríe también y abre sus brazos

—¡Drogo has vuelto, estaba muy aburrida!— Responde fastidiada. 

Me agacho, le acaricio el cabello, aparto sus rizos castaños y beso su pequeña frente.

—Yo también te he echado de menos Lorie, por cierto, ¿sabes dónde está Nicolae?— Pregunto con voz dulce junto con una sonrisa amable.

—Se fue esta mañana y me dijo que volvería tarde...— Explica Lorie.

—Genial...— Escupo con rabia.

—¿Vamos a jugar?— Pregunta  Lorie inocente.

—Está bien...— accedo con resignación.

Ha caído la noche por completo y en el reloj del salón suena las dos de la mañana. Lorie lleva un buen rato durmiendo y mi nerviosismo aumenta con cada minuto que pasa esperando que Nicolae vuelva sentado en uno de los sillones de piel de su estudio.

—¿Dónde coño se habrá metido el estúpido de Nico?— Gruño fuerte.

—¡Hey tranquilo chico!— Se escucha una voz familiar que se acerca por el pasillo.

Nicolae aparece por la puerta y tranquilamente cuelga su abrigo en el perchero de pie que hay junto a ella.

—¿A quién llamas estúpido, Drogo?— Pregunta desafiante.

—¡Llevo todo el día esperando a que volvieras! ¿Dónde coño te has metido todo el día? ¿Quién se hacía cargo de Lorie?— Pregunto enfadado.

—Tú— Responde Nicolae sin pestañear. Me levanto del sillón de un salto y me pongo muy cerca frente a él.

—¿Qué quieres Drogo?— Pregunta Nicolae sin desviar sus ojos de los míos. 

Sonrío, me separo de él y me paseo por el estudio inquieto.

—Verás, querido hermano, quisiera que me dijeras si el nombre de Kristen Plum te sugiere algo— Pregunto serio.

—¿Kristen Plum?— Pregunta Nicolae pasando la mano por su mentón —Ahora que lo dices, creo haberlo oído alguna vez, pero hace mucho tiempo de eso... ¿Por qué lo preguntas?— pregunta curioso.

—Por nada, si te acuerdas házmelo saber— exijo frunciendo el ceño.

—De todas formas, te sugiero que no te acerques a ella— advierte sentándose en su sillón detrás del escritorio.

—¿Qué?— Pregunto sorprendido.

—Ya me has oído Drogo, ahora mismo es mejor que no te relacionen con ella— cruza sus dedos apoyando los codos en la mesa.

—No sé que cojones quieres decir con esto Nicolae, ¿acaso sabes quien es y no me lo estás diciendo?— Me acerco a él golpeando la mesa con ira.

—Relájate Drogo, lo único que debes saber es lo que te acabo de ordenar, no te acerques a Kristen Plum— exige tajante con mirada dura.

—¡Vete a la mierda Nico!— Escupo furioso, y sin que pueda decirme nada más desaparezco.

Cuando me doy cuenta estoy lejos de la mansión y sólo tengo algo en la cabeza, Friedrichshain calle Auerstraße 8-32. Corro tan rápido como mi naturaleza me lo permite y en pocos minutos me encuentro en una de las ramas del árbol que hay frente a una casa modesta con dos ventanas contiguas, no hay ninguna luz encendida y todo está en silencio. Mi respiración agitada y el deseo se intensifica cada vez más. Nicolae me ha ordenado que no me acerque a ella y eso solo hace que mi ira aumente sin parar. ¿Qué secreto esconde, qué pasa con ella? Eso solo me dan más ganas de descubrirlo y acercarme más a ella.

De repente, oigo un ruido, las hojas caídas crujen por los pasos de alguien. Las luces de la calle iluminan con dificultad y solo puedo percibir una sombra cerca de la casa. Inquieto me acerco al individuo que acecha entre la penumbra, mi visión está preparada para ver de noche pero va tan tapado que no logro ver su rostro. La rama bajo mis pies cruje alertando al sujeto abortando su cometido mirando ahora hacia mi dirección, me ha descubierto y eso lo ahuyenta desapareciendo con rapidez entre la oscuridad de la noche. 

¿Qué ha sido eso? ¿Quién coño era ese? ¿Hay alguien más interesado en esas chicas? 

Todas esas preguntas invaden mi mente una detrás de otra en bucle, el misterio que la rodea sigue creciendo por momentos y yo cada vez estoy más agitado. Mi interés por ella no paraba de aumentar. Su ventana está abierta y sus cortinas bailan dulcemente con la brisa de la noche. Un cabello largo y pelirrojo descansa plácidamente en la cama dándome la espalda; me acerco sigilosamente apoyándome al marco de la ventana, no puedo entrar, no todavía... 

Se da la vuelta suspirando y acomodándose boca arriba, posando uno de los brazos por encima de su cabeza resaltando su palidez. Percibo las venas en sus finas muñecas y su olor me provoca una atracción irracional, no puedo dejar de observarla y rememoro esa noche cuando la tuve entre mis brazos, su piel contra la mía... Sus pestañas descansando encima de sus rosados pómulos, sus labios carnosos entreabiertos dejando escapar su respiración cálida y reposada. Su bonito rostro salpicado de pequeñas pecas y su pecho como sube y baja lentamente debajo de sus sábanas blancas.

—Te tengo caperucita, el lobo te ha encontrado y nunca más podrás escapar— susurro con voz ronca

De repente sus cejas se fruncen y empieza a inquietarse. Sigo sin poder moverme de su ventana ni apartar mis ojos de ella.

Perdido en su esencia, abre los ojos. Asustada, busca el interruptor y cuando la luz se enciende ya no estoy allí.

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