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Capítulo 22.

Peter 

La cercanía con Sky provoca escalofríos que recorren todo mi cuerpo. Jamás me sentí tan vivo, hace años que no me sentía así, solo ella podría lograr que mi alma oscura pueda albergar un sentimiento tan puro como lo es el amor. Dejé de verla y todo en mí se murió de nuevo, pero ahora no voy a dejar que se vaya de nuevo, haré lo que sea para que nadie la aparte de mí, ni siquiera Nico podrá meterse en medio como lo hizo la otra vez.

Sky busca algo de ropa dentro del closet, a la vez que miro su habitación, este espacio que le pertenece, huele a ella y todo se siente tan en paz. La pequeña bruja entra al baño para cambiarse de ropa y justo en ese momento Haniel aparece en la puerta cruzándose de hombros mirándome de arriba abajo.

—¿Qué quieres? —meto las manos en los bolsillos de mi pantalón.

Imbécil.

Me doy cuenta de que lleva puesta una pijama como el otro día, me imagino que al ser nuevo en la tierra le es difícil encajar en todo este caos. Solo espero que se largue antes de que ocurran más desgracias, antes de que la “relación” que lleva con Sky se vuelva más estrecha, que los junte más, mucho más de lo que ya están en este momento.

—Le vas a hacer daño —dice seguro de sus palabras. Cómo si efectivamente supiera lo que va a ocurrir mañana —. La vas a destruir en toda su esencia, debes alejarte de ella antes de que...—lo detengo antes de que diga una maldita palabra más.

—¿Antes de qué? —inquiero molesto, con ganas de golpear esa bonita cara angelical que me provoca nauseas. No puede ser tan perfecto, debe tener algún defecto, debe ser tan pecador como lo somos todos aquí.

No sé qué cosas digo, es un ángel, demonios, no peca, no maldice, no tiene estos pensamientos tan impuros y sucios.

—Lo sabes muy bien, Peter —escupe mi nombre como si fuera veneno que cubre su boca —. Sabes la descendencia maldita de Sky. Tu cercanía no la va a ayudar en nada, al contrario, solo vas a desatar el caos —junto las cejas, molesto.

—Hablas de ella como si fuera un monstruo, un demonio que puede destruir todo lo que toca —alza una ceja, con suficiencia. En este momento lo odio tanto porque él sabe cosas que yo ignoro, él puede estar más cerca de Sky y yo tengo que mantener mis distancias con ella porque Nico no la quiere ver en la mansión —. No lo es —lo señalo con un dedo en alto —, no es un demonio.

—No sabes nada y si no sabes nada mejor no hables —aprieto los puños —. Alejate de Sky antes de que le hagas daño. Tú no puedes detener su poder, no puedes hacer nada por ella —me señala de manera despectiva y si no fuera porque Sky sale del baño juro que le sacaría el corazón del pecho. 

—¡Estoy lista! —informa contenta, pasa frente a mí cogiendo un bolso que se cuelga en el hombro. Me mira con una gran y bonita sonrisa dibujada en los labios —. ¿Nos vamos? —nos mira a Haniel y a mí, este me ignora por completo centrando toda su atención en la pequeña bruja —. ¿Peter? —Su dulce voz me saca de mis cavilaciones.

—Vamos, Sky —se adelanta pero antes de que su querido ángel de un paso le detengo.

—No puedes ir, Haniel —escupo su nombre con sorna, así como él lo hizo minutos atrás. 

—Sky...—se gira hacia él por completo. 

—Lo mejor es que te quedes, Han, el hermano de Peter no te quiere ver. Es peligroso —se acerca a él poniendo una mano en su brazo. Un gesto que me toma por sorpresa pero tampoco me molesta. 

—Es peligroso que vayas con él, esa casa está llena de vampiros —Sky le sonríe con dulzura. Me es imposible creer que una chica tan dulce y amable como ella sea un demonio que puede lastimar a los demás. Pero tampoco me puedo confiar de ella, hace años vi un poco de lo que puede hacer y es de temer.

—Confía en mí, Haniel —rozan sus manos con cuidado y solo puedo sentir un cúmulo de celos crepitando por todo mi cuerpo.

Cálmate antes de que mates a alguien.

—¿Nos vamos? —interrumpo lo que sea que ellos tienen y que me molesta en demasía.

—Si algo malo pasa lo vas a saber y puedes ir a esa casa —Haniel asiente con la cabeza, detecto un dejo de preocupación en sus ojos claros.

Me acerco a la puerta y abro haciéndome a un lado para que Sky pueda salir e ir a la mansión donde Kristen descansa. Por lo que me dijo mi hermano está muy mal y temen que no lo pueda soportar. No puedo decirle esto a Sky cuando tiene la esperanza de verla y salir de ahí las dos juntas y regresar a la vida que tenían antes de que Drogo y yo llegáramos a sus vidas arruinando todo lo bueno que había en ella.

Llegamos a la mansión, bajamos del coche y como la otra vez, Sky mira el lugar de hito en hito. Se estremece de nuevo de pies a cabeza y sin dudarlo me acerco a ella. Es tan pequeña y tierna que me apetece abrazarla y no soltarla jamás. Solo quiero protegerla de todo lo malo que nos rodea y que tarde o temprano terminará alcanzándola. Igual que en el pasado. 

Soy consciente de que debería alejarme para que lo que pasó hace años no ocurra de nuevo, que mi pasado no le haga daño, que sea como cualquier chica de su edad, que pueda asistir a la universidad y salir con sus amigos. Tal vez…

No, no me voy a alejar de ella. Esta vez no.

Voy a afrontar las consecuencias de mis actos y decisiones, esta vez no me voy a alejar, no huiré como un cobarde, me quedaré a su lado y que pase lo que tenga que pasar.

—¿Te encuentras bien? —Pregunta sacándome de mi ensimismamiento con una sonrisa sutil dibujada en los labios.

—Sí —miento —. Todo bien —enlazo mis dedos con los suyos, delgados y largos. Mi piel tan fría y áspera, la suya delicada y tibia —. Vamos —nos encaminamos hacia la puerta pero antes de tocar la madera esta se abre de golpe revelando a la pequeña personita que se cruza de brazos al verme junto a Sky.

—Hola —saluda Sky levantando la mano pero Lorie la mira de arriba abajo de manera despectiva, casi como si fuera un cadáver putrefacto. La pequeña arruga su pequeña y respingona nariz, se gira exagerando el gesto y su cabello se mueve cuando empieza a caminar hacia las escaleras.

—Lorie —la llamo pero me ignora por completo —. ¡Lorie! —Exclamo cerrando la puerta tras de mí. Molesta, se gira sin ocultar su naturaleza. Sus ojos están enrojecidos mostrando sus colmillos filosos —. No seas maleducada—

—Huele mal —gruñe frotando el dedo bajo su nariz —. No me gusta la chica Cooper —confiesa sin dejar de subir las escaleras y pavoneándose con su bonito vestido de color rosa palido. 

Sky me mira estupefacta y con los ojos abiertos de par en par.

—Ella es… Tu hermanita, ¿no es así?—

—Una maleducada si me lo preguntas —murmuro. 

La invito a subir las escaleras y tras ella, caminamos por el pasillo desierto pero antes de siquiera llegar a la habitación donde se encuentra Kristen, Nicolae aparece de repente tomándonos por sorpresa. Sky recula para apartarse de él y su imponente figura.

—Has vuelto... —la examina detenidamente buscando algo malo en ella. Como si fuera radioactiva, dañina. Nico no puede estar más equivocado. 

—Vengo a ver a Kristen, sé que está aquí y quiero verla —no se amedrenta ante la fría mirada de mi hermano. Intentamos pasar a su lado pero coge a Sky del brazo deteniendo su andar. Observo a Nico, pero antes de que abra la boca la suelta y se aclara la garganta.

—Hay algo que tienes que saber antes de entrar en esa habitación —evita mirar a Sky a los ojos. No sé porque le tiene tanto… ¿Miedo? ¿Esa sería la palabra correcta? No creo… Más que miedo diría que es, repulsión. Como si Sky fuera lo peor que existe en este mundo. 

Nico se aparta de ella para no tenerla cerca, olisqueándola mientras la mira de forma despectiva.

—Tu amiga no está bien, de hecho, se está muriendo... —la pequeña bruja palidece de inmediato al escuchar las frías y crudas palabras de mi hermano.

¿Qué hay del tacto, Nico?

—¿Qué? ¡Eso no es verdad, no puede ser verdad! —de nuevo intenta pasar por su lado pero Nico la aparta empujándola.

—¡No la toques! —vocifero señalando a Nico a la vez que Sky se soba el brazo. Sus ojos están cristalinos —. Ni se te ocurra volver a tocarla...

—Es mentira —musita con dolor pasándose la mano por la nariz —. ¡Mientes! ¡Maldito mentiroso! —por un segundo sus ojos color avellana cambian de color y se ponen completamente negros. A Nico no le sorprende en absoluto la situación —. ¿¡Qué le habéis hecho a mi amiga!? —sus manos se convierten en puños y golpea el pecho de Nico pero la aparto antes de que se hiciera daño —. ¿Qué habéis hecho con ella?

Cojo sus manos y abrazo su cuerpo con cuidado mientras lágrimas amargas resbalan por sus mejillas.

—Quiero verla, tengo que verla —me mira a los ojos y se me parte el corazón verla así de rota. 

—Yo te llevo con ella —asiente triste —. No vuelvas a hacer eso... —Le advierto a Nico antes de alejarnos por el pasillo.

Maldito Nico, es igual que una puta piedra, no siente nada. Es frío, calculador, déspota y cruel como Víctor. Pudo tener un poco más de tacto con Sky y decirle lo de Kristen con delicadeza, es su mejor amiga pero Padre ha hecho de Nico una copia exacta de él mismo, se ha encargado de destruir todos los buenos sentimientos que habitaban en él dejando una cáscara vacía e inerte.

Sky 

Peter viene detrás de mí, puedo sentir su aura abrumadora oscilar en cada parte de mi piel. El pasillo es frío pero muy luminoso y lleno de lujosos detalles y acabados que le dan ese toque ostentoso que caracteriza la Mansión Bartholy. El miedo que siento ahora mismo no se compara con nada que haya sentido alguna vez en mi vida. Este lugar desprende una perversa esencia agazapada entre las sombras que nacen bajo los hermosos apliques dorados esperando para saltarme encima en cualquier momento y enterrar sus filosas garras.

—Es aquí —informa Peter deteniéndose frente a una majestuosa puerta adornada con unos preciosos motivos faraónicos. Embobada ante tal belleza arquitectónica hago lo mismo que él y me quedo a su lado —. ¿Estás bien? —pregunta poniendo su mano sobre mi hombro. Quisiera decirle que no pero el dolor en mi pecho arde como mil brasas quemando todo lo que hay a su paso.

—No —musito con dolor —. Lo que dijo tu hermano… Es falso, ¿verdad? —mis ojos se llenan de lágrimas amargas que no tardan en resbalar por mis mejillas. Peter se acerca para con sus pulgares limpiar mis mejillas, pero no sirve para nada porqué mi llanto aumenta imparable.

—Sky, tienes que ser fuerte... —eso confirma lo que dijo su hermano apenas segundos atrás. Tapo mi boca con la mano en un intento vago por no dejar escapar ningún sonido pero no lo consigo. No puedo hacerme a la idea de que puedo perder a Kristen, a ella no.

—No me digas eso...—le pido y me abraza. Sus brazos rodean mi frágil cuerpo, que se estremece por el dolor y la tristeza —. Peter...—hundo mi cabeza en su pecho, me aprieta delicadamente, pasa su mano por mi cabello y susurra palabras alentadoras para hacerme sentir mejor.

—Eres muy fuerte, tú y ella podréis con esto y mucho más —me apartó y esta vez soy yo quien se limpia debajo de los ojos. Tomo una gran bocanada de aire y una sonrisa triste se dibuja en mis labios. 

Cuando Peter empuja la puerta lo primero que veo es a Kristen acostada sobre la cama peinando con sus pálidos dedos un mechón de su cabello rojo mientras su mirada se pierde sobre los coloridos y floreados vitrales que visten la estancia. Puedo percibir su cansancio y pérdida de vitalidad.

—¡Kristen! —cojo fuerzas de dónde no las tengo y me acerco a ella lentamente, quedamos cerca y hace el amago de ponerse de pie pero sus piernas fallan y solo me sonríe —Nicolae me ha dicho que...—las palabras queman en mi garganta como si fueran lava —Estás mal... —busco su mirada y aunque es triste y apagada intenta por todos los medios esconderlo de mi. Siempre se ha mantenido fuerte y serena. Desde que éramos pequeñas nunca me ha dejado ver sus debilidades aunque sé que están ahí. Kristen asiente en silencio y mi corazón se rompe en pedazos.

Su cabello rojo cae por sus mejillas así que lo aparto para poder verla mejor y me doy cuenta de lo pálida que está y lo mal que luce ahora mismo. Me siento a su lado y no puedo evitar que de nuevo mis ojos se llenen de lágrimas.

—Me estoy muriendo, Sky, no hay mucho que hacer... —su voz se escucha apagada.

—¿Pero por qué? —volteo a ver a Peter que se encuentra a una distancia prudente —¿Qué ha pasado?

—Lo siento Sky... —Susurra apretando mi mano sin mucha fuerza —Te prometí que iba a estar contigo toda la vida pero... — Se detiene sonriendo de lado con melancolía. 

—No me puedes dejar… —mi voz se rompe impidiendo terminar la frase —Tú no, ¡tú no!

Me pongo de pie, molesta, llena de rabia y dolor. Algo se apodera de mi ser, rasga mis entrañas y quema en mi sangre como si esta fuera ácido lo que recorre mis venas.

—Mondlicht —murmura Peter levantando la mano —Tienes que calmarte —mis ojos pican y mis manos arden —Todo saldrá bien…

Me mira entre asustado, mantiene las distancias y no entiendo porque me mira de esta manera, como si fuera peligrosa, como si le pudiera hacer daño cuando lo único que siento en este momento es dolor, me estoy rompiendo por dentro.

—¡Nada va a salir bien! —grito con rabia cargada —. Todo se está yendo a la mierda— me dejo caer al suelo, estrellando mis rodillas, ni siquiera puedo sentir el dolor atravesar mi cuerpo cuando se supone que debería sentirlo, aunque fuera solo un poco —Nada está bien, nada está bien, nada… —murmuro con pesar. 

Sus brazos rodean mi cuerpo tembloroso y sisea para calmar el dolor que me rodea apoderándose de mí y que me destruye como si fuera un jarrón de cerámica que al primer toque se rompe en mil pedazos.

—No llores Sky... —dice Kristen con voz baja —Tienes que ser fuerte ahora que yo ya no podré seguir defendiéndote de los monstruos del armario o de los koalas que se colaban en tu casa para comerse el eucalipto— suelta una sonora carcajada

Giro la cabeza para mirarla. La capacidad que tiene para reír aunque su destino esté sentenciado.

—¿Te puedo pedir un favor? —asiento ante su pregunta —. ¿Me puedes llevar a casa? Solo necesito estar en nuestra casa, nada más...

—Haré lo que tú me pidas, Kristen, lo que sea.

Sin importar la angustia que alcanzo a ver en sus ojos sonríe.

—No me puedes decir que esto se acabó —musito dolida —Que todo se ha terminado —me pongo en pie, Peter se aparta y deja que vaya con Kristen, me siento a su lado y cojo su mano que está fría —. No nos vamos a dar por vencidas así de fácil —niega con la cabeza, resignada.

—No hay nada que hacer, Sky —su mano asciende a mi mejilla apartando mi cabello de mi rostro —. Lo siento —se disculpa por algo que ella no tiene la culpa.

—No te disculpes, vamos a salir de esto, sé que sí —en sus labios se dibuja una diminuta sonrisa que calienta mi corazón pero no me hace sentir mejor. Estoy devastada, rota, sin esperanzas. Kristen es mi mejor amiga, lo ha sido toda la vida y no puedo aceptar que pronto se va a ir, que me va a dejar sola.

Entonces, en este momento donde la luz parece inalcanzable y todo está perdido una bombilla se ilumina arriba de mi cabeza, la imagen impoluta y casi perfecta de Haniel llega a mi cabeza, volteo a ver a Peter quien niega con la cabeza, casi como si supiera lo que estoy pensando.

—No —se adelanta a mis palabras antes de que abra la boca, lo que provoca que frunza el ceño.

—Es un ángel, debe poder ayudarla —Kristen nos mira confundida. Intercambiando la mirada entre Peter y yo.

—¿De qué habláis?—

—Estas cosas son magia oscura, Sky, y él es un ángel...—

—¡Por qué es un ángel! —respondo molesta —. Debe de tener magia, poderes, yo qué sé —miro a mi amiga aún con esperanzas —. Lo vamos a solucionar, Kristen, todo irá bien.

Mi amiga me mira con el ceño fruncido, extrañada por mis palabras. No me voy a rendir así de fácil, no voy a permitir que sufra y mucho menos perderla. Tenemos que salir de esta mansión cuanto antes, no me gusta estar aquí, todo en este lugar me provoca escalofríos, me da miedo, hay algo que no me deja respirar con tranquilidad así que necesito sacar a Kristen de aquí lo más rápido posible.

—No hay mucho que hacer —se dirige a mí.

—No digas eso —pido con un tono de voz bajo y roto, casi en un hilo que apenas se puede distinguir.

—Estoy maldita, me han echado una maldición, Sky —susurra. Me acerco de nuevo para sentarme a su lado, llevando una mano a su espalda, rozo mis dedos con el dorso de su mano y su piel está fría, no es un hielo pero no es una temperatura normal —. A menos que seas una bruja y me puedas quitar el hechizo no hay nada que podemos hacer —a pesar de las circunstancias no se borra esa sonrisa de sus labios, mucho menos ese sentido del humor que tiene. 

No me digas eso, por favor no.

Miro a Peter de reojo y tiene esa sonrisa torcida y amargada dibujada en los labios, cómo si él supiera algo que yo ignoro y no me gusta sentirme como una tonta que no sabe nada, me molesta enterarme de las cosas al final, como siempre. 

—No soy una bruja pero en estos momentos me gustaría serlo —recargo la cabeza en su hombro y suelto un largo y sonoro suspiro que me quema el pecho. Mis ojos no dejan de observar a Peter, y siento, por alguna extraña razón, que él sabe algo, muchas cosas mejor dicho, no sé si todas tienen que ver conmigo o no pero algún día (no muy lejano) me lo tendrá que contar todo y espero que ese día ya no sea demasiado tarde.

Kristen

En otras situaciones similares lo que hubiese contado sería algo así como: el beso empezó siendo tímido y poco a poco fue subiendo de intensidad. Siempre ha sido así. Los chicos con los que he estado han sentido tal admiración hacia mí que incluso después de follar no creían que lo que acababa de pasar fuera real. La inseguridad se apoderaba de ellos por el simple hecho de que alguien como yo les prestara atención. Sencillamente se dejaban hacer por mi. Siempre he sido la voz cantante pero esta vez, todo estaba sucediendo al revés. Drogo se apoderó completamente de todo mi ser en el momento en que chocó sus labios contra los míos. Nuestro contacto generó una extraña corriente mágica. Revoloteaba juguetona en mi interior, produciéndome unas inquietantes cosquillas en mi vientre que nunca antes había experimentado. Sus fríos labios no dejaban de devorarme con un hambre voraz mientras que, sus manos, aferradas en ambos lados de mi cintura buscaron  ociosas mi cabello tirando de él hacia atrás para darle más acceso y así poder besarme más profundamente. Como si dentro de mí se encontrara el elixir más delicioso del mundo. Con la otra, cogió con fuerza mi barbilla acercándome todavía más a él abrazando mi nuca con sus largos dedos. Yo seguía aferrada con fuerza a sus bíceps para no caerme, ebria de sensaciones intentando seguir como podía el ritmo desenfrenado de Drogo. El único sonido que habitaba la estancia era el de los besos y mi desbocada respiración en busca de oxígeno que cesó en seco en cuanto sentí su lengua expandirse incontrolable dentro de mi boca y fundirse con la mía bebiéndonos mutuamente. No lo podía creer, al final lo ha hecho, me estaba besando y, mi espíritu, que hasta entonces se encontraba sumido en un largo letargo, de repente, podía explotar con todo su potencial sintiéndose por vez primera, completo. Sentía mis mejillas arder de excitación y mis ojos, se encendían incrédulos y fijos en él cerciorándose de que no volviera a desaparecer. Sus besos eran un conjunto de supernovas implosionando y convirtiéndose en un enorme agujero negro masivo lleno de una deliciosa rabia, caos y discordia que lo absorbía todo y nada era capaz de escapar de él, incluyéndome a mi. Y en contra de todo lo que me consideraba, me quedé lo más quieta posible disfrutando de esta furiosa vorágine que era Drogo Bartholy. Mis labios hasta ahora aletargados se avivaron fieros bajo el efecto que me provocaban sus besos con sabor a whisky. Mi cuerpo empezó a temblar y mis ojos ardían sin control convirtiéndome en una bola de fuego sedienta de más. Observé cómo los sentidos de Drogo percibían mi caótico estado, y entonces, sin soltar mi melena y con toda la calma del mundo entreabrió los ojos. Después de que sus labios decidieron soltar los míos Drogo apoyó su frente contra la mía, que como mínimo, estaba cien grados por encima de mi temperatura normal. De repente, vi como una divertida y genuina sonrisa aparecía inundando sus labios iluminando todo su rostro. Esa repentina muestra de afecto hizo que me muriera de vergüenza como una estúpida colegiala que no sabía donde meterse. Pero si de algo estaba segura era de que mis ojos habían vuelto a cambiar de aspecto y mi cara se había convertido en un tomate bien maduro. De repente, Drogo se levanta, recoge sus manos escondiéndolas dentro de sus bolsillos adoptando de nuevo su postura habitual. Sin dejar de mirarme, esta vez desde arriba, acarició lentamente sus labios con la lengua saboreando con deleite la esencia de nuestro beso bajo el peligroso brillo de sus colmillos.

Mi pobre cuerpo se encontraba flotando en una dulce nube y mi cabeza era un auténtico caos. 

¡Joooder! Me ha besado y, de qué manera… ¡Wow!

No sabía muy bien cómo debería sentirme, y con la mirada perdida intentaba asimilar todo lo que acababa de pasar, y mientras estaba siendo atropellada por un fuerte remolino de sentimientos encontrados los ojos de Drogo volvieron a ponerse a mi altura agachándose de nuevo frente a mi.

—Joder, eres deliciosa, mucho más de lo que me podría haber imaginado nunca y… Tus ojos… Son lo más hermoso que he visto nunca después de ti— dijo casi en un susurro mientras paseaba su pulgar por sus labios evocando lo que acabábamos de hacer

Cuando la voz ronca de Drogo inundó mis oídos con su halagadora declaración, todo mi vello se puso de punta haciendo que mi aura emanara descontrolada a nuestro alrededor envolviéndonos a ambos por completo en una especie de burbuja mística.

No sabía qué decir, estaba en shock intentando procesarlo todo. Vi como Drogo se dió cuenta de mi desastre mental y después de hacer una mueca que me pareció que era muy triste aprovechó para volver a hablar.

—Yo siempre…— Se detuvo, fijó sus ojos en los míos, cogió mi mano y sin soltarla hizo que abrazara su fría mejilla. Después tragó saliva y continuó hablando —Sé que no lo entenderás, pero, lo que pase de ahora en adelante...— Calló de nuevo. Soltó un largo suspiro que revoloteó los mechones que caían húmedos de sudor en mi cara y continuó —Caperucita… Estoy seguro de que te enfadarás conmigo, que me odiarás o incluso desearás mi muerte… Pero aun así, quiero que sepas que, nunca te dejaré, otra vez no...—

Mi voz había desaparecido. Él tenía razón, no estaba entendiendo nada.

—Eres tan cálida…— Confesó cogiendo mi mano libre y besándome los nudillos

Aún sentía su sabor mezclado con el del whisky en mi boca, sus gruesos labios saben tan bien… Esos pensamientos impedían que pudiera vocalizar palabra alguna. Sentí mi garganta muy seca y una vez más, Drogo se dió cuenta. Con un movimiento rápido me acercó el vaso de agua que descansaba sobre la mesita de noche y con mirada indulgente me dijo.

—Toma, bebe— ordenó con tono amable

Me bebí el vaso de un solo trago sin dejar de mirarle fijamente a los ojos.

 —Vaya, si que te doy sed… Ja ja ja— Sus carcajadas me hicieron sonreír y lo que más me gustó fue ver cómo su rostro serio se relajaba dando paso a una encantadora sonrisa. —¡Por fin!— Exclamó acariciando suavemente mi mejilla con sus gélidos nudillos.

—¿Qué pasa?— Le pregunté intentando esconder la sonrisa que se había formado en mi cara.

—Has sonreído, ¿tan mal beso?— Preguntó haciendo un cómico puchero

—No seas estúpido, no es eso. Solo que… No me esperaba que… — Incapaz de terminar ninguna frase sin que parezca una idiota empecé a jugar con los dedos y para evitar seguir haciéndolo me levanté para tomar distancia y coger aire nuevo. Me paré frente a la chimenea que lucía impecable adornada con fotos de gente extrañamente familiar pero que no conocía de nada. Eso me recordó que antes de que Drogo me comiera la boca había encontrado unas cuantas dentro de un cajón…

—¿Te encuentras bien?— Susurra preocupada tras mi espalda.

Un misterioso escalofrío me recorre de arriba a abajo y acto seguido un fuerte mareo me invade obligándome a aferrarme con fuerza a la madera del fuego a tierra. Mi respiración se hace pesada y de repente, me cuesta respirar. Sacudo la cabeza ignorando lo mal que me empiezo a encontrar y lo suelto

—Cuando has dicho que nunca me dejarás, no otra vez… ¿Qué significa?— Pregunté con un hilo de voz cerrando los ojos con fuerza.

Por primera vez Drogo se quedó mudo. Mi respiración y los fuertes latidos de mi corazón eran el único sonido vital que habitaba en aquella silenciosa mansión. Drogo seguía perdido, abstraído… En cambio, mi cerebro intentaba atar cabos con las pocas palabras que Drogo había dejado escapar de su interior. Hace pocos meses que nos conocimos pero de una cosa estaba segura, Drogo no deja de ser un chico reservado que viste una coraza gigante y a quien nadie deja atravesar a no ser que seas invitado. Y no creo que eso haya pasado jamás. Parece que no acabe de tener claro de qué forma abrirse a los demás o simplemente se la suda completamente. Va de tío super seguro pero a mi no me engaña, soy demasiado buena calando a la gente como para saber que Drogo no tiene nada que ver con eso. Lo único que hace es ocultarse tras un personaje que él mismo ha creado para sobrevivir en este mundo cruel y hostil. Mi mente seguía analizando cada escena, cada palabra y momento que hemos compartido hasta hoy. Mis ojos se abrieron de golpe y mi cuerpo se tensó cuando sentí como Drogo apartaba y colocaba mi melena sobre mi hombro derecho dejando mi pálido cuello expuesto y dispuesto para él. Mis dedos seguían sin soltar la madera y como consecuencia de la fuerza que estaba ejerciendo, mis nudillos abandonaron su color natural. De repente, el aire se estancó en mis pulmones cuando sentí uno de sus dedos recorrer mi yugular y como mi vello se ponía de punta.

—¡¿Qué?!— Exclamé sorprendida e intenté girarme pero me lo impidió rodeando mis muñecas con sus manos contra la chimenea —Dro-Drogo… ¿Qué coño haces?— Pregunté con voz trémula intentando soltarme

—¿Sigues sin tenerme miedo Caperucita?— Preguntó susurrando tan cerca de mi oreja que el tacto de sus labios en ella me hizo estremecer

Mierda… ¿Cómo puede ser que este chico sea tan excitante?

—Responde— Exigió depositando un beso detrás de mi oreja

Un jadeo escapó de entre mis labios y acto seguido dejé caer la cabeza sobre su hombro sumergiéndome por completo a las nuevas sensaciones que me está ofreciendo sin preguntarme cuáles serán las posibles consecuencias.

—¿Esto responde a tu pregunta?— Le reto fijando mi vista en esos preciosos ojos y por un segundo creí ver un pequeño destello en ellos que me hizo sonreír. Drogo me abrazó por la cintura estrechándome contra su duro torso y me dijo.

—¿Porqué sonríes? No volverá a pasar— escupió mordiéndose el labio con frustración.

—¿El qué?— Pregunté levantando una ceja.

—Besarnos, simplemente no puede ser…— confesó soltándome y apartándose de mí con rapidez.

No me quiero autoengañar cuando digo que no sentí un gran vacío cuando se fue de mi lado. Carraspeé y me concentré en peinar mi cabello y volverlo a dejar tal y como estaba y así disimular que su repentino acercamiento no me hizo sentir, cosas…

—¿Y entonces porqué lo has hecho?— Pregunté de nuevo acariciando las caras sonrientes de las personas de las fotos con las yemas de los dedos evitándole. No quería girarme y tener que enfrentarme a su mirada indiferente y entonces oí como Drogo volvía a suspirar. —Que curioso…— Suelto sonriendo de lado.

—¿El qué?— Pregunta con voz pasiva

—Recuerdo que fuiste tú quien dijo que sería yo la que pidiera que me besaras…— Confieso evocando el recuerdo de nosotros dos sentados en mi sofá

—Sí, pero es que yo tampoco lo he pedido. Lo he hecho— Le oigo contestar apático

De nuevo, el silencio se instala entre nosotros como si ya formara parte de la pandilla

Y yo… Yo no soy así. Siempre me he enfrentado a todo de frente y sin dudar. Aunque creo que debe haber usado algún tipo de poder vampírico o será porqué cada vez me encuentro peor... Pero se acabó.

Decidida, fuí hacia él y me planté enfrentándolo con mirada acusadora

—¿Porqué Drogo? ¿Porqué has hecho eso? ¡Respóndeme!— le exigí agarrando su sudadera por el pecho levantando mi cara para quedar a la altura de la suya

Sus ojos inquietos se movían raudos escrutando todo mi rostro a la vez que su mano acabó abrazando con fuerza la mía que por propia voluntad había empezado a acariciar su torso de hielo. Con un gruñido sutil, Drogo presionó todavía con más fuerza mi mano contra él para finalmente agachar la cabeza y mirar al suelo.

Ahora o nunca…

—¿Qué pasa? ¿Qué me estás ocultando?— Le pregunté sujetando su barbilla con la punta de los dedos obligándole a mirarme a los ojos.

—¿Yo? Nada...— Murmuró mordiéndose el labio inferior, se soltó de mi agarre, luego desvió los ojos a un lado y vi como se le tensaban los hombros

—¿Ah no? ¿Y entonces porqué no me dejas ver esas fotos?— sonreí pícara apartando los mechones que le tapaban el rostro

Sin embargo, Drogo se tensó aún más y sus ojos se oscurecieron como si unas extrañas sombras se apoderasen de él. 

—Muy bien, si eso es todo lo que tenías que decirme ya puedes irte. Necesito descansar— Empiezo a andar hasta que me siento de nuevo sobre la cama y aprovecho para masajear mis sienes con las puntas de los dedos —Joder… Me va a petar el puto cerebro— Mascullo cerrando con fuerza los ojos.

Esta migraña cada vez es peor…

—Escuchame Caperucita, yo…— Susurra agachándose frente a mí con la cabeza baja.

En silencio observo como su rostro se ha vuelto triste. Entonces Drogo volvió a acercarse a mí, cogió un mechón de mi pelo entre sus dedos y lo olió con intensidad. Luego sus ojos volvieron a los míos y esta vez pude verlos bien. Lucían nostálgicos y tristes y aunque su expresión estaba más relajada era muy consciente de lo que estaba pasando entre nosotros.

—¿Esto es una despedida, verdad? Aunque hace un rato me has dicho que no volverías a dejarme— Tragué profundamente intentando deshacer el inesperado nudo que se había formado en mi garganta —Pero no me extraña, teniendo en cuenta que me estoy muriendo...— Dije torciendo el labio aferrándome con fuerza a las sábanas de la cama e intentando contener mis emociones encontradas. Ni siquiera sabía que estaban ahí, como si las hubiera olvidado... Entonces, pasó algo que no me esperaba ni en un millón de años. Una solitaria, tímida y cálida lágrima descendió por mi mejilla muriendo sobre la mano con la que Drogo sujetaba mi muslo como si no quisiera dejarme escapar jamás.

Finalmente, Drogo separó sus gruesos labios y me dijo.

—Sé que no puedo prometerte nada pero solo te diré que lo arreglaré… Aunque sea lo último que haga— y antes de que pudiera reaccionar estrelló sus tiernos labios besando el camino que había recorrido la lágrima. Acunó mi rostro con ambas manos y me obligó a mirarle directamente a los ojos —No sé porqué, y si, es una despedida. Solo necesito, necesito que recuerdes que no te dejaré sola, pasarán muchas cosas, y aunque yo no esté allí contigo nunca estarás sola. Lo solucionaré. Todavía no sé como, tampoco sé qué respuestas son las que necesitas de mí…— No dejé que terminara de hablar. Le besé. De la misma forma en que él lo había hecho minutos atrás. Me lancé voraz a su boca y esta vez, cerré los ojos, quería sentirlo con todo mi ser.

—Si te vas a ir, yo también quiero despedirme de ti— susurré sobre sus labios sin abrir los ojos

Percibí como las dudas de Drogo le inundaban. No le di importancia y volví a besar sus labios con un beso corto y suave cargado de emociones. No sé muy bien cómo pasó pero cuando quise darme cuenta estaba sobre su regazo con una pierna a cada lado y sus frías manos acariciando mi piel bajo mi camiseta. El contraste térmico me puso la piel de gallina y eso solo hacía que me encendiera cada vez más. Todo pasó tan rápido que no tuve tiempo de pensar muy bien lo que estaba haciendo. Mi lengua se movía ávida de él, quería volver a sentir su sabor. La intensidad de nuestros besos iba in crescendo y su masculinidad se clavaba impetuosa bajo mi ardiente centro. En un acto de lujuria irracional acabé mordiendo su labio inferior haciéndolo sangrar.

De repente, la tos de alguien en la puerta nos interrumpió. Ambos nos giramos y vimos la figura de Sirius de pie en el alféizar sosteniendo un cuenco de sopa humeante.

—Siento interrumpir, te he traído más sopa—

🎻🎻

¡Hola! Tardamos un poco en subir este capítulo, entendemos si ya no quieren leer o lo dejan para después pero han sido muchas en estos últimos meses.
Gracias a quien está aquí y todavía lee esta historia.

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